Magdala de Nemure (NL)

Volumen 2

Capitulo 5: Lo Que Realmente Deseas Definitivamente No Es Algo Como Esto…

Parte 3

Una vez que las puertas se abrieron, Irine quedó indefensa mientras limpiaba los platos, mirando de nuevo a Kusla y Fenesis.

Parecía no haber procesado quienes eran.

Pero en el momento en que reaccionó, no arremetió ni nada.

El brillo desapareció de sus ojos y siguió limpiando los cubiertos en silencio. Parecía que había decidido ignorarlos.

“¿No vas a decir ‘en verdad has estado libre durante 3 días seguidos’?” “¿En verdad has estado libre durante 3 días seguidos?”

Irine replicó sin mirar a Kusla, y llevó los cubiertos a la sala interior.

La cubertería era toda de porcelana, como era de esperar en un gremio rico. Kusla resopló, sacó una silla de una mesa que no estaba en uso y se sentó en ella. Esta mesa no se utilizó en absoluto.

Seguramente era así todos los días.

Sin embargo, cada mesa estaba pulida con mucho brillo, y estaban atendidas como si la sala estuviera llena de gente.

Cuando se ve de cerca, puede parecer una escena conmovedora de trabajo duro.

Sin embargo, para los que seguían siendo escépticos de que su matrimonio fuera por motivos de conspiración, ese duro trabajo era sólo un espectáculo.

“Parece que hay muchas mesas ordenadas.”

Cuando el oponente se mantenía distante, había que golpearlo justo donde le dolía. Irine volvió, y por un momento, detuvo sus manos; parecía que le dolía de verdad. “… Últimamente hay bastantes maestros comiendo con sus aprendices.”

“¿Hm?”

Kusla elevó deliberadamente el tono, e Irine volvió a detener sus manos.

Parecía aturdida mientras miraba a otra parte y, tras varios segundos, volvió a mirar a Kusla.

“Si quieres que te odie, golpéame, ¿por qué no lo haces? Si tienes suerte, puedes conseguir algo del perdón de Dios de esa hermana de allí, ¿eh? Aprende de los paganos y haz lo que quieras.”

Los ojos de Irine eran tan ardientes como el color de su cabello mientras arremetía contra Kusla.

Y Kusla aceptó los azotes de Irine de frente, cerrando lentamente los ojos.

Fenesis parecía realmente incómoda, pero parecía entender que no podía interrumpir. Kusla inhaló ligeramente y abrió los ojos.

“Este es un medio que sólo utilizaré en el último momento, pero tengo una promesa con el Sr. Sophites.”

“…”

“Ayer cené con él. Me invitó a comer codorniz.” Kusla se levantó, e Irine se mostró recelosa mientras se arrugaba.

Sin embargo, a Kusla no le importó su reacción, sino que se dirigió a una mesa de la que no se habían retirado los platos.

Todavía quedaban restos de salchichas en la mesa, y de la nada Kusla alargó la mano para tomar una, y se la comió.

“Una salchicha tan fina. Es lo que se espera del Gremio.” “… ¿De qué hablaste con el gran Maestro Sophites?”

Kusla permanecía tan tranquilo y aplomado, e Irine puso una fachada de furia para ocultar el malestar al decir esto, pues temía que Kusla hubiese sido violento con Sophites.

“Bueno, esto está ciertamente delicioso, pero cualquiera querrá comer la comida que ha hecho, y no las sobras de otros. Eso era lo que estábamos discutiendo.” Kusla se sentó en la mesa. “Has regañado a Ings y a los otros, ¿no?”

“¿Qué quieres…?”

Irine quiso soltar un gruñido instintivo, pero se detuvo a mitad de camino. Tragó saliva, reprimiendo sus emociones furiosas, y sacó la voz.

“¿Qué quieres decir con eso?”

“Es cruel de tu parte arremeter contra ellos por sus deseos de ir al Nuevo Mundo.” Irine jadeó, y su rostro se enrojeció debido a la ira.

“Alguien que no entiende nada de honor no tiene derecho a hablar de esto.”

“Tal vez. No soy un herrero. Pero creo que entiendo los sueños de una persona mejor que nadie.”

Al escuchar las palabras de Kusla, Irine desvió la mirada por un instante. Kusla volvió a cerrar los ojos

Y entonces, mientras sus ojos permanecían cerrados, dijo. “Deja de engañarte.”

Irine se detuvo.

Kusla abrió los ojos, y vio que Irine era un pájaro oteado por un perro de caza.

“Estoy de acuerdo en que Ings y los demás no saben nada del honor. Sin embargo, la razón por la que te sientes así definitivamente no es porque quieran dejar esta ciudad.”

La boca de Irine se abrió ligeramente, pero enseguida volvió a cerrarla. Seguramente quería preguntar el fundamento de esas palabras.

