Seirei Gensouki: Konna Sekai de Deaeta Kimi ni

Volumen 22

Capítulo 2: Reunión

Parte 1

Una vez que Rio soltó su control, el Yamata no Orochi fue incapaz de mantener su forma y volvió a desplomarse en el agua. Los numerosos evacuados que se encontraban en la cubierta de la aeronave de la Restauración se quedaron en silencio. Todos los que observaban el lago se quedaron sin palabras.

“¡Roanna! ¡¿Está Roanna aquí?!” gritó Christina, alzando la voz para llamar a la hija de la familia ducal Fontaine. Miró alrededor de la cubierta, pero no la vio por ninguna parte.

“El señor Hiroaki fue llevado a la cabina durante la salida. La llamaré”. Una joven noble corrió por la puerta que daba al interior del camarote.

Poco después, Roanna salió corriendo a cubierta. “¡Princesa Christina!”

“¿Cómo le va al señor Hiroaki?” preguntó Christina, yendo directamente al grano. Quería saber si había sido él quien controlaba a Yamata no Orochi.

“Todavía no se ha despertado…”

No había pruebas concluyentes que obtener de aquello. Christina pensó un momento antes de responder. “Ya veo… Infórmame inmediatamente cuando lo haga. Ya puede regresar”.

“Entendido.” Con una sola reverencia, Roanna regresó a la cabina.

Mientras tanto, Sara, Orphia y Alma estaban reunidas en un rincón de la cubierta. Las tres miraban fijamente las nubes sobre el lago.

“Parece que se ha ido…” murmuró Orphia.

“Era un increíble lanzador de artes espirituales… Más fuerte que cualquiera en la aldea”.

“¿Quién era?”

Sara y Alma reflexionaron con ella sobre la situación. Un lago era el entorno ideal para un lanzador de arte de espíritus acuáticos, pero el movimiento que se había utilizado era a una escala mucho mayor de lo normal. Nadie en la aldea de los espíritus podía causar un fenómeno de tal magnitud por sí solo. Por lo tanto, los tres estaban muy interesados en la persona que había lanzado el Yamata no Orochi.

“…”

Celia y su padre, Roland Claire, contemplaban el lago en silencio a su lado.

Sin embargo, sus rostros mostraban expresiones bastante opuestas. Roland seguía sorprendido por la aparición del Yamata no Orochi, mientras que Celia observaba el cielo donde había estado Rio con preocupación.

¿Adónde fuiste, Río?

Estaba aterrorizada. Hacía unos momentos había olvidado la existencia de Río. Era como si una parte de ella hubiera sido pintada sobre un lienzo en blanco, borrando todos sus recuerdos sobre Rio. Y ni siquiera se lo había cuestionado.

Habían sido sentimientos tan preciados para ella. Él era tan especial para ella, y habían compartido tantos recuerdos juntos, pero…

Es imposible que me haya olvidado de él…

¿Y si corría el riesgo de volver a olvidarle? En el momento en que ese pensamiento cruzó por la mente de Celia, una indescriptible sensación de inquietud surgió en su interior.

“¡H-Hey, todos!” Incapaz de soportar la sensación por más tiempo, Celia llamó al grupo de Sara.

“¿Sí, Celia?”

“¿Recuerdas… ¿Te acuerdas de Río…?”

“¿Río…?” Sara y los demás parecían desconcertados.

“Hace poco, todos vivíamos juntos con él. Hacíamos comidas juntos, horneábamos bocadillos juntos, charlábamos juntos y entrenábamos por las mañanas juntos…” La voz de Celia se quebró por la tensión que sentía.

“Uhm…” Las chicas del pueblo espíritu intercambiaron miradas confusas. “¿De verdad le has olvidado? ¿Por qué…?”

Era casi como si Río nunca hubiera existido.

¿Cuándo empezó a ocurrir esto?

¿Cuánto tiempo llevaban olvidando cosas? Había estado demasiado preocupada por la evacuación como para pensar antes en sus recuerdos perdidos, así que pensó en ellos ahora.

Santa Erica intentó ocupar la capital del territorio del Duque Gregory…

Así es: Río había ido al territorio del Duque Gregory, en el Reino de Galarc, para reconquistar la ciudad. Celia y los demás le habían acompañado, pero la Santa era un duro oponente. Poseía una fuerza inhumana y podía controlar a un monstruo llamado la bestia de la tierra. Todos habían luchado impotentes contra ella.

Lo último que recordaba era a Santa Erica invocando a un monstruo mucho mayor que la bestia de la tierra. Entonces…

Aishia… ¡Aishia! ¡Así es, Aishia fue y.…!

Los recuerdos olvidados volvieron de golpe. Al mismo tiempo, recordó la existencia de la otra chica que había olvidado. Su presencia le resultaba tan natural que tardó un momento en darse cuenta de que no la recordaba.

“¡Espera! ¿Qué pasa con Aishia? Ya sabes, ¡Aishia!” Celia miró a las tres chicas en cuestión.

“Aishia…” Sus rostros estaban en blanco.

“Es un espíritu humanoide que tiene un contrato con Río. También vivía con nosotros, ¡éramos amigas! Es una preciosa amiga nuestra”. Celia estaba tan desesperada en sus súplicas que a Sara le costó responder.

