Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 9

Capitulo 71: Escoltas de las Elfos

Parte 2

 

 

Había muchos elfos que sobresalían en magia mucho más allá de la mayoría de los magos humanos, por lo que incluso este par, que no podía usar magia de almacenamiento, era consciente de sus dificultades e inconvenientes… aunque aún no eran consientes que tales términos no aplicaban a Mile.

Meteoros Azules parecían hombres honestos en su primer encuentro, pero quizás ahora estaban mostrando sus verdaderos colores, esperando haber llegado hasta el lugar de trabajo para comenzar a hacer demandas a Pacto Carmesí.

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Si Pacto Carmesí renunciara ahora, sería un incumplimiento de contrato y un trabajo fallido, y tendrían que pagar una multa, dejándoles pocas opciones más que de aguantar las demandas de sus compañeros cazadores.

Sin embargo, sus empleadoras ahora declaraban que eran los Meteoros los que violarían el contrato y serían tratados como si hubieran fallado en el trabajo.

“Grngh…” Gruñó Graf, sus planes cuidadosamente trazados estaban hechos trizas.

Aparentemente, los Meteoros en realidad no habían invitado a Pacto Carmesí por el simple hecho de causar una buena impresión, sino simplemente para poder aprovecharse de ellas después.

Podrían haber sido diferente si esta fuera la capital real, pero no había posibilidad de que un grupo de novatas jóvenes y talentosas en medio de un viaje eligieran establecerse en un pueblo fronterizo remoto como Mafan.

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Como tal, los Meteoros probablemente pensaron que podrían aprovecharse de Pacto Carmesí mientras pudieran, sin pensar en la consideración, la cortesía o el mantenimiento general de la buena voluntad.

La mayor parte de las ganancias y la gloria de Pacto Carmesí se había compartido con los miembros del Paraíso y la Comunidad de las Llamas en sus dos trabajos anteriores y, sin embargo, las chicas seguían sonriendo amablemente  en esos grupos.

Era muy probable, pensaron los Meteoros, que fueran un grupo de tontas de bondadoso corazón que harían exactamente lo que sus superiores les dijeran.

Desde la perspectiva de Meteoros Azules, Pacto Carmesí nunca se negarían a hacer lo que les decían. Sus empleadores simplemente habían intervenido antes de que pudieran hacer algo.

Eso era lo que creían.

Por cierto, había un dicho en ciertos círculos que dice:

“El que tiene boca… se equivoca.”

Descargaron la carreta juntos y el conductor regresó al pueblo. Volvería dentro de dos días al mismo lugar para encontrarse con el grupo.

El grupo comenzó a hacer los preparativos para comer. Pronto  llegaría  el  mediodía,  y  aunque  era  un  poco temprano, era mejor comer ahora que adentrarse en el peligroso bosque y luego hacer una pausa para comer.

Además, ninguno era tan tonto como para tomar un gran desayuno antes de un viaje en carreta de varias horas, que les dejaría el trasero adolorido y las tripas sacudidas.

Conducir a lo largo de un camino desde un pueblo en las provincias hasta el bosque, que no mantenía mantenimiento según los estándares de un camino principal, podría ser agotador. Parte del propósito de detenerse a comer era recuperar su resistencia, por lo que no había razón para apresurarse.

Hubo mucho tiempo para encender el fuego y preparar una comida como dios manda en lugar de simplemente mordisquear las raciones preservadas.

Por supuesto, una comida “como dios manda” tenía un significado bastante vago cuando se comía en un lugar así. Para aquellos acostumbrados a trabajar en la naturaleza, incluso una simple comida de sopa hecha con agua caliente, condimentos y verduras secas, junto con pan y carne calentados en el fuego, era bastante lujosa.

Dado que una carreta no los acompañaría durante sus viajes, los empleadores de los cazadores no tenían la capacidad de proporcionar comida para los ayudantes contratados.

Después de todo, sería ridículo contratar a más cazadores solo para llevarles comida. Como resultado, hay muchos contratos para este tipo de trabajo dónde se especifica que los cazadores debían mantenerse ellos mismos en términos de comida.

Afortunadamente, había muchos magos cerca, incluidos sus empleadores, por lo que no había que preocuparse por conseguir agua caliente. Las dos elfos pudieron proporcionar sopa para todos. Durante el resto de la comida, los elfos y cada una de los grupos se dividieron en sus propios grupos.

“Señorita Aetelou, señorita Sharalir, ¿les importaría otro?”

