Magdala de Nemure (NL)

Volumen 4

Capitulo 3: Lágrimas

Parte 4

 

 

Mientras tanto, Kusla y Weyland se dedicaban por completo a otra cosa. Utilizando los moldes que habían dejado en el taller, construían bloques de hierro utilizados como munición para las catapultas, o materiales para reparar la muralla que los Caballeros habían derribado al conquistar Kazan. Dejando a un lado la pureza y la calidad, la velocidad era esencial, y eso era completamente opuesto al trabajo habitual de los alquimistas. Los bloques de hierro quemado debían apilarse en carros antes de su correcto enfriamiento. Incluso con gruesos guantes de piel de ciervo puestos, uno podía escaldarse fácilmente.

Kusla aplicó ungüento en las manos de Irine, las envolvió en vendas y la arrastró hasta la pared junto al horno, tumbándola horizontalmente. El horno había ardido durante toda la noche, por lo que la casa estaba caliente, y no había problemas para que ella durmiera así. Weyland ya se había quitado la camisa y se había tumbado en el suelo. Incluso se podría sugerir que estaba conmocionado en lugar de dormir.

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Kusla echó mano a la petaca que tenía a su lado, y agradeció mucho que contuviera agua. Con el agua en la mano, la llevó al lado de Fenesis.

Hacía tiempo que no estaba tan agotado. Y, sin embargo, se sintió muy refrescado. “Bebe.”

Al decir esto, Kusla le entregó el agua a Fenesis. Sin embargo, ella no tenía fuerzas para recibirla, así que sólo pudo llevarle el agua a los labios, mientras ella se la bebía torpemente.

El agua seguía derramándose junto a sus labios, pero ninguno de los dos tenía fuerzas para molestarse en ello.

Tras engullir un poco de agua, Fenesis sacudió ligeramente la cabeza y Kusla se terminó el resto del agua.

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Como el área alrededor del horno estaba muy caliente, el agua dentro del frasco estaba caliente.

“… Puuah… fuuu.”

A pesar de que el agua estaba casi hirviendo, fue calmante una vez que la bebió.

En ese momento, se podían oír los sonidos del trabajo de otros talleres si se aguzaban los oídos.

“¿Así que aún no se ha producido una guerra?” “… Uu… huh…”

Fenesis tosió, con la voz ronca.

Kusla le dio una palmadita en la espalda, su espalda era tan pequeña que lo desconcertaba.

“¿Quieres más?”

Fenesis sacudió la cabeza, respiró profundamente y finalmente se calmó.

Sin embargo, una vez que lo hizo, las palabras que llegaron a sus labios se volvieron a trabar.

Kusla le echó un par de miradas de reojo y dijo: “¿Qué quieres preguntar?”

Probablemente Fenesis anticipó la pregunta, ya que no mostró mucha sorpresa.

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“¿Y ahora qué?”

Una muchacha débil que tiembla de inquietud nunca preguntaría qué sería lo siguiente.

Kusla soltó una pequeña risa. “Primero que nadar, ver lo que hacen.”

Alzen dio la orden de reparar las murallas, pues determinó que el enemigo era tan numeroso que no podía ser rechazado de inmediato.

Si el enemigo fuera sólo un remanente compuesto por nobles que fueron expulsados de la ciudad, probablemente lucharían por el homónimo de su ciudad natal en lugar de morir como un extranjero en una tierra diferente; por ese motivo, Alzen probablemente no exageraría tanto.

Como mínimo, el enemigo era un ejército organizado.

Además, estaban las armas ensangrentadas que vieron Kusla y los demás.

“Mantener el fuerte.” “¿Hm?”

“Para ser sincero, me desagrada un poco.” Respondió Fenesis. Si hubiera expresado el mismo tono al manifestar su aversión a las cebollas en la sopa, seguramente habría parecido más linda.

“Siento que me estrangulan, que el tiempo deja de pasar.”

Ella venía del punto de partida de las Cruzadas, la Tierra Prometida. Las tragedias que vivió en la guerra no eran algo que Kusla pudiera comparar.

“¿Cuál es la posibilidad de que nosotros mantengamos el fuerte…?”

Kusla señaló escuetamente.

“… ¿Qué dijeron los mercenarios…?”

“Hm, bueno, dijeron que la ciudad está completamente rodeada. Puede que no sea tan exagerado, pero dado que los Caballeros están utilizando el combustible que queda en la ciudad para la fundición para fortificar las defensas, esto demuestra que están acorralados.”

Fenesis levantó la cabeza hacia Kusla. “… ¿Estás diciendo que ni siquiera los Caballeros serán capaces de defender este lugar?”

“Eso creo.” Kusla observó con tristeza. “Les falta preparación.” “… ¿Preparación…?”

“Sí.”

Kusla bebió el agua restante.

“A los mercenarios, e incluso a los Caballeros se les permitió venir sin sus armas preparadas. Los Caballeros habían ganado demasiado. Pensando en ello de esta forma, probablemente aflojaron en otras facetas.”

Este taller no tenía luces encendidas el día anterior.

¿Por qué?





