Eris No Seihai (NL)

Volumen 1

Capitulo 6: El Canto De Los Pájaros Al Amanecer

Parte 2

 

 

“Lo llamaron Ulises, creo. Parecen bastante molestos por ello. No sé quién es, pero parece que es un pesado.”

Se encogió de hombros como si hubiera perdido el interés.

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“¿Averiguó algo?”

Randolph debió adivinar por la expresión de Connie que Scarlett había vuelto.

“Parece que no encuentran a una de las personas que vinieron con ellos, alguien llamado Ulises.” Relató Connie.

Las cejas de Randolph se dispararon. “¿Ulises?” “¿Lo conoces?”

“Los ojos cerúleos se volvieron distantes, con su dueño sumido en sus pensamientos. “Si ese astuto hombre está tan furioso por el mero hecho de que ese Ulises haya desaparecido, entonces sólo podría estar hablando de una persona.”


Randolph lanzó una mirada penetrante al lugar donde el grupo había estado hablando unos minutos antes.

“Ulises Faris, el séptimo príncipe de Faris.”

Según los libros de historia, tras la caída del Imperio Faris, todos los miembros de la familia imperial, excepto Cornelia Faris, fueron ejecutados.

Sin embargo, Faris siempre había sido una tierra obsesionada con las líneas de sangre. Por eso, el abanderado del golpe de Estado fue el joven hijo de un duque y una princesa imperial. Cuando el imperio se disolvió, este muchacho con la sangre de la antigua familia real en sus venas se convirtió en rey. Así nació la nueva familia real de Faris.

La línea de sangre noble había continuado ininterrumpidamente hasta el día de hoy.

“¿Príncipe… Ulises?”

“Sí. De nueve años, creo.” Dijo Randolph, frunciendo el ceño.

Connie no pudo evitar fruncir también las cejas.

Scarlett era la única a la que no parecía importarle mucho. Estaba encaramada en lo alto de la valla, que era más o menos tan alta como los hombros de Connie.

“¿Entonces todavía es un niño? Debe haber vagado y se ha perdido, supongo.”

El Castillo Real de Adelbide era bastante grande. Los terrenos tenían espacio para las dos villas y algo más. Un niño de nueve años tenía que estar deseando ir a jugar. La hipótesis de Scarlett parecía plausible.

“¿Pero cuándo desapareció…?” “Ayer.”

“… ¿Hmm?”

“Según el guardia que anoche le toco custodiar su habitación, al llegar a su turno ya se había ido.”

“… ¡¿Hmm?!” “¿Qué pasa?”

“¡Entonces no puede estar simplemente perdido! Definitivamente,

¡le ha pasado algo!”

Connie transmitió la información a Randolph con pánico. Su ceño se frunció.

“¿Ayer? Entonces, ¿por qué el enviado no ha dicho nada al respecto? Ni siquiera sabíamos que el Séptimo Príncipe estaba en este viaje. Era el Quinto Príncipe, Jerome, quien debía venir. He oído que cayó enfermo justo antes del viaje y tuvo que recuperarse, y eso fue lo que retrasó su llegada…”

Randolph entrecerró los ojos y miró por encima del hombro, todavía con el ceño fruncido.

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“Lo siento, Señorita Grail, pero debo…” “¿Volver a su oficina?”

Randolph la miró sorprendido.

“… ¿Me equivoco?” Preguntó ella, confundida por su reacción. “No, es que…”

“¡Entonces debes irte rápido!”

No tenían tiempo que perder. Se trataba de un niño de nueve años. No sabía qué le había pasado, pero estaba segura de que debía estar aterrorizado. Si podían encontrarlo y ayudarlo, quería hacerlo cuanto antes.

“… Sí. Tenga cuidado, Señorita Grail. De Cecilia.”

“Lo tendré.” Connie asintió. “Observaré atentamente para asegurarme de que no se me escapa nada, y trataré de que no me haga tropezar. Pero eso podría ser imposible, así que si me encuentro en problemas, tomaré prestado un poco de la fanfarronería de Abigail, y si eso sigue sin funcionar, usaré su nombre, Su Excelencia. Pero incluso con todo eso, puede que no sea rival para ella…”

A estas alturas, su convicción inicial se había convertido en un lamentable gemido. De repente, oyó que alguien se reía.

¿Eh?

