Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Sion Sol Sunkland estaba practicando solo en el campo de entrenamiento. Cada golpe de su espada era rápido y suave, y expresaba un verdadero dominio del arma. Su habilidad había alcanzado tal altura que fácilmente superó a los adultos. Incluso la mayoría de los soldados no eran rival para él.

Con un rápido paso adelante, desató un golpe lateral de su espada que recibió aplausos.

—El sol apenas está levantado y ya está trabajando duro, mi Lord?

—Ah, Keithwood. Caminas como un fantasma como siempre. No te noté en absoluto.

Suponiendo que era un buen momento para un descanso, Sion dejó su espada de práctica y presionó una toalla contra su frente. Mientras se limpiaba la cara, sacudió la cabeza rápidamente. Su cabello liso y sedoso arrojaba unas gotas de sudor que brillaban al sol de la mañana.

Keithwood observó por un momento, observando distraídamente que este era probablemente el tipo de cosa que hacía que las chicas se desmayaran, antes de preguntar:

—Entonces, ¿Has decidido qué caja de almuerzo vas a aceptar?

—No planeo aceptar de nadie— dijo Sion, respondiendo a la pregunta abrupta de Keithwood con una respuesta igualmente abrupta. Ya le habían preguntado un par de docenas de chicas, y había rechazado cortésmente todas y cada una de sus ofertas.

—¿Oh? ¿Debería tomar eso como que en secreto estás esperando que yo sea el que te haga el almuerzo?

Sion sonrió ante la broma de Keithwood.

—Hah. Un pensamiento interesante. De hecho, no creo que me importe probar una de sus creaciones culinarias. ¿Cuándo fue la última vez que cocinaste para mí? Debe haber sido cuando todavía estábamos en Sunkland.

La educación de élite que Sion había estado recibiendo desde la infancia se extendió a todos los aspectos de su vida. Incluso la comida que comió fue estrictamente administrada. El joven Sion había sido un niño obediente, y siempre había poseído una sabiduría más allá de sus años. Ni una sola vez se quejó abiertamente de la insipidez de sus comidas, sin embargo, su amigo cercano Keithwood a menudo jugaba a ser terapeuta con sus gruñidos privados. Keithwood haría excursiones clandestinas nocturnas a la cocina, donde prepararía bocadillos nocturnos y se los devolvería a su maestro. Sion recordó con cariño cómo había terminado posteriormente con una cavidad que, después de ser descubierta, los llevó a ambos a tener un buen regaño.

—Es curioso que digas eso, porque creo recordar haber recibido muchas críticas sobre mi cocina a pesar de los muchos actos de filantropía desinteresada que había emprendido.

—Pero por supuesto. Soy el príncipe heredero de un vasto reino, después de todo. Su filantropía no me exime de mi deber de preocuparme demasiado por el sabor de mi comida—, bromeó Sion con una sonrisa.

—Está bien, dejando de lado las bromas, ¿Supongo que ha hecho los arreglos para que se entregue el almuerzo?

Sion no tenía intención de aceptar la caja de almuerzo de nadie. No podía… no como el Príncipe Heredero de Sunkland. Su título era pesado. Demasiado pesado. Cualquier acto de amistad abierta hacia un individuo en particular…

… Podría terminar perjudicando los intereses de nuestro reino en el futuro. Sí, puedo verlo totalmente pensando eso. Keithwood dejó escapar un suspiro y se encogió de hombros. No es que esté equivocado, pero, sinceramente, no lo mataría relajarse un poco.

Príncipe Heredero o no, Sion todavía era un chico en su adolescencia. Hubo un tiempo en que la comida blanda lo había llevado a quejarse. Ahora, se estaba perdiendo la oportunidad de recibir personalmente una buena caja de almuerzo. ¿Quién podría decir si no se sentía un poco triste por dentro?

—Entonces, ¿Hay alguna razón por la que me miras tan pensativo a la cara? — Preguntó Sion.

Keithwood se encogió de hombros.

—No lo puedo decir, mi Lord. Supongo que solo tienes una cara que invita a la reflexión— respondió antes de alejarse, dejando a un Sion perplejo solo en el campo de entrenamiento.

—… La cosa es que hay tantas personas a las que razonablemente puede decir “sí”, reflexionó Keithwood mientras consideraba a los posibles candidatos para la caja de almuerzo de Sion. La primera en venir a la mente (y fácilmente la más prometedora) fue la Princesa de Tearmoon, que era rival para Sion tanto en título como en prestigio.

—Tengo la sensación de que si la Princesa Mia preguntara, Sion no diría que no…

Desafortunadamente, la princesa, en toda su sabiduría, aparentemente había prometido llevar su lonchera al Príncipe Abel. Hasta el día de hoy, Keithwood no podía descubrir aun poniendo su vida en ello, qué es lo que veía Mia en Abel que le fascinaba tanto.

—Ah, Keithwood, buen momento.

Al oír que alguien lo llamaba, Keithwood se detuvo y giró en dirección a la voz.

—Ah. ¿Si no es Lady Rudolvon? — dijo Keithwood, saludando cortésmente a la hija del Conde Terrallende de Tearmoon, Tiona Rudolvon. —¿Cómo puedo estar a su servicio en este buen día?

—Bueno, ya ves…

Tiona procedió a explicar su esfuerzo grupal para preparar cajas de almuerzo. Después de que ella terminó, él no pudo evitar sentir una creciente sensación de asombro a medida que las implicaciones del plan cayeron en la cuenta.

Entonces, es el esfuerzo combinado de tres chicas, entre las cuales una es una noble de bajo rango y otra es la hija de un comerciante convertida en noble. Y también, hay un segundo receptor, Sion no sería el único foco de atención.

Un arreglo como este era a prueba de rumores. Nadie andaría cotilleando sobre cómo vieron a Sion acercarse a una chica en particular. Sin embargo, Mia habría transmitido con éxito su deseo de ser amigas.

«Princesa Mia, eh…» pensó Keithwood

Keithwood asintió con admiración, sintiendo que estaba presenciando un plan maestro presentado ante sus propios ojos. Las capas sobre capas de su intrincado diseño aparecieron a la vista, y pudo ver su delicado hilo de lógica tejiendo hábilmente a través del peligroso laberinto que era el paisaje social de Saint-Noel.

La Gran Sabia del Imperio de hecho. Te veo a la altura de tu

Luego, de repente, sus pensamientos fueron interrumpidos por un escalofrío que le recorrió la columna. Pudo haber sido una corazonada. O tal vez una premonición. No podía identificarlo, pero algo no se sentía bien, como si una terrible desgracia estuviera a punto de caer sobre su maestro… De alguna manera, sospechaba (no, lo sabía, con una certeza que lo sorprendió incluso a sí mismo) que, si permitía que las cosas siguieran según lo planeado, algo terrible sucedería en el torneo de esgrima.

Miró a Tiona. Parecía no haber malicia en su inocente sonrisa. Sin embargo…

Bien podría ir a echar un vistazo. La prudencia es la mejor parte del valor, después de todo. No puedo hacer daño para asegurarme.

Y así, sintiendo que la salud de su querido maestro estaba en muy mal estado, Keithwood se ofreció como voluntario para unirse al equipo de cocina de Mia. Aunque ninguno de los involucrados llegaría a saberlo, era cierto que la decisión de Keithwood en este día demostraría ser crítica para salvaguardar la solidez gastrointestinal de Sion y Abel.