Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 8

Capítulo 4: Amado Guardaespaldas

Parte 4

 

 

El sol se hundía detrás de la muralla de la ciudad mientras la noche comenzaba a mostrar su rostro.

Eina estaba sentada en el mostrador de recepción con sus compañeras de trabajo, como de costumbre, cuando vio a Bell, regresando del Calabozo, yendo al Intercambio. Ambos asintieron, y ella se levantó de su asiento.

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Nadie más notó su breve comunicación.

–Mis disculpas, pero me iré a casa.

–¿Oh? ¿Te vas a casa temprano? Nos vemos mañana.

Reunió sus cosas entre breves conversaciones con sus compañeras de trabajo. Misha levantó la mirada de su batalla total contra el papeleo apoderándose de su escritorio con preocupación en sus ojos. Eina le hizo un gesto con la mano, diciendo que no se preocupara.

–Siento hacerte esperar, Bell-kun.


–No es, um, la gran cosa. ¿Nos vamos…?

–Si vamos. Sólo… hasta que llegue a casa. Cuento contigo.

–H-Haré todo lo posible.

Eina, quien había salido por la puerta trasera de la sede del Gremio, encontró a Bell esperándola. Ambos salieron juntos.

Era oficial: después de su conversación, le había pedido a Bell que se convirtiera en su guardaespaldas.

El chico había dejado a sus aliados para protegerla durante su viaje de regreso a casa desde el trabajo inmediatamente después de salir del Calabozo.

–Lo siento por todo esto, Bell-kun. Debes estar cansado de la exploración del Calabozo.

–Realmente no. Regresamos temprano hoy, así que todavía estoy en buena forma. No hay nada de qué preocuparse.

–…Gracias.

Viajo por el mismo camino de siempre, pero esta vez había otra serie de pasos acompañándola.

Las calles estaban animadas bajo el oscuro cielo rojo porque, al igual que Bell, otros Aventureros regresaban del Calabozo. Los bares comenzaban a llenarse con demi-humanos a la izquierda y a la derecha, lo que hacía difícil caminar por las multitudes.

Eina y Bell hicieron todo lo posible para evitar chocar con otras personas mientras avanzaban entre la multitud.

… Esto es un poco estresante.

No era nada demasiado drástico, pero podía sentir lo cerca que estaban.

Aún tenían que decidir por cuánto tiempo continuaría, pero la idea de ir a casa con Bell cada día hacia que su corazón latiera con fuerza. No se había olvidado de su misterioso perseguidor de ninguna manera, pero no podía pasar por alto al chico que estaba junto a su hombro mientras caminaban al lado del otro.

Sus ojos se movían alrededor mientras se preguntaba qué pensaban los otros peatones de ellos.

Bell nunca había pasado por esta parte de la ciudad antes y miraba por todos lados. Eina se inclinó hacia adelante, tratando de echarle un vistazo a su rostro.

— —¡…!

En ese momento…

El aura de Bell cambió por completo, tomando a Eina por sorpresa.

–¿B-Bell-kun?

–… Estamos siendo observados, probablemente.

–¿De verdad…?

A diferencia de ayer, ella no tenía ni idea.

Eina podría haber quedado atónita por sus agudos sentidos, pero la mirada seria y enfocada en el rostro de Bell la sorprendió aún más.

Sus ojos de color rojo rubí escudriñaban a la multitud y a los edificios circundantes, sin dejar ningún lugar sin comprobar.

Su corazón dio un vuelco.

Aunque se sentía extraño ver a Bell actuando como un Aventurero genuino, su pulso se aceleró ligeramente.


Así que él también tiene esta cara…

Había visto destellos de ello mientras miraba el <Juego de Guerra>… pero verlo así en persona la estaba excitando un poco.

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Ella lo observó cuidadosamente durante varios momentos antes de que la tensión dejara sus hombros.

–Creo que… se ha ido. Aunque, quien quiera que sea puede estar ocultándose…

–¿P-Puedes percibir eso, Bell-kun?