Al levantar la cara, sólo vio a Randolph con su habitual rostro inexpresivo. Sin embargo, las líneas alrededor de sus ojos parecían un poco más suaves que de costumbre.

“Muy bien.” Dijo él.

Con eso, Randolph se dirigió a su despacho y Connie siguió caminando hacia el castillo, hablando furtivamente con Scarlett.

“Para resumir su conversación…” Dijo Scarlett, por supuesto todavía refiriéndose a Levine. “El chico estuvo definitivamente en el palacio hasta ayer. Ayer fue el día 9. Por cierto, no había ningún visitante oficial anotado para ese día en el registro de la puerta principal.”

“Espera, ¿cómo sabes eso?”

“¿Qué quieres decir? ¡Lo acabamos de ver! ¡Tú misma escribiste tu nombre ahí! Los registros de ayer aparecían en la misma página. Simplemente miré por encima de tu hombro.”

“Oh…”

Una vez más, recordó el poder sobrehumano de la memoria de Scarlett.

“¿Significa eso que alguien se coló en el palacio?” Preguntó.

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“¿Crees que podrías escabullirte de los ojos de esos guardias? Yo también lo noté el otro día: este lugar está mucho más vigilado que hace diez años. ¿Siempre hay tantos guardias alrededor, o es porque el enviado especial está aquí desde Faris? Pero aun así…”

Connie se encogió de hombros. No tenía ni idea, ya que casi nunca venía al castillo. Se había dado cuenta de que había muchos guardias, pero pensó que era normal.

“… Cambian tantas cosas en diez años.” Murmuró Scarlett, perdida en sus recuerdos. Cuando Connie la miró, lo disimuló con una sonrisa perfecta. “De todos modos, hay muchas maneras de hacerlo sin correr el riesgo de entrar a escondidas. Después de todo, no hay que entrar por la puerta principal.”

“Pero, ¿de qué otra forma se puede entrar?” Preguntó Connie.

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Scarlett le devolvió la sonrisa condescendiente.

“Esas montañas de comida, vestidos y demás no caen en el castillo desde el cielo, ¿verdad? Además, si alguien de dentro quiere convocar a una persona por razones privadas, sería molesto traerla por la puerta principal. Tiene que haber un pasillo para los comerciantes.”

“¿Un regalo?”

Connie hablaba con el hombre de la recepción de la puerta trasera del palacio, que era bastante menos suntuosa que la puerta delantera.

“Sí.” Respondió, con una mirada preocupada. “Fui invitada a tomar el té por la princesa heredera Cecilia, así que seleccioné el mejor regalo para ella. Como era bastante grande, ordené que lo enviaran a palacio por adelantado…”

“Lo siento, pero creo que ese tipo de artículo pasaría por la puerta principal.”

El hombre del mostrador llevaba gafas y parecía muy serio. Su respuesta fue exactamente la prevista por Scarlett, no por Connie. Por lo tanto, ella pudo seguir hablando sin inmutarse.

“Pero la señora de allí ya me dijo que no había recibido nada. Ella… um, la Señorita Janet, creo que era… dijo que tal vez había sido enviado aquí por error.”

Eso era cierto. Connie había vuelto intencionadamente a la puerta principal para preguntar por el paquete imaginario. En el momento en que la mujer le dijo que no había llegado, se puso de rodillas y se lamentó como si el mundo se acabara. Incapaz de presenciar semejante miseria —o más bien queriendo deshacerse de Connie lo antes posible— la recepcionista había sugerido esta posibilidad.

“¿Janet ha dicho eso?” Preguntó el hombre de las gafas, levantando la vista con sorpresa ante la mención del nombre de su compañera de trabajo. “En ese caso, lo investigaré. No he oído nada, así que es poco probable, pero ¿cuándo se envió?”

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“El día nueve.”

El hombre sacó los registros de un cajón. Scarlett flotó sobre él y, con una sonrisa de satisfacción, apoyó la barbilla en la mano.

“El nueve… Déjame ver… Oh sí, aquí está. Como pensaba, no hay registro de un paquete de la casa Grail. Lo siento mucho, pero no puedo hacer nada más. Por favor, compruebe de nuevo con el distribuidor al que se lo compró.”

Connie llegó a la Villa Elbaite exactamente a tiempo. Una de sus damas de honor la condujo a las habitaciones de la Princesa Cecilia.

“Bueno, ¿has averiguado