Magdala de Nemure (NL)

Volumen 5

Capitulo 2: Libros

Parte 3

La Iglesia y los Caballeros eran organizaciones diferentes con la misma religión, y algunos los habían descrito como infantes luchando por los pechos de la Santa Madre. El propio Kusla consideraba que quien perpetraba esta guerra era el arzobispo que dirigía la Iglesia.

“Pero en última instancia, ambos vivimos en la misma ciudad, con las mismas creencias. Antes de esta gran guerra que quedará registrada en los anales de la historia, la exigencia de que nuestra reputación destaque es más importante. Por lo tanto, no podemos simplemente importar una campana de otro lugar, y tampoco podemos construir una en secreto. Nuestra causa estará en entredicho. Una espada tiene sus límites, capaz de proclamar su justicia sólo dentro de su alcance; las palabras y los rumores, sin embargo, pueden llegar a miles de metros.”

Kusla asintió con firmeza. Por eso amaba los libros y el conocimiento.

“Sobre la campana, ¿qué piensas?” Preguntó Alzen, con una actitud muy distinta a la de cuando hizo que Kusla inspeccionara la armadura ensangrentada en Kazan. Tal vez fuera porque confiaba en este último después de todo lo realizado.

“La gente de aquí parece creer realmente en Dios.” Kusla se burló de Fenesis, antes de dar una respuesta seria. “Simplemente, es una cuestión de suerte.”

“¿Suerte?”

“Para las creaciones en metal, la creación de una campana se considera especialmente difícil. Al coagular el cobre y el estaño, si hay demasiado estaño, será muy frágil, pero al mismo tiempo, el sonido que se produce es extremadamente nítido. Esto es básicamente una prueba de la fe de los constructores en Dios.”

“¿Puedes construir una buena campana?” “Hmm.”

Kusla enarcó una ceja. La fundición era la especialidad de un herrero, y no había lugar para que actuara un alquimista.

Pero Alzen hablo. “Si podemos producir en masa los dragones, y logramos construir una campana en nombre de nuestra causa, podemos recibir una gran estatus en esta ciudad. Imagínate la sensación de gloria con la que nos regodearemos,”

“…”

¿Está tratando de incitarme a trabajar?

Kusla se puso inmediatamente en guardia. Alzen resopló con desconcierto.

“¿Crees que esto es un asunto trivial? ¿Has visto lo que está pasando en esta ciudad?”

“¿Qué quieres decir?”

“Tal y como he dicho. Muchos se están preparando para una guerra. Hay más de cinco mil soldados de veintitrés ciudades reunidos aquí, y ya diecinueve alquimistas. Tantos están tratando de unirse y contraatacar, conquistar este país. ¿Te imaginas esto? Qué emocionado estoy de tener esta mayor oportunidad en mi vida.”

Alzen se despidió, y parecía estar mucho más agitado que en Kazan.

De vuelta a Kazan, se discutió la posibilidad de la derrota y la supervivencia.

En este punto, estaba discutiendo el alcance de su victoria.

Alzen ya no podía reprimir sus deseos, al igual que Kusla no podía reprimir su curiosidad.

“Esta es una oportunidad que no podemos perder.” Como una bestia salvaje, miró fijamente a Kusla. “De hacerlo lo lamentaremos esto por el resto de nuestras vidas.”

A Kusla le gustaba Alzen como persona.

El hombre que tenía delante era de su misma calaña.

“Sin embargo, sigue siendo un hecho que la creación de una campana es la experiencia de un herrero.”

“… Continúa con lo que tienes que decir.”

“El método para construir una ya no es un secreto; se trata simplemente de las habilidades de un herrero. Aunque a menudo hay casos de fracaso, inevitablemente habrá un éxito. No se trata de convertir el plomo en oro. Es como echar a suertes hasta que a uno le toque el premio gordo.”

“Algunos han sospechado que no hay premio gordo. Eso es lo que temo.”

“¿Qué quieres decir?” Preguntó Kusla. Alzen ya se había calmado antes de hablar.

“Muchos echan en falta la campana y lo que representa. Unos cuantos más y el escepticismo de la gente se convertirá en convicción.”

“… Estos herreros lo tienen difícil.”

Kusla soltó sus pensamientos, y Alzen resopló.

“Los herreros están aterrorizados y no se atreven a construir una campana.”

