Magdala de Nemure (NL)

Volumen 4

Capitulo 3: Lágrimas

Parte 6

 

 

 

El desafortunado mensajero estaba probablemente en un sueño eterno, habiendo completado su misión.

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“… Hay una ciudad marítima en las cercanías, a unos cuatro días y una noche completos de viaje a pie, con una flota allí. Los Caballeros que atacaban Latria tenían sus suministros enviados desde allí, así que sus defensas deberían ser fuertes. Nuestros camaradas dispersos deberían estar todos reunidos allí. Sin embargo…”

Era posible que no pudiesen salir de esta ciudad. En tal escenario, tratar de huir hacia el Oeste mientras se defendían de la persecución del enemigo era sólo un sueño. Si abandonaban este lugar, seguramente no podrían regresar.

El pueblo oprimido por los Caballeros seguramente entraría en tropel, cerraría las puertas o invitaría a las fuerzas enemigas a salir.

En ese caso, en la única posibilidad entre diez mil de que ocurra,

¿qué pasaría si se sellaran las puertas? Probablemente podrían mantener el asedio reduciendo la población, pero si lo hicieran, los habitantes originales que sentirían la proximidad de su muerte seguramente tomarían las armas y lucharían hasta el final.

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Alzen probablemente pasó toda la noche reflexionando sobre esto.

“No podemos irnos y no podemos quedarnos, estamos en un dilema.”

Así, Alzen convocó a Kusla y a los demás. La autoridad de los Caballeros, más pragmático que nadie, acababa de preguntar al alquimista si podían replicar el milagro de revivir a los muertos, para que volviera el alma del pollo.

En pocos días, cayeron del Cielo al Infierno. Pero los alquimistas no eran magos.

Y los alquimistas eran simplemente personas que vivían para sí mismas.

Aprovechando esta oportunidad, Kusla dijo: “No podemos contribuir en el campo de batalla, pero tengo una idea.”

“… ¿Tienes una propuesta?”

“Algo así, todavía estoy investigando sobre esto.” “… ¿Qué?”

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“Espero conocer a algunas personas.” “¿Personas?”

“Los sacerdotes que controlan el culto en esta ciudad siguen vivos,

¿verdad? Tengo algunas cosas que preguntar.”

Alzen dirigió a Kusla una mirada inexpresiva y luego mostró una sonrisa cansada.

“¿Pretendes revivir al dragón?”

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“Sí.”

Alzen mostró inmediatamente un rostro inexpresivo y escalofriante. Luego agitó la mano, como si espantara una mosca: “Haz lo que quieras. Están en la cárcel subterránea.”

‘Debo estar loco para confiar en cosas tan vacías’, parecía insinuar. Kusla se inclinó cortésmente; todo estaba saliendo como él esperaba y, en este sentido, sus planes iban viento en popa.

Los cuatro salieron de la habitación y, al salir al pasillo, Kusla dijo: “Pues bien, voy a interrogar.”

“Hmm… yo también lucharé a mi manera, ¿eh~?” Dijo Weyland, y Kusla se dispuso a llevar a Fenesis a la cárcel.

En ese momento…

“Iré contigo.” Dijo Irine. “¿Ah?”

Kusla se dio la vuelta y vio cómo Irine agarraba a Fenesis de la mano.

“¿Y si pierden la cabeza si ven a la pequeña Ul? Mejor sondear primero, ¿no?” Seguro que eso tenía un sentido… “Tampoco veo bueno que vayas solo.”

A Kusla le costó aceptar la preposición de Irine, pero comprendió que ella estaba preocupada por Fenesis, haciendo todo lo posible por ayudar. A Kusla no se le ocurrió nada reciente para discutir con ella, por lo que aceptó su opinión.

“Te dejaré con Weyland.” Dijo Kusla, dando un codazo a Fenesis en la espalda.

Ella le miró, con una expresión parecida a la de un cachorro abandonado. Sin embargo, fue un momento fugaz.

“Ahora bien, vamos~.”

Weyland le siguió la corriente a Fenesis. Esta última se volvió de nuevo para mirar a Kusla, para luego seguir a Weyland,

“Hmph.” Kusla resopló, y caminó en dirección a la cárcel subterránea, por la que había preguntado al ayudante de Alzen. Por el camino, tuvo el impulso de recordarle que no dijera nada innecesario, y una vez que pasaron entre la multitud, estuvo a punto de hablar.