“Tengo una base para esto. Si crees que la esperanza de Ings y los demás de irse es perjudicial para el honor, no podrás proteger a Robert y Sophites y a los demás.”

“¡!”

“También fueron inmigrantes en esta ciudad, lo que significa que tuvieron que dejar sus pueblos, en resumen eso los convierte en traidores, ¿no? Por supuesto, tal vez la razón por la que se fueron es que había demasiados herreros, o que había algo que les resultaba desagradable. Pero, ¿cuál es la razón detrás de eso? ¿Acaso vivir una vida insulsa sin un propósito no es también una razón por la que es desagradable? ¿Por qué puedes reprenderlos por esa razón?”

Kusla decía esto, pero en realidad, la mayoría de la gente del pueblo diría que querer aventurarse en el turbulento nuevo mundo no era una razón para impacientarse, y que, en cambio, debían quedarse abroquelados en el Orden.

Lo sabía.

Sin embargo, los alquimistas eran un grupo de personas que abandonaban ese sentido común, y perseguían celosamente sus sueños, sin dejarlos de lado.

Los humanos suelen tener esas tendencias.

Y si no hubiera nada que proteger, sería más fácil seguir adelante. Las esposas de Robert y Sophites murieron antes que ellos.

“No, entonces, ¿de qué crees que se trata el honor del que ‘carecen’? Intenta hablar un rato con Ings y lo entenderás. Lo que les falta no es honor, sino moderación.”

“…”

La cara de Irine se congeló, y lentamente la hizo retroceder. Sin embargo, ella no refutó.

“Esa gente realmente no tiene reservas. Se nota en sus ojos que no están expuestos al mundo exterior; tienen visión de túnel, sólo son capaces de ver lo que tienen delante. Pensaron en las palabras de Wolson, y vinieron a interrogarte sin contenerse. Al fracasar, pasaron a solicitar un Alquimista. No niego que deban hacer todo lo posible para lograr sus objetivos, pero tiene que haber una prioridad en esto. Sólo haciendo las cosas por pasos podrán ir más allá, para poder anclarse en este mundo, y seguir adelante sin detenerse. Deberíamos respetar a esas personas por eso.” Dijo Kusla, e hizo una pausa. “Esa gente no tiene un objetivo, ni normas a las que atar sus acciones. Además…”

Kusla se puso de pie sobre la mesa y señaló con la barbilla. “Ahora mismo tu tampoco tienes nada de eso.”

“¿Ahora qué estás diciendo?”

Irine quiso retroceder, pero su cuerpo chocó con una mesa.

Kusla se encogió de hombros y suspiró. Sacudió la cabeza con desgana, probablemente de forma deliberada.

“Pero a diferencia de la joven allí sentada, todavía tienes un cerebro ligeramente funcional.” “¡¿…?!”

Irine se protegió con cautela, pero ni siquiera ella pudo ocultar la inquietud que sentía en su corazón mientras observaba a Fenesis, que era objeto de burla por parte de Kusla. En este momento, mirar hacia otro lado sería como admitir la derrota.

“Eres inteligente, conoces tus circunstancias y sabes a dónde ir. Sin embargo, sabes que te falta algo de decisión, y por eso sigues yendo a por lo segundo.”

Kusla dio un paso adelante, e Irine sólo pudo buscar encogerse. Sin embargo, parece que no pensó en dar la vuelta a la mesa.

Quizás inconscientemente se dio cuenta de que no tenía ningún lugar al que ir.

“Sophites dijo que nuestros sueños se pueden cumplir, pero los tuyos no. Por eso no me dijiste el método para crear el Acero de Damasco.”

“…”

“Y actualmente, el método para fundir el Acero de Damasco… no, ese viejo dijo que era una creación. Dijo que sólo hay dos personas que saben cómo crearlo. Uno de ellos es él, pero es incapaz de hacerlo. En otras palabras, la única persona a la que puedo pedírsela es a ti.”

“…”

Irine se quedó sin palabras.

Sin embargo, a Kusla no le importó y siguió adelante.

“Además, también dijo algo extraño. Si descubrimos el secreto del Acero de Damasco y somos elegidos como parte del primer grupo de emigrantes, debo llevarme a Irine, es decir, a ti, y dejar esta ciudad. Realmente es una propuesta extraña.”

Kusla siguió adelante, e Irine no pudo evitar que se acercara.

En este punto, la distancia entre ellos era sólo cuestión de la altura de dos personas.

“Pero ahora entiendo la razón por la que dijo eso. No se trata de obtener las respuestas siguiendo las pistas, sino de entender un poco y dejar que todo se aclare, como una cadena. En la mayoría de las situaciones, es porque alguien malinterpretó algo que hizo que las cosas se pusieran así. Por ejemplo…”

Finalmente Kusla dio un paso adelante, y la miró mientras parecía estar cubriéndola. Irine alargó la mano para empujar a Kusla.

