Goblin Slayer

Volumen 6

Capítulo 3: Recursos Mágicos

Parte 4

 

 

Primero, debemos observar sus habilidades.

El poder del Chico Mago y la habilidad de la Sacerdotisa para comandar. Era la oportunidad perfecta para descubrir ambas cosas.

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No hubo objeciones a la propuesta de Goblin Slayer, y pronto el grupo se puso en marcha con el chico pelirrojo a cuestas.

La misión esta vez vino del capataz que dirigía el trabajo en el centro de entrenamiento, una figura importante dentro del Gremio de Carpinteros. Estaba sentado en una tienda de campaña en el borde de la zona de construcción, un enano con barba negra con un aspecto tan áspero como si hubiera sido tallado en piedra.

Vertió algo de una hermosa jarra de vidrio en unas tazas y se las ofreció a los aventureros. Era vino de uva frío, y se sentía maravilloso en las gargantas que estaban secas por toda la charla que habían estado teniendo.

“¿Por qué no sacas el vino del fuego, hermano?” Preguntó el Chamán Enano.

“Maldito tonto. Sólo los enanos pueden empezar con los licores al mediodía y seguir trabajando. Tienes humanos ahí, ¿verdad, hermano?”

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Después de este intercambio, el Chamán Enano y el capataz compartieron algún tipo de saludo en la lengua enana. Resultó que tomó la forma de tres brindis:

“¡A tu larga barba enana,
a los dados de los dioses,
a los aventureros y a los monstruos!”

El capataz se limpió unas gotitas de su barba oscura y dijo:

“Bien, entonces. Hace unos días, un grupo que se estaba haciendo conocido aceptó mi misión”.

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Goblin Slayer tomó un trago de vino e intervino.

“Y no volvieron.”

“Ciertamente”, contestó bruscamente el capataz.

Estaba tratando con un aventurero de rango Plata, pero él mismo era un enano, amado por el acero y el fuego. No había forma de que no pudiese reconocer al hombre que tenía ante él; ese equipo era demasiado único.

“Tú eres a quien llaman Corta-barbas”, dijo.

“Sí.” Goblin Slayer asintió lentamente. “Algunos me llaman así.”

“Goblin Slayer…”, dijo suavemente el capataz, luego sonrió y vació la copa que sostenía de un solo trago como si fuera agua. “¿Qué quieres saber?”

“Goblins”. Era menos una pregunta que una aclaración.

“Sí. Bueno, tal vez no sólo goblins, pero ciertamente muchos de ellos.” El capataz cruzó sus cortos y robustos brazos y gruñó, mostrando unos caninos pulidos hasta quedar puntiagudos. Esos malditos goblins. “Por ahora, sólo están robando herramientas…. Bueno, a eso no se le puede decir ‘sólo’ en una construcción, pero de todos modos, sería un problema para nosotros si empezaran a lastimar a alguien.”

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“Así que son goblins.”

“Sé que un puñado de obreros no son como una buena esposa secuestrada o un comerciante. Y sé que el encargarse de los goblins no paga mucho”.

“Sí. Esa es la naturaleza de esto.” Goblin Slayer asintió.

“Oye, Orcbolg…” La Alta Elfa Arquera lo golpeó con el codo. El capataz frunció el ceño al ver que un elfo interrumpía su conversación, pero no dijo nada. Sabía lo suficiente del mundo como para saber que los aventureros tenían sus propias costumbres.

“¿Qué pasa?” El casco se volvió hacia ella con una pregunta sin rodeos.

La elfa agitó los oídos y susurró: “Hasta ahora todo va bien, pero no te olvides de que ella es la que da las órdenes hoy, ¿de acuerdo?”

“No lo haré”.

“…¿Estás seguro?”

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“Sin embargo, me haré cargo en caso de emergencia.”

“Sí, por favor. Te lo agradecería mucho”, dijo la Sacerdotisa con una sonrisa y una cortés inclinación de cabeza. “Eso sería mucho más seguro.”

