Bluesteel Blasphemer (NL)

Volumen 1

Capítulo 2: La Forma de un Dios

Parte 6

Las costumbres culturales varían de una tierra a otra y en su mayoría toman forma por algún tipo de necesidad. Si el clima difiere, es natural que la cultura, las costumbres y especialmente los estilos de vida también sean diferentes. La ropa, la comida, el refugio y todas las demás necesidades básicas cambian para adaptarse a la tierra.

Los baños, por ejemplo, difieren dependiendo de lo fácil que sea conseguir agua y combustible, así como otros factores como la temperatura y la humedad atmosférica. En algunos lugares, la gente se lava el cuerpo con cubos de agua de lluvia; en otros, los baños de vapor son la norma. De hecho, el estilo de baño utilizado en países como Japón, en el que una bañera se llena con galones de agua caliente humeante, fue aparentemente clasificado como un estilo bastante raro en este mundo.

Así que cuando Yukinari escuchó de Fiona que esta región en particular tenía este raro estilo de baño, su deleite fue a otro nivel. Aparentemente había una fuente de aguas termales cerca de la cual se podía extraer agua caliente. La residencia de los Schillinger también estaba equipada con un baño de este estilo. Y era bastante espacioso. Era casi del mismo tamaño que un baño en una posada japonesa de aguas termales; unas diez personas probablemente podrían bañarse juntas si les apeteciera. La bañera estaba hecha de piedra, y la forma en que se sentía como un baño al aire libre mientras estaba en el interior se ajustaba a los gustos de Yukinari.

“Ohhhhh…” Yukinari no pudo evitar que un sonido de apreciación se deslizara mientras se hundía en la bañera y estiraba las piernas. Era una sensación que no había experimentado en mucho tiempo. “Supongo que incluso este cuerpo se cansa…” Mientras se relajaba en el agua caliente, miró hacia el techo. Una gota cayó y salpicó directamente sobre su nariz. “¡Caramba, qué frío! ……Ha. Hahaha, sí, ¡así es como debería ser un baño!”

Pateó sus piernas en el agua sin ninguna razón. Sentía que había regresado a su infancia.

Ahora que lo pienso, visité los baños públicos varias veces con mi hermana mayor Hatsune cuando era joven.

La bañera de su casa se había roto, pero de niños, no había nada que los dos pudieran hacer por sí mismos, además sus padres raramente volvían a casa. Así que los dos salían juntos e iban a los baños con su propio dinero. Aún recordaba vívidamente a los dos tomados de la mano y caminando por el pueblo en invierno, con una sola bufanda enrollada alrededor de sus cuellos. Una vez, un cliente se apiadó de esos dos niños que soportaban los vientos cortantes para salir a un baño público y les compró un poco de leche con sabor a fruta. Ese acto de bondad de un desconocido sin nombre se destacó como un recuerdo feliz.

Mientras Yukinari pensaba en su ‘vida anterior’, el sonido de una puerta abriéndose vino de la dirección del vestuario.

“¿Hm?” Giró la cabeza rápidamente para ver la puerta abrirse y vio a una figura entrando en el baño. Obviamente era una chica.

“¿En serio…?” Yukinari dijo con un gemido bajo estrechando los ojos. A través del velo de vapor llegó Berta, desnuda como el día en que nació.

Yukinari ya había visto la forma de su cuerpo cuando llevaba esa tela transparente, así que ya estaba familiarizado con ella, pero no se podía negar que creaba una impresión diferente aquí en el baño. Tenía un cuerpo precioso y bien proporcionado que se curvaba en todos los lugares adecuados. La suave redondez de sus pechos despertaba enormemente los sentidos, y su piel, mojada por el vapor, era innegablemente seductora.

Berta caminó directamente hacia Yukinari.

“¿Qué estás haciendo?” Yukinari hizo la pregunta obvia.

Era difícil decir si era por la temperatura del baño o si estaba avergonzada, pero las mejillas de Berta se enrojecieron.

