Kami Tachi ni Hirowareta (NL)

Volumen 13

Capitulo 8

Episodio 9: Una Horda De Tamaño Inesperado

Caminamos durante dos horas más, enfrentándonos a monstruos no muertos que se cruzaban en nuestro camino. Siguiendo un sendero que casi parecía demasiado escarpado para llamarse así, llegamos a la cima de una colina rocosa. Debajo de nosotros se extendían innumerables valles creados por siglos de lluvia que erosionaban la meseta. Era un paisaje grandioso pintado por el poderoso pincel de la naturaleza. Habría parecido un destino turístico en la Tierra si no fuera por…

“Qué espectáculo más atroz”, dijo Sever.

Un mar de monstruos no muertos llenaba los valles, incluida la ruta que habíamos planeado seguir. No sólo arruinaban las vistas, sino que eran un molesto obstáculo para nuestra caminata. Incluso mis muy experimentados compañeros observaban la enorme horda con consternación.

“¿Qué debemos hacer?” les pregunté.

“Parece que todos son zombis y esqueletos, pero hay muchos. Podría haber especies avanzadas ahí dentro”, dijo Remily.

“Dar la vuelta nos facilitaría las cosas, pero no me sentiría bien dejando la zona así de infestada”, dijo Reinhart.

“Estamos a cierta distancia de la carretera principal, pero si llegaran hasta allí, podría afectar al comercio internacional. Lo mejor es eliminarlos ahora”, dijo Sever.

“Nuestro viaje tiene objetivos, pero no fecha límite. Podemos permitirnos un desvío”, señaló Sebas.

En este país, cazar monstruos No Muertos significaba algo más que eliminar amenazas. Como se creía que los No Muertos eran cadáveres humanos, eliminarlos significaba enviar las almas atrapadas de los muertos a los dioses. Todos los miembros de nuestro grupo parecían dispuestos a encargarse de esta horda antes de reanudar nuestro viaje.

“Estoy de acuerdo”, dije. “Pero la cuestión es cómo lidiar con tantos de ellos. Por lo que he visto hasta ahora, mis limos deberían ser capaces de manejarlos… ¿Estaría bien dárselos de comer a mis limos? ¿Perjudicaría a los limos o infringiría alguna costumbre religiosa?”.

“A los clérigos o a los creyentes especialmente devotos podría no entusiasmarles, pero eso sería todo”, dijo Remily. “Dudo que mucha gente haya dado de comer monstruos No Muertos a limos antes, pero mientras nos deshagamos de ellos, ¿a quién le importa? Tampoco tiene sentido que nos juguemos el cuello por la tradición. Al menos a mí no me molesta.

Aunque no sé cómo afectará a tus limos”.

“Estoy de acuerdo”, dijo Sever. “Nuestra máxima prioridad es nuestra seguridad, luego la caza. Nuestros métodos de caza importan aún menos”.

Reinbach y Sebas también estuvieron de acuerdo. Si a ellos les parecía bien, no tenía ningún problema en pedirles a los limos que se encargaran de esto. Aunque tendría que observar y tomar nota de cómo interactuaban con los No Muertos y de cualquier cambio que sufrieran…

Mis principales atacantes serían los limos carroñeros a los que les gusta la carne muerta, los limos ácidos que pueden comer huesos y los limos de luz que pueden lanzar magia de Luz. Aun así, los otros limos también podrían ayudar en la caza.

“Maestro Ryoma, antes de enviar a los limos, ¿por qué no hacemos mella en su número nosotros mismos? No sé qué les pasa a los limos que se comen a los No Muertos, pero una concentración de No Muertos puede generar energía maldita”, dijo Sebas.

“Energía mágica tóxica”, recordé. “Eso es mucho para alimentar a los limos, incluso como experimento”.

“Deja que yo me ocupe de ellos”, dijo Reinbach. “Tengo mucha energía mágica, gracias a que os habéis ocupado de ellos hasta ahora. Puedo quemar buena parte de su número con magia de Fuego”.

Como ninguno de los No Muertos que podíamos ver era de los que podían volar, la idea de Reinbach evitaría que nos rodearan.

“Oh, tengo un montón de aceite y pólvora en mi Caja de Objetos. ¿Quieres que los disperse primero?” pregunté.

