Violet Evergarden

Volumen 1

Capítulo 2: La Niña y la Auto Memories Doll

Parte 4

 

 

Más adelante los tiempos pacíficos encontraron un final repentino. La madre de Ann se había vuelto un poco más sana un par de días después de la llegada de Violet, pero su condición física ya de por sí débil empeoraba gradualmente. Tal vez había sido un error exponerse al viento del exterior. Tenía fiebre y la conmoción llegó al punto en que un médico fue llamado a la mansión.

Incluso en tales condiciones, ella y Violet no detuvieron su trabajo. La madre yacía en su cama mientras Violet volvía a escribir las cartas sentada a su lado. Sin tener en cuenta la condición de su madre, Ann entró en la habitación con una postura aprensiva.

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— ¿Por qué te esfuerzas tanto en escribir estas cartas? Los doctores dicen que es inútil…

— Si no las escribo ahora, quizás nunca pueda hacerlo. Está bien. Mira, lo está… porque a mi cabeza no le está yendo tan bien que, cuando dictaba, terminé teniendo esta fiebre psicológica. Que desagradable…

Mientras su madre sonreía débilmente, no podía estar de acuerdo. Era una sonrisa que perforó el corazón de Ann. Los alegres momentos habían desaparecido como si hubieran sido una mentira y la amarga realidad había regresado bruscamente.

— Mamá, ya basta.

Aunque su madre había estado bien diez segundos antes, podía dejar de respirar en cuestión de tres minutos. La tristeza de vivir con alguien en tal situación terminó resurgiendo.

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— Por favor, no escribas más estas cartas—. Si hacerlo le provocaría fiebre… si hacerlo acortaría su vida—. Por favor, por favor—… incluso si era algo que su madre deseaba, Ann no quería que lo hiciera—. ¡Basta!

Su ansiedad y depresión acumuladas estallaron en ese instante. Incluso Ann estaba sorprendida por su propia voz, que había salido mucho más fuerte de lo que había imaginado. Solo una vez, ella mostró el egoísmo que normalmente no le enseñaría a nadie:

— Mamá, ¿por qué no me escuchas? ¿Prefieres estar con Violet que conmigo? ¿Por qué no me miras?

Hubiera sido mejor para ella haberlo dicho de una manera adorable. Accidentalmente había dejado ver su angustia.

Con un tono tembloroso, ella terminó preguntando de forma acusadora:

— ¿No soy… necesaria?

Todo lo que ella quería era que le prestaran atención.

Su madre negó con la cabeza con los ojos muy abiertos ante sus palabras:

— No es eso. No hay manera de que ese sea el caso. ¿Cuál es el problema, Ann?— Ella entró en pánico en un intento de levantar el ánimo.

Ann evadió la mano que se extendía para acariciar su cabeza. Ella no quería ser tocada.

— No escuchas nada de lo que digo.

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— Eso es porque quiero escribir estas cartas.

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— ¿Son las cartas más importantes que yo?

— No hay nada más importante que tú, Ann.

— ¡Mentirosa!

— Esto no es una mentira—. La voz de su madre era débil y llena de dolor.

Aun así, Ann no detuvo sus protestas. Su resentimiento por cómo las cosas no iban de la forma en que esperaba empezó a escapar de ella.

— ¡Mentirosa! ¡Siempre has sido una mentirosa! Cada vez… cada vez, ¡son solo mentiras! Mamá, ¡no te has recuperado en lo más mínimo! ¡Aunque dijiste que mejorarías otra vez!

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Después de haber dicho una cosa que sabía que no debería haber dicho, Ann inmediatamente se arrepintió. Ese era el tipo de cosas que normalmente se dirían en una pelea desprovista de amor entre padres e hijos. Pero ese día era una excepción. Su madre, con el rostro enrojecido por la fiebre, siguió sonriendo en silencio.

— Mamá… oye…

Ann la llamó en ese estado. El calor del momento de repente desapareció. Sin embargo, mientras trataba de hablar, su boca fue tapada con un toque.

— Ann, por favor, vete un momento.

Las lágrimas se derramaron de los ojos de su susurrante madre. Gotas grandes se soltaron y eventualmente cayeron en cascada por sus mejillas. Ann se sorprendió de que su madre, quien siempre sonreía a pesar del dolor que tuvo que soportar por su enfermedad, dejara ver sus lágrimas.

