Koujo Denka (NL)

Volumen 8

Capitulo 1: Buen Trabajo

Parte 3

“Todavía está con mis fuerzas, charlando alegremente con Stella y Tina”. Pesadamente, agregó: “Creo que ella está aquí por su hija”.

La iglesia se movía entre bastidores. Soldados de hechizos, huesos de dragón y grandes hechizos estaban en juego. Y como si eso no fuera suficientemente malo, el Héroe, supuestamente distante de los conflictos humanos, ¿estaba detrás de Lydia? Con gran pesar le dije a Walter: “Lydia también luchó contra la iglesia en uno de nuestros campos de batalla. Creemos que lanzaron un hechizo vinculante estratégico”.

La expresión de Walter se agrió. “Entonces, las raíces de la iglesia son profundas,” escupió. “Podemos asumir con seguridad que maniobraron el imperio y la liga, además de incitar a nuestros rebeldes”.

“Tendremos nuestro trabajo cortado para nosotros cuando termine la guerra,” dije con tristeza. Los principales nobles orientales serían castigados, al igual que los aliados con la Iglesia del Espíritu Santo, pero nuestro reino estaría demasiado preocupado como para ejercer su influencia en el extranjero durante algún tiempo.

De repente, un pensamiento me golpeó. “¿Qué pasó con la tierra donde se lanzó Reverie of Restless Revenants? ¿El profesor lo purificó?”

“Ese es otro motivo de preocupación. Una nueva y extraña fe ha surgido en mi ducado y en el imperio. Verás, Stella y el Héroe fueron los que…”

“¡Disculpa mi llegada tardía!”

Con esa enérgica interjección, el duque Leo Lebufera irrumpió en el pabellón. El joven elfo aristocrático tenía cabello verde pálido y vestía un uniforme en un tono más profundo del mismo color.

“No te disculpes,” dije magnánimamente.

“Todo esto fue bastante repentino”, agregó Walter. “No pensamos que tu casa marcharía”.

“¡Yo tampoco!” Leo exclamó, tomando asiento. Cualquiera podía ver que estaba ansioso por la batalla. “Te he invitado aquí para planear la toma de la capital real”.

“No tan rápido,” dije, tratando de calmar al elfo, quien todavía parecía listo para atacar en cualquier momento.

“Primero, dinos por qué te uniste a la guerra,” presionó Walter.

Ante eso, Leo se enderezó en su asiento y dijo: “Marchamos por una simple razón: se ha invocado el Antiguo Juramento”.

Nuestros ojos se abrieron. El Viejo Juramento fue un juramento hecho por las casas ducales de Lebufera y Algren después de la Guerra del Señor Oscuro. Tenía sus raíces en el legado que Shooting Star, el legendario campeón del clan de lobos famoso en todo el continente, había dejado durante la Batalla de Blood River. Cumplir ese compromiso era el deseo más querido de todas las casas occidentales.

“Ya veo,” dije, ya sin dudas.

“No es de extrañar que tu moral esté tan alta,” observó Walter. “¿Era el deseo de retomar la capital del este? ¿Qué hay de Su Majestad?

Leo se rio con aire de suficiencia. “En cuanto a eso…”

Sin previo aviso, una ráfaga repentina asaltó el pabellón, acompañada por el ruido de batir de alas. En medio de una frenética actividad, entró una criada angustiada. Su uniforme estaba desaliñado y llevaba una enorme guadaña en la espalda. Su cabello escarlata pálido bailaba detrás de ella cuando se inclinó profundamente y dijo: “Pido perdón a Sus Altezas en consideración a las noticias urgentes que traigo”.

“¡Celenissa!” exclamé. “¿Qué ha pasado?”

La recién llegada era Celenissa Ceynoth, la número cinco del Cuerpo de Sirvientas Leinster. Su hermoso rostro estaba espantosamente pálido, pero respondió claramente:

“¡Lydia-Ojou ha partido sola hacia la capital real!”

Los tres dimos un respingo. Mis pensamientos se congelaron.

¿Sola? ¿Dijo ella “sola”?

Mi hija Lydia era fuerte. A su corta edad, ya había heredado el apodo de “Dama de la Espada”. Pero los rebeldes tenían cerca de cien mil soldados en la capital real. ¡Esto fue más allá de la mera imprudencia!

“Mientras hablamos”, continuó Celenissa, “¡Las damas Lynne y Lily la están persiguiendo en grifos, acompañadas por una fuerza escogida de sirvientas bajo el mando del segundo del cuerpo! La señora envía un mensaje de que se unirá a la persecución tan pronto como sus preparativos estén completos.

“¿Lynne y Lisa también?” Gruñí.

Walter se levantó de su asiento y anunció: “Regresaré a mi campamento y aceleraré mi vanguardia hacia la ciudad”.

“Gracias,” dije débilmente.

“No lo menciones; esto es sólo una diferencia de tiempo. Leo, ¿qué hay de tus fuerzas?

