Magdala de Nemure (NL)

Volumen 4

Capitulo 2: La Cara Del Dragón

Parte 2

“Tal vez el gremio tenga registros de cómo surgió esta fuente.”

Al escuchar las palabras de Kusla, los ojos de Irine e incluso de Fenesis se deslumbraron.

Había guardias de los Caballeros ante el gremio, quizá para evitar robos, ya que había muchos libros que podían venderse y minerales metálicos en su interior. Naturalmente, Kusla y los demás fueron señalados por los guardias, pero al tener el permiso ante ellos, ya no se vieron obstaculizados. Probablemente pensaron que Kusla y Weyland no podrían robar nada con dos damas a su lado.

Así, después de pasar por la entrada.

Si bien sus reacciones fueron todas diferentes, la única palabra que dijeron fue: “Increíble.”

Una vez que entraron, llegaron a la sala que también era la cantina, la construcción similar al gremio de herreros de la ex ciudad pagana Gulbetty, excepto la diferencia de tamaño. La diferencia de tamaño del edificio mostraba claramente que este gremio monopolizaba los beneficios, y que era una ciudad minera que funcionaba a gran escala.

“Increíble…”

Irine se maravilló, pero el tono parecía dar a entender que estaba al borde de las lágrimas.

Mirando al techo, parecía una mártir mencionando a Dios en cada momento.

Había una estatua de hierro de un dragón que colgaba del grueso marco del techo, vigilando el fondo.

La estatua era asombrosamente intrincada y, evidentemente, no estaba fundida. La cabeza y las extremidades eran complejas, mientras que la finura de las líneas del cuello, la redondez del cuerpo, los deslizamientos de las escamas, seguramente nada de ello podía hacerse si no era a mano.

Cualquier gremio con artesanos tan hábiles que pudieran crear una pieza de arte tan delicada sería venerado en cualquier ciudad.

“Este también es increíble~…”

Weyland observó mientras sus ojos se centraban en la pared. Había todo tipo de muestras de minerales adornadas en la pared,

probablemente producto de las minas cercanas. También había oro y plata cristalizados de aspecto asombroso, cada uno de ellos tan puro que podía procesarse sin mercurio ni cupelación. Estos maravillosos cristales serían probablemente la razón por la que los Antiguos confundían los metales con “plantas”.

Dado que los Caballeros mostraron tal autocontrol para no robar el lugar, Kusla se quedó un poco sorprendido.

Tal vez pensaron que no era necesario, ya que todo pertenecía a los Caballeros.

“Increíble.”

A continuación, Fenesis se quedó mirando las paredes enfrentadas, adornadas con minerales.

Había innumerables baldosas de madera con palabras en ellas, y algunas pinturas.

Es probable que todos estos nombres y pinturas representen a los maestros del gremio. Si se observa su vestimenta, los maestros de estas pinturas contribuían a este gremio, participaban en el funcionamiento de la ciudad y eran prósperos.

Todos mostraban una confianza que aburría en la arrogancia, sin excepción, y la rica historia se sumaba a ello. Tal era su apariencia que uno podría preguntarse si antes gobernaban esta ciudad.

Finalmente, incluso Kusla dijo: “Esto es increíble.”

Al oír eso, Weyland, Irine y Fenesis se volvieron para mirar. Realmente, fue increíble.

Kusla se limitó a quedarse en la entrada, mirando al trío.

El trío lanzó miradas escépticas a Kusla, preguntándose por qué le asombraba tanto.

Se limitó a encogerse de hombros, diciendo: “A partir de hoy, podemos usar este lugar tanto como queramos. ¿No es increíble?”

Aquí estaba un alquimista presumiendo de la garantía que había obtenido para esta ciudad.

Normalmente, Irine frunciría el ceño al escuchar esas pícaras palabras suyas, pero en ese momento, incluso sus labios se curvaron en una sonrisa.

“Disfrutemos de toda la fortuna que se ha acumulado aquí.”

Aquí se extraía una gran variedad de minerales, de gran calidad, y había una gran cantidad de artesanos con una habilidad asombrosa, lo que debía dar lugar a una gran cantidad de conocimientos y habilidades acumuladas a lo largo de la historia.

En el momento en que devoraron esto con avaricia, apareció un placer indecible derivado de un apetito diferente.

Vieron el festín delante de ellos, prestos a alimentarse.

Los labios de Kusla se curvaron mientras empujaba la puerta, entrando en el tesoro de conocimiento e historia.

Los mejores métodos de refinado de los minerales extraídos de estas tierras valdrían fortunas.

Estos conocimientos se cristalizaron tras innumerables experimentaciones, mejoras y trabajo duro. El gasto en combustible y minerales suponía un enorme gasto de capital, por no hablar de la mano de obra necesaria en el proceso. Además, estaba el factor más vital de todos, llamado suerte.