Mile había  sacado una estufa y un sartén de su almacenamiento, junto con bloques pre procesados de carne de orco. Cuando le ofreció a la pareja un plato de sándwiches de orcos asados con guarnición de pepinillos que ella había hecho, las dos aceptaron con mucho gusto. Al igual que la Dra. Clairia, el hecho de que fueran elfos no significaba automáticamente fueran vegetarianas. De hecho, eran carnívoras de carne roja.

“¡Esto está delicioso!” Exclamó Aetelou.

“¿Qué especia agregaste?”  Preguntó Sharalir. “Lograste reducir la grasa, así que realmente puedes saborear la sabrosa carne de orco. Y el pan, después de que ha absorbido todos los jugos, está húmedo en la lengua y roza suavemente las encías…”

“¡¿Eres  una  especie  de   escritor  gastronómico?!” Exclamó Mile.

“Oye, dame un gran trozo de esa carne,” dijo uno de los Meteoros.

“¡Yo quiero dos!” Dijo otro. “¡Yo también!”

“¡Yo tres!”

“Me basta con uno. ¡Pero hazlo más carnoso!”

Pacto Carmesí estaba sin palabras.

“¿Eh?”

“¿Por qué guardas la estufa y la sartén?”

“¿Eh? ¿Qué?”

Pauline se volvió hacia los frenéticos Meteoros y declaró sin piedad; “Creo que se decidió que cada grupo se encargaría de preparar su propia comida, ¿no es así? Todos escuchamos eso en la reunión inicial.”


“Eh…”

Los Meteoros quedaron atónitos.

Efectivamente, eso había sido parte del contrato. Y, por supuesto, los Meteoros habían traído su propia comida: galletas, carne seca y frutos secos—los tres grupos básicos de alimentos para los cazadores en movimiento.

Sin embargo, esto era algo que habían guardado para el peor de los casos. Después de todo, había más de un cero por ciento de posibilidades de que la usuaria de magia de almacenamiento fuera asesinada o raptada por monstruos.

Y esa chica con almacenamiento debería haber tenido suficiente comida para que la disfrutaran y, en el peor de los casos, siempre podrían cazar algo en el camino. Seguramente ella estaría dispuesta a compartir a bajo costo, o quizás incluso gratis.

Por supuesto, estas suposiciones se basaban en lo que habían escuchado de los soldados y mercaderes locales. Pacto Carmesí no hizo todo lo posible por ocultar la magia de almacenamiento de Mile, y la mayoría de la gente, una vez emborrachada, consideraron apropiado discutir al menos eso.

Los Meteoros, del mismo modo, habían asumido que, dado que Pacto Carmesí no ocultaba la habilidad de Mile, no era un problema si los Meteoros lo sabían.

“¿Cuánto cuesta?”

Si todo lo que querían era unas cuantas monedas, los Meteoros lo pagarían. Eso pensó Graf. Sin embargo…

“No, bueno—nuestro viaje acaba de comenzar, así que debemos economizar y asegurarnos de que no nos quedemos sin comida… Por favor, adelante, coman la comida que trajeron para ustedes. No deberían estar pensando en robar las provisiones de otros grupos,” dijo Mile, su rechazo fue rápido y directo.

“Cielos, ¿cuánto esperabas depender de esas chicas?” preguntó Aetelou, mirando a Meteoros Azules con desprecio.

“¡Qué criaturas tan desvengonzadas!” Añadió Sharalir.

Las dos elfos no eran conscientes de la verdadera capacidad de almacenamiento de Mile y pensaron que los Meteoros estaban tratando de robar la cantidad finita de comida que las chicas habían preparado para sí mismas, un pecado imperdonable.

En cuanto a ellas, Aetelou y Sharalir solo habían tenido una porción cada una y asumieron que las chicas simplemente habían cocinado demasiado y estaban compartiendo sus sobras, lo que significaba que su participación no era un problema.

Si de casualidad las chicas se quedan sin provisiones debido a su generosidad, las elfos estarían más que dispuestas a compartir sus propios suministros.

Incluso si la comida se convertía en una preocupación, aún podrían pasar unos días solo con agua sin mucha incomodidad.

Los elfos tenían un metabolismo más lento que los humanos, y dado que este par no era una excepción a la regla general de competencia mágica de los elfos, el agua no era una preocupación. Incluso si perdieran todos sus suministros de alimentos, podrían sobrevivir durante una semana sin problemas.