Así es como se sentía la Sacerdotisa. Ella preferiría verse como una incompetente que ver a su grupo exterminado por su culpa. La habilidad puede mejorar con la experiencia, pero un compañero caído no puede ser traído de vuelta.

Viendo a la franca y valiente joven, el capataz enano emitió un sonido de admiración.

“Entonces, um,” comenzó la Sacerdotisa.

“Ejem. ¿Qué puedo hacer por usted, señorita?”

“Gracias, señor. Me gustaría hacerme cargo del interrogatorio, si no le importa”. Ella se inclinó y se las arregló para mirarle a los ojos. “Estos goblins….er, sin importar que monstruos puedan ser. ¿Puede describir las ruinas en las que viven?”

“Puedo. Uno de los malditos idiotas a los que les robaron sus herramientas se enfadó y trató de seguirlos, pero yo lo detuve”. Resopló el capataz. Parecía menos enfadado con el goblin que había cogido las herramientas que con el carpintero que las había perdido.

“Así son los enanos”, el Chamán Enano se inclinó y le susurró amablemente a la Sacerdotisa. “No vemos con buenos ojos a los que tratan a sus herramientas con negligencia.”

Eso tenía sentido. La Sacerdotisa asintió. “En ese caso, ciertamente deberíamos traer de vuelta cualquiera de las herramientas robadas que podamos encontrar”, dijo.

“Te lo agradecería”, dijo el capataz, su cara suavizándose en una sonrisa. “Y tal vez ese imbécil sea más cuidadoso la próxima vez”.

Ah, estupendo. La Sacerdotisa se permitió un momento interno de triunfo. Tenías que tener una buena relación con quién solicitaba la misión y con otros habitantes de la zona. Ese era un concepto que se le había ocurrido por si misma, pero también era uno de los preceptos de Goblin Slayer. Los aventureros nunca podrían llegar a ninguna parte sin el apoyo de otras personas.

“En todo caso, es un lugar un poco más al norte de aquí. Puedo hacer un mapa para ti. Sospecho que es un…”

“Mausoleo”, interrumpió Goblin Slayer. Tomó otro trago de vino y, aparentemente ajeno a las miradas que recibía, siguió hablando. “He oído que es un estilo común, una colección de cámaras funerarias conectadas por caminos.”

“Pues bien, ¿lo conoces?”

“Hace mucho tiempo”, dijo Goblin Slayer en voz baja, “Me advirtieron que no me acercara a él”. Luego se quedó en silencio otra vez. La Sacerdotisa lo miró fijamente.

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Hace mucho tiempo.

Ahora que lo pensaba, ella había pasado un año entero a su lado, pero apenas si sabía algo de su pasado.

Tenía una hermana mayor. Ha sido un aventurero durante cinco o seis años. Mataba goblins.

Ella estaba familiarizada con algunas de sus cualidades personales, como su sorprendente amabilidad y consideración por los demás, pero ¿cuánto sabía realmente de él?

“…”

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No. Ahora no es el momento. No puede serlo. Ella agitó su cabeza. No debía huir de sus obligaciones como la persona a cargo de la misión de caza de goblins que se acercaba rápidamente.

“Ejem”, dijo la Sacerdotisa. “¿Hay algo extraño en la entrada de ese mausoleo? ¿Huesos o pinturas o algo así?”

“El tonto no mencionó nada de eso, asumiendo que no se olvidó de verlo.”

Nada de tótems, entonces.

La Sacerdotisa golpeó su dedo pálido contra sus labios y murmuró: “Bien, bien”.

Eso sugería la ausencia de chamanes, una clase avanzada. Por supuesto, un año de aventuras le había hecho tomar conciencia de que no eran la única amenaza posible. Era crucial no subestimar al enemigo.


Así que ahora, lo que era importante era…

“¿Conoce el rango y la composición del grupo de las personas que entraron antes que nosotros?”

“No recuerdo quién era de qué rango, pero era una mezcla de Porcelanas y Obsidianas. En cuanto a sus clases, a juzgar por lo que vi…”

El capataz cruzó los brazos y miró hacia el techo de la tienda. Buscó en su memoria, torciendo sus dedos mientras los enumeraba.