En ese momento… “¿Hm? ¿Hey?”

De repente, Irine arrastró a Kusla a una pequeña habitación.

Cerró la puerta de inmediato y se asomó al exterior en busca de movimientos.

Una vez que vio que no había pasos fuera, miró a Kusla.

“… ¿Qué pasa con esto?” Preguntó Kusla con voz reprimida. “Tengo algo que decirte.”

“… Todavía hay tiempo para una confesión de amor, ¿no?” “…” Irine miró a Kusla con ojos sarcásticos.

“Eres molesta. ¿En serio estas siendo optimista?” “Los alquimistas siempre son pesimistas.” “Bueno, tienes razón.”

Kusla no volvió a bromear: “¿Y entonces?”, preguntó Irine.

“Si no te has enamorado de mí, ¿ahora qué?” Preguntó Kusla, e Irine no respondió. Apartó los ojos, mirando a la puerta.

En ese momento fugaz, parecía haber tomado su decisión. Giró la cabeza, sin mostrar ninguna duda en su rostro. “Ahora que lo preguntas, no te has dado cuenta, ¿no?” “¿Qué estás diciendo?”

Irine volvió a mirar a Kusla, respiró hondo y suspiró largamente.

“Sobre la posibilidad de que la pequeña Ul se quede en esta ciudad.”

“Hey, ¿cuántas veces quieres que enfatice…?” “Lamentablemente, no creo que exista esa posibilidad.”

Antes de que Kusla pudiera volver a intervenir, Irine volvió a tomar un pergamino de sus garras.

“Echa un vistazo a esto.”

Los ojos rojos de Irine miraban fijamente a Kusla; eran los ojos de alguien que sólo creía en lo que veía, orgullosa de las habilidades que había perfeccionado.

“¿Esto es?”

“Sé que lo que estoy haciendo parece una rabieta infantil, pero estoy pensando que si todo sale como está previsto, es mejor no decirlo. Sin esto, la pequeña Ul podría seguir viviendo en este pueblo, como dijiste.”





Al decir eso, Irine entregó el pergamino a Kusla, apartando los ojos con angustia.

A Kusla no le quedo de otra más que aceptarlo.

“Dijiste que ustedes los alquimistas creen que un solo quiebre lo derribará todo, ¿cierto? Entonces esto también es un único punto de inflexión.”

“ …¿Los términos que querías conocer venían de estos?”

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“Sí. El ‘antiguo’ ‘archimago’ que ‘asaltó’ y ‘creó’. Los dragones que escupían fuego seguían saliendo del lago conectado con el Infierno, y ante ellos había cadáveres carbonizados. Mirando a los que seguían en pie, tuve una vaga comprensión.”

En la última escena de los cuadros, había quienes tenían características tan evidentes, vestidos con ropas originarias de los desiertos lejanos, y orejas de bestia.

“Como bien dijiste, ellos trajeron las habilidades mineras a esta ciudad. Sin embargo, no sabemos si lo hicieron por buena voluntad.”

“… Con una habilidad abrumadora, o al menos, con algún poder que puede considerarse mágico, arrasaron estas tierras, y las ocuparon…”

“Sí. Como nosotros ahora.” Irine señaló escuetamente.

Ella mostró una mirada de disgusto. Esas palabras eran simplemente demasiado precisas.

“Al ver que había varias personas como la pequeña Ul en los cuadros, comprendí inmediatamente por qué admiraba tanto a los dragones. Pero al mirarlos, me di cuenta de que podía ser eso. La gente como la pequeña Ul que aparecía en los cuadros no era tan bondadosa. Lo que ocurre es que la situación de entonces era diferente a la de ahora, que la gente como la pequeña Ul no era perseguida, sino invasora. Por eso podían mezclarse con la gente de este pueblo tan abiertamente, y eran como nosotros hasta ayer.”

La última línea era una auto depreciación por parte de Irine.

Esos deformes tenían algo que ver con la leyenda de los dragones de esta ciudad.

El “libro de la sangre del dragón” contenía una línea, para no revivir al dragón.