“No la conozco… Y de ninguna manera olvidaría a un espíritu así si existiera”, respondió vacilante.

“Cierto.” “Si…”

Orphia y Alma también asintieron con expresiones de desconcierto.

“¿Recuerdas la pelea en el territorio del Duque Gregory en el Reino Galarc?”

“Recuerdo que hubo una pelea, sí…”

“La pelea terminó antes de que todos nos diéramos cuenta, lo cual fue extraño. ¿Lo recuerdas?”

“Sí…”

Sara y las chicas rememoraron sus recuerdos de aquel momento. Efectivamente, la pelea había terminado antes de que supieran lo que había pasado. Lo sabían a ciencia cierta. Pero había una niebla en sus recuerdos antes y después de ese momento. Sus mentes se quedaron en blanco ante el misterioso incidente.

“Esa fue una pelea con la Santa Erica. Ella era una heroína además de una Santa, y también apareció este enorme monstruo. No éramos rival para ninguno de ellos…” Celia les informó. Ella podía recordar los acontecimientos antes de que su memoria se cortara claramente ahora.

“En el último momento antes de que terminaran tus recuerdos, Santa Erica invocó a un monstruo aún mayor que la bestia de la tierra. Desgarró la tierra, volteando el cielo y la tierra”.

La tierra se había levantado y se dirigía hacia ellos como un tsunami. Había superado el nivel de un desastre natural, y todos se habían desesperado. Pero no se rindieron: Río y Aishia habían ido a detener a la Santa Erica.

“Río y Aishia fueron a detener ese desastre por su cuenta. Los dos se dirigieron al tsunami de tierra…”

La primera en salir volando fue Aishia. Le había dicho algo a Rio y se había marchado sola hacia el tsunami. Rio había resultado herido, pero se había apresurado tras ella presa del pánico.

“Al cabo de unos instantes, una luz brillante llenó nuestra visión. Una vez que la luz se desvaneció, el desastre había desaparecido por completo”.

Era difícil creer que hubiera habido un desastre. Río, Aishia y Santa Erica habían desaparecido de la memoria de todos, y ella no sabía por qué.

Sin embargo…

“Estoy segura de que Aishia hizo algo para salvarnos”, dijo Celia con seguridad. “Pero entonces nos olvidamos de Río y de Aishia. Estábamos allí de pie sin tener ni idea de lo que acababa de pasar. Aunque fue gracias a ellos que nos salvamos…”

Nadie se acordaba de ellos dos, ni de la Santa Erica, ni del monstruo que Erica había controlado.

“Yo también me había olvidado de Rio y Aishia, hasta que me acordé hace un momento… Pero si yo puedo recordar, ¡entonces ustedes también pueden…!”

Tal vez podían recordar a Rio y Aishia. Tal vez les quedaran recuerdos de ellos. Celia se aferraba a esas esperanzas mientras interrogaba a las chicas espirituales, pero…

“…” Sara y los demás se quedaron mirando al espacio con expresión aturdida. Habían estado escuchando a Celia con miradas confusas pero serias para empezar, pero estaba claro que ya no estaban escuchando.

“¿Hola…?” Celia parpadeó.

“Oh, umm…”

“Lo siento, de repente tuve un mareo”. “¿Qué estabas diciendo?”

Las chicas volvieron en sí.

“Hablaba de Río y Aishia. Los dos nos salvaron, y sin embargo los hemos olvidado”, dijo Celia, resumiendo todo lo que acababa de decir, pero—

“Río…”

“¿Y Aishia?” “¿Quiénes son?”

Las tres tuvieron reacciones evidentemente antinaturales.

“¿H-Huh? De ninguna manera… ¿No escuchaste ni una palabra de lo que dije?”

Era como si la conversación de hace un momento no hubiera tenido lugar. Celia les interrogó con extrema confusión.

“¿Qué estabas diciendo…?” “Err…”

Sara y los demás intentaron recordar su conversación con desgana. “…”

Después, volvieron a mirar al espacio. “¿Qué está pasando…?”

¿Qué está pasando aquí? Celia estaba aún más desconcertada. Era extraño. Sin duda, algo iba mal. Las cosas rozaban lo espeluznante.

Celia empezó a sentir miedo. Pero justo entonces, alguien le tocó el hombro por detrás.

Se dio la vuelta.

“¿Eh…? ¡Ri—!” Allí de pie estaba Río, con una máscara rota. Celia intentó llamarlo por reflejo.

“Shh…” Río la silenció con un dedo en los labios. “Mmgh…” Celia cerró la boca con un sonrojo.

Río miró a las aturdidas chicas espirituales y se inclinó para susurrar al oído de Celia. “Te explicaré la razón por la que Sara y las demás están así. Hablemos en un lugar tranquilo. Ven conmigo”. Luego la cogió de la mano y echó a andar sin esperar su respuesta.

“O-Okay…” Celia se dejó llevar. “¿Eh…? ¿Celia?”

Varios segundos después, para cuando las chicas del pueblo de los espíritus volvieron en sí, Río y Celia habían desaparecido.