Gakusen Toshi Asterisk (NL)

Volumen 8

Capítulo 1: Entrenamiento

Parte 3

“¿Supongo que es aquí?” Después de un segundo de vacilación, Ayato llamó a una puerta con el número siete adornado.

Después de un breve momento, una ventana de aire se abrió frente a él.

“…¿Quién es?” preguntó la persona del otro lado, con las mejillas y la barbilla recubiertas de aceite.

“Ah, Saya. ¿Cómo estás?”

“…¿Ayato? Espera, déjame abrir la puerta”.

Aparentemente, tan pronto como terminó de hablar, se abrió deslizándose, revelando una desordenada habitación llena hasta el tope de maquinaria. El suelo estaba cubierto de tantos cables que era imposible ver adónde iban todos, tanto que Ayato apenas sabía dónde pararse.

Sólo había un espacio vacío en la parte de atrás de la habitación. Saya, tirada al suelo, giró la cabeza para saludarle.

“…Viniendo hasta aquí, ¿hay algún problema?”

Estaban en uno de los varios talleres de la Sociedad para el Estudio de la Ingeniería Meteorológica, localizados debajo de la sala principal de entrenamiento.

La mayoría de los clubes tenían su sede en la sección de actividades extracurriculares del edificio principal de la escuela, pero parecía que a los más influyentes se les daba un trato especial.

De hecho, el hecho de que los que demostraban capacidad y resultados recibían un trato especial era una realidad dentro y fuera de la escuela.

“Lo siento. Parecías muy ocupada últimamente. Pensé en venir a ver cómo estás”.

“Oh, lo entiendo. Gracias. Me tomaré un descanso, entonces.”

Su cara se iluminó cuando Ayato le mostró la bolsa de refrescos que él había traído, y ella colocó la llave inglesa que tenía en el suelo.

Ayato, cuidando de no pisar ninguno de los cables sueltos, comenzó a cruzar la habitación. “Este lugar es realmente increíble”, dijo.

“Sí. No es tan bueno como la fábrica de mi padre, pero no está mal… Ah, una barra de helado.”

“Encontré un lugar que los tiene en la escuela secundaria.”

“Me conoces demasiado bien”, murmuró Saya mientras escarbaba en la bolsa, sacando una con sabor a fruta y mordiéndola con una sonrisa.

Ya era la mitad del verano. Afuera, Asterisk era sofocante, pero la mayoría de los lugares tenían aire acondicionado en el interior. El taller de Saya no fue una excepción, pero el calor que emanaba de la maquinaria parecía abrumarla. No hacía tanto calor como afuera, pero era difícil llamarlo cómodo.

Lo que sin duda era la razón por la que Saya llevaba sólo una camiseta sin mangas y pantalones de trabajo. Ayato apenas sabía dónde mirarla.

“…¿Y?”

“¿Eh?”

“No viniste aquí sólo para darme esto, ¿verdad?” Saya, que ya había devorado la primera barra de helado, se puso otra en la boca.

“…Ha-ha. Y tú me conoces demasiado bien, Saya.”

La chica simplemente asintió de acuerdo.

Ayato, con una sonrisa torpe, se rascó la cabeza y suspiró brevemente. “Bueno, la verdad es que hay algo que quería preguntarte.”

“¿Preguntarme?” Inclinó la cabeza hacia un lado, perpleja.

“El Gryps comenzarán pronto, y el entrenamiento se está volviendo más y más intenso. Supongo que lo que quería decir es que ya es bastante agotador, pero incluso cuando no estás entrenando, ¿no estás pasando la mayor parte de tu tiempo aquí, personalizando tus Luxes?”

“…Estamos casi al final de las vacaciones de verano. Si no hago al menos esto…. Pero para ser honesta, no parece que vaya a llegar a tiempo de todos modos. No se puede evitar”.

“Lo sé, pero… Saya, no es como si tuvieras alguna razón en particular para ganar, ¿verdad?”

“Ah… ya veo.” Ella juntó sus manos suavemente al darse cuenta de lo que Ayato quería
decir.

Saya se había unido al Equipo Enfield porque quería ayudarlo. A diferencia de los otros miembros, Ayato incluido, ella no tenía ningún deseo que quisiera que se le concediera.

Ayato ciertamente apreció su consideración, pero no pudo evitar sentirse un poco culpable por la situación.

Eso era probablemente porque ella le recordaba sus propias motivaciones cuando decidió entrar en el Phoenix.

¿Me pregunto si Julis también se sentía así…?

Saya, sin embargo, agitó la cabeza. “No te preocupes, Ayato. No estaba mintiendo esa noche.”

Esa noche. Las palabras, las que ella había dicho cuando se detuvieron en su casa de camino a Lieseltania, se escucharon ante él.

“Así que puedes confiar en mí, cuando lo necesites. La próxima vez, yo seré tu fuerza.”

Eso fue lo que ella dijo, mirándole mientras la luz de la luna iluminaba su habitación.

“…ya veo.”

Los ojos de Saya estaban completamente serios.

En ese caso, no había nada más que pudiera decir al respecto.

“…Además, no confío en las Fundaciones Empresariales Integradas. Hay algunas cosas que ni siquiera ellos pueden hacer”.

“Sí, no hay duda de eso.”

Los FEIs no eran dioses, después de todo.

“Para mí, esto es mucho más confiable”, dijo Saya, sacando su chaqueta de la silla cercana y sacando algo que parecía una pequeña bolsa del bolsillo. Ella cuidadosamente sacó un viejo trozo de papel doblado, mostrándoselo.

“Ta-daa”.

“¿¡Qué!? ¿¡No es eso…!?” Los ojos de Ayato se abrieron de par en par con asombro.