Por supuesto, las habilidades que algunos maestros de taller investigaban personalmente eran extremadamente valiosas. Gracias a esas habilidades, algunos eran capaces de fundir metales superiores a los de otros talleres, aunque las materias primas fueran las mismas.

Además de los artesanos, también había médicos y constructores que ocultaban sus propias habilidades.

El éxtasis de la revelación de los secretos era masivo, como el de desnudar a una chica tímida.

La resistencia sólo dejaría la euforia, y cuanta más resistencia hubiera, mayor sería la alegría.

“Sólo un simple código. Dígitos, palabras… y signos astrológicos.

¿Y tú?”

“Sólo códigos imitando mitos antiguos. Los libros del Sur no pueden llegar hasta aquí, así que supongo que esto es todo lo que puedo hacer. Y hay algunos errores en la escritura.”

Los maestros ocultaban las claves de sus habilidades más avanzadas, nada menos que a sus discípulos.

Mientras sus discípulos no se enteraran de las habilidades cruciales, podrían mantener sus posiciones como maestros.

El resultado fue un código secreto utilizado en Kazan. No había forma de que estos señores esperaran que enemigos externos los asaltaran, ya que contaba con fuertes murallas; por lo tanto, sus códigos no eran rival para los invasores del Sur.

“También está escrito en este libro, y esto también… ahh, esto también.”

Kusla siguió hojeando las páginas, e insertó papelitos en lugares obvios. Aunque las partes no contenían registros heréticos, la representación de marcas o códigos era única, y algunas mostraban claramente la lascivia. Si los inquisidores heréticos se dieran cuenta, podrían acabar sellados.

Fenesis, que los estaba copiando, se congeló al ver la pila de libros y pergaminos que se acumulaban.

Mientras todos trabajaban con vigor, Kusla se dio cuenta de repente de algo.

Irine estaba en un rincón de la biblioteca, hojeando los libros, inquieta.

“¿Qué?”

“Erm, ¿eh?”

Irine se sobresaltó y giró la cabeza. “Si necesitas orinar, sal.”

“¡No, idiota!”

Irine gritó con la cara enrojecida, y se dio cuenta de que su grito atrajo la atención de Fenesis y Weyland.

“¿Qué te pasa? Deja de vacilar.”

“Uuu…”

Con una mueca, Irine se quedó sin palabras durante un buen rato.

¿Y ahora qué? Justo cuando Kusla se sentía intrigado, Weyland señaló: “Ahh, ¿tal vez la pequeña Irine no sabe leer~?”

“¿Eh?”

Sin embargo, era la exlíder de un gremio, Kusla lanzó una mirada a Weyland y volvió a mirar a Irine, sólo para sorprenderse.

Irine bajó la cabeza, con la verdad completamente expuesta en su cara.

“¿No sabes leer en absoluto?”

Irine no levantó la cabeza ante las preguntas de Kusla, y se limitó a mirarle, murmurando,

“Puedo… leer algunas… palabras comunes…”

Esto era realmente diferente a la Irine habitual, y Kusla casi se echó a reír.

Sin embargo, había una razón por la que no se burlaba de Irine. “Deberías haberlo dicho.”

Suspiró, e Irine se encogió inmediatamente.

No tenía una opinión sobre el hecho de que Irine fuera analfabeta, y tampoco insinuaba que estuviera bien que lo fuera, que sólo se le exigieran habilidades por el hecho de ser herrera.

Los códigos escritos en los libros eran todos dígitos. Un lenguaje único en sí mismo, que originalmente se utilizaba para que los clérigos o sacerdotes ortodoxos discutieran sobre teología y fe con sus aliados de todo el mundo. Para los habitantes de los pueblos, es probable que sólo lo entendieran los amantes del conocimiento.

Naturalmente, Kusla y Weyland sabían leer y escribir. Es probable que Fenesis lo aprendiera mientras estudiaba en el monasterio, y seguramente no tenía problemas para leer y escribir.

Sin embargo, mirando a Irine, parecía que solo conocía las palabras comunes que usaba la gente corriente.

Probablemente Irine era consciente de ello, pues su rostro estaba rojo. En Gulbetty, siempre había dejado los objetos del gremio relucientes, y seguramente eso tenía una intención. Tal vez era el cumplimiento de sus deberes como líder, ya que era analfabeta.

Y además, esa podría ser también una razón por la que Irine fue duramente despreciada por los demás.

“Hay muchos pergaminos de imágenes en ese estante. Ve a comprobarlo.”