¿Qué significaba eso? No era necesario indagar más en esta cuestión.

Los invasores no consiguieron permanecer en estas tierras. En un momento dado, fueron expulsados o enterrados.

Pensando en ello, era obvio.

Fenesis tenía orejas de bestia en la cabeza. Al menos, había gente amable como Kusla e Irine dispuesta a aceptarla. Y lo más importante, aunque Kusla no estaba dispuesto a admitirlo públicamente, es que Fenesis le parecía bonita.

¿Por qué esta tribu fue tratada como una línea de sangre maldita, constantemente perseguida?

Los vagabundos solían ser el puente que difundía las habilidades y los conocimientos.

Pero como dijo Irine, puede que no todos sean amistosos. Especialmente cuando hay una diferencia abrumadora de habilidades, algo demasiado poderoso desencadenaría algo no diferente de una invasión, y no era algo extraordinario.

Así, se convirtieron en una tribu que invadía todas partes, con sus abrumadoras habilidades como armas.

Y, por lo tanto, se consideraba una tribu maldita, que traería la Calamidad.

“Querías conocer a los clérigos de la zona, ¿verdad? Creo que si la pequeña Ul se encuentra con esa gente, la situación se volverá terrible. Ella es una de las malditas, y ella misma podría convertirse en una maldición.”

Al escuchar eso Kusla miró fijamente a Irine.

“¿Piensas dejar que la pequeña Ul se quede?”

Los registros de la historia de esta ciudad afirmaban que todo quedaría reducido a cenizas y si el dragón revivía.

Los vagabundos eran Creadores y Destructores.

Eso era lo que Irine no quería mencionar en el taller.


Pero Kusla tenía que decir: “Aun así, no creo que esté bien si viene con nosotros.”

“Y si se queda aquí, el resultado será el mismo.” “¿Qué quieres que haga, que le corte las orejas?”

Irine señaló con su dedo índice el pecho de Kusla, aparentemente con la intención de sellar esa fría y lógica conclusión suya.

“Entonces, ¿no es mejor que se quede a tu lado?” Kusla quedó conmocionado y sin palabras.

Irine se rascó la cabeza.

“Ella realmente quería que estuviéramos juntos. ¿No sientes lo mismo?”

Kusla siguió sin palabras.

Su mente estaba en completa confusión, pues no pensaba en eso. “Sé que es un equipaje… su cuerpo no puede soportar tanta dureza.

He probado a viajar escondiéndome entre las mercancías de los mercaderes, así que sé muy bien los problemas que causará a la gente al unirse a una caravana. Este viaje también… no es algo fácil. Sé lo que te preocupa.”

No era simplemente una cuestión de seguridad y de vidas.

Kusla volvió al razonamiento lógico al que estaba acostumbrado. “Yo… no voy a apostar por algo que sé que no voy a poder hacer.

He estado velando por ella todo el día. Pero, ¿qué crees que puedo hacer yo solo frente a esa gente propensa a la violencia? ¿O quieres que vea cómo se juega con ella como herramienta de confort? ¿De verdad está bien que la lleve conmigo a todos lados?”

“Eso no es lo que quiero decir.” Irine sacudió la cabeza. “No es a esto a lo que quiero llegar. Es una cuestión de actitud.”

“… ¿Actitud?”

“Sí, eras igual en Gulbetty. Siempre estabas pensando en cómo hacer que todos siguieran viviendo. No estoy diciendo que esto sea algo malo. Esta vez sí pensaste en la pequeña Ul a tu manera, ¿no? No me gusta, pero sé que siempre estás pensando en su bien. Así es como terminaste siendo utilizado por nosotros. Pero tus pensamientos son siempre sobre las mejores conclusiones posibles según tus principios.”

“¿Hay alguna otra opción?”

Al oír esto, Irine abrió los ojos ante Kusla.


Inhaló con fuerza, con el cabello prácticamente erizado. “¡Idiota!”

Su ferocidad hizo que Kusla diera un paso atrás. Siguió acercándose a él, con el pecho casi pegado a él, y parecía estar intentando roer la garganta de Kusla mientras decía: “¡Quiero que consideres cómo ambos pueden seguir viviendo juntos! Tal vez la posibilidad de seguir viviendo por caminos separados sea más probable. Sin embargo, ¡no puedes seguir adelante como una rueda de agua o un fuelle!” Irine jadeó, mirando a Kusla.