Mamá estaba llorando.

Como su madre no era de las que lloraba, Ann había creído que los adultos eran criaturas que nunca derramaban lágrimas. Después de darse cuenta de que no era el caso, el hecho de que ella había hecho algo terrible resonó en su mente.

He lastimado a mamá.

A pesar de que Ann sabía que ella, más que nadie, se suponía que no debía ponerse por delante de su madre y aunque estaba convencida de que la tarea de proteger a su madre era la máxima prioridad para ella, la había hecho llorar.

— M-Ma- — Trató de disculparse, pero fue detenida por Violet, quien procedió a sacarla de la habitación como si se tratara de un cachorro—. ¡Alto! ¡Suéltame! ¡Suéltame!— Exclamó Ann, incapaz de resistirse y quedándose sola en el pasillo.

Los sollozos de su madre se escucharon desde el otro lado de la puerta cerrada.

— M… Mamá…— Angustiada, se aferró a la puerta—. Mamá, oye.

Lo siento, lo siento por hacerte llorar. Esa no era mi intención.

— ¡Mamá! ¡Mamá!

Solo quería que cuides tu cuerpo. Para que… para que… pudiera estar contigo incluso por un segundo más.

— Mamá.

Esto es…

— Mamá, ¡oye!

¿Es esto… mi culpa?

Por la frustración de no recibir respuesta su soledad se acrecentó. Intentó golpear violentamente con los puños la puerta. Sin embargo, incluso antes de llegar a tocarla, sus manos se debilitaron y se desplomó.

¿Estaba siendo egoísta?

Una madre que estaba al borde de la muerte. Una hija que se quedaría sola.

Estar junto a ella… ¿es un deseo tan malo?

Una madre que seguía escribiendo cartas, ya que podría no ser capaz de hacerlo en el futuro. Una hija que lo odiaba.

Las lágrimas que se habían secado estaban a punto de desbordarse nuevamente. Ann inhaló profundamente y gritó en una respiración.

— ¡¿Es alguien más importante para mamá que yo?!

Conforme su grito salió, comenzó a llorar. Su voz estaba amortiguada, su timbre quebrándose.

— ¡Mamá, no escribas cartas y pasa tiempo conmigo!— Suplicó la niña.

Llorar cuando sus peticiones no se cumplían era simplemente lo que hacían los niños.

— ¡Sin mamá estaré sola! ¡Completamente sola! ¿Cuánto tiempo durará esto? Quiero estar con mamá todo el tiempo que pueda. Si voy a estar sola después de esto, deja de escribir esas cartas… ¡Por ahora, quédate conmigo! ¡Conmigo!

Eso era, Ann era solo una niña.

— Quédate conmigo…

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Todavía era demasiado joven para poder hacer algo, una mera niña que apenas había vivido durante siete años y que adoraba a su madre.

— Quiero estar contigo…

Alguien que, de hecho, siempre, siempre había llorado por el destino que le había otorgado Dios.

— Joven Maestra.

Violet salió de la habitación. Miró a Ann, cuyo rostro estaba húmedo de lágrimas. Justo cuando la niña había pensado que era un tratamiento claramente frío, una mano se abrió paso hasta su hombro. La calidez del acto disminuyó su hostilidad.

— Hay una razón para que le esté robando el tiempo con su madre. Por favor, No se moleste con ella.

— Pero, pero, pero…

Violet se agachó para encontrarse con la línea de visión de la pequeña Ann.

— Es evidente que la joven maestra es fuerte. Incluso con un cuerpo tan pequeño, cuidas a tu madre enferma. Por lo general, los niños no se quejan ni se preocupan por alguien tanto. Eres una persona muy respetable, joven maestra Ann.

— No es eso. No es para nada eso… solo… quería estar con mamá un poco más…

— La señora, siente lo mismo—. Las palabras de Violet sonaron a compasión.

— Mentira, mentira, mentira, mentira… quiero decir… ella está más preocupada por esas cartas dirigidas a alguien que no conozco que por mí. A pesar de que no hay nadie más en esta casa que se preocupe por mamá.

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Todos, todos solo se preocupan por el dinero.

— Soy la única… ¡soy la única que se preocupa por mamá!

De la manera en que lo veían sus oscuros ojos marrones, los adultos y todo lo relacionado con ellos estaba envuelto en maquinaciones. Sus hombros se estremecieron cuando sus lágrimas cayeron al suelo. Distorsionada por las lágrimas, su visión era tan borrosa como el mundo al que pertenecía.

