Magdala de Nemure (NL)

Volumen 5

Capitulo 4: ¿Quién De Ustedes Dijo Que El Milagro Es Falso?

Parte 4

 

 

Kusla miró fijamente a Weyland, y levantó la cabeza para decir con orgullo: “Obviamente tengo un plan.”

Weyland se reía, desconcertado. “Tu orgullo es una causa perdida.”





“Pero confiar nuestros destinos a esos tipos es un poco peligroso.”

Si todos esperaran a que los demás actuaran, lo único que lograrían seria quedar en un punto muerto.

Mientras Kusla y Fenesis iban a los archivos de la Iglesia, Weyland visitaba las calles de los herreros, y probablemente había captado lo que hacían los otros alquimistas.

Sin embargo, Weyland desvió la mirada. “Vayan a comprobarlo ustedes mismos~.” “… ¿Hm?”

¿Qué estaba diciendo tan de repente? Mientras Kusla se sentía desconcertado, Weyland bostezó diciendo: “Hay algo respecto a los beneficios que quiero callar pero igual tengo qué decírtelo~.”

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“…” Kusla echaba humo, y preguntó: “Entonces, ¿qué beneficio quieres?”

Al oír eso, la sonrisa de Weyland se hizo más grande, ya que Kusla se estaba dando cuenta.

“Aunque pretendamos hacer la campana, tenemos que informar a nuestro jefe, ¿no? Te dejaré esto a ti~.”

“… ¿Es así?”

Alzen podría hacer algo si supiera de su actitud displicente. Incluso podría tomar a Fenesis como rehén.

Por lo tanto, tuvieron que actuar con rigor.

 

“Si voy yo proporcionaré información inconveniente, Kusla~.”

“Tú…” Kusla se quedó momentáneamente sin palabras y sólo pudo mirar a Weyland. “¿Quieres una pelea?”

“Kuku. A esto me refiero. Si vas a otro taller, es probable que empieces una pelea~.”

“…”

Kusla sabía que Weyland decía la verdad, y fue incapaz de refutar, con una mirada amarga.

En ese momento, Weyland sintió otra mirada desde otro lugar, y miró hacia ella.

“¿Qué estás mirando?” “Eh.”

Las orejas de Fenesis se agitaron, y ella movió su cuello tímidamente.

Los ojos verdes estaban en blanco. Parecía que le interesaban las palabras de Weyland…

“¿Con quién hay que… reunirse?”

Kusla ignoró a Fenesis, y en su lugar hizo una mueca a Weyland.

Éste no dijo nada y se limitó a reírse.

Finalmente, Kusla le dio un golpecito en la cabeza a Fenesis para dejar pasar el asunto.

“Trabajar juntos es muy importante. Es raro ser tantos, así que debemos aprovecharlos y hacer lo que se nos da bien.”

“¿No podrías haber hecho esto desde el principio~?” Como el trigo, Weyland se sacudió las palabras de Kusla y se puso el abrigo. “El tiempo es esencial. Si hay algún beneficio, los animaré~.”

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“… Trabaja duro desde ya.”

Kusla parecía molesto, pero realmente confiaba en el trabajo de Weyland. Weyland tenía don de gentes para llevarse bien con los demás.

“Lo mismo va para ti~.” Dijo Weyland, y salió del taller. Kusla lo vio partir y suspiró.


Kusla era simplemente ‘interés’, no alguien del tipo familiar.

Sin embargo, tal insistencia por su parte era extrañamente inmadura. Una vez más, Kusla dejó escapar un suspiro.

Kusla y Fenesis se quedaron en el taller, sentados ante el horno, ocupándose de su trabajo.

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“¿Hay más?”

En la tablilla había varios nombres de objetos, desde metales y piedras preciosas hasta minerales

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También había una lista de animales, desde vacas, caballos, pollos, hasta ranas, tritones y murciélagos. También había partes del cuerpo listadas, huesos, carne, globos oculares, órganos, cerebro.

Además, había hierbas, algunas venenosas. Se decía que añadir estos elementos después de elaborar la aleación aumentaría la eficacia.

Kusla sabía que la mayoría eran ineficaces, pero las anotó de todos modos.

De repente, Fenesis tomó la tiza y escribió unas palabras. Al ver eso, Kusla se rió.

“¿El escudo de los Caballeros?” “Las cosas de la Iglesia, colgantes.”

“Bueno, es cierto… si echamos estas cosas en el horno y falla, tenemos algunos culpables…” Por supuesto, Kusla se reía por una razón diferente. “Tú más que nadie has pensado en esto. ¿Realmente crees en Dios?”

Incluso Kusla nunca pensó que Fenesis fuera tan audaz.

Sin embargo, Fenesis dijo, impertérrita: “Tanto los Caballeros como la Iglesia han hecho cosas que desafían las enseñanzas de Dios.”

Ahora es más linda y confiable, pensó Kusla. “Vamos a experimentar.”

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“Sí.”

Fenesis aceptó solemnemente y se levantó.

Ambos fundieron y mezclaron los metales de aleación que fabricaron, aumentando primero la cantidad de cobre y ajustando después la de estaño.

La proporción óptima de la aleación de bronce necesaria para la campana era de 80% de cobre y 20% de estaño. Ambos hicieron ajustes graduales en la aleación. Ya sabían la cantidad de cobre y estaño necesaria, así que Kusla hizo que Fenesis calculara cómo hacerlo. Ella se encorvó ante la tabla, doblando los dedos mientras calculaba frenéticamente, pareciéndose a una ardilla que se pone a pensar dónde debe esconder su comida. Era bonita.