“Marcharemos de inmediato”, declaró Leo con valentía, apretando el puño. “Ya hemos perdido el honor del primer compromiso. Y compartiré lo que sé: la Orden de los Caballeros Reales está a cargo de los fuertes a lo largo de Blood River. Su Majestad y el Príncipe Heredero John están en la capital occidental. La princesa Cheryl y sus guardias están en la retaguardia de nuestro ejército, aunque me costó mucho convencer a Su Excelencia Real para que se quedara allí. Y recientemente, recibí mensajeros de los dos marqueses del este.

¿Quería decir que las Lebufera no eran la fuerza que tan magistralmente había tomado los suburbios del oeste? ¿Por qué Su Majestad se había quedado atrás? ¿Y qué habían dicho los marqueses Gardner y Crom? Estaba a punto de formular mis preguntas cuando las solapas de la tienda se abrieron de golpe y una voz retumbó:

“¡Los elementales me lo han dicho todo, jóvenes!

¡Una vez más, seré el primero en la refriega!” Walter y yo nos miramos asombrados.

“¿Por qué, tú eres…?”

“Ya veo. Los pueblos del oeste cayeron ante…”

Allí, sonriendo intrépidamente, estaba una elfa con un hermoso cabello verde jade hasta los hombros y un aspecto impresionante como el de la diosa. Llevaba una lanza desgastada por el tiempo y vestía un uniforme verde. Una tira de tela negra estaba atada alrededor de su muñeca derecha. Era la duquesa emérita Leticia Lebufera, la Emerald Gale, que había ostentado su título dos generaciones antes que Leo. Una leyenda viviente, una vez corrió a través de los campos de batalla junto a Shooting Star e incluso cruzó espadas con el Señor Oscuro. Deben haber pasado décadas desde nuestro último encuentro.

“¡Contrólate, abuela!” espetó Leo. “Permitir que la Brigrada Shooting Star tome la iniciativa en cada enfrentamiento simplemente no es…”

La duquesa Leticia negó con la cabeza, sus ojos destellando peligro. “No escucharé ningún argumento, el tiempo es esencial. ¡Oh Liam!”

“¡Sí, señora!”

“¿Cuál es el mayor número de alas que has oído que aparecen en la espalda de tu hija?”

“¿Indulto?” tartamudeé, desconcertado por la pregunta inesperada.

“¡Respóndeme!” ella ladró. “E-Ocho, creo”.

“Entonces su caso es serio. Rezo para que no lleguemos demasiado tarde”.

Escuché más grifos aleteando sobre mi cabeza, seguidos de gritos de “¡Karen, eso es peligroso! ¡Le contaré a Allen sobre ti! y “¡Teto, no digas una palabra!” Entonces alguien se tiró al suelo y asomó la cabeza en el pabellón. Era una chica del clan lobo con cabello, orejas y cola de color gris plateado. Llevaba un uniforme de la Royal Academy, pero su sombrero no era de la escuela; era una de las boinas floreadas que los semisprites usaban para la batalla. En su hombro montaba un gato negro, el familiar del profesor, Anko.

¿Dónde he visto a esta chica antes?

“Estoy preparada, duquesa Letty”, dijo. “También lo están el director, Teto y sus compañeros de clase, y la Brigrada Shooting Star”.

“Oh Karen, qué chica tan capaz eres”, respondió la ex duquesa. “¿Lo que usted dice? ¿Estás seguro de que no te gustaría casarte con lo mejor que mi casa puede ofrecer cuando esta guerra haya llegado a su fin?

¡Por supuesto!

Walter debe haber compartido mi comprensión, porque murmuró, “la hermana de Allen” en voz baja.

“Los jefes Leyg y Chise me hicieron la misma oferta”, dijo la niña. “Lo consideraré si lo mejor que puedes hacer es vencer a mi hermano”.

“¡Tú también tienes una lengua afilada, niña!” La duquesa Leticia se echó a reír a carcajadas. Luego se volvió hacia nosotros y dijo alegremente: “¡Jóvenes, los espero en la capital real! Y date prisa, si ocurre lo peor, es posible que los duques sean necesarios en la batalla. La caída de uno con ocho alas pondría en peligro a todo el reino”.

***

“¡Nuevas noticias! ¡Fuerzas leales a la Casa Ducal de Howard y sus vasallos han sido vistas en una colina al norte de la ciudad! ¡Mientras enarbolan el estandarte del duque, creemos que el propio Walter Howard cabalga con ellos! ¡Con el permiso de Su Excelencia, tengo el orbe de video aquí!”

“¡Nuevas noticias! ¡Fuerzas leales a la Casa Ducal de Leinster y sus vasallos han sido vistas en una colina al sur de la ciudad! Poseen una gran cantidad de grifos, lo que dificulta aún más el reconocimiento aéreo. Por favor, vea el orbe de video usted mismo.”

“¡Nuevas noticias! ¡Las comunicaciones mágicas han sido cortadas en toda la ciudad! ¡Las fuerzas hostiles parecen ser las responsables! ¡Hemos perdido el contacto con la capital del este y la comunicación entre las unidades se está rompiendo!”

