Lord of Mysteries (NW)

Volumen 2

Capítulo 299: Chasqueando los Dedos

 

 

Distrito Oeste, Calle Grimm

Klein, con una barba bastante incipiente alrededor de la boca, llevaba un par de gafas de montura dorada, un sombrero de media copa y un bastón negro. Siguió a Rogo Colloman hasta un salón espacioso y luminoso.

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Había una enorme lámpara de cristal colgando del techo. Las paredes, rincones y mesas estaban decoradas con todo tipo de tallados y adornos dorados. Toda el área parecía extravagante, exquisita y lujosa.

Como se esperaba de un empresario de joyería, un hombre de negocios que se aloja en el Distrito Oeste… Klein escaneó las pinturas al óleo a un lado y suspiró.

Con cada paso que daba Rogo, la grasa de su cuerpo temblaba. Hacía cuestionarse si en algún momento su ropa y pantalones cederían, rompiéndose vergonzosamente.

Sin embargo, como empresario joyero, tenía suficiente dinero para comprarse ropa de la mejor calidad.

“Detective Moriarty, este es mi hijo, Adol”. Rogo se detuvo al borde de una alfombra y señaló a un niño que tenía 15 o 16 años y estaba sentado en un solo sofá.


Como todas las chimeneas de la casa estaban encendidas y había tubos metálicos para conducir el calor, la sala de estar estaba bastante cálida. Incluso le hizo sentir ganas de quitarse la ropa hasta que solo quedar en pantalones y camisa. Sin embargo, el niño estaba envuelto en un grueso abrigo de piel y tenía una gruesa manta enrollada alrededor de las piernas.

En ese momento, tenía la cabeza gacha, abrazándose fuertemente a sí mismo mientras temblaba sin parar. Su cabello azul oscuro parecía haber perdido su brillo.

Rogo lo miró con preocupación y levantó levemente la voz: “Adol, es el detective Moriarty. Él te protegerá hoy y mañana”.

Ante las palabras de su padre, Adol levantó la cabeza, dejando al descubierto su rostro pálido, sus labios azulados y ojos desenfocados.

“Protégeme, protégeme… ¡Me van a matar! ¡Ellos quieren matarme!” Su voz se volvió cada vez más aguda. Al final, se tapó los oídos con las manos y gritó.

Después de unos segundos, poco a poco se fue calmando.

Durante este proceso, Klein ya había tocado sus molares y activó secretamente su Visión Espiritual.

Eh…  Contuvo el shock que había sentido y lo examinó cuidadosamente de nuevo.

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¡Vio que el color del aura de Adol había sido teñido con un profundo brillo verde negruzco!

Esa es una señal de que está siendo perseguido por espectros, una señal de posible posesión.

Los malos amigos de Adol ya se están vengando de él… O tal vez, no existen las “malas compañías” en absoluto…  Klein silenciosamente extendió la mano, sostuvo el silbato de cobre del Sr. Azik y permitió que su espiritualidad se extendiera. Luego, pensativamente apartó la mirada de Adol y miró a los demás dentro de la sala de estar.

Junto a la ventana del balcón había un hombre con un abrigo negro. Era alto y robusto, no sonreía y su cintura estaba abultada como escondiendo un arma.

Este debe ser uno de los seis guardaespaldas…  Klein estaba a punto de evaluar a otra persona cuando Rogo Colloman presentó: “Detective Kaslana; y su asistente, Lydia.

“Detective Stuart”.

En ese momento, Rogo se dio vuelta y señaló a Klein.

“Este es el detective Sherlock Moriarty”.

Kaslana tenía unos treinta años, cabello negro, ojos azules y cejas pobladas. Probablemente fue una belleza cuando era joven, pero ahora, debido a las arrugas y mejillas caídas, no parecía muy amable o agraciada.

Lydia, su asistente, era una señorita pelirroja de unos veinte años. Su figura era excelente, pero su rostro era olvidable.