“¿En serio? Espera, ¿todas nos odian?” Preguntó Graf.

Pacto Carmesí y las elfos guardaron silencio.

Los Meteoros parecían estar realmente atónitos. Reina, igualmente sorprendida, preguntó; “¡¿De verdad no comprenden por qué alguien puede odiarlos, luego de dirigirse de esa forma a las personas?! ¡Sería mucho más extraño que alguien no los odie por su forma de actuar!”

Las otras cinco mujeres asintieron enfáticamente.

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“¡P-pero las invitamos! ¡Todas se saciaron hasta reventar!”

Mavis rápidamente hizo a un lado la queja de Graf.

“¿No fueron ustedes los que extendieron la invitación?”

“Pero dado lo mucho que comieron, ¡al menos deberían compartir un poco de su comida ahora! ¡A cambio, les daremos  algunas de las raciones que trajimos!”

“Los tipos de cambio de los alimentos en el bosque no son los mismos que en la ciudad. Aquí, estamos usando la tarifa al aire libre, que es esencialmente de 100 a 1,” dijo Mile, desestimando sumariamente la oferta de Callack.

“Por supuesto, todos somos aliados aquí,” dijo Pauline con una sonrisa, “así que les proporcionaremos tanta agua como necesiten. Así que, Sr. Malawen, puede reservar su magia para la batalla. Este será un servicio especial, exclusivo para todos ustedes.”

“Aunque nos subestimaron y menospreciaron, pero no somos rencorosas ni nada por el estilo. Intentaron tomarnos por tontas porque somos un grupo de novatas. Por lo tanto, seguiremos cumpliendo con nuestros deberes como fuerza conjunta. Los apoyaremos en la batalla, brindaremos curación y completaremos todas las funciones de nuestro trabajo con diligencia… ¡Pero no esperen que hagamos nada por la bondad de nuestro corazón!” Dijo Reina, asestando el golpe final.

“¡¿Qué?! ¡Vamos! Lo que hemos hecho no es diferente de cómo las trataron Paraíso del Maligno y la Comunidad de la Llamas. Dejaron que se llevaran su gloria, botín y paga—y les dejaron comer su comida, ¿no? Eso es lo que dijeron los soldados y los mercaderes.”

“Así es. ¡Pero esos hombres nos trataron como iguales! Habrían usado sus propios cuerpos para protegernos si tuvieran que hacerlo. Además, tomaron ese primer trabajo de perseguir a los monstruos solo por preocupación por nuestra seguridad, incluso cuando no valía la pena la paga. ¿De verdad creen que ustedes cinco, que vinieron directamente a por el almacenamiento de Mile y trataron de tomar un viaje gratis a nuestro coste, merecen el mismo trato que esos hombres? ¡JA!”

Era un ataque frontal verbal. Los hombres cayeron en la desesperación.

“Por supuesto,” continuó Pauline, “parece que en Mafan hay algunos soldados y mercaderes boca flojas. Cuando regresemos a la ciudad, hm… Dime, Graf, ¿me contarías los nombres de esos hombres que decidieron ir a charlar contigo?”

Ella era aterradora. La misteriosa sonrisa en su rostro envió un escalofrío por sus espaldas.

Sin embargo, hasta ellos todavía tenían su orgullo como cazadores.

“¡Lo siento, no puedo revelar nuestras fuentes!”

“Ojojo…”

“Ojojo…”

“Ojojo…”

“¡Ojojojo! ¡Ojojojojojojo!”

“¡Dan miedo! ¡¿Y qué diablos fue esa última risa?!”

***

 

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Las dos elfos y los nueve cazadores entraron al bosque.

“Ahora estamos llegando a los límites del área donde los humanos suelen pisar,” explicó Aetelou.

Los escoltas asintieron en silencio. El hecho de que esta tierra “no la suelen pisar” no significa que sea un territorio inexplorado o que sea el hogar de monstruos peligrosos. Simplemente significaba que nadie venía aquí porque no valía la pena. Eso era todo.

De todos modos, llegar hasta las remotas profundidades de un bosque no garantizaba encontrar presas valiosas o hierbas raras—no más de lo que los límites del bosque podrían proporcionar. Además, recuperar su botín requería una cantidad excepcional de tiempo y esfuerzo. Cazar en las afueras era simplemente mucho más eficiente.

El objetivo de las elfos en esta aventura era estudiar plantas que fueran de “valor académico,” investigar la distribución de minerales y rastrear las tasas de reproducción de monstruos locales.