“Yo existo para ser entregada al Erdgod, así que…”

“Esa no es realmente una razón…”

Tal vez piensa que ya había muerto una vez así que no le importa lo que le pase de ahora en adelante. Pero la forma en que ella estaba voluntariamente exponiéndole su cuerpo desnudo ahora era casi como si estuviera pidiendo ser atacada…

“Espera, ¿a esto te referías cuando dijiste que no te importaba que te comieran?”

“No sé si eres un Erdgod o algo diferente.” Berta se acercó a Yukinari y se arrodilló. “Pero no estás tratando de comerme… Y si esto continúa… no podré hacer mi trabajo…”

Yukinari se preguntaba si el hecho de ser acusada de ‘volver sin hacer su trabajo’ le había hecho sentirse extrañamente presionada.

“Ya que asume la forma de un hombre, pensé que, para complacerle, debería… um…”

“Bien, mira. Estoy muy feliz y todo eso. Quiero decir, ¿qué más puede pedir un hombre? ¿Verdad?” Yukinari inclinó su cabeza hacia el techo una vez más y suspiró.

“Pero ya sabes cómo son las cosas. Hay alguien aquí que se enfadará conmigo.” Yukinari señaló.

“¿Eh…?” Berta miró detrás de ella. Ahí estaba la puerta por la que acababa de entrar. Estaba hecha de madera, hacía sonidos fuertes con sólo abrirla y cerrarla, y se veía ligeramente distorsionada. Además, parecía que no estaba completamente cerrada. Había un pequeño hueco.

Al otro lado de ese hueco (quién sabe cuánto tiempo llevaba allí) se podía ver a Dasa puliendo a Red Chili con una expresión en blanco en su cara. Yukinari quiso preguntar por qué había elegido ese lugar específicamente para pulir su arma, pero Dasa probablemente no habría respondido de todos modos.

“…sucio.” Una palabra solitaria salió silenciosamente de los labios de Dasa cuando dejó de pulir a Red Chili. Por alguna razón, también jaló el martillo a medias e hizo un espectáculo de girar el cilindro.

“¿Ves la pesadilla con la que tengo que lidiar?”

Berta parecía confundida.

“Hablando del tema.” Dijo Yukinari al techo. Se sentía incómodo mirándola directamente. “¿Te dijo Fiona Schillings que hicieras esto?”

Berta no dijo nada, pero mirando la forma en que su cuerpo temblaba sutilmente, parecía haber dado en el blanco. Suministrar una mujer por el bien del pueblo, no es una idea que uno esperaría de una joven como Fiona, pero tampoco es algo inaudito. O tal vez fueron los sacerdotes los que instruyeron a Berta para que usara su cuerpo para manipular a Yukinari. Si Yukinari se sintiera un poco agradecido por ello, ya sería un éxito, y si se apasionara por ella y sucumbiera a su cuerpo, entre más mucho mejor. Ese era probablemente su pensamiento.

“Todas esas cosas sobre tu ‘trabajo’ o lo que sea… dejémoslo en pausa por ahora. ¿Qué tal si simplemente entras?” Yukinari señaló la bañera, que estaba llena hasta el borde con agua caliente. “No tiene sentido que te resfríes.”

***

Mientras Yukinari estaba en el baño, Fiona había organizado una reunión con los sacerdotes en su oficina.

“Semidios o lo que él sea…” Dijo uno de los sacerdotes. “se le debe hacer responsable de matar al dios que estaba protegiendo esta tierra.”

Una vez que aceptaron la realidad de la situación, se apresuraron a cambiar su forma de pensar. Por supuesto, ser un sacerdote en esta área exigía eso de ti. Después de todo, las candidatas al santuario y los sacerdotes vivían bajo el mismo techo y comían comida de la misma olla y aun así los sacerdotes tenían que enviarlas lejos para ser sacrificadas. Tenían que hacer esto de forma regular. Es cierto que las doncellas del santuario se criaban con este propósito, pero aun así, nadie que tuviera un fuerte apego a las cosas podía ocupar tal posición.