“Un hombre lagarto guerrero y un clérigo… un sacerdote guerrero. También había un mago, otro clérigo y algún tipo de ladrón o asesino”.

“¿Era alguna de ellas mujer?”

“Dos de ellas. La sacerdotisa guerrera y la clériga, o tal vez era lo que ustedes llamarían una acólita”.

Algo frío susurró en las entrañas de la Sacerdotisa: Eso significa que podemos esperar que queden dos con vida… en el mejor de los casos.

Ella se mordió el labio, no teniendo más remedio que aceptar este hecho.

“¿Hay alguna posibilidad de que tenga alguna poción de sobra?”, preguntó. “Pagaremos por ellas, por supuesto.”

Se habían preparado de antemano, naturalmente, pero nunca hacía daño tener muchos artículos de curación. La capacidad de curar sin usar un milagro hacia que las pociones fueran recomendadas con mucha frecuencia.

“Claro, no hay problema”, respondió generosamente el capataz. “¿Necesitas algo más?”

“Hmm…. Bueno, si hay un médico por aquí, por favor que estén a la espera…”

Mientras seguían hablando, Goblin Slayer murmuró un bajo “Hrm”. Se giró hacia el Sacerdote Lagarto. “¿Qué piensas?”

“Creo que su juicio es correcto”, contestó el Sacerdote Lagarto, que se había mantenido al margen de la conversación hasta ese momento. “Dos como mucho. Pero estoy casi seguro de que todos han sido asesinados”.

“¡¿Qué…?!” El Chico Mago se quedó boquiabierto ante la declaración formulada por el clérigo. Los ojos bulbosos de reptil del Sacerdote Lagarto giraron y le miraron fijamente.

“¿Pasa algo?”

“N-no…”

“Mm, ¿en verdad? Oh, qué bien, hay queso. Qué gente tan considerada. Perdóneme.”

El Sacerdote Lagarto ignoró la mirada perturbada del muchacho y extendió su mano escamosa. Tomó un plato cerca de la Sacerdotisa y del capataz y lo acercó, cogiendo alegremente algo de lo que había en él. Era queso, muy probablemente servido como acompañamiento al vino. Una sonrisa se apoderó de sus grandes mandíbulas.

“¡Ahh, néctar, dulce néctar! Por todos los cielos. ¿Este queso también es de su granja, mi señor Goblin Slayer?”

“Es lo más probable”.

“¡Perfección!”

Él actuaba genuinamente tranquilo, y de hecho, lo estaba. Para los hombres lagarto, era simplemente natural que todos los seres vivos pudieran morir algún día. Tarde o temprano, llegaría el momento. Podrían tener diferentes formas de vida; algunos podrían ser más fuertes que otros; y cada uno moriría a su manera. Pero esas eran las únicas diferencias.

Tragó el voluminoso bocado de queso y luego se lamió la punta de la nariz con la lengua.

“Creo que podemos suponer que hay algo más que goblins ahí abajo”, dijo.

“Sí”, Goblin Slayer estuvo de acuerdo. “Si no hay tótems, sin embargo, significa que probablemente no hayan sido chamanes.”

“No obstante, los aventureros no regresaron. Espero que no sea otro Paladín”.

“Un nómada sería una presa más fácil”. (Nova: Está hablando de un “hob”, es decir un hobgoblin, que es una abreviatura de la palabra Hobo, que significa vagabundo o nómada. Usaremos a partir de ahora la palabra nómada para referirnos a ellos de manera indirecta, es decir cuando el autor no usa la palabra hobgoblin, ya que vagabundo a veces tiene otra connotación)

“O casi cualquier otro tipo de No-Orador.”

“En cualquier caso, las trampas son el verdadero peligro.”

“Un mausoleo estará hecho de piedra. Tal vez podemos suponer que no habrá ningún ataque a través de las paredes.”

“Han robado algunas herramientas de construcción, pero no es como trabajar a través de la tierra. Sospecho que estamos tratando con una veintena de ellos”.