Y luego, con un gemido: “Realmente eres una mala persona.” “…”

“No diría esas cosas si realmente fueras inhumano.”

Irine dio un paso atrás, con su puño cerrado pegado al pecho de Kusla.

“Sólo pretendes ser inhumano. Realmente crees que esto es lo único que puedes hacer en este mundo, haciendo tales cosas que son lo mismo que el auto abuso… por supuesto, no me habría molestado contigo si fueras cualquier persona molesta tratando de obtener lástima, pero puedo decir que sólo lo haces para contenerte. Si realmente fueras inhumano, no me habrías ayudado, mucho menos dado una manta. No me habrías… incitado a dejar ese pueblo…”

Irine mantuvo su puño vendado sobre el pecho de Kusla, cerró los ojos y los volvió a abrir, mostrando una mirada extrañamente molesta.

Sin embargo, esa expresión parecía indicar seriamente que aunque hubiera algunas palabras que tuviera que decir, no importaba que fuera de mala gana,

“Y… no tienes la cara de piedra como te imaginabas.” “¡Qué!” Kusla jadeó.

Con una mirada desolada, Irine sonrió torpemente.

“¿Sabes lo risible que eres? La pequeña Ul y yo nos hemos reído de ti a tus espaldas.”

Kusla se tocó instintivamente la cara.

Se entendía muy bien a sí mismo, y siempre lo trataba como un hecho, que nunca se podía dudar.

Porque él era “Kusla”, sólo dedicado a dirigirse a Magdala, entregando su vida por esta causa. Por eso, aunque tuviera a su lado una chica a la que podía llamar amante, sólo pensaba en pasar tiempo con ella de vez en cuando, y no tenía el objetivo de pasar el resto de su vida con ella.

Y así, incluso cuando su amante fue asesinada, su rostro… Eso fue una mentira.

Kusla se dio cuenta de que se estaba mintiendo a sí mismo.

Cuando su amante fue asesinada por los Caballeros, esa calma fue meramente fugaz. Nunca pensó en utilizar la muerte de su amante para fundir oro, no era inhumano. Las esperanzas que tenía en la fundición eran tales que quería crear la espada de Oricalco, para obtener el poder de proteger lo más preciado para él. Así, nunca hubo un alquimista loco que sólo pensara en fundir, incluso cuando su amante fue asesinada.

Había un hombre que quería conseguir su Magdala lo antes posible, para evitar que se repitiera una tragedia así.

Y quien hizo que Kusla se diera cuenta de esto fue Fenesis.

“… No soy lo suficientemente inteligente como para decir algo impresionante, pero tuve un buen maestro que me aconsejaba. Te diré esto.” Los ojos rojos y ardientes de Irine miraban fijamente a Kusla. “Hacer una cosa correctamente por descuido es mucho mejor que ser terco y hacer algo mal. La fundición contiene mucha incertidumbre, y ésta es la cuestión más importante. Tienes esa personalidad obstinada, alguien que será un mártir de su propia causa.”

Porque esta es la única manera de acercarse a Magdala. Así lo había pensado siempre Kusla.

Sin embargo, había una gran premisa en esto. Y eso, si sólo él se dirigía a Magdala.

“Sé por qué estás ansioso por ello, porque tú y yo somos la misma clase de idiotas, pero tú eres peor que yo.” Al decir esto, Irine bajó la cabeza y forzó una sonrisa. “Ahora me estoy arrepintiendo de verdad. Siempre he creído que si el maestro y el discípulo tienen excesivos sentimientos, las habilidades de herrería decaerán. Por eso siempre había sido tan testaruda. A pesar de que era tan amable, una persona tan destacada.”

Al decir esto, a Irine se le salieron las lágrimas.

Magdala de Nemure Volumen 4 Capitulo 3 Parte 1 Novela Ligera

 

“Siempre fui terca, así que una vez que recibí ese empujón tuyo, decidí hacer lo correcto, por más que sea un descuido… pero no me arrepentiré. Si me hubiera quedado en ese pueblo, estaría sufriendo más que ahora.”