–Sí. Algo casi siempre está observándome, así que me he vuelto bueno notándolo…

–¿Huh?

–Um, no es nada.

La aguda percepción de Bell se había desarrollado bajo la poderosa mirada de una misteriosa Diosa. Los resultados hicieron que Eina inclinara su cabeza.

Y si era cierto, todo eso confirmaba que tenía un acosador. La noche anterior no fue un producto de su imaginación después de todo. Alguien la estaba siguiendo.

Un escalofrío se abrió camino debajo su piel, cuando de repente—el flujo de la multitud se movió sin previo aviso.

Eina fue tragada por una ola de humanidad antes de que incluso pudiera sorprenderse. La cabeza blanca de Bell estaba a punto de desaparecer.

Una mano salió de la nada y tomó su muñeca.

–¿E-Estás bien?

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–… E-Estoy bien.

Bell de alguna manera había logrado encontrar un espacio en la multitud. Las palabras de Eina sonaron como susurros mientras respondía.

Cinco dedos fuertes sostenían su mano y no la soltaban.

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Todavía conectada, Eina no pudo evitar ruborizarse.

–Ah… ¡Oh! ¡Lo siento!

Bell se dio cuenta de por qué estaba más roja que de costumbre e inmediatamente liberó su muñeca.

La persistente calidez de su mano parecía un guante alrededor de la mano de Eina. Pero en cuanto vio que Bell se avergonzaba, una risa nerviosa escapó de sus labios.

–¿Nos vamos?

–Um, sí.

Una confirmación rápida y se pusieron en marcha de nuevo.

Le tomó todo lo que tenía a la chica para esconder sus nervios. Una sonrisa apareció lentamente en su rostro mientras Eina volvía a mirar al chico a su lado, protegiéndola. Su guardaespaldas.

Cuando salieron del Gremio, la falta de espacio entre ellos la había puesto nerviosa. Ahora era reconfortante tenerlo tan cerca.

***

 

 

–Hey, Eina. Has estado en las nubes estos últimos días. ¿Qué pasa con eso?

–… ¿Qué?

Mañana, dos días después.

Estaban en medio del trabajo, pero las palabras de Misha hicieron que Eina se detuviera.

–Estás sonriendo sin parar con un brillo en tus ojos. Es como si te estuvieras riendo para ti misma o algo así.

–¿L-Lo estoy?

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–Muchísimo.

Cada ventana en el mostrador de recepción estaba equipada con un espejo para que lo usaran las recepcionistas. Eina lo sacó y echó un vistazo.

De hecho, sus mejillas estaban cubiertas de rosa por debajo de los bordes de sus gafas. Avergonzándose repentinamente, mantuvo sus ojos en su reflejo y fijó su flequillo.

–Alguien te estaba acosando el otro día. ¿Eso se solucionó?

–Bueno, yo no diría que esta exactamente resuelto, pero…

–Okay, ¿Qué es lo que pasa entonces? ¿Sucedió algo bueno?

No salieron palabras de la boca de Eina.

No tenía una respuesta lista para la pregunta de Misha.

Sólo había una respuesta que tenía sentido—la razón por la que estaba de tan buen humor era que estaba deseando el tiempo que pasaba con Bell.

Eina buscó las palabras correctas, pero Misha cortó su tren de pensamiento con un grito repentino.

–¡Ah! Es ese Enano de antes. ¿Cómo se llamaba…? ¿Dodomel?

–¿De verdad?

Pasando por alto el obvio error de su amiga, Eina siguió su línea de visión. Dormul estaba parado al otro extremo del vestíbulo.

Con la boca cerrada, mirando fijamente en su dirección, se alejó rápidamente en el momento en que se dio cuenta de que lo estaba observando.

Por lo general, inventaba una excusa para hablar con ella… Sin embargo, esta vez fue directamente a la salida mientras Eina lo observaba con confusión.

–Se fue. Espera un minuto, había un Elfo aquí haciendo exactamente lo mismo hace no mucho tiempo.

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–¿Era… Luvis?

–Sí. Te miraba constantemente.