“Esta ciudad está lejos del sur, lejos del mar. La ruta de suministro sigue sin establecerse. ¿Qué pasará si intentamos defender este lugar?”

“Ahh…”

“Han tenido que enviar un mensajero a nuestro taller para recordarnos que no debemos gastar combustible. Están realmente faltos de suministros.”

Kusla no sabía cuántos días de combustible les quedaban.

Pero una vez que ocurría un percance, asociaba todo lo que veía con el peor resultado posible.

“El enemigo se atreve a desafiar a los Caballeros que han controlado todo bajo el cielo, así que es evidente que han ideado algunas contramedidas. Deben haber hecho sus investigaciones a fondo y han decidido atacar. Viendo la rapidez con la que se han movilizado, no hay duda de que han preparado una emboscada aquí. En otras palabras, han contactado con los gobernantes cercanos y han conspirado contra los Caballeros. No importa en qué dirección nos abramos paso, habrá un enemigo presente.”

“… P-Pero, ellos…”

“Sí, se doblegaron ante los Caballeros en la oficina de la frontera, uno tras otro. Probablemente Alzen también fue engañado. En retrospectiva, es obvio. Se habían confabulado para importar oro y plata. Dijeron que era un regalo por el largo viaje, pero no dieron comida, sino grandes cantidades de recompensa.”

Si hubieran ofrecido comida, los Caballeros se habrían dado un festín y habrían acabado con ellos. Sin embargo, si tenían la intención de retomar Kazan, podrían volver a reclamarla.

“El asombroso festín de ayer debió haber consumido bastante comida. Los Caballeros sólo lo harían si esperaran que las cosas se desarrollaran sin problemas.”

El cuerpo de Fenesis se congeló. Tal vez le pareció irónico.

Para ella, que suele proceder con entusiasmo, creía que la suerte sería más de lo que imaginaba.

“Así que, aunque mantengamos el fuerte, los Caballeros aguantarán hasta que sus compañeros vengan a salvarlos… aunque diga esto.”

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“¿Eh?”

“Me pregunto si los refuerzos vendrán…”

¿Qué estás tratando de decir? Entonces Fenesis lanzó esa mirada, y Kusla también parecía ser consciente de ello.

“Dices que siempre soy muy pesimista.”

“¡…!”

“Pero no importa qué, no importa cómo pienso cuando estoy cansado, no puedo pensar en nada positivo. Lo más importante…”

Hasta este punto, Kusla hizo una pausa.

Fenesis lanzó una mirada escéptica, pero sólo pudo negar con la cabeza.

Lo más importante es que, independientemente de sus pensamientos, era una mera pérdida de esfuerzo.

Por mucho que Kusla y los demás estuvieran enfadados en la ciudad, en última instancia eran empleados de los Caballeros, y estaban protegidos. Los únicos que podían afectar a los futuros acontecimientos eran Alzen y el Archiduque Kratal por encima de él, o un cierto mando superior lejos de esta ciudad.

Sólo se dejaría arrastrar por la ola, y lo único que podía hacer era nadar mejor en la marea. Dada su propia posición, no podía cambiar la propia corriente.

“Duerme un poco primero. Quién sabe cuándo tendremos que volver a trabajar.”

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Al decir esto, Kusla cerró los ojos y se acostó.

Tras cierta aprensión, Fenesis también hizo lo mismo.

Se puso suavemente sobre la espalda de Kusla, ya que podría tener frío.

Pero por muy preocupado que estuviera Kusla, los soldados de los Caballeros tenían la moral alta.


Tanto los amigos como los enemigos se miraban por encima de la muralla, y la calle principal que unía las puertas delanteras con la plaza estaba abarrotada de soldados. Eran como sabuesos de caza esperando ser liberados. Aparte de ellos, los artesanos y mercaderes albergaban mucha expectación, no inferior a la de los soldados, pues no había forma de que regalaran sin más las Nuevas Tierras a las que por fin habían llegado.

Al mismo tiempo, algunas personas deambulaban por las calles como perros tímidos, o cerraban sus casas. Eran residentes originales de esta ciudad, que solían convivir con los de fuera de las murallas hace apenas unas semanas. Era prácticamente imposible para ellos ver a los de fuera como enemigos, y al mismo tiempo, no podían ponerse del lado de los Caballeros incondicionalmente.

Esa gente, pensó Kusla, era la que debía preocuparles. Tal vez estaban esperando el momento de golpear a los Caballeros desde dentro.

Pero en cualquier caso, la situación actual seguía siendo inestable.

Bastantes habían pensado que los Caballeros habían estado ganando todo el tiempo, y que seguramente volverían a ganar. No era mala idea pensar así, ya que cuando la moral estaba alta, sólo con oír el grito de los soldados daba la sensación de que la batalla estaba ganada antes de empezar.

Pero, por desgracia, Kusla era un alquimista. Los alquimistas tenían que seguir frunciendo el ceño y no dejar que ninguna superstición o ilusión les nublara la vista.

“Digo, siempre estás dando ese enfurruñamiento, hasta yo estoy baja de moral.”

Kusla salió a ver cómo estaba el pueblo y, mientras tanto, fue a obtener mantas de la posada. Cuando regresó, encontró a Irine , que ya se había bañado, volviendo de la cocina del pueblo.