“¡Si no te importa! Así será más fácil quemar…”. Reinbach se interrumpió, mirándome con asombro. “¿Has dicho pólvora?”

Los otros tres también me miraban interrogantes.

“En el proceso de investigación de los limos, descubrí cómo crear una sustancia similar a la pólvora. Seguí experimentando, y de hecho la he usado en trampas contra los atacantes de Gimul”.

Antes de que me atacaran aquellos sicarios, había previsto el ataque y preparado numerosas trampas en mi terreno. Mi plan había sido correr como un chico normal en caso de ataque, pero como estaba agotado, sin dormir y con ese subidón de adrenalina de después de medianoche, acabé enfrentándome a los asaltantes sin activar ninguna de las trampas. Había utilizado aceite y pólvora en las trampas que había colocado para ralentizar—o, con suerte, incapacitar—a los atacantes mientras yo huía.

“Como no activé las trampas, me sobraron todos los materiales. Los traje conmigo después de leer que el fuego era útil contra los No Muertos”, expliqué.

Reinhart gruñó. “Por dónde empezar…”

“Un niño normal no tiende trampas de pólvora a posibles atacantes”, dijo Sever. “Me impresiona que siquiera supieras crear un material tan ineficaz”.

“Mi abuela tenía muchos libros sobre diversos temas”, le dije.

“Ya veo. Si sabes lo suficiente como para hacerla desde cero, puede que sea un consejo innecesario, pero asegúrate de manejarla con cuidado”, dijo Sever.

Después de descubrir cómo fabricar mi propia pólvora, descubrí investigando que la sustancia no se utiliza mucho en este mundo, simplemente porque existen objetos mágicos y potenciados con cristales mágicos. Comparando los cristales mágicos con explosivos hechos con cantidades equivalentes de pólvora, los cristales mágicos eran más seguros, más baratos, más fáciles de fabricar y almacenar, y más eficaces.

Además, los cristales mágicos tenían una mayor variedad de usos, como cocinar y calentar. La pólvora estaba muy por debajo de los cristales mágicos. No mucha gente sabía siquiera que existía la pólvora, y los que la conocían la consideraban inútil. Por la misma razón, apenas había leyes que regularan la pólvora, y cualquiera podía fabricarla y experimentar con ella legalmente siempre que no perjudicara a nadie.

Casi había esperado que Sever, alguien que debía de estar encargado de hacer cumplir las leyes sobre sustancias peligrosas, me disuadiera de usarla; su reacción fue mucho más moderada de lo que había pensado. A mi modo de ver, esto demostraba lo infravalorada que estaba la pólvora en este mundo. Cuando, para empezar, sólo una pequeña parte de la población la conocía y una población aún más pequeña podía fabricarla, supuse que era natural. Por supuesto, no tenía la menor intención de difundir la buena fama de la pólvora en este mundo ni nada parecido. Más bien, estaba ansioso por deshacerme de mis reservas para no hacer más común la pólvora por accidente.

“Entonces, veamos… Lanzaré mi hechizo desde allí”. Reinbach señaló un acantilado aislado por encima de los valles de los No Muertos. Del acantilado colgaba lo que antaño había sido un puente de cuerda, que debió de caer hace tiempo. Ninguno de nosotros se opuso.

De camino al acantilado, pregunté por el puente y me dijeron que se llamaba Puente de la Esperanza.

“Los criminales asignados a la prisión de delante cumplían todos cadena perpetua o estaban programados para ser ejecutados. En aquella época, la prisión estaba plagada de malos tratos y torturas practicadas a capricho de los guardianes, que a menudo descargaban su frustración contra los reclusos o simplemente obtenían una especie de retorcido placer de la violencia. Incluso corrían rumores de que se realizaban experimentos ilegales con los reclusos…”. dice Reinhart.

“Resumiendo, el puente era un lugar popular para los suicidios. Y para que los soldados empujaran a algunos de los presos que trasladaban por deporte. Los No Muertos se crean en lugares así y se sienten atraídos por ellos”, añadió Remily.

“Así que la parte de ‘esperanza’ es irónica…” dije.

“Lamentablemente, los humanos siempre hemos tenido un lado oscuro”, dijo Sebas.

“Liberemos las almas de al menos cualquier No Muerto que encontremos”.

