Great Demon King

Libro 1: El Bosque Oscuro

Capítulo 57: Matar y Saquear

 

 

Una nube de polvo se fue formando a la distancia conforme las pisadas se acercaban resonando cual tambores de guerra y los corazones de todos se llenaron de tensión. Finalmente vieron la primera hilera resplandeciente de espadas largas desenvainadas, seguidas por la visión de los cuerpos robustos de los orcos que las sostenían, mientras montaban sus lobos gigantes.

Era evidente que estos Jinetes Wargos acababan de realizar una lucrativa ronda de saqueos, porque los sacos sujetos a sus monturas se veían bastante repletos y hasta parecía que su contenido rompería las costuras. Seguramente todas las tiendas de la ciudad de Drol habían sido completamente desvalijadas y los saqueadores no les habían dejado ni siquiera una teja.


Quizá el cuantioso botín que llevaban era el motivo de que estos Wargos en particular no corriesen tan rápido como los que habían visto hasta ahora. De otro modo, Bacher y su grupo no habrían podido escapárseles durante tanto tiempo en los miserables caballos que habían montado para llegar hasta aquí.

Detrás de una gran roca, Han Shuo esperaba sereno y tranquilo mientras sostenía su ballesta cargada y lista para disparar. Estaba tratando de distinguir la voz del Orco que dirigía a este grupo de Jinetes. A su lado, Fanny también sostenía una ballesta y cambiaba constantemente la dirección en que apuntaba, con una mirada llena de resolución. Parecía que, al enfrentar a la muerte, la Maestra Fanny sabía bien como había que portarse.

Las manos de Lisa estaban vacías, pero ella, junto con el resto de los estudiantes, tenía grandes rocas a su lado. Han Shuo las había colocado de tal forma que solo necesitaban un empujón para enviarlas a rodar. Los estragos y devastación que causarían entre los orcos serían aún más aterradores que el daño de las ballestas.

Ignorando la trampa a la que se dirigían, la cuadrilla de más de cincuenta Jinetes Wargos avanzaban por el desfiladero en doble columna, a toda la velocidad que podían con sus sobrecargadas bestias. A juzgar por lo rápido que galopaban, era evidente que no esperaban ningún tipo de resistencia. Todos agitaban en alto sus espadas y gritaban de un modo salvaje, mientras espoleaban a sus lobos para que fuesen más rápido.

“AWOO AWOO AWOO”

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Repentinamente algunos de los Wargos que corrían al frente vieron como sus patas delanteras se enredaban en una serie de cuerdas bien tensadas casi al ras del suelo y perdieron el equilibrio al mismo tiempo que emitían un aullido asustado. Cuatro Orcos salieron disparados de sus monturas por culpa del impulso cuando sus bestias se vinieron al suelo.

Los Orcos lanzaron gritos asustados y agitaron los brazos desesperadamente en un intento fútil por evitar su caída. Pero la gravedad era inclemente y terminaron aterrizando con un sonido de chapoteo… en el pantano ácido.

Fue entonces cuando todo el desfiladero se llenó con los alaridos de dolor más aterradores que se hubiesen escuchado. Los orcos en el pantano gritaron de un modo tan espantoso e intenso, que ni sus lobos gigantes hubiesen sido capaces de imitarlos. Por un momento se agitaron como posesos e intentaron llegar a la orilla, pero toda su piel, cabello, sangre e incluso sus armaduras comenzaron a deshacerse a una velocidad pasmosa. En menos de unos segundos se habían convertido en un montón de huesos inidentificables.

Pero esos cuatro solo fueron los primeros desafortunados. Como el resto de la columna seguía la marcha a toda velocidad, no había forma de que se detuviesen a tiempo. Al instante otros tres orcos estaban compartiendo el destino de los primeros y también cayeron en el pantano ácido. En un abrir y cerrar de ojos no eran más que un montón de huesos.

– Este pantano ácido es muy efectivo, realmente se merece su lugar como hechizo necromántico avanzado. ¡Eres Increíble Maestra Fanny! ¡Espero que me enseñes esta magia cuando volvamos a la Academia! – Han Shuo estaba muy emocionado y sonreía maliciosamente.