Devoró todos los platos como una bestia feroz despertada de su letargo, cubierta de hollín mientras limpiaba el horno. Una vez terminada la limpieza, fue a darse otro baño, probablemente para quitarse la suciedad de encima.

“Hubo una vez una batalla en Gulbetty, pero los Caballeros eran tan fuertes como los osos.”

Se retorcía el cabello, se lo frotaba y se lo liaba sin esperar a que se secara. Verdaderamente era una herrera con una personalidad impaciente.

“Seguro que volverán a ganar. Aplastaran a los enemigos, ¿no?”

Las palabras de Irine parecen ser representativas de todos los migrantes.

“Aun si fuera el caso, no creo que lo hagan. Este es un caso de preparación mental.” Dijo Kusla, dejó las mantas y salió.

“¿A dónde vas?”

“Los archivos del gremio.”

“… Que serio.” Dijo Irine, con cara de asombro.

“Pon una manta sobre ella. Cuando se despierte, no dejes que llegue a mí. No dejes que una chica corra sola por las calles.”

“Sí, sí.” Irine respondió, sin parecer divertida, y agitó la mano para espantar a Kusla.

Éste salió, y se dirigió en una dirección completamente opuesta a la plaza donde se encontraba el gremio.

Se quedó embelesado en un lugar alejado del taller y golpeó la ventana de madera de la habitación del taller.

“Hey.”

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Llamó, y apareciendo con cara de sueño estaba Weyland. “¿Qué es~?”

“Sal de aquí.”

Aunque Weyland lanzó una mirada de disgusto, no se negó. Se estiró perezosamente: “Muy bien~”, y saltó por la ventana.

“No parece que tengas palabras interesantes que decir~.”

Weyland caminaba al lado de Kusla, dando patadas a los guijarros mientras lo decía.

“Estás pensando lo mismo, ¿no?” “¿Hm~?”

“Vamos a perder esta batalla.” Kusla habló con mucha convicción, sus palabras diferían de las de Irine y Fenesis.

“Nnn… fufu~.” Weyland se rió, rascándose la punta de la nariz. Pero Kusla no se enfadó por ello.

“¿Entonces? ¿Tienes algo que quieras decir esto~?” Porque él había anticipado estas palabras.


“Conoces la situación, ¿no? Es acerca de esas dos chicas.”

Weyland se llevó las manos a la cabeza, sin dejar de mirar con reticencia.

Magdala de Nemure Volumen 4 Capitulo 3 Parte 1 Novela Ligera

 

“Sí, es probable que perdamos esta batalla. Caímos en la trampa en el momento en que la Reina de Latria se convirtió~. Esas armas fueron producidas por el Sur~. Sin la ayuda de los gobernantes cercanos, es imposible que ataquen. El Norte y el Sur se aliaron y lograron cebarnos con éxito~.”

“Si los paganos a los que hay que vencer no están, la próxima presa serán los Caballeros.”

“Hohoh. Los Caballeros chuparon demasiada sangre de los paganos~. Por eso son vistos como paganos aterradores~.”

Los Caballeros experimentaron un crecimiento completamente diferente al de los gobernantes existentes, mediante la expansión de sus territorios. En el proceso, acumularon muchos enemigos. Cualquiera podría decir que se dio un paso atrás, seguido de una visión general. Pero a pesar de esto, nadie hubiera esperado que esto sucediera.

Latria estaba al borde de la destrucción, y los diversos países del Sur habían obtenido todos los beneficios que podían obtener en la guerra contra los paganos. Los codiciosos Caballeros querían seguir luchando contra los últimos países paganos, declararles la guerra y devorarlos. En ese caso, ¿qué pensarían los diversos países que seguían los pasos de los Caballeros?

¿Cazarían a los cerdos cebados en aras de sus intereses comunes?

En el momento en que la reina de Latria se convirtió a la ortodoxia, los pueblos que invadían las tierras se convirtieron en enemigos de Dios.

Y como ambos bandos se habían convertido en seguidores de la ortodoxia, no era de extrañar que se formara una alianza entre el Norte y el Sur.

Necios fueron los kazanos que, cegados por sus continuas victorias, estuvieron a punto de devorar la mina de oro que era Kazan.

“Pero son sólo hipótesis~.” Weyland aportó sin prisa.

Kusla sacó un papel de sus garras y se lo entregó a Weyland. “¿Qué es esto~?”

“El enemigo lanzó esta carta por encima de las murallas de la ciudad, como para darlo a conocer.”


“… Hm~.” Murmuró Weyland, y abrió aquel papel arrugado.

“Los Caballeros que los dirigen han sido considerados como uno de los herejes. Tiren sus armas ahora. Sus refuerzos…”

No vendrán.

“Podríamos haber desestimado estas burlas con calma si no fuera por estas armas y equipos. No hay duda de que estas armas son la mayor prueba de que hay algunos sureños en el enemigo. Alzen obviamente se dio cuenta de eso. Esta vez sí que caímos en una gran trampa.”

Es probable que en toda Latria ocurran cosas similares.

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