Estuve de acuerdo con Sever y me di cuenta de que estábamos cerca del puente destruido. Como el camino hasta el puente estaba despejado, dejamos las mochilas a una buena distancia del puente y pusimos en marcha nuestro plan.

Primero nos aseguramos de que el mirador era seguro y luego utilizamos magia terrestre, cuerdas y alambres para colocar líneas de vida. Aunque no podía saber la altura exacta del acantilado en el que nos encontrábamos, calculé que tenía unos cinco pisos, lo que en mi opinión justificaba las medidas de seguridad.

Una vez atados, empecé a sacar un barril de aceite tras otro de mi caja de objetos y los coloqué al borde del acantilado. Entonces los adultos empezaron a arrojarlos abajo. Me sorprendió un poco que cada uno de ellos recogiera y arrojara los barriles, en lugar de simplemente empujarlos hacia abajo. Los barriles de vino que yo había reutilizado eran grandes y estaban llenos de aceite, por lo que pesaban bastante. Al ver a los adultos—en realidad, más bien dos hombres mayores y una mujer de aspecto más joven—levantarlos con facilidad, me pareció un poco fuera de lugar, aunque seguramente estaban reforzando su fuerza con energía física o mágica.

Remily se rio. “Nunca lucho cuerpo a cuerpo si puedo evitarlo, pero puedo con esto. Todo hechicero necesita prepararse para algún tipo de lucha cuerpo a cuerpo, o no durará mucho en el campo”.

“Seguro que tienes razón”, dije.

Sin embargo, el hecho de que levantara el barril con un brazo de un solo tono, aunque delgado, y que incluso llegara a posar… Casi parecía que había sido photoshopeado. En cierto modo, mi mente seguía en la Tierra.

“Maestro Ryoma, un hechicero real puede centrarse en muchos proyectos, que van desde la investigación a la formación de otros hechiceros. La señorita Remily investigaba principalmente magia diseñada para cazar monstruos y bandidos, que podía aplicarse al combate en general. Fue una de las hechiceras reales más poderosas de la historia”, dijo Sebas.

“Así que no todos los hechiceros reales pueden hacer lo que ella hace”, dije.

“Precisamente”, respondió.

La magia de mejora, al igual que la energía física, se volvía más eficiente y eficaz con la práctica. Por consiguiente, también podía gastar más energía mágica para obtener mejores resultados.

Seguimos trabajando mientras discutíamos estas cosas, el sonido de los barriles chocando y los gritos de los No Muertos resonando por los valles.

Los No Muertos se apretujaban en los valles, quizá para evitar la luz del sol en la medida de lo posible, así que cada barril acababa con al menos dos o tres de ellos.

“Eso servirá, Ryoma”, dijo Reinhart.

“¿Estás seguro?” Pregunté. “Eso es sólo la mitad de mi suministro de petróleo, por no hablar de la pólvora.”

“Treinta barriles son suficientes”, me tranquilizó.

“¿Eso es sólo la mitad?” murmuró Sever.

“Puedo hacer mucho aceite vegetal con mis limos y mi magia”, expliqué.

Ahora que ya habíamos derramado suficiente petróleo, llamé a los limos de la Casa Dimensión. Me pareció que un limo emperador carroñero, un gran limo ácido y un limo ligero, así como cincuenta limos metálicos, de hierro, de araña y pegajosos como apoyo, serían suficientes.

“Parece que vuestros limos están listos. Comencemos”, dijo Reinbach mientras lanzaba rápidamente una serie de Bolas de Fuego contra los trozos de barriles del suelo. Sin interrupción, las bolas de fuego cayeron sobre sus objetivos, estallando y formando un muro de fuego a través del valle que envolvió al mar de No Muertos. Los monstruos mostraron signos de intentar huir de las llamas, pero el fuego se propagaba demasiado rápido para sus ya lentos movimientos, que se hacían aún más engorrosos por la congestión de la horda. Los vientos del valle no hacían sino avivar más las llamas. El humo negro se elevaba y protegía nuestra visión, para luego ser despejado por el viento. Cuando por fin se divisaban los valles, veía innumerables cuerpos retorciéndose en el infierno.

“Eran sólo bolas de fuego, ¿verdad, Reinbach?”. preguntó Remily. “¿Por qué se está extendiendo tan rápido?”

“Hm… Esperaba que los cadáveres que contienen fluidos tardaran más en arder, incluso con el aceite”, dijo Reinbach.

“Como pensaba utilizar ese aceite en mis trampas, le añadí una solución adhesiva pegajosa para que se adhiriera mejor y fuera más difícil de quitar de la ropa y la piel”, le dije. Ese paso extra era la razón por la que no había podido darle un buen uso al aceite hasta hoy, ya que lo hacía inservible para cocinar o como combustible. Tampoco podía ponerlo en las estanterías de las tiendas.

“Todo un ingenio”, dijo Sebas.

“Lo que has hecho podría ser un arma de guerra. Eliminar a los No Muertos debería ser ahora más fácil de lo esperado”, dijo Sever.

“Me alegro de haber podido ayudar”, dije. Al ver el desastre, casi parecía que el fuego por sí solo acabaría con toda la horda, así que se lo mencioné al grupo.

“No es probable. Los no muertos son irritantemente resistentes”, dijo Sever.

“Incluso con su petróleo mejorado, mi suposición es que sólo quemará tres cuartas partes de ellos”, dijo Remily.

“Incluso la mitad de esa horda interminable sería un gran paso en la dirección correcta”, dijo Reinbach. “Los No Muertos restantes deberían debilitarse al verse obligados a regenerarse tanto en tan poco tiempo”.

Estaba dispuesto a creer en su palabra, pero parecía que el fuego iba a tardar en amainar. No es que me quejara. Esto era mucho más seguro y eficiente que tener que enfrentarse a esa horda.

“He estado pensando, este lugar tiene una gran vista”, dije.

“He visto que te ha cautivado. ¿Es la primera vez que ves algo así?”

Preguntó Remily.

“Estoy acostumbrado a las montañas y los bosques, pero nada como estos extensos valles. No puedo imaginar cuánto tiempo tuvo que pasar para que se formaran”, dije.

“Unos mil quinientos años, creo”, dijo. “El hijo de los dioses que se dice que existió en aquella época cambió el paisaje mientras practicaba la magia”.

“Huh… El del cuento de hadas”. Un “hijo de los dioses” era otro término para alguien reencarnado en este mundo como yo. Algunos de ellos han sido recordados en la historia hasta cierto punto, según un libro que los dioses me habían dado cuando llegué por primera vez a este mundo.

“Hay muchas exageraciones y detalles retorcidos por el tiempo, estoy seguro, pero no es un cuento de hadas”, rebatió Reinhart. “El que dio forma a estos valles a partir de la práctica de la magia era el rey de nuestra nación en aquella época. Su nombre y sus logros constan en documentos históricos. Masaharu, hijo de los dioses y rey de la época, nació con una enorme energía mágica y ya desde niño podía lanzar poderosos hechizos.

Se dice que la magia generada por su entrenamiento creó montañas, las derribó y las arrasó con lluvias e inundaciones. El resultado fueron estos valles. También se cuenta que nuestra nación estaba en guerra mientras el rey Masaharu era joven, y que él cambió las tornas de la guerra con sus habilidades”.

“No había oído esa historia”, dije. Era difícil de creer que incluso una persona reencarnada hiciera estos valles con magia. No podía imaginar qué tipo de magia utilizó. El paisaje que teníamos ante nosotros era tan vasto que no podría haber reproducido ni una fracción de él, ni siquiera con magia de limo. Tal vez lanzando los hechizos una y otra vez, me acercaría.

Pero aun así llevaría mucho, mucho tiempo… Así que se convirtió en el rey.

Lo que significa… “Um, eso significa que el Rey Masaharu es el ancestro de Elia, ¿verdad?”

“Así es”, respondió Sebas a mi pregunta.

¡Lo sabía! ¡Es el súper hechicero del que me hablaron los dioses!  No me habían dado demasiados detalles, salvo que concentraba todos sus dones en la magia. Eso podría explicar cómo sus hechizos se volvieron tan poderosos como para cambiar el paisaje.

Reflexioné sobre el nuevo potencial de la magia y sobre aquel compañero de viaje que me había precedido. Finalmente, el fuego se extinguió, lo que nos dio la señal para pasar a la siguiente etapa de nuestra improvisada cacería.