Si bien los artículos que valoraban podrían ser muy importantes para los académicos, nada de lo que recolectaran sería particularmente rentable en términos de valor de mercado.

Siendo este el caso, Meteoros Azules intentaron dejar todo el trabajo de recolección al Pacto Carmesí, mientras se ocupaban de cazar bestias que les proporcionarían carne, cuernos, colmillos, garras y pieles a buen precio… todo el tiempo y garantizar la seguridad de sus clientes, por supuesto. Después de todo, no eran tan descarados.

Aun así, su esperanza inicial de poder usar el almacenamiento de Mile tanto como quisieran ahora no era más que una fantasía.

“Bien, nos gustaría comenzar nuestra investigación,”

dijo Aetelou.

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Las dos filas de escoltas detuvieron su procesión constante y se extendieron a su lado, caminando más lentamente mientras examinaban las plantas en el suelo.


Todos se pusieron de pie, sin doblarse por la cintura. Si pasaran toda la investigación encorvados, sus cuerpos no se lo agradecerían.

Ya les habían mostrado bocetos de las plantas que buscaban las elfos, junto con una explicación de para qué eran. En cuanto a los monstruos y animales, todo lo que tenían que hacer era registrar que los habían encontrado.

Hasta hace poco, Meteoros Azules naturalmente habían tomado la delantera, pero ahora estaban dispersos, por lo que todos tenían que concentrarse en apartar las hierbas altas y las ramas de los árboles que estaban justo frente a ellos.

Combinar eso con mantener los ojos en el suelo era bastante difícil, por lo que su velocidad cayó en picada.

Dicho esto, no había caminos en un lugar remoto como este, y su objetivo era investigar, no llegar a algún lugar en un tiempo determinado. Estaba bien proceder tan lenta y cuidadosamente como fuera necesario para asegurarse de que no se perdieran nada.

“¡Reina, dos metros adelante a la una en punto!”

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“¡Oh, es aquí! ¡Señorita Aetelou, por aquí!”

No podían simplemente arrancar cualquier cosa que encontraran de cualquier manera.

Su reunión no tenía sentido si las eruditos no podían registrar dónde crecían las plantas, la cantidad de sol que recibían, qué otras plantas crecían junto a ellas y todos los demás pequeños detalles. Incluso decidir si cortarlas o simplemente dejarlos en paz era su propio criterio—uno que, naturalmente, tenía que dejarse en manos de sus empleadores.

“¡Pauline, 1,5 metros más adelante a la 1:30!”

“Los veo. ¡Señorita Sharalir, están aquí!”

“¡Mavis, 2,3 metros más adelante a las doce en punto!”

“¡Objetivo número tres descubierto!”

Una tras otra, Pacto Carmesí descubrió las plantas objetivo, Mile dando direcciones coordinadas basadas en el método direccional de la esfera del reloj que habían establecido.

“Esto es increíble. Normalmente, nos hubiéramos perdido más de la mitad de estos, pero a este ritmo podríamos encontrarlos todos,” dijo Aetelou. “Tendremos que reajustar nuestros márgenes de compensación.”

Sharalir asintió.

Ante las palabras de Aetelou, el Graf de Meteoros Azules explotó. “¡¿Es en serio?! Esto es extraño, ¿no? Si todos estuvieran mirando por separado, lo entendería, como, está bien, tienen buenos ojos, o simplemente son muy buenas buscando. Pero, ¿cómo puede Mile quedarse sola y encontrar todas las plantas y dirigirlas hacia ellas? Claro, sí, tal vez tenga una gran vista, ¡pero no puede ver a través de la hierba o los árboles!”

Las dos elfos lo ignoraron por completo—al igual que Pacto Carmesí.

“¡Digan algo!” Gritó Graf a Pacto Carmesí. Ya estaba harto de verlas encontrar cosas una tras otra mientras ellos no encontraban nada. Sin embargo, antes de que Pacto Carmesí pudiera reaccionar, Aetelou respondió; “Creí que la regla de los cazadores era que no debían hacer preguntas sobre las habilidades y capacidades de los demás.”

“Er…”

No había ningún registro escrito en ninguna parte de tal regla, pero la mayoría de los cazadores la entendían tácitamente. Romper esta regla era tan bueno como declarar; “Voy a aprovecharme de ti para llenarme los bolsillos,” en cuyo caso, el delincuente no debería sorprenderse de tener una espada desenvainada. Habiéndoseles señalado esto, Meteoros Azules no pudieron decir una palabra más.

