Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 7

Capítulo 7: La Guerra de la Diosa

Parte 4

 

 

Pasos en pánico corrieron hasta el último tramo de las escaleras. Respiraciones rápidas y apresuradas resonaban dentro de la delgada escalera.

El aire frío acariciaba su cuerpo cubierto de sudor, las llamas distantes iluminaban su silueta en la noche.


Una vista de la cascara roja del Distrito del Placer se abrió debajo de ella mientras corría a través de las secuelas de una épica batalla.

–¿Qué tan lejos vas a correr, Ishtar?

–¿¡F-Freya…!?

Los ojos llenos de terror de Ishtar miraron por encima de su hombro y vieron los primeros mechones de los cabellos plateados de Freya emerger de la escalera del este justo detrás de ella.

En el momento en que los penetrantes ojos plateados de la Diosa se encontraron con los suyos, el rencor de Ishtar contra ella se desvaneció y fue reemplazado por el miedo.

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Su territorio en ruinas, toda su <Familia> dispersa, todo por lo que había trabajado tan duro para crear estaba siendo sacado de debajo de ella por esta Diosa extraordinaria. Tropezando con trozos de piedra, levantándose, corriendo, mirando por encima de su hombro de nuevo y tropezando, Ishtar repitió el ciclo una y otra vez en un desesperado intento por escapar de la ira de Freya. El jardín que conocía había sido destrozado por un hacha y una espada. Se dirigió hacia sus aposentos privados, su último refugio posible en el punto más alto de la torre más alta de su palacio.

–¡¡No…!!

Ella descubrió un defecto fatal en su plan.

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El camino que la llevaría a la seguridad no estaba más allá de sus árboles y características de agua. Esa parte del jardín había sido completamente destruida. Sólo un espantoso acantilado permanecía en su lugar. Ishtar no tenía manera de saber que fue Friné quien lo había hecho.

Se congeló en su lugar, mirando hacia abajo la increíblemente larga caída. *Tap, tap* Freya había llegado.

–Así termina nuestro juego de las escondidas. Ya es suficiente.

–¡HYEEEEEE…!

Girándose hacia su perseguidora, Ishtar luchó para controlar el grito de miedo que escapaba de sus pulmones.

Había otro cráter directamente detrás de Freya en la línea de visión de Ishtar. Bell había creado este al final de su loca carrera.

Ishtar y Freya estaban cara a cara, a no más de diez pasos entre ellas.

–S-Sólo era una pequeña broma, Freya. No sabía que te preocupas tanto por ese chico… N-No lo haré de nuevo, lo juro.

Ninguno de sus dependientes permanecía dentro del palacio. El equipo de Ottar los había aniquilado.

Sin ninguno de sus peones para jugar, Ishtar recurrió a pedir perdón.

Una ligera brisa sopló entre ellas, haciendo que los mechones plateados de Freya danzaran alrededor de su malvada sonrisa.

–¿Ishtar? Tus bromas hasta ahora han sido risibles… pero esto sobrepaso la línea. No serás perdonada.

Los ojos de Freya no mostraban ninguna emoción, y sin embargo su sonrisa creció.

–Yo haré que ese chico sea mío.

Llamaradas de rabia brillaron a través de sus pupilas plateadas, pero ella seguía sonriendo.

–No perdonaré a ninguna mujer que intente tomar lo que es legítimamente mío.


El deseo de Freya de tener la posesión exclusiva de Bell había sido declarado. Ishtar estaba sin palabras.

Era como si estuviera mirando a un espejo. Las mismas llamas de celos y odio que ardían dentro de Ishtar ahora la miraban en la forma de la obsesión de Freya con Bell.

Entrecerrando los ojos, los labios de Freya comenzaron a moverse de nuevo.





–Esta—es tu hora final.

El conocer su destino hizo que el rostro de Ishtar se volviera blanca como un fantasma.

***

 

 

— —¿¡Canto Concurrente!?

Bell no pudo contener su sorpresa cuando sus oídos captaron la inconfundible melodía del hechizo de disparo entre las constantes colisiones de sus espadas.