Pero en cuanto terminó de hablar se dio cuenta con sorpresa de que el rostro de Fanny se había vuelto espantosamente blanco y notó que estaba mirando el pantano ácido con una expresión de malestar. Acercó su cuerpo al de Fanny para empujarla y le volvió a preguntar: – Maestra Fanny, ¿está todo bien? –

Fanny recobró la conciencia repentinamente al sentir a Han Shuo y empezó a hablar frenéticamente: – ¡No, no es nada! Es solo que esta es la primera vez que he utilizado el Pantano Ácido desde que lo aprendí y realmente no me esperaba que fuese tan pernicioso. –

Mientras Han Shuo y Fanny estaban hablando, la cuadrilla de Jinetes Wargos no había dejado de estrellarse entre sí, porque los Jinetes en la retaguardia no podían ver el caos y la confusión en el frente, así que no alcanzaban a detener a sus bestias a tiempo. Algunos orcos acabaron en el suelo por el impacto, pero finalmente el grupo fue recuperando el control y logró detenerse.

De este modo las cuerdas y el Pantano Ácido perdieron su propósito. Ahora los Orcos trataban de reorganizarse y calmar a sus bestias, gritando órdenes con voces estruendosas en medio del pánico general que se había apoderado de ellos.

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Sabiendo que ese era el momento que necesitaban aprovechar, Han Shuo reunió todas sus fuerzas y soltó un rugido de batalla que se escuchó en todo el desfiladero.

– ¡Maten a esos perros! –

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Lisa y los demás ya tenían sus armas preparadas y estaban ansiosos por actuar. Cuando oyeron el grito de Han Shuo, también gritaron con fuerza mientras empujaban sus grandes rocas y las hacían rodar colina abajo. Eran más de diez enormes pedruscos que ganaban velocidad conforme descendían por las empinadas laderas. Para los orcos en el fondo del desfiladero fue como si de repente les lloviesen rocas de los cielos, que golpeaban a Jinetes y animales acompañados por un aterrador sonido de derrumbe.

Y así de repente los cazadores se convirtieron en presas. Las grandes rocas se volvieron arietes asesinos que de inmediato se cobraron la vida de muchos Orcos y Wargos. Ahora estaban atrapados en ese desfiladero como un cardumen de sardinas en una red, sin ninguna capacidad de maniobrar o reorganizar su formación.

Las primeras cuatro rocas impactaron de inmediato en seis Wargos, haciendo que se derrumbaran junto con sus jinetes en un desastre sanguinolento. El resto fue una confusión por culpa del polvo, pero las rocas siguieron rodando cuesta abajo, ganando velocidad y se estrellaban contra los Jinetes Wargos que lanzaban lamentos y gritos agonizantes.

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Cuando la oleada de rocas terminó, vieron que unos quince Wargos y sus jinetes habían muerto, otros diez habían sufrido heridas terribles en medio del caos y estaban fuera de combate. El resto, aunque aún podían luchar, tenían varias heridas de distinta magnitud. Pero para ellos el sufrimiento no había terminado, porque cuando el polvo se asentó y pudieron volver a ver, descubrieron con horror que las mismas rocas que los habían matado ahora bloqueaban su ruta de regreso. Y en ese momento las cumbres del desfiladero se les revelaron llenas de enemigos en ambas laderas, que lanzaron sobre ellos una lluvia de ataques mágicos y disparos de ballestas mientras maldecían y gritaban con furia.

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– ¡Orcos barbáricos y asquerosos! ¡Muéranse! ¡Muéranse todos! – En el otro lado, Irene había logrado escalar hasta la cima del desfiladero junto con el Maestro Beacher y algunos estudiantes de la Facultad de la Magia Luminosa. Ahora miraba a los orcos con una cara de asco y comenzó a atacarlos despiadadamente junto con su maestro, mientras maldecía en voz alta. Aparentemente había encontrado el blanco perfecto para desahogar todas sus frustraciones después de la implacable persecución que había sufrido.