Los sacerdotes trataban de llegar a un acuerdo sobre la instalación de Yukinari como el nuevo Erdgod.

“Sin embargo, dudo que esté dentro de nuestro poder mantenerlo atado de alguna manera.”

“Después de todo, tiene el poder suficiente para vencer a un Erdgod.”

“En cuyo caso, sugeriría que lo más sensato es ganárselo presentándole una doncella del santuario.”

En resumen, parecían razonar que como parecía un hombre, podrían ganárselo enviándole una mujer. Era una idea indecente, pero no había otra manera.

“Ya he hablado con Berta sobre esto. Por favor, descanse tranquilo.” Fiona cerró los ojos y exhaló profundamente. “¿Cuánto tiempo debe durar esto?”

“Bueno… Me temo que estas son las leyes por las que se rige nuestro mundo. No está en nuestro poder hacer nada al respecto.” El sumo sacerdote habló como si le diera un sermón. “Los animales se comen la hierba, la gente se come a los animales y los dioses se comen a la gente. Así es el mundo. No tiene sentido luchar contra él. Sólo tienes que aceptarlo.”

“¿Aceptarlo?” Fiona entrecerró los ojos y miró fijamente al sumo sacerdote. “Pero en la capital…”

“¿Te refieres a la verdadera iglesia de Harris?” El sumo sacerdote respondió a la pregunta como si quisiera detener a Fiona. “Nosotros también hemos escuchado los rumores. Dicen que la Orden Misionera puede derrotar incluso a los Erdgods. Se dice que están ganando más y más seguidores.”

“Sí.”

La Iglesia tuvo mucha influencia en la capital. De hecho, la mayoría de las personas que vivían allí eran creyentes en la Iglesia. La realeza, los nobles y los plebeyos por igual seguían a la verdadera Iglesia de Harris. Históricamente hablando, su escuela de pensamiento era relativamente nueva, pero a pesar de esto, la doctrina fácilmente comprensible de la Iglesia y el ‘poder’ que había mostrado en numerosas ocasiones la había llevado a un rápido aumento de seguidores.

“Pero Alcaldesa… no, Mi lady…” Dijo el sumo sacerdote en un tono suave. “piense en lo que dirían sus antepasados si abandonara las tradiciones consagradas y las reemplazara con tales enseñanzas emergentes. Piensa en la pena que le traería a tu padre, que está postrado en la cama.”

“Sí, me lo imagino.”

Fiona había asistido a la escuela de la capital durante unos cuatro años. Además de leer y escribir, era un lugar para adquirir un conocimiento más amplio y desarrollar el pensamiento crítico. Había otros como ella, de todo tipo de regiones, que habían ido allí a aprender. Al asociarse con ellos, Fiona había aprendido que los tipos de costumbres y tradiciones poco razonables que se arraigaban en las zonas rurales realmente se daban en todas las formas y tamaños, la mayoría de ellas eran irracionales. En la mente de Fiona, los sacrificios a los Erdgod eran el ejemplo de esto.

Sin embargo, nadie intentaría cambiar su forma de pensar, ni el sumo sacerdote, ni los sacerdotes menores, ni la mayoría de la gente del pueblo.

Fiona pensó que probablemente estaban asustados. Cambiar su forma de pensar era admitir que se habían equivocado antes. Si admitieran que ofrecer sacrificios regulares era en sí mismo un error, no tendrían a dónde acudir. Fue porque creían que estaban haciendo lo correcto que habían sido capaces de mantener tal crueldad como una tradición durante tanto tiempo.

“Tenemos nuestra propia forma de vida aquí. Les pido que…”

“Lo entiendo.”

Mientras el sumo sacerdote la amonestaba en un tono tranquilo como si lo supiera todo, Fiona ocultó su irritación y simplemente asintió con la cabeza.

Revisado por MaxWell