Al escuchar todo el intercambio, Pacto Carmesí simplemente se encogió de hombros.

Hm…

Después de un rato, Mile se dio cuenta de algo.

“Umm, señorita Aetelou. Me acabo de dar cuenta de algo sobre nuestro objetivo número dos, las hierbas Lieelen.”

Naturalmente, Mile estaba buscando las plantas objetivo usando su magia de búsqueda, una habilidad que se había vuelto cada vez más avanzada desde la primera vez que la usó.

La primera versión había sido un sistema de guía por voz que hacía que Mile se sintiera como si estuviera hablando con el GPS de un automóvil.

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Unos escasos segundos después, se había actualizado a la segunda generación, el sistema de alcance PPI (Indicador de Posición del Terreno). En este sistema, utiliza una pantalla de radar de cuadrícula giratoria de 360 grados, como las que se ven a menudo en películas de guerra o anime.

Lo que Mile estaba usando ahora era su magia de búsqueda de tercera generación, que oscilaba en todas las direcciones desde el centro de la pantalla para detectar sus objetivos—como un sistema de sonar activo.

Analizaría los objetivos y los marcaría con una flecha, círculo o triángulo. Estas estadísticas se integraron con su visión normal, proyectadas directamente sobre sus retinas.

Por supuesto, este sistema se ha adaptado aún más al trabajo actual. Todos sus objetivos se destacaban con una luz roja intermitente. Plantas, animales y minerales…

“¿Oh? ¿Qué sucede?”

La hierba Lieelen, que se usaba en pociones mágicas especializadas, no crecía adecuadamente bajo el cultivo humano.

Se marchitaba y moría, e incluso si sobrevivía, resultaría tener escasas propiedades medicinales. Era una hierba que hacía llorar a muchos investigadores— como ingrediente especializado, nunca se requería en grandes cantidades, por lo que no se habían realizado muchas  investigaciones   al   respecto.

Sin embargo, cuando se requería la ocasión, generalmente  era imposible conseguirlo o era demasiado costoso. Gracias a la ayuda de Mile, hasta ahora habían encontrado cinco tallos, que Aetelou y Sharalir recogieron con entusiasmo.

Dicho esto, era una hierba que muchos investigadores habían intentado cultivar. Era impensable que esta pequeña, que era una completa laica en términos de ciencias medicinales, pudiera haber descubierto nueva información sobre la planta simplemente encontrando algunos especímenes.

Aun así, cualquier empleador escucharía lo que tiene que decir sin menospreciarla, especialmente cuando se trata de una joven cazadora que está tomando este tipo de iniciativa para ayudarlas. Era bueno para la motivación, por lo menos, eso creía Aetelou.

“Siempre hay un árbol de Tafina cerca dondequiera que esté creciendo la hierba lieelen,” dijo Mile.

Si bien esto era cierto, también era algo que las elfos ya sabían. Sin embargo, parecía prometedor que Mile pudiera dar con ese patrón en tan poco tiempo, pensaron las investigadores, mientras las sonrisas se extendían por sus rostros.

“Hay hierba de cuatro ojos creciendo cerca y cobre en el suelo, ¿verdad?”

“¿Qué…?”


La pareja se quedó sin habla.

Hasta ahora se habían intentado muchos métodos para cultivar la hierba lieelen—plantarla cerca de los árboles de Tafina, probar varios suelos y fertilizantes, incluso aplicar una variedad de magia medicinal y potenciadora de crecimiento. Pero, ¿alguien había probado la combinación de cultivarlo junto con otras plantas y colocar minerales con componentes metálicos específicos cerca?

No. Ninguna de las dos había oído hablar de tal cosa. Alguien podría haber intentado cultivarlo con otras plantas o con tierra fortificada con minerales, pero al menos ellas nunca habían intentado una combinación tan específica—o al menos, las elfos no habían escuchado que nadie intentara hacerlo con ese efecto particular.

“¿Q-qué  te  hace  pensar  eso?”  Preguntó  Aetelou, temblando levemente.

Era fácil ver los árboles de Tafina y la hierba de cuatro ojos, pero si había mineral de cobre alrededor, estaría oculto por la tierra, el musgo o la hierba. E incluso si hubiera algún mineral visible en la línea de visión de Mile, era poco probable que cualquier aficionado pudiera decir que había cobre en él con solo mirarlo. De hecho, los minerales de cobre más comunes tenían una composición de solo 0,5% de cobre.

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