Era un cupón de deseo, uno de los muchos que habían intercambiado entre ellos después de sus combates de entrenamiento cuando eran niños. Cuando uno de ellos usaba uno, el otro tenía que tratar de cumplir su deseo, esa era la regla.

“Sigues aferrándote a él, ¿eh?”

“Este es el último. Menos mal que no lo desperdicié. Y no tiene fecha de caducidad. Lo que significa…”

“Lo tengo. Sigue siendo válido”. Ayato levantó las manos como para decir que no debatiría el asunto.

Podrían haber sido sólo juegos tontos que habían jugado de niños, pero él no podía negarle eso.

Después de todo, ambos estaban donde estaban ahora debido a su pasado.

“Vale…. Pero no tengo ganas de usarlo todavía, así que no tienes que preocuparte.”

“¿No tienes ganas de usarlo? ¿Por qué no?”

Saya le mostró una sonrisa forzada, algo desolada. “… porque no soy lo suficientemente valiente.”

“¿Eh?”

¿Qué se supone que significa eso?

Sin embargo, la expresión de Saya volvió rápidamente a la normalidad al recoger la llave inglesa que había dejado en el suelo.

“Bueno, entonces, se acabó el descanso. Vuelve al trabajo.”

Y luego, con una mirada hacia atrás a Ayato, que no estaba completamente satisfecha con su explicación, regresó a personalizar su Lux.

***

La espada se clavó en su pecho.

Había un dolor agudo y ardiente cuando el sabor de la sangre comenzó a brotar en su garganta.

La llama que ardía en lo más profundo de su cuerpo empezó a debilitarse, la fuerza disminuyendo de sus extremidades mientras el frío se deslizaba sobre ella.

“…Lo siento, prez”, murmuró Eishirou en voz baja. Estaba sosteniendo una daga. No es un Lux.

La luz brilló detrás de él. No podía verle la cara. ¿Se estaba riendo? ¿O la miraba fríamente, sin expresión? Pero ella había cambiado su enfoque con Eishirou. Se suponía que este futuro había cambiado. Los recuerdos volvieron a ella… Pero no fue nada bueno. Seguramente estaba sonriendo.

Su visión se volvió borrosa, su entorno oscuro.

Su cuerpo estaba frío, como si estuviera sumergido en hielo.

Fue doloroso.
Fue aterrador.

Ella iba a morir.

¿Y si trató de acostumbrarse? Imposible. Ella nunca podría acostumbrarse a algo así. La muerte era el más primitivo de los miedos, como si alguien pudiera acostumbrarse a ella. El dolor infinito no era más que el infierno infinito.

Ella se deslizaba entre la oscuridad, cayendo, cayendo…

***

Y entonces los ojos de Claudia se abrieron.

“…ha pasado un tiempo sin que él lo hiciera”, murmuró, aferrándose a la memoria.

Se limpió el sudor de la frente mientras se sentaba en el sofá.

Había un café sin terminar en su escritorio, rodeado de una serie de ventanas al aire libre…. Debe haberse quedado dormida mientras trabajaba. El reloj indicaba que eran sólo las tres de la mañana.

Claudia miró su teléfono móvil. Parecía que acababa de perder una llamada.

“Oh, Dios mío.”

Ella sonrió mientras leía el nombre y luego presionó el botón de rellamada sin dudarlo.

“Ah, perdón por llamar tan tarde”, dijo la voz al otro lado de la ventanilla, antes de que apareciera la sonrisa despreocupada de Eishirou.

“En absoluto. ¿Qué es esto?”

“Es sobre esos novatos que mencionaste. Parece que he encontrado algo, así que pensé que era mejor que te lo dijera”.

“No esperaba menos. Eres rápido, ¿verdad?” Claudia sonrió.

Su compañero de conversación se sonrojó ante el elogio. “Bueno, si es una petición tuya.”

“¿Oh? Pero tal vez sea mejor que te mantengas alejado de mí ahora.”

“¿Eh? ¿Qué quieres decir?”

Mientras Shadow star, la unidad de operaciones especiales de la Academia Seidoukan, recibía órdenes del presidente del consejo estudiantil, estaba oficialmente bajo el control de Galaxy. Dado que ahora se enfrentaba a la Fundación Empresarial Integrada de la escuela, sería difícil seguir utilizándolo como lo había hecho en el pasado.

Además, se trataba de un asunto personal. Si se corriese la voz, ella no sería la única que sufriría las consecuencias, sin duda Eishirou también se vería arrastrado a ello.

“Recibiste una advertencia de los superiores, ¿no? No me habría importado si te hubieras negado”.

Sin embargo, Eishirou agitó las manos, su sonrisa inquebrantable. “Vamos, Prez, me
conoces mejor que eso. Trabajo en las sombras, incluso para los estándares de Shadow star. En este punto, no habrá mucha diferencia”.

“Ya veo. Entonces déjame agradecerte por tu lealtad.” Y con eso, Claudia cerró la ventana de aire.

Por supuesto, Claudia no fue tan tonta como para tomar las palabras de Eishirou en serio. Dada su posición, no había duda de que tenía algún tipo de relación con la más alta dirección de Galaxy. Incluso se rumoreaba que tenía conexiones con las otras escuelas y con Dirk Eberwein, el tirano de Le Wolfe en particular.

“…pero probablemente ha apostado por otra persona.”

Al menos desde su posición, no importaba.

Sólo necesitaba aguantar un poco más de tiempo, y podría conseguir su deseo.

Los preparativos estaban completos; las piezas habían comenzado a caer en su lugar.

Ahora todo lo que le quedaba era que el Equipo Enfield se apoderara de la victoria.

Si ella pudiera hacer eso…