Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 7

Capítulo 7: La Guerra de la Diosa

Parte 3

 

 

–… ¿No está persiguiéndome?

Bell recuperó su equilibrio durante la caída y aterrizó con seguridad en el techo de un burdel de tamaño mediano detrás del palacio. Miró hacia la parte superior de la torre más alta, preguntándose por qué no tenía compañía.

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Bell estaba parado con el Espadón listo, con puntos de luz todavía intermitentes alrededor de su cuerpo. No había ningún movimiento desde el punto más alto del palacio, así que Bell lenta y cautelosamente bajó su arma.

Fue entonces cuando Bell se dio cuenta de que estaba rodeado por un velo negro de humo que salía del Distrito del Placer. Su batalla contra una Aventurera de Primera Clase le había impedido ver alguna de las llamas o detectar cualquiera de los residuos de Poder Mágico colgando en el aire como la electricidad estática. No hacía falta decir que esta vista era lo último que esperaba ver.

Eso podría explicar por qué Friné dejó de perseguirlo—pues había ido a enfrentar a esta nueva amenaza.

En ese caso…

Bell pensó mientras saltaba del techo.

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Podría usar este caos y confusión para rescatar a Haruhime.

Aterrizando en el exterior de la torre principal, fijo su mirada en el puente de piedra.

Aprovechando cada pisca de la fuerza y velocidad impulsados por su <Estado> temporal de Lv. 4, saltó de toldo a toldo y usó las piedras que sobresalían del exterior de la torre para ascender al puente que se extendía desde el 40º piso de la torre. Mientras sus oídos registraban los sonidos de la batalla a su alrededor, Bell enfocó toda su energía en cruzar el puente de piedra lo más rápidamente posible.

El Jardín Flotante estaba en un silencio mortal en el momento en que llegó.

Todos las <Berbera> heridas, que habían estado inmóviles en el suelo, se habían ido. Una inquietante quietud se había establecido bajo el cielo nocturno. Incluso la nube azul de luz que emanaba de las piedras se había vuelto fina y tenue. O demasiadas de las losas de piedra infundidas de <Luz Lunática> habían sido destruidas o demasiada luz de la luna estaba bloqueada por la cubierta de nubes para mantener un resplandor constante.

Bell dio unos pasos en el campo de batalla lleno de cicatrices. Fragmentos de piedra carbonizados estaban esparcidos por todo el lugar y faltaban grandes franjas del suelo. El chico se abrió paso entre los escombros hasta que…

Allí estaba ella, acostada al pie del altar, sola.

–… Así que estás aquí.

Una solitaria guerrera Amazona se levantó de detrás del altar.

El largo cabello de Aisha se balanceo alrededor de sus hombros mientras se giraba hacia Bell.

Haruhime yacía a su lado. Inconsciente, había sido colocada cómodamente contra el altar de piedra.

Era casi como si Aisha estuviera esperando a Bell, sabiendo que regresaría. El chico no dijo nada, sólo siguió caminando hacia ellas. Levantando su espada seriamente dañada hasta su posición, se detuvo unos cuantos metros delante de Aisha y Haruhime.

La punta de la espada de madera de Aisha había sido empujada en el suelo, clavada en él. Aisha estaba parada junto a ella, con los brazos cruzados delante de su pecho mientras escuchaba el decreto de Bell.

–Me llevare a Haruhime-san conmigo.

No había vacilación en su voz. Aisha entrecerró los ojos y arqueó una ceja.

–… Ahora eso me gusta más.

El rostro de un hombre con convicción—Bell finalmente tenía la apariencia de un hombre determinado, un Héroe.

Aisha no podía ser más feliz.

–Pero, ya sabes, no puedo decir “adelante” y dejarte hacerlo.

Curvo sus labios en una sonrisa intrépida y puso sus manos en sus caderas.

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El largo cabello negro de Aisha y su diminuta ropa de color morado oscilaban de un lado a otro mientras clavaba sus talones en el suelo.

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–Las reglas de la <Familia> deben ser obedecidas, está en nuestra sangre… ¿Sabes a qué me refiero?

–…

El poder de la <Gracia> de un Dios, Ichor, fluía en sus venas. También les impedía escapar fácilmente de la voluntad de su Dios.

Sin importar cuánto dolor les causara la <Familia>, sin importar cuántos forasteros trataron de ayudarles, las posibilidades de liberarse con éxito eran casi nulas. Aisha le recordó a Bell ese hecho.

Bell lo sabía, pero no había nada que decir.

–Oh sí, nunca tuve la oportunidad de preguntar. ¿Por qué fuiste tan lejos? ¿Acaso te enamoraste de ella?

Había un poco de humor en su voz. Aisha sonrió de nuevo y esperó las siguientes palabras de Bell.

La mirada del chico cayó al suelo, pero abrió la boca para hablar.

–… Ser una prostituta era demasiado doloroso para Haruhime-san. Así que decidí ayudarla.

–… No sé qué te dio esa idea, pero ella es una virgen que nunca ha estado con un hombre.

–¿Eh?

Bell parpadeó unas cuantas veces, preguntándose si había escuchado bien.

–Ella siempre se desmayaba justo antes del evento principal. Ver la piel masculina la hacía desmayarse, esa tonta.

–…

–Incluso la otra noche, se desplomo sobre el pecho de un cliente. Mato totalmente el estado de ánimo y el tipo no pagó.

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Bell tenía la sensación de que sabía exactamente de qué estaba hablando.

La noche que se conocieron por primera vez, lo mismo sucedió cuando vio sus músculos…

–P-Pero ella dijo que se había entregado muchas veces… a muchos hombres diferentes.

–Tal vez estaba teniendo algunos sueños juguetones después de desmayarse. Esa pequeña zorra caliente.