“No obstante, creo que podemos asumir que su número ha disminuido un poco. No puedo imaginar que cinco aventureros fallaran en matar ni siquiera a un solo goblin”.

“En cualquier caso, no tenemos tiempo. Cuando se cansen de sus prisioneros, vendrán con fuerza”.

“Debemos encargarnos de ellos de un solo golpe, entonces. ¿Crees que podemos hacerlo?”

“Dependerá del juicio de la chica.”

“Aun así.”

La conversación entre ellos se desarrolló tan rápido que el muchacho parpadeaba alocadamente.

Era bien sabido que los hombres lagarto eran guerreros poderosos, pero él nunca había visto uno de cerca. Y además estaba el aventurero que hablaba con el hombre lagarto, con su sucia armadura y su casco de aspecto barato. Era al que llamaban el hombre más amable de la frontera.

Había una gran diferencia, sin embargo, entre conocer algo intelectualmente y verlo por uno mismo. Así que cuando oyó a la Alta Elfa Arquera dar un perezoso bostezo, miró en su dirección.

“… ¿Qué pasa contigo?”, preguntó. “¿No haces nada de nada?”

“Cuando sea el momento adecuado”, dijo la Alta Elfa Arquera. Lánguidamente se secó una lágrima del rabillo del ojo, y sus orejas temblaban. “Soy una exploradora y una guardabosques. Dejo que otras personas se encarguen del resto”.

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“Ella tiene razón en eso, muchacho”, interrumpió el Chamán Enano. Ya estaba entrado en copas; se estaba sirviendo un poco de vino de fuego de la botella en su cadera.

“¡H-hey, estamos a punto de empezar una aventura!”

“No seas estúpido, niño. Un enano que no está borracho es como una piedra a un lado del camino”. Luego tosió. Incluso desde donde estaba parado, el Chico Mago podía oler el alcohol en su aliento. “Por una vez, estoy de acuerdo con Orejas Largas. Los hechiceros necesitan ser capaces de modular sus emociones”.

“No necesitabas decir ‘por una vez’ “, dijo la Alta Elfa Arquera con un resoplido. “Sólo digo las cosas más sabias y sofisticadas.”

“¿En serio?”

“En serio.”

De repente, el Chamán Enano parecía no tener palabras. Abrió la boca para responder, pero luego notó la mirada incrédula del chico. Se aclaró la garganta.

“En fin. Cada uno de nosotros tiene su propio papel que desempeñar”, dijo.

“¿Papel?”, dijo el chico, frunciendo los labios sospechosamente. “¿Te refieres a que él es un guerrero y yo soy un mago?”

“¡No! ¡Ni remotamente!” Dijo el Chamán Enano, gesticulando como si estuviese aplastando una mosca. “Corta-barbas y Escamoso, son nuestros luchadores de primera fila, así que les corresponde elaborar una estrategia de antemano.”

“La jovencita está hoy a cargo de la conversación debido a cómo decidimos abordar esta misión”, dijo la Alta Elfa Arquera, dibujando un círculo en el aire con su dedo índice extendido. “Normalmente ella se ocupa de la carga, se asegura de que tengamos nuestros suministros. Todo tipo de detalles”.

“Tú también podrías ser un poco más diligente, Orejas Largas”.

Las orejas de la Alta Elfa Arquera retrocedieron, y ella gruñó enfadada, pero el Chamán Enano sólo puso una mano sobre el hombro del chico.

“Mira bien, muchacho”, dijo. “Recuerda esto.”

“…”

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El Chico Mago estudió en silencio al Chamán Enano y luego apartó su callosa mano.

“Llevar la carga sólo significa hacer todos los quehaceres, ¿no?”

La Alta Elfa Arquera se rió al ver que el Chamán Enano era desairado de esta manera, pero el enano, impertérrito, se rió con una gran carcajada.

Cuando la Sacerdotisa terminó su conversación, el grupo se puso de acuerdo y comenzaron a discutir. El chico los observaba atentamente desde un lado de la tienda.

“…si puedes matar algunos goblins, ¿no es eso suficiente?” murmuró, tan silenciosamente que nadie en el grupo lo escuchó.

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