Sin embargo, Kusla le agarró la mano y se la puso en el cuello a la fuerza, empujándola hacia abajo.

“Lo que realmente deseas.” La mesa se agitó e Irine pareció agarrarse el cuello. “Lo que realmente deseas definitivamente no es algo como esto…”

Dijo mientras empezaba a mirar a los ojos de Irine.

Irine seguía sufriendo sin apartar la vista de Kusla y mucho menos defenderse. Parecía atormentada por la enfermedad, una paciente que esperaba su liberación.

“Lo que deseas es realmente algo simple, pero no es algo que puedas resolver por tu cuenta. Lo que deseas es completar algo con otra persona.” Dijo Kusla, y lo soltó. “En otras palabras, algo que requiere el conocimiento y las fuerzas de otros.”

“…”

“Este es el secreto del Acero de Damasco, supongo.” Kusla se levantó y miró a Fenesis. Parecía que Fenesis quería decir algo, pero apretó los puños y se contuvo.

Kusla suspiró y, mientras Irine se relajaba tumbada en la mesa, boca arriba, le dijo.

“Juntaron las habilidades, las herramientas, los materiales, los herreros y todo lo demás en aras de idear una manera de ser elegidos como los migrantes, y crearon el metal legendario. Esto es algo que sólo puede ocurrir reuniendo a personas, que nunca trabajarían juntas, para lograrlo. Esta es la razón por la que te congelaste cuando te pregunté sobre cómo crear el Acero de Damasco, ¿no? El Acero de Damasco es algo que no se puede fundir.”

El legendario metal fue una creación de los herreros, incapaces de seguir viviendo como estaban, que se reunieron para encontrar una salida.

El hecho de que este lugar no se convirtiera en un campo de producción importante para el propio Acero de Damasco reivindicó la opinión de Kusla. El metal que Robert y los demás crearon probablemente sólo era similar al Acero de Damasco, y no el verdadero. Cualquier cosa de fábula, o perdida en la historia, tendría falsificaciones, y el Acero de Damasco no era una excepción. Kusla vio a estafadores errantes que vendían metales teñidos.

Sin embargo, Robert y los demás no tuvieron más remedio que hacerlo. En otras palabras, no tenían intención de crear una falsificación, su orgullo como herreros se los impedía, y crearon una intrincada réplica para engañar a los Caballeros, para no volver a trabajar en ella. Había una diferencia clave entre ellos y los estafadores, que tenían estándares claros, juzgando lo que debería ser más valioso para ellos.

Como casi nunca habían visto el Acero de Damasco, probablemente se enfrentaron a la enorme tentación de ganar mucho dinero creándolo una y otra vez.

Pero nunca lo hicieron, y básicamente, fue un plan que tuvieron cuando estaban al límite. Si lo hacían una vez, el Gremio que valoraba mucho el honor los perdonaría. Irine comprendía los sentimientos de Robert y de los otros mayores más que nadie, y como ella sentía lo mismo, probablemente no quería que nadie más utilizara esto para su beneficio personal. Por eso insistió en tomar la segunda opción.

Asumió el papel de líder del gremio e hizo que todos trabajaran juntos. Esto era un poco diferente de su deseo original, pero el hecho de que todos trabajaran duro juntos seguía siendo el mismo.

Ciertamente, la razón por la que Irine fue considerada una viuda conspiradora fue porque todos vieron que se mentía a sí misma. Al igual que lo que dijo Kusla a Fenesis, la gente podía oler vagamente si alguien no hacía nada por su propia voluntad. Esta no era precisamente una especialidad de los alquimistas. Irine sabía que nadie la visitaría, y sin embargo limpiaba el Gremio tan bien, que era deliberado. Se notaba que se engañaba a sí misma.

La insistencia puede matar.

Sin embargo, ¿por qué Irine seguía insistiendo tanto en completar algo con otra persona? Si uno dedujera la respuesta, descubriría que había una razón para esa insistencia. Kusla comprendía muy bien a esa persona.

“Eres huérfana, ¿verdad?”

Kusla le dijo a Irine, y entonces, escuchó a Fenesis soltar una voz sobresaltada. Irine no respondió.

“No sé en qué circunstancias te encontrabas en tu ciudad natal… pero me imagino que llegaste a esta ciudad sola, sin querer contar con tus compatriotas, y llegaste a casa de Robert sin ser invitada, y trabajaste duro allí. Tal vez Robert se volvió a casar después de tantos años por lujuria, como dice la gente, pero también quiso confiarte el Gremio. Los nacidos en este pueblo, esos herreros que son como ovejas criadas, nunca podrán proteger lo que él creó.”

Sophites reprendió a Robert por hacer una petición tan trivial, ya que encadenaría a ciertas personas.