Todavía quedaban unos treinta Jinetes Wargos atrapados en el desfiladero. Era un número considerable, pero ahora estaban sufriendo una enorme cantidad de ataques mágicos desde ambos márgenes del desfiladero. Han Shuo empuñaba su ballesta con tranquilidad y disparaba sólo cuando estaba seguro de tener un Orco en la mira. Cada vez que uno de sus virotes acertaba, la víctima se desplomaba en poco tiempo, incluso si no les había dado en un órgano vital y ya no volvían a levantarse.

– ¿Eh? ¿Por qué los orcos a los que les disparas no se levantan de nuevo? A veces solo sufren un rasguño y ya están cayendo. Yo tengo que darles en el cuello o en otro punto vital para matarlos o simplemente sufren un poco de dolor. – A su lado, Fanny arrugó la frente y preguntó confundida después de observar la situación por un tiempo.

– Je je je, supongo que es bastante obvio. Antes de que ellos llegaran aproveché el tiempo para rociar un poco de polvo venenoso dentro de mi estuche de virotes, ya sabe, para envenenar todas las puntas. – Han Shuo disparó y mató a otro orco mientras explicaba todo esto, como si fuese lo más natural del mundo.

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Fanny se quedó impactada cuando lo escuchó y luego lo señaló con su dedo llena de ira, mientras lo acusaba: – ¡Tú! ¿Cómo puedes hacer algo tan despreciable? ¿Dónde aprendiste métodos tan malvados? ¡Nadie puede usar flechas o armas envenenadas contra un enemigo! ¡Ni siquiera en caso de guerra!… ¡esa es una regla no escrita para todos los países del Continente Profundo! –

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Encogiéndose de hombros, Han Shuo respondió con timidez: – Creo que una regla no escrita para toda la humanidad es la supervivencia. Y si para eso tengo que ser despreciable, pues lo seré. No pienso tenerles ninguna piedad, porque sé que ellos no van a tener ninguna con nosotros. Desde el principio esos orcos no han pensado darnos una pelea justa o reglamentada, de otro modo no hubiesen atacado un asentamiento civil. Si fuésemos soldados, quizá podría entenderlo. Pero para mí es mejor matarlos de la forma más eficiente posible y limitando las bajas de nuestro lado. No se equivoque Maestra Fanny, estamos en guerra y las leyes siempre callan en tiempos de guerra. –

– ¡Sí, Bryan tiene razón! ¡Esos malditos orcos quemaron, mataron, allanaron y saquearon todo en la ciudad de Drol! Cada año esos chacales atacan las fronteras del imperio para aprovecharse de nosotros y robarnos los frutos de nuestro esfuerzo. ¡A un perro rabioso hay que matarlo rápido y lejos de lamentarlo lo correcto es pensar que le has hecho un favor al mundo! – Lisa estaba escuchando todo a su lado y de pronto intervino con vehemencia, aprobando los métodos de Han Shuo.

– Hmph, ustedes son un par de mocosos anárquicos, no me extraña que se volvieran tan unidos. Muy bien Bryan, voy a dejarlo pasar esta vez. Pero ni se te ocurra decirle a nadie lo que has hecho cuando regresemos al imperio y no vuelvas a hacerlo en el futuro. Porque si alguien se entera, te aseguró que enviarán a la guardia imperial para arrestarte. – Fanny puso los ojos en blanco y los amonestó seriamente.

Han Shuo comprendió las buenas intenciones de Fanny. El veneno en polvo que se vendía en la ciudad de Drol era para ser usado contra las salvajes y violentas criaturas mágicas del Bosque Oscuro. Normalmente nadie se atrevería a usarlo en una batalla a plena luz del día.

Pero, aunque tomó nota de sus advertencias, Han Shuo desdeñaba esas reglas en su interior. No le importaba lo que otros pensaran, si llegaba a estar acorralado y su vida o la de los suyos corría peligro, estaba más que dispuesto tirar a los cuatro vientos cualquier sutileza y utilizar métodos aún más despreciables.