“¡Las fuerzas leales a los marqueses Gardner y Crom han ocupado los suburbios del este! ¡Ambos señores proclaman su intención de ‘golpear la amenaza rebelde a la capital real’! ¡Han cortado nuestra retirada! ¡Greck-sama, denos órdenes!”

Los corredores entraron en tropel al salón, todos trayendo noticias increíbles. Por mucho que me hubiera gustado negar los informes, los orbes de video mostraban tropas con banderas de Howard y Leinster, y el papel que me arrojaron a las manos tenía los sellos de Gardner y Crom. Esta era la realidad.

Mientras entraba en pánico, mis hombres actualizaron el mapa de la ciudad con un nuevo marcador tras otro. Los enemigos nos rodeaban desde el norte, el este y el sur. Temblé como una hoja.

¿A qué están jugando el imperio y la liga? ¿Por qué no escuchamos nada hasta que estuvieron justo en nuestra puerta? ¡Malditos sean, Gardner y Crom!

¡Todo este tiempo nos has estado comparando con las otras casas ducales!

A pesar de mis pensamientos confusos y mi respiración entrecortada, me levanté y estudié el mapa, buscando algún medio para salvar nuestra posición. Incluso después de devolver la Orden Violeta a la capital del este, todavía tenía casi cien mil soldados bajo mi mando, mientras que nuestros enemigos sumaban aproximadamente ochenta mil en total. Comenzaríamos por eliminar la amenaza más débil, los dos marqueses, y asegurar nuestra retirada. Entonces…

Un mensajero irrumpió en la sala del consejo, sin aliento. Su evidente angustia atrajo las miradas de los nobles que abarrotaban mi cuartel general.

“¡Nu-Nuevas noticias!” él gritó. “¡Nuevas noticias!” “¡Cálmate!” Rompí. “Puedo oírte. ¡Habla!”

En crisis como esta es cuando mantener la cabeza fría es más vital. Conquisté la capital real. Mientras yo esté a cargo, ninguna situación es demasiado difícil para…

“¡Se han visto pancartas de L-Lebufera en una colina al oeste de la ciudad!”

Un silencio descendió sobre el salón. Luego, el caos. “¡Imposible!”

“¡¿Dejaron Blood River indefenso?”

“Las Lebuferas tienen tropas especializadas en tomar fortificaciones”.

“Incluso atrincherándonos en el palacio, no mantendremos alejados a los g-gigantes por mucho tiempo”.

“¿Deberíamos retroceder a la capital del este?”

“Entonces… no pudimos llegar a nuestras fuerzas occidentales porque…”

“¡¿Fueron aniquilados?!”

Golpeé la mesa con todas mis fuerzas y grité, con una voz que no pude evitar temblar, “¡S-Silencio! ¡L- Las Lebuferas nunca marcharían! ¡Es absurdo! Es-”

“¡Un orbe de video, Su Excelencia!”

Todos miramos con gran asombro el orbe en la mano del mensajero, que de hecho mostraba un ejército de minorías occidentales. En su vanguardia iba infantería pesada, gigantes como montículos vestidos con armaduras pesadas y portando enormes armas y grandes escudos. Llevaban estandartes antiguos blasonados con… ¿Shooting Star? Luego vinieron los zapadores enanos, armados con artefactos mágicos como nunca antes había visto. Estos especialistas habían tomado muchas fortalezas durante la Guerra del Señor Oscuro. Los jinetes de dragones wyvern, famosos por su destreza marcial, volaban sobre sus cabezas. También vi un cuerpo de temibles hechiceros demisprites y numerosas formaciones de elfos y humanos. E inconfundible en lo alto del cerro ondeaba un enorme estandarte de Lebufera.

Esta vez, la sala realmente se congeló.

Una de las suposiciones clave subyacentes a la Gran Causa, que la Casa Ducal de Lebufera nunca abandonaría el oeste, se había derrumbado. Ahora nos encontrábamos superados en número y rodeados por todos lados. Y la capital real no era una ciudad defendible.

Mi lugarteniente, Raymond, estaba ausente. Se había llevado a ese comerciante, Ernest, en una misión para negociar el fin de nuestros problemas de suministro con los comerciantes de la ciudad. Los otros condes también se habían ido, esparcidos por la ciudad para fortalecer sus posiciones. Las únicas personas conmigo eran…

Es desesperado. ¡No puedo confiar en estos tontos para nada!

“Su Excelencia”, dijo un aristócrata vacilante, con una mirada baja en sus ojos. Dudaba que incluso pudiera blandir una espada. “Estamos completamente rodeados. Seguramente no tenemos ninguna posibilidad de…”

“¡No seas ridículo!” Rompí. “¡Debemos triunfar! ¡Si perdemos esta batalla, lo perderemos todo! Riqueza, tierra, honor, títulos, ¡tal vez incluso nuestras vidas!

“P-Pero entonces, ¿qué propones que hagamos?” “En cuanto a eso…”