Aisha se estaba aburriendo. Bell no pudo decir nada más mientras miraba a la chica inconsciente que yacía junto al altar.

–… O tal vez ha pasado por tanto que ya no puede distinguir la diferencia entre un sueño y la realidad.

–¡…!

Expulsada de su propia casa y sacada a la fuerza de su tierra natal.

Llevada a una ciudad donde no conocía a nadie ni nada y vendida al mejor postor. La vida de Haruhime había sido una serie de tragedias una tras otra.

Convirtiéndose en prostituta sin quererlo, exponiendo su piel y siendo tocada.

Siempre había sido oprimida. Perdiendo todo lo que conocía en un instante y atrapada en un ciclo de oscuridad, Haruhime había sido consumida por la desesperación.

Su vida era una pesadilla viviente.

Sin escapatoria, era plausible que olvidara la diferencia entre los sueños y los recuerdos.

Más razón para salvarla de esto.

Para quitar de la línea a la chica con los ojos que anhelaban el mundo exterior.

— —Ella vale mucho, incluso como una prostituta de mierda.

El tono de Aisha cambió una vez más mientras la determinación de Bell crecia a cada segundo.

–Diciendo que dejó esta <Familia>, otros eventualmente aprenderán lo que puede hacer e intentaran hacer el mismo ritual. Ella está mejor con nosotras que algunos otros sacos de basura… La maldición de Ishtar-sama me sigue diciendo, no la dejes ir. Así que ya sabes.

Aisha hizo crujir sus nudillos en su mano derecha mientras hablaba.

Todo el tiempo, sus ojos hacían una pregunta: ¿Puedes protegerla?

Sacando la espada del suelo con su mano derecha, Aisha señaló la punta del arma directamente hacia el todavía chispeante Bell.

–Prepárate. Cuando un hombre rescata a una mujer, tiene que ser por la fuerza.

Bell podía decirlo por la sonrisa de Aisha; no tenía otra opción.

Justo como su oponente quería, Bell sujeto su espada con ambas manos y tomó una postura defensiva.

Bell y Aisha se miraron uno al otro, con los lejanos sonidos de rugientes llamas y gritos surgiendo desde el Distrito del Placer.


–Un minuto.

Dijo Aisha de la nada.

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–No sólo cuidé de Haruhime por aquí, ha estado en mi equipo de batalla. Conozco esa Magia como el dorso de mi mano. Confía en mí, solo tienes un minuto.

Se dio cuenta solo mirando las luces parpadeantes alrededor del chico. El <Uchide no Kozuchi> estaba a punto de desaparecer.

Las luces se desvanecían una a una. Lo había visto y lo había experimentado más veces de lo que podía contar en el Calabozo. Haruhime pudo haber derramado toda su Mente para lanzar el <Impulso de Nivel> en Bell, pero no iba a durar mucho más.

Bell le echo un vistazo a las luces que bañaban su cuerpo con calidez.

–Ataca ahora mismo, y limpia el piso conmigo antes de salvar a tu chica.

Aisha movió su barbilla hacia Haruhime.

Bell mantuvo sus ojos entrenados en Aisha pero sólo levantó el Espadón para protegerse. Sus pies permanecieron firmemente plantados en su lugar.

El tiempo pasó en silencio.

–Que idiota…

Aisha estrechó sus ojos arrogantemente, claramente desanimada por la rectitud de Bell.

La luz alrededor del cuerpo de Bell se desvanecía aún más mientras ambos se miraban a los ojos. El aire alrededor de ambos Aventureros era muy espeso, incluso la brisa se desaceleró.

Un fuerte crujido vino del pilar de piedra dañado detrás del altar. Lo última de los puntos de luz se desvaneció en el mismo momento en que un pedazo de piedra cayó del pilar y se estrelló en el suelo.


La campana de apertura. Ambos guerreros cargaron hacia adelante, con sus armas brillando bajo la luz de las estrellas.

–Pero—¡No tengo ningún problema con eso!

Madera y metal chocaron; la sonrisa de Aisha se reflejó en el Espadón.

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Bell mantuvo sus ojos, ardiendo con determinación, fijos en su oponente.

Más ecos atravesaron la noche mientras la prostituta guerrera y el chico de cabello blanco intercambiaban golpes a alta velocidad.

–¡HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA!

Sus cuerpos se superponían, sus armas chocaban. Aisha no pudo contener su excitación mientras conducía su propia arma hacia adelante y se reía a todo pulmón.

Las interminables colisiones y erupciones de chispas le trajeron una sensación de alegría que no había sentido en mucho tiempo.

–¡Esto! ¡Es por esto que no puedo mantenerme alejada de los hombres de verdad!

Con sus espadas presionándose una contra la otra, Aisha se inclinó y sonrió de oreja a oreja delante de Bell.

–¡Arrogante, violento, fuerte…!

El cuerpo de Bell, el resplandor de Bell, el poder de Bell—ella lo tomó todo.

El jubiloso éxtasis hizo que su cuerpo entero se sacudiera con anticipación.

–¡Sólo los hombres de verdad pueden hacer hervir la sangre de una mujer!

Aisha gritó mientras levantaba su arma por encima de su cabeza y la oscilaba hacia abajo con tremenda fuerza.

Bell salió del camino e ignoro los escombros volando más allá de su rostro mientras realizaba su propio contraataque.

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Ella se alejó, y Bell pateo el suelo para perseguirla.

Aumentando la velocidad, ambos intercambiaron más golpes mientras corrían por el Jardín Flotante.

Hasta que finalmente, la alegría de Aisha llegó hasta el punto en el que su cuerpo no podía soportar el calor que se hinchaba dentro de ella.

— —<¡Ven, campeón de los salvajes!>

Y comenzó a cantar.

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