“Les preocupa que si la campana se hace añicos, tengan que asumir la responsabilidad.”

“Correcto. Así son los clérigos de la Iglesia. Si no hay confianza en el éxito, no construirán la campana. Mientras que tú crees que construir una campana no es un secreto, los otros alquimistas no piensan lo mismo. Buscan la única manera de conseguir el premio gordo. Es de esperar, por lo desesperados que están, ya que ellos también anticipan las recompensas que les esperan.”

Kusla se quedó sin palabras.

Al ver su respuesta, Alzen puso cara de piedra. “… ¿No tienes una solución?”

“No soy omnipotente.”

Kusla respondió escuetamente. Con la sonrisa bajo una luz parpadeante, Alzen agitó la mano.

“Bueno, lo que sea. Tienes una herrero capaz contigo.” “Debería estar preparada para el trabajo.”

Irine se especializa en la fundición de productos de alta calidad cuando se le dan procedimientos específicos. Los alquimistas deben conocer la forma de fundirlos.

“Entonces, ya que no hay nada más que hacer, ¿hay algo que desees como recompensa?”

A Kusla le tocó reírse. Sabía que Alzen estaba bromeando.

“Debe haber una biblioteca en la catedral. Deseo obtener un permiso para hojear su contenido.”

“¿Hm?” Esta vez, Alzen parecía desconcertado. No estaba actuando. “¿No has oído lo que he dicho?”

“¿Qué?”

“Hay diecinueve alquimistas en esta ciudad. Diecinueve como tú ya son una molestia. La ciudad ya es lo suficientemente caótica, y ahora tenemos a diecinueve andando por ahí incitando todo tipo de cuestiones absurdas. Se dice que los libros valiosos fueron arrasados, e incluso las casas de la nobleza no se salvaron. Los enviados a contabilizar las propiedades de los ricos para los impuestos han informa de forma lamentable que sus bibliotecas fueron asaltadas.”

Por supuesto, pensó Kusla.

“He informado a la gente de Nilberk de que iba a traer a dos alquimistas, y me han rogado que no les permita causar caos. Si quieres esos preciosos libros, ve a buscar a esos alquimistas escondidos en las calles de los artesanos.”

Al oír eso, Kusla se limitó a encogerse de hombros.

“Entonces, ¿eso significa que si queremos leer, podemos ir por ahí y hacerlo?”

“…” Alzen miró fijamente a Kusla y dijo. “¿Crees que hay una biblioteca oculta en esta ciudad?”

“¿No la hay?” Respondió Kusla.

La mirada desconcertada de Alzen se mantuvo, y parecía que había entendido la respuesta de Kusla como la terquedad del alquimista.

“Está bien por ti. Si alguien te detiene, sólo usa mi nombre. Si eso no funciona.” Hizo una pausa y luego añadió, “Puedes usar el nombre del Archiduque.”

“Eso…” Kusla se sorprendió un poco, se quedó sin palabras. “Es una recompensa bastante fuerte.”

“Sus contribuciones valen tanto. Esos soldados… no son los únicos que creyeron en ese milagro.”

Alzen dijo esto mientras miraba a un lado.

Disimulaba su vergüenza, como si hasta el diablo se burlara de él.

Sin embargo, Alzen simplemente actuaba como una persona común que atesoraba su propia vida, mostrando gratitud a Kusla y a los demás por ayudarles a escapar. Como tenía que interactuar con muchos todos los días y lidiar con montones de información, podría haberse dado cuenta de que esta simple realidad era tan rara y preciosa.

Kusla se inclinó cortésmente.

“Gracias por su hospitalidad.” “Hmph.”

Mientras el dúo salía de la habitación, Fenesis preguntó con impaciencia: “Vamos a investigar sobre la campana, ¿cierto?”

Sin decir nada, Kusla cerró la puerta. “Es como un niño.”

Aunque la gente diría que las procesiones de un festival son animadas, si uno viera una guerra como un festival, no habría nada en este mundo que temiera. Kusla tuvo la sensación de haber presenciado al verdadero Alzen bajo la máscara, y mientras pensaba en ello, percibió una sensación de Fenesis a su lado.

“¿Qué es?” Preguntó Kusla.

Los bonitos ojos verdes lo miraron sin comprender. “Es cierta forma es como tú.”

“Hmph.”