“Parece que también te dijo que tuvieras cuidado con los alquimistas.” “…”

Irine se cubrió la cara con ambas manos y se oyeron sollozos. Con una mirada de dolor en su rostro, Fenesis se acercó.

Pero Kusla dio una patada a Irine, quizás intentando alertarla. “Ahora bien…”

“…”

Irine miraba tímidamente a Kusla, y se podía ver el rostro manchado de lágrimas a través de los huecos entre sus dedos.

Kusla curvó los labios en una sonrisa de satisfacción, diciendo. “Entonces, ¿vas a crear ese Acero de Damasco?”

“…”

“Sin importar que queremos ir a la tierra de Magdala.”

Había que preguntarse cuánto tiempo permanecieron en silencio Kusla e Irine.

Sin embargo, Irine movió los brazos, cubriendo sus ojos, y cuando estos volvieron a ser visibles, pudo ver que algo ardía y se inflamaba en su interior.

“Tengo… una pregunta…” Preguntó Irine mientras miraba hacia arriba, hipando de vez en cuando, probablemente una costumbre suya cada vez que lloraba. “El abuelo… ¿qué dijo, sobre mí?”

Kusla resopló, retrocedió y se dio la vuelta. “Chica tonta.”

Dejando atrás estas palabras, apuntó con la barbilla a Fenesis.

Fenesis parecía preocupada por Irine, pero parecía que se había dado cuenta de algo mientras se tambaleaba obedientemente hacia las puertas del Gremio, donde estaba Kusla.

Después de haber dicho todo lo que tenía que decir, Kusla ya había iniciado un fuego, y suficiente carbón y madera.

Sólo faltaba que el fuego se avivara, que el metal rezumara.

Pero cuando Kusla puso su mano en la puerta, Fenesis puso la suya en el fuelle.

“Erm.”

Su voz era tan suave que no correspondía a esta ocasión. Pero parecía que Irine la había oído.

“¿Qué es?”

“…” Fenesis dudó, pero después de eso, finalmente se armó de valor, diciendo. “Todavía hay felicidad en este mundo…”

Aunque los materiales fueran los mismos, los métodos difieren, y lo que se puede obtener será diferente.

Aunque Irine no conocía a Fenesis, pudo intuir algo en las palabras de ésta. “Está escrito en la Biblia…”

“¿…?”

Irine observó a Fenesis. “Pedid y se os dará.”

Había que preguntarse si Irine sonreía después de escuchar esas palabras.

Pero Fenesis se giró para mirar a Kusla, y como una niña pequeña que finge ser adulta, esa expresión solemne suya parece dar a entender que su consejo también puede ayudar.

Kusla inclinó la cabeza y abrió la puerta.

El aire gélido y el ambiente bullicioso de la ciudad le impactaron de inmediato, pero Kusla entrecerró los ojos no sólo por eso.

Había dos personas de pie en la esquina opuesta de la calle.

Allí estaban Weyland, calentándose con una llama parpadeante, y Sophites, sosteniendo un bastón mientras observaba a Kusla.

“Parece que tu plan de golpear primero falló.” Dijo Kusla después de cruzar la calle, y Weyland hizo una mueca.

“Esto es una ayuda~.”

Es probable que Weyland se diera cuenta del falso Acero de Damasco cuando vio a Fenesis fundir el hierro.

Pero Weyland no conocía a Irine, por lo que sin duda intuía que era más fácil hablar con Sophites que con Irine. En otras palabras, sabía que si Kusla llegaba a la misma conclusión, seguramente se dirigiría a Irine.

Así pues, visitó a Sophites, calculó el momento en que Kusla y Fenesis podrían convencer a Irine, y llevó a Sophites.

Pensaban por su cuenta, pero sus acciones eran inesperadamente similares. Incluso durante su aprendizaje, este era el caso.

Y algunas cosas simplemente se olvidaron hace tiempo. “Bueno, ¿y qué pasa con Irine?”

Sophites dijo algunas palabras anticuadas. “No es una chica tonta.” Dijo Kusla

“… Estos muchachos de hoy en día.”

Sophites se rió, golpeó la pierna de Kusla con su bastón y cruzó la calle antes de entrar en el Gremio.

Una vez que viera a Irine, podría determinar el grado de violencia con que la trataban. Sin embargo, no había que preocuparse; la violencia de un herrero en el taller podía ir mucho más allá.

“Ahora bien, vuelvo al taller a dormir~.” Dijo Weyland con un enorme bostezo, y luego preguntó: “¿Qué piensan hacer ustedes dos~?”

Su inclusión de Fenesis fue su manera de indicar que no molestaría más a Fenesis. Kusla miró a Fenesis a su lado, contestando.

“Todas las cosas llegan a los que esperan.”

Weyland se encogió de hombros y esbozó una sonrisa irónica.