Ambas mujeres vestían algo similar a lo que vestían los aristócratas cuando montaban a caballo. Las camisas blancas que llevaban eran ajustadas en la cintura, lo que hacía juego con los pantalones más ajustados que facilitaban el movimiento. Los pliegues eran lo único que distinguía su ropa de la de los hombres.

Además, no ocultaban los dos revólveres que llevaban en la cintura.

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Esto le recordó a Klein el dicho del abogado Jurgen de que la posesión ilegal de un arma era algo seguro para un investigador privado. Esto se debía a que, a menos que uno fuera un noble, un miembro del Parlamento o un alto funcionario público, era muy difícil obtener un permiso de porte de armas.

Stuart estaba sentado frente a Kaslana y Lydia. Tenía un rostro delgado, pero se dejaba crecer una barba poblada. Sus ojos verde claro eran inusualmente vivaces.

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Tenía aproximadamente la misma edad que Lydia y era casi tan alto como Klein, parecía medir un poco más de 1,7 y pesar unos 70 kilos.

Stuart tenía una funda en la axila y en ella obviamente había un revólver personalizado.

Después de intercambiar palabras con ellos, Klein se quitó el abrigo, el sombrero y se lo entregó a la sirvienta que estaba a su lado.

“Póngalo en algún lugar donde pueda recuperarlo rápidamente. Hay algunos elementos importantes en el interior”.

De hecho, ya había transferido las figuritas de papel, notas, amuletos, una caja de cerillas y todo lo que creía importante a los bolsillos de su pantalón. Lo único que quedaba en su abrigo era polvo de hierbas, esencias, sus llaves y su billetera. En su billetera había un total de 206 libras en efectivo.

Stuart, que estaba sentado allí, giró la cabeza para evaluar a Klein y se rió entre dientes. “Júm ¿No trajo un arma?”

“¿Se refiere a un revólver? Esta es mi arma”. Klein sonrió y levantó su bastón.

Al mismo tiempo, hinchó las mejillas y dejó salir un sonido.

*¡Bang!*

Se escuchó el sonido de un disparo y, sin pensar, Stuart se dio la vuelta, mientras Kaslana y Lydia se levantaban rápidamente del sofá y cada una encontraba un lugar para esconderse.

Rogo y el sirviente que estaba a su lado estaban sorprendidos y confundidos por lo que acababa de suceder. Adol continuó manteniendo la cabeza gacha mientras temblaba.

Cuando vieron que Klein solo sostenía un bastón negro y se dieron cuenta de que no había pasado nada, Kaslana y compañía se calmaron. Fruncieron el ceño y preguntaron: “¿Qué acaba de pasar?”

“Desde que le entregué amablemente a la policía un revólver que recogí en la calle, he practicado imitando su sonido. Parece ser bastante efectivo”, respondió Klein en broma.

“Eso no tiene gracia, detective Moriarty”, dijo Kaslana con voz profunda.

Solo quería realizar algo de magia para ustedes…  Klein satirizó. Le entregó su bastón a la sirvienta y asintió solemnemente.

“Lo tendré en cuenta.”

Stuart, que se encontraba en el estado más patético hacía un momento, no parecía estar enojado en absoluto. Se dio unas palmaditas en la ropa con gran interés, se levantó y preguntó: “¿Por qué no he oído hablar de usted, señor Moriarty? Quiero decir, conozco a mucha gente en el negocio de los detectives, pero no había oído hablar de usted nunca.

“Llegué a Backlund recién a principios de septiembre”, explicó brevemente Klein.

“Es así…” Stuart se rió y dijo: “Esta noche, los dos formaremos equipo. Estaremos a cargo de todo desde la medianoche hasta mañana por la mañana. ¿Será eso un problema?”

“No”, respondió Klein con la misma sonrisa.

“Está bien, después de la cena, descansen un poco y empiecen sus turnos”, agregó Kaslana.

Klein miró detenidamente al tembloroso Adol y asintió con seriedad.

No pasó nada durante toda la tarde, y los sirvientes prepararon una abundante cena para los detectives y los guardaespaldas, pero no les proporcionaron ninguna bebida alcohólica.