Como era de esperar en el edificio de un gremio que monopolizaba las fortunas de la ciudad, había decenas de libros en su interior. Kusla y los demás estaban leyendo en una biblioteca sellada que contenía información valiosa. Había algunas otras bibliotecas que no estaban acordonadas, y por allí había libros que a los maestros ricos les interesarían, o que coleccionaban para mostrar su autoridad.

“…”

Sin embargo, las instrucciones de Kusla sonaron insultantes para Irine.

Bajó la cabeza abatida, se sentía como si la estuviera menospreciando.

De nuevo, Kusla suspiró.

“No te descuides sólo porque son pergaminos de imágenes.” “… ¿Hm?”

“Hay muchos casos en los que algunos asuntos peligrosos no deben expresarse con palabras y, por tanto, se hace con pinturas. Eres una artesana; si ves algún utensilio extraño en ellos, lo sabes a primera vista. Filtra los que no conozcas, los que no hayas visto antes, o cualquier cosa extraña que te parezca bien. No sabemos qué se esconde ahí dentro.” Sin detenerse, Kusla continuó: “¿Me entiendes?”

La propia Irine se quedó sorprendida por ello. “Entendido.”

Respondió sin más, y asintió con la cabeza mientras parecía tratar de convencerse a sí misma, tropezando torpemente con la estantería de al lado.

Kusla resopló y se dispuso a volver a su trabajo.

Entonces levantó la cabeza, pues percibió dos miradas dirigidas a él.

“¿Qué?”

Weyland y Fenesis intercambiaron miradas.

“Nada… nunca esperé que dijeras palabras tan serias, Kusla~.

Pensé que te burlarías de Irine o que te enfadarías con ella, ¿no~?” “…”

Weyland dirigió el tema a Fenesis, que aceptó la pregunta algo perturbada, asintiendo tímidamente.

“Ahora mismo tenemos que maximizar el uso de las herramientas que tenemos. No es el momento de divertirse y jugar.”

Weyland se encogió de hombros en respuesta a las palabras de Kusla y se volvió hacia Fenesis.

Ella, que intentaba adivinar si los cuatro podrían estar juntos, tomó la mirada de Weyland y sonrió a Kusla eufóricamente.

“No creo en tus palabras.” “Huh.”

Como sea, Kusla resopló y se puso a trabajar de verdad.

Su objetivo era robar todas las habilidades y conocimientos de las estanterías, y haría lo que fuera necesario. Por eso vino a este lugar, los sentimientos de Irine no le importaban.

Tenía que dar lo máximo.

Aunque tuviera que desafiar su propia personalidad, aunque no fuera como él deseaba.

“Me dirijo a Magdala.” Murmuró Kusla, mientras tomaba otro libro con la mano.

En las comidas, cada uno comía con una mano. Cuando se cansaban, tomaban un libro o un pergamino y caminaban para descansar. Una vez que la cintura y las piernas se endurecían, se sentaban de nuevo a trabajar.

El sol se puso y el cielo se oscureció; a pesar de los fríos dolores del aire helado, no les importó. Llevaban mantas, pero Fenesis, en particular, utilizaba la luz de las velas para calentarse las yemas de los dedos mientras las cambiaba.

Había estado copiando durante todo un día. No había nada más laborioso que copiar en el monasterio. Las copias se escribían a lo largo de años enteros, y mirando las palabras, se podía deducir qué páginas se habían escrito durante qué estaciones. En pleno verano, la tinta se filtraba, y en pleno invierno, había rastros de sangre, pues las yemas de los dedos se agrietaban, y la letra se torcía.

En términos de terquedad y sinceridad, Fenesis no era diferente de un mártir.

Se empeñó en escribir incluso en mitad de la noche, pero no pudo controlar su voluntad y dejó escapar la pluma.

“Descansa un poco.” Dijo Kusla mientras intentaba sujetar el bolígrafo con su mano agarrotada.

“No… no estoy cansada.”

“Descansa.” Kusla ladró con tono de mando, y Fenesis se estremeció.

Él sabía que ella mentía cuando decía que no estaba cansada. El largo viaje le había pasado factura y debía copiar sin descanso.

“… Entendido.”

Pero a pesar de esto, Fenesis sólo se sometió después de mucha aprensión.

Su cuerpo estaba todo agarrotado y no podía levantarse bien, pero seguía siendo tan desafiante. Si hubieran estado en Gulbetty, Kusla seguramente la regañaría o aconsejaría, pero no esta vez, ya que era inesperadamente confiable.

Si fuera posible, Kusla deseaba que Fenesis fuera lo suficientemente decidida como para tomar pequeñas siestas como Weyland cada vez que se diera cuenta de que su eficiencia estaba bajando, sin que él tuviera que recordárselo, pero esto podría ser una tarea difícil para ella.

Cuando vio a Fenesis sentarse en una silla y balancearse como una marioneta de madera, suspiró sin querer.

“No te muevas.”