Luvis siempre conversaba con Eina cuando visitaba el Gremio, al igual que Dormul. No debería ser tan extraño para ellos no saludarla una o dos veces, pero la idea desconcertó a Eina mientras inclinaba la cabeza.

Su amiga ya había reanudado su conversación anterior, pero la semielfo observaba el lugar por donde el Enano había salido del edificio.

***

 

 

–El equipo fue completamente rodeado de Minotauros antes de que lo supiéramos, así que tuvimos que salir de allí…

–Hehe… Ahora eso fue peligroso.

Esa tarde. Bell se unió a Eina para regresar a casa, tal como había hecho en el último par de días.

Ya era de noche. Regresar del Calabozo llevo más de lo que Bell había esperado, y le contó todo lo que pasó. Eina sonrió y escuchó, interponiendo su opinión de vez en cuando.

La siniestra sombra no se había mostrado desde que Bell comenzó a acompañarla. Bell había dicho que sentía destellos de su mirada, y muy probablemente quien quiera que fuera estaba esperando el momento oportuno.

Este arreglo no puede durar para siempre… Tengo que encontrar una solución.

Era su culpa que Bell estuviera atrapado en esto, y lo odiaba. Tranquilizándose a sí misma de que sólo era temporal, la mente de Eina estaba en otra parte mientras hablaba con Bell.

… ¿Qué es Bell-kun para mí?

De repente, se dio cuenta de que la idea de que su tiempo juntos llegara a su fin la hacía sentirse un poco sola. Recordando su conversación con Misha esa mañana, Eina decidió preguntarse a sí misma algunas cosas.

Para Eina… Bell era como un hermano menor. Esa era la mejor manera de describirlo.

Nada más y nada menos. Con esa mentalidad, en su cabeza no debería haber espacio para pensar en él como un hombre.

Pero de nuevo, se sentía atraída por hombres como Bell.

—Eina se sonrojó furiosamente y miró el suelo tan pronto como ese pensamiento llegó alto y claro.

¡Idiota!

Se regañó una y otra vez por querer que este tiempo juntos siguiera repitiéndose.

Bell estaba justo a su lado, tratando desesperadamente de averiguar qué sucedía con la semielfo de color rojo brillante.

–E-Eina-san, estamos aquí.

–… ¡…! Oh, gracias, Bell-kun.

Habían llegado a la puerta de enfrente de la casa del Gremio en un instante.

Aun nerviosa, Eina levanto la mirada y le dio un rápido agradecimiento. Sólo entonces notó la fatiga en el rostro del chico.

Por supuesto, tenía mucho sentido. Acababa de terminar una excursión extremadamente difícil en el Calabozo y había venido a llevarla a casa inmediatamente después. Había estado haciendo eso durante días y días.

–Bueno, Eina-san, me voy a casa.

Dejándola en su casa con seguridad, Bell se alejó de Eina.

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Ell se sentía tan mal por haberle hecho pasar todo eso que las palabras se formaron en sus labios antes de que supiera lo que estaba sucediendo.

–… ¿Bell-kun? ¿Te gustaría pasar?

–¿Huh?

Se dio cuenta de lo que había hecho después de que las palabras ya habían dejado su boca. Pero no podía ignorar lo cansado que estaba el chico y decidió seguir adelante.

–Bueno, trabajas duro todos los días y aun así me ayudas… Lo menos que puedo hacer es prepararte una taza de té.

Los nervios estaban de vuelta. Luchó para evitar que su voz temblara. Sus puntiagudas orejas ardían.

La amable oferta de Eina atrapó a Bell con la guardia baja por un momento. Pero pronto su rostro se relajó, y le sonrió antes de rechazarla.

–Muchas gracias, Eina-san. Pero mi <Familia> me está esperando, así que… Buenas noches.

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Dijo, y le dio la espalda una vez más.

–… Haaa.

Un suspiro de decepción escapó en voz baja.

Pero una sonrisa creció en sus labios poco después mientras lo veía irse.

Se quedó allí hasta que desapareció de su vista antes de entrar.

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