–<¡Guerrero viril, Héroe fuerte, Héroe codicioso e injusto!>

Cada palabra era clara, pulsando con Poder Mágico controlado mientras sus labios se movían al ritmo de sus zancadas.

Cortando hacia adelante con su espada de madera, encontrando la espada de Bell de frente, todo el tiempo sin perder el ritmo de su hechizo de disparo, Aisha estaba sacando todas las interrupciones.

Ataque, movimiento, evasión y defensa—ni un solo atributo de su estilo de lucha sufrió. Era como si la <Antianeira> estuviera dando un espectáculo callejero, bailando y cantando para una audiencia.

Dominar el complejo y peligroso <Canto Concurrente> era la prueba de que esta <Berbera> era más fuerte que Jacinto.

–<¡Demuestra tu valor si deseas el cinturón de la emperatriz!>

—Esto no es bueno.

La mente de Bell se aceleró.

Ordenándole a sus brazos a moverse más rápido, Bell aumentó la presión sobre Aisha. Aunque logró cortar el final de su cola de caballo, ninguno de sus ataques dio en el blanco. Ni siquiera podía forzarla a ponerse a la defensiva. Sus largas piernas impedían que Bell llegara a quemarropa mientras ella lo llevaba de regreso al centro del Jardín Flotante. La persiguió a lo mejor de su capacidad, pero varias horas de correr por su vida y su intenso combate estaba cobrando su precio.

–<¡Satisface mi cuerpo, penetra mi cuerpo, mata mi cuerpo y demuestra tu valor!>

¡A este ritmo…!

Cada sílaba de su hechizo de disparo hacía que otra gota de sudor rodara por su rostro.

Estaba en peligro de ser atrapado en su Magia. Desesperándose aún más, Bell levantó el Espadón y la oscilo hacia abajo dibujando un gran arco, sólo para que fuera rechazado por el talón de Aisha. La Amazona siguió girando, saltó al aire y golpeo a Bell en el rostro con el mismo pie.

–¡Gwah!

Bell fue mandado hacia atrás por el impacto.

–<¡Mi hija muerta de hambre es Hipólita!>

Aisha completó su hechizo de disparo cuando el espacio entre ambos combatientes se abrió durante unos pocos segundos vitales.

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Bell recuperó el equilibrio y miró a su oponente. Nunca había visto esa Magia antes, no tenía idea de lo que vendría a él. Cambió de posición para esquivar el ataque—cuando se dio cuenta de donde estaba en el Jardín Flotante.

El centro, delante del altar, justo enfrente de la inconsciente Haruhime.

Si evitaba la Magia de Aisha, Haruhime recibiría un golpe directo.

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Sus ojos se lanzaron a Aisha, inseguros de si realmente usaría la Magia sabiendo que Haruhime estaba en la línea de fuego. Bell se olvidó de respirar una vez que vio la mirada en sus ojos.

Muéstrame que puedes protegerla.

Bell podía sentirlo en su mirada.

Si vas a llevártela, entonces demuestra que puedes.

Al ver la determinación en los ojos de Aisha—Bell supo lo que tenía que hacer.

–¡¡…!!

<Argonaut>.

Comenzó la carga ante un ataque que no podía evitar.

Los puntos blancos de luz comenzaron a girar alrededor del Espadón en preparación para detener el poder total de Aisha.

***

 

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–¡P-Por favor, te lo ruego!

Freya dio un paso adelante. Ishtar se movió hacia atrás lo más lejos posible, con su talón contra el acantilado y gritó con todo lo que tenía.

Con los ojos abiertos de par en par, Ishtar alcanzo a ver directamente detrás de la otra Diosa de la Belleza la cicatriz en su jardín creada por Bell.

De repente, *¡Smack!*, una mano apareció desde abajo y sujeto la capa exterior de piedra. A continuación, la cabeza de un gravemente herido pero apuesto joven con piel bronceada apareció por encima de la superficie.

Era Tamuz. A pesar de sus heridas todavía sangrantes, sin duda infligidas por alguien en el equipo de batalla de Ottar, el fiel sirviente había regresado a su Maestra en su momento de necesidad.