Se estaba volviendo físicamente capaz, y básicamente había recordado cómo echar el carbón y la leña. Aunque seguía siendo inexperta en el control de las temperaturas, pero no era algo que pudiera aprenderse con palabras, sólo con repeticiones. Ella era como una esponja, absorbiendo el conocimiento, eso pensó Kusla al verla.

Weyland le impuso el molesto trabajo, probablemente esperando que aceptara. Seguramente no era porque a menudo se metía en disputas con los alquimistas, y no podía ir a los otros talleres a recabar información. Weyland sabía que esta misión era inútil y aburrida para él, pero no para Kusla. En otras palabras, aunque este trabajo fuera inútil, con Fenesis cerca, Kusla no trataría de eludir su responsabilidad.

Siempre que Kusla tuviese con que entretenerse se centraría en su tarea.

Kusla observó con desgana a Fenesis, que se apresuraba a ir de un lado a otro, y suspiró.

Era como Weyland pensaba.

Siguieron trabajando, y antes de que se dieran cuenta, ya se había puesto el sol.

Por supuesto, Weyland e Irine no volvieron al taller. Normalmente, en esos momentos, Kusla habría llevado a Fenesis a cenar, pero el trabajo no estaba hecho. Kusla utilizó a un recadero de otro taller que pasaba por la puerta, le echó unas monedas de plata y le hizo comprar algo de comida.

En ese momento, Fenesis seguía añadiendo carbón ante el horno, ajustando los fuelles. Había una estufa en el horno, llena de cobre y estaño. Después de trabajar durante todo el día, por fin pudo relajarse.

Lo único que tenían que hacer después era esperar a que el carbón terminara de arder y dejar que los metales fundidos se enfriaran. El recadero volvió con la cena.

Los alimentos eran todos comprados en los puestos, panes negros duros, carne con tendones y yogur barato.

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Kusla colocó el pan y los demás alimentos, comprobó que no hubiera nada extraño, antes de entregárselos a Fenesis. Había 19 alquimistas en la ciudad, y algunos podrían querer eliminar a la competencia. Eso, o que el enemigo podría haber colado algunos asesinos.

Pero Fenesis frunció el ceño al ver a Kusla tan cauteloso.

“El tamaño del pan debe ser el mismo. Estás siendo descortés.” Ante la reprimenda de Fenesis, Kusla sólo pudo sonreír.

Probablemente Fenesis estaba preocupada por la situación en el interior del horno, ya que movió una caja larga y se sentó en ella, comiendo mientras observaba el fuego. Kusla se sentó en otra caja de madera a su lado.

La miró mientras permanecía iluminada, y tuvo la sensación de que había estado sentada allí durante años.

Los nuevos materiales añadidos a la estufa parecían haberse fundido.

La separación final sería un trabajo realmente difícil.

Pero se mantuvo la esperanza de que la nueva aleación fuera más útil que la antigua.

Kusla tuvo una idea, sacó el pergamino que tenía en sus garras, tendiéndolo. El efecto ya estaba allí. Contenía las palabras que Korad había dejado, y el solo hecho de encontrar el pergamino era una señal de la valía de Fenesis.





Podría ser un mapa de un camino que lleva a Magdala.

Lo que Korad dejó atrás podría estar relacionado con los mitos. “¿Esta vez qué estás tramando?” Preguntó de repente Fenesis. “¿Hm?”

“Parece que estás tramando algo malo.” Kusla resopló.

“Esto es un mapa del tesoro. Por supuesto que estoy tramando algo malo.”

La aparición de esta cosa podría afectarles de una manera que nunca podrían predecir.

“En realidad, no me importa esta maldita guerra. Todo lo que quiero es seguir los pasos de Korad.”

A Kusla no le importaba si las tierras del Norte eran gobernadas por los Caballeros o por los Paganos.

La razón por la que temía que los Caballeros perdieran, no era porque sus fondos de investigación provenían de los Caballeros.

Kusla pensó que la piadosa Fenesis probablemente no pensaría en esta lógica. Sin embargo, se quedó mirando el pergamino en su mano, sin decir nada.

“¿Qué? ¿No estás enfadada?” “¿Eh?”

“Esta es una guerra contra la justicia de Dios, y la trato como nada.”

Kusla sonrió, y Fenesis podría estar de acuerdo con esa afirmación. “Según las enseñanzas de Dios, iniciar guerras por sí mismo es un

error.”

“Supongo que tú ganas.” Dijo Kusla, y Fenesis hinchó el pecho con orgullo.

“Pero sería bueno que nos demos prisa y la encontremos lo antes posible.”

Mostró una sonrisa íntima.

Al ver que ella le mostraba dulzura, el propio Kusla acabó disgustado.

Seguramente fue por su ternura que tuvo que notar la diferencia entre el ideal y la realidad.

Un sentimiento de culpa subió a su corazón. “Puede que no sea algo que te merezca la pena.” “¿Eh?”

Kusla no tenía corazón para continuar. Aunque lo hiciera, no podría cambiar la realidad.


En ese caso, debería permanecer en silencio, pero Kusla habló.

“… Has visto lo que pasó en Kazan, ¿verdad? La línea de sangre maldita no se refiere sólo a la apariencia. Si los mitos son reales, el camino que recorrió Korad contenía algo increíble… este viaje será aterrador y doloroso para ti.”

Porque, si era real, había pruebas de que la línea de sangre maldita se refería no sólo a la apariencia.

Si Kusla tuviera que perseguir a su propia Magdala, seguramente perjudicaría a Fenesis.

“…”

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