Al decir esto, se limpió torpemente las lágrimas con las mangas.

Y entonces, su expresión volvió a ser la antigua mirada inflexible que tenía, afirmando básicamente que cualquier dolor que experimentara durante su aprendizaje podría ser borrado como las lágrimas.

“Piensa en algo.”

Realmente era una dicción extraña.

“Eres un gran alquimista que puede convertir el plomo en oro,

¿verdad? Demuéstrame que los alquimistas pueden crear ocasionalmente milagros místicos.”

Después de eso, hubo un largo silencio.

Por alguna razón, este escenario le recordó a Kusla la adivinación, cuando se vierte plomo fundido en el agua.

¿Qué forma tomaban las mordaces palabras de Irine en este silencio?

Y entonces, pensó en algo; ese no era el caso. Su mente recordó la pequeña e inocente pregunta de Fenesis.

¿Qué pasaría si el plomo cambiara de forma?

Lo que sea que hicieran las adivinadoras, Kusla no lo sabía. Pero sabía que él no era una de esas mujeres.

Entre las formas buscaría ver aquello que quería. Así que, ¿qué era lo que quería?

“¿Crees que puedes hacerlo?” Irine apretó los dientes al decir esto. “Cualquiera que en un taller de herrería diga que no puede hacerlo será golpeado. Así que…” Hizo una pausa y levantó la vista. “Si no puedes hacerlo, causarás problemas a muchos. Este es el taller.”

El ex marido de Irine era un talento excepcional que dirigía el gremio de artesanos de Gulbetty, y a Kusla le molestaba un poco que no tuviera la habilidad de revivir a los muertos.

Pero, al menos, seguía vivo, y la persona a la que quería proteger seguía viva.

El escenario era simplemente desesperante para él. Tuvo un cambio de pensamiento. ¿Y qué?

Dirigirse a Magdala era básicamente burlarse de la desesperación en los corazones de los hombres.

Porque los alquimistas eran personas que trabajaban para desafiar el orden del mundo.

“¡Hey!” Kusla llamó a Irine. “¿Qué?”

Con una mirada seria, Kusla preguntó a la señora herrera que era más joven que él y una cabeza más baja.

“¿Le mencionaste algo de esto?”

Irine abrió los ojos, esforzándose al máximo y sin conseguir que la sonrisa desapareciera de su rostro. Con una sonrisa tan intrigante, dijo: “Podría, si te atreves a hacerle algo malo al pequeño Ul.”

Esa estúpida conversación que mantuvieron podría ser la forma que tenía Kusla de expresar su agradecimiento a Irine.

Su objetivo seguía siendo fijo. Había cosas que no sabía sin que otros se lo dijeran. También él se sorprendió al darse cuenta de ello.

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Sin embargo, sólo una chica honesta como Irine habría ido directamente al grano con él.

Como el hierro fundido, era inflexible, ardiente, directa.

Los alquimistas eran relativamente incapaces de tratar los metales fundidos.

Sin embargo, la situación no mejoró sólo por eso. Los deseos por sí solos no podían mover grandes montañas. No había posibilidad de que esta ciudad aceptara a Fenesis, y los refuerzos de los Caballeros no vendrían. Era probable que todos los relacionados con los Caballeros en todo el mundo estuvieran a punto de ser exterminados.

Incluso si llevase a Fenesis y escapara con los Caballeros, ella sólo sería una herramienta para incitar a la bestia, el clásico cebo para el cazador ansioso de sangre. Lo que resultaría en una devoración cruel e implacable.

Entonces, ¿qué pasa si escapan al bosque? ¿O pidieron ayuda a Weyland?

Ninguna de esas opciones era realista.

Sin embargo, si hubiera estado abatido por lo poco pragmático que era todo, Kusla habría ido a llamar a las puertas de un herrero.

No podía hacer nada, excepto pensar.


Pero aun así, eso era todo lo que podía hacer. “Fui yo quien te dio el impulso necesario.” “¿Eh?”

Kusla forzó una sonrisa, diciendo: “Pero esta vez, te toca golpear mi pecho con fuerza.”

¿Entonces?

Los ojos de Irine transmitieron sin palabras esta reacción. “Gracias.”

La chica seria esbozó una sonrisa de asombro, como una hermana mayor.

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