¡Había esperanza! Ishtar escondió la alegría en su corazón y trató desesperadamente de comprarle algo de tiempo.

–¡Freya, te diré algo interesante!

Tamuz ya estaba a medio camino en el techo.

–¡Ese niño, Bell Cranel, es inmune a nuestro Encanto! ¿No quieres saber por qué?

Los delgados hombros de Freya saltaron por la sorpresa. Justo detrás de ella, el segundo pie de Tamuz aterrizó directamente sobre una losa intacta del suelo de piedra del jardín.

–En caso de que sea cierto, eso lo hace aún más atractivo. Ahora lo quiero más.

Los ojos de Freya sonrieron, quedando atrapados en su propia fantasía por un momento. Mientras tanto, Tamuz contenía el aliento mientras rápidamente se acercaba silenciosamente por detrás de la Diosa.

–Sin embargo, no hay necesidad de que lo escuche de ti.

Freya dio otro paso adelante. Tamuz eligió ese momento para atacar.

¡Gane!

Ishtar gritó para sí misma, con una sonrisa maliciosa en sus labios.

Justo cuando las manos de Tamuz estaban a un mero segundo del cuello de Freya—ella se giró tranquilamente hacia él como si supiera que había estado allí todo el tiempo.

El pobre dependiente de Ishtar fue golpeado por toda la fuerza de la belleza de Freya. Tomándola toda la vez, Tamuz se detuvo de repente.

Ishtar observó con horror mientras Freya se acercaba a su preciado niño, deslizó sus dedos por su mejilla y le devolvió la sonrisa.

–¡Ah…. ahhh…!

Tamuz se derrumbó en el suelo.

Con sus mejillas sonrojadas y la boca abierta, el humano miraba a la Diosa de cabello plateado con ojos brillantes y temblorosos.

El hombre que había recibido cada pizca de amor que Ishtar tenía que ofrecer había sido Encantado por Freya en un abrir y cerrar de ojos.

–¿Podrías darnos un poco de privacidad?

Asintiendo una y otra vez a la petición de Freya, Tamuz se puso de pie y se alejó de las dos Diosas como si caminara sobre una nube.

El tiempo se detuvo para Ishtar.

Su hombre acababa de ser robado. Había sucedido justo delante de sus ojos.

Él le había jurado lealtad a ella, había sido abrumado por su belleza, y aun así esa mujer había sido capaz de anular su amor. Tamuz había sido Encantado hasta el punto de que debería haber sido su devoto sirviente.

No quedaba suficiente humanidad dentro de el para ser Encantado por otra.

A pesar de todo eso, Freya lo robó.

Su Encanto había sido sobrescrito.

En otras palabras, era una prueba innegable de que la belleza de Freya superaba la suya.

El orgullo de Ishtar se rompió, desmoronándose en la nada.

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–… que…

Los sonidos susurrados no eran lo suficientemente fuertes para convertirse en palabras.

Sus dedos se cerraron en puños; sus molares se molían entre sí.

Su piel bronceada, su exquisito y curvilíneo cuerpo, cada rasgo de su rostro temblaba con rabia y humillación.

–¿¡POR QUÉ!?

Ishtar aulló hacia Freya, con la piel enrojecida.

Los hombres que valoraban la belleza por encima de todo fueron a Freya, no a ella.

Hace un momento, había visto su propio Encanto ser borrado. Podía robar a cualquiera de ella.

Ambas eran Diosas de la Belleza, ¿Por qué eso era posible?

Freya dio otro paso más, haciendo que Ishtar arremetiera una vez más.

–Tú y yo—¿¡Cual demonios es la diferencia!?

–Esencia.

Una clara afirmación.

— ——

Petrificada, Ishtar se quedó en silencio mientras Freya se reía de ella en broma.





–Ninguna otra cosa tiene sentido ahora, ¿Verdad?

Un momento de silencio.

Seguido casi inmediatamente por el atormentado grito de una Diosa.

–UHH—¡UWAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Con la mente ardiendo, Ishtar cargó hacia Freya con toda la ferocidad de un oso herido.

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