¿Cuántas cosas en este mundo podrían considerarse reales?

— Aun así…

La joven creía que independientemente de cuánto tiempo viviera más adelante, si el mundo estaba lleno de tanta hipocresía y traición desde el comienzo de la vida, el futuro no tenía por qué llegar.

— Aun así…

La cantidad de cosas que Ann consideraba verdaderas podría contarse con una mano. Brillaban inexorables dentro de un mundo tan falso. Con ellas, podría tolerar cualquier tipo de horror.

— Así es como es … pero aun así…

Pensaba que no necesitaría nada más mientras mamá estuviera conmigo…

— ¡Aun así, no soy a la que mamá quiere más!

Mientras Ann lloraba, Violet colocó un dedo índice contra sus labios a una velocidad que los ojos humanos no podían percibir. El cuerpo de Ann tembló por un momento. Su voz había cesado completamente. En el corredor silencioso, los sollozos de su madre todavía podían oírse detrás de la puerta.

— Si es de mí, puede enojarse tanto como le satisfaga. Golpéeme, patéeme; no me importa lo que quiera hacer. Sin embargo… por favor absténgase de usar palabras que entristecerían a su querida y honorable madre. También por su propio bien, joven maestra.

Cuando le dijeron a Ann eso con una cara tan severa, las lágrimas comenzaron a formarse rápidamente en sus ojos otra vez. El llanto que había reprimido y tragado nuevamente era fresco y doloroso.

— ¿Estoy equivocada?

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— No, no hay una sola cosa de la que sea culpable.

— Ya que soy una niña mala, mamá enfermó y… pronto…

— …¿morirá?

Violet respondió a la pregunta de Ann en un susurro con un tono que era un poco desapasionado, pero no inquietante

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— No.

Lágrimas cayeron de los ojos tristes de Ann.

— No, la joven maestra es una persona muy amable. La enfermedad no está relacionada con esto. Es… algo que nadie puede predecir o hacer algo al respecto. Así como ya no puedo tener una piel tan suave como la suya en mis brazos robóticos, es algo que no se puede evitar.

— Entonces, ¿es culpa de Dios?

— Incluso si lo fuera, incluso si no lo fuera… solo podemos concentrarnos en cómo debemos vivir las vidas que se nos han otorgado.

— ¿Qué debería hacer?

— Por ahora, joven maestra… es libre de llorar—. Violet abrió los brazos, sus piezas de máquina emitían un débil sonido—. Si no me golpeará, ¿está bien si le presto mi cuerpo?

Eso podría interpretarse como “puede saltar y abrazarme”, a pesar de que no parecía del tipo que decía esas cosas. Ann podía llorar de forma segura, por así decirlo. Sin dudarlo, abrazó a Violet.

¿Llevaba perfume? Olía a varias flores diferentes.

— Violet, no me robes a mamá—. Dijo mientras apretaba la cara contra el pecho de Violet, empapándolo con lágrimas—. No me robes el tiempo con mamá, Violet.

— Por favor, sopórtelo solo por unos días más.

— Entonces, al menos dile a mamá que está bien si me quedo a su lado mientras escribes. Está bien si ustedes dos me ignoran. Solo quiero estar cerca de ella. Quiero estar a su lado y apretar su mano con fuerza.

— Me disculpo, pero mi cliente es la Señora, no la Joven maestra Ann. No hay nada que pueda hacer para cambiar eso.

Después de todo, realmente no soporto a los adultos. Pensó Ann.

— Te odio… Violet.

— Mis más sinceras disculpas, joven maestra.

— ¿Por qué escribes cartas?

— Porque las personas tienen sentimientos que desean hacer llegar a otros.

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Ann sabía que ella no era el centro del mundo. De todos modos, el hecho de que las cosas nunca salieron como ella deseaba hizo que derramara más lágrimas de frustración.

— Cosas como esas no necesitan ser entregadas.

Violet simplemente siguió abrazando a la ceñuda Ann, quien se mordió el labio de disgusto.

— No existe carta que no necesite ser entregada, joven maestra.

Parecía que sus palabras estaban dirigidas a ella misma en lugar de a la niña. Ann reflexionó sobre el por qué. Debido a eso, la frase se grabó de forma sorprendente en su mente.

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