Mientras tanto el ataque continuo sobre los Jinetes Wargo no se había detenido. Los orcos que quedaban habían tomado sus ballestas e intentaban contraatacar a los emboscadores que se encontraban en ambas cimas del desfiladero, pero la gravedad no estaba de su lado. Han Shuo se había asegurado de que todos los atacantes contaran con la ventaja del terreno, los virotes enemigos casi no los alcanzaban. El gran número de los jinetes Wargo era una completa desventaja en el estrecho desfiladero, incluso los cadáveres de los muertos les impedían moverse. Tenían rocas y cuerpos muertos boqueando su huida, un pantano de ácido frente a ellos y estaban rodeados de enemigos a los que no podían alcanzar mientras recibían una embestida de ataques. Los Jinetes Wargos fueron cayendo uno a por uno en medio de charcos formados por su propia sangre y la de sus compañeros, como el ganado en un matadero.

Cuando sólo quedaban vivos cinco Jinetes Wargos, el pánico finalmente se apoderó de ellos. Como sus lobos gigantes no podían avanzar entre las rocas, los orcos abandonaron a sus bestias, sus armas y sus sacos con tesoros para ponerse a correr a toda velocidad. En un instante estaban escalando las rocas que bloqueaban su huida sin pensar en nada más que retirarse.

– ¡Oh no, se están escapando! Si vuelven a reunirse con el resto de su ejército van a enviar a más Jinetes Wargos por nosotros. ¡No los dejen escapar! – La expresión de Han Shuo había cambiado drásticamente. Rápidamente se levantó y gritó bien fuerte con un tono alarmado… pero su cuerpo no se movió de donde estaba parado.

Todos entraron en pánico y se precipitaron corriendo por las pendientes para ponerse a perseguir frenéticamente a los orcos que huían. Los tres guerreros, que hasta el momento se habían mantenido escondidos por no tener ninguna arma arrojadiza, fueron los primeros en lanzarse a la carrera por la ladera rocosa con la misma agilidad de una cabra montesa. Detrás de ellos venían siguiéndolos un nutrido grupo de magos, con el Maestro Beacher y sus estudiantes a la cabeza, así como el Maestro Gene, Bach, y algunos otros necrománticos. Los que levaban báculos mágicos los alzaban sobre sus hombros mientras corrían.

Fanny asomó su cuerpo tentativamente detrás de la roca en la que se refugiaba y estaba a punto de salir corriendo, pero Han Shuo estiró uno de sus brazos rápidamente y rodeó su cintura con brusquedad, atrapándola con un abrazo. Luego le preguntó en voz baja: – ¿Por qué esta saltando al peligro innecesariamente? –

Cuando sintió que Han Shuo abrazaba firmemente su delgada cintura y de un modo tan inesperado, el cuerpo de Fanny se quedó inmóvil por la sorpresa. Cuando giró la cabeza vio que el resto de los estudiantes de necromancia junto a ellos, quienes también habían estado a punto de salir corriendo, ahora estaban paralizados en su sitio y los miraban con la boca abierta. Sobre todo Lisa, quien parecía estar luchando intensamente para reprimir su ira.


Fanny se quedó en blanco por un segundo, pero se agitó rápidamente en cuanto recobró sus sentidos. Un rubor rojo se apoderó de su rostro y comenzó a luchar ferozmente para liberarse del abrazo, mientras gritaba enojada: – ¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame inmediatamente! ¡¿Por qué me estás reteniendo?! –

– Porque ellos no van a necesitarnos ni nos echarán de menos. Y nosotros tenemos cosas más importantes que hacer en este momento. – Han Shuo soltó a la Maestra y se rio entre dientes.

– ¿Qué podría ser más importante que perseguir a los orcos? – preguntaron Fanny y los demás, perplejos.

– ¡Apoderarnos del botín de guerra! ¡Todos los tesoros que esos Jinetes Wargos levaban en sus sacos están a nuestro alcance y nos darán por ellos una buena cantidad de monedas de oro relucientes cuando los vendamos en la primera ciudad del imperio a la que lleguemos! – Han Shuo se rio con ganas por unos segundos y luego se precipitó a correr cuesta abajo a toda velocidad, hacia los cadáveres de los Wargos.

Fanny, Lisa y los demás estaban estupefactos al principio. Pero perdieron toda vacilación cuando vieron como un par de magos desconocidos, que inteligentemente se habían quedado rezagados, también corrían para apoderase de los sacos de tesoros. Entonces todos corrieron gritando con alegría y felicidad hacia los despojos de la batalla para reclamar el botín de guerra, sin el menor atisbo de compostura o buen comportamiento.

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