Después de comer y beber hasta hartarse, Klein y Stuart, el joven detective con barba, se dirigieron a sus habitaciones en el segundo piso.

Al ver que no había nadie alrededor, Stuart sacudió la cabeza y dijo: “Sherlock, me imagino que usted ya notó que el problema con Adol no es algo relacionado con la venganza”.

Hombre, seguro que tienes tacto…  La expresión de Klein no cambió cuando preguntó: “¿Por qué dice eso?”

“Parece más bien que tiene un problema mental o, según la gente del campo, que ha sido perseguido por fantasmas y espíritus malignos. Francamente, le tengo miedo a esas cosas”. Stuart suspiró. “El Señor Colloman debería llevarlo a un psiquiatra y, si eso no funciona, pedirle a los sacerdotes del Señor de las Tormentas que rocíen un poco de agua bendita y realicen un ritual sobre el muchacho.”

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“Se lo puede sugerir”, dijo Klein objetivamente.

“Si Adol no mejora, lo consideraré en un par de días”. Stuart miró de reojo a Klein.

Klein se rió y respondió: “Eso depende de usted. Mi misión terminará mañana”.

En ese momento, los dos llegaron a su destino y entraron a sus respectivas habitaciones.

***

 

La una de la mañana, dentro del dormitorio de Adol.

Klein se sentó en una mecedora, sosteniendo el silbato de cobre de Azik, observando en silencio. Stuart tomó un sorbo de café en su escritorio.

Ninguno de los dos habló, temiendo despertar al dormido Adol.

A medida que pasaba el tiempo, la temperatura de la habitación descendió.

Adol se sentó y abrió los ojos.

“¿Qué ocurre?” Stuart preguntó algo nervioso.


“Al… baño…” respondió Adol con voz suave y soñadora.

Su rostro parecía más pálido y sus labios se estaban poniendo morados.

Stuart estaba a punto de hablar cuando vio a Sherlock Moriarty levantarse y asentir con la cabeza.

“Iré con él”.

“Está bien.” Stuart dejó escapar un suspiro de alivio.

Metiendo las manos en los bolsillos, Klein se quedó un paso detrás de Adol y lo siguió hasta la entrada del baño, dos habitaciones más allá.

Justo cuando Adol estaba a punto de cerrar la puerta detrás de él, vio entrar una figura.

“No puedo perderle de vista. Haga lo que tenga que hacer y finja que no existo”. Klein sonrió suavemente y se apoyó contra la pared.

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Adol permaneció en silencio, con los ojos desenfocados mientras se miraba en el espejo.

Abrió el grifo y dejó correr el agua.

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En ese momento, Klein sacó la caja de cerillas que llevaba y encendió una, como si quisiera fumar.

Sin embargo, no lo hizo. Solo observó y esperó hasta que la cerilla se consumió.

Klein casualmente arrojó la cerilla frente a él y sacó otro objeto.

Adol, que estaba de espaldas a él, de repente se enderezó. La figura en el espejo estaba tan pálida que parecía un cadáver.

*¡Whoosh!*  En el baño aullaba un viento frío. Mientras mantenía fija la parte inferior de su cuerpo, la cabeza de Adol se dio la vuelta y miró fijamente la mano izquierda de Klein, el delicado silbato de cobre estaba a la vista.

*¡Whoosh!*

Una ráfaga de viento frío azotó el rostro de Klein.

Continuó sonriendo y chasqueó los dedos.

Con un fuerte estallido, una llama se elevó del suelo y prendió fuego a una figura invisible.

La figura luchó por unos momentos antes de dispersarse por completo. Como resultado, las llamas se extinguieron.

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Klein guardó el silbato de cobre de Azik y miró con calma a Adol, cuyos ojos empezaban a enfocarse.

Adol parecía finalmente haber despertado de una larga pesadilla.

Vio a un joven parado a unos pasos de distancia. El hombre vestía una camisa blanca, pantalón oscuro y un par de gafas con montura dorada. Estaba apoyado contra la pared con una sonrisa en el rostro.

Entonces, escuchó una voz suave preguntarle.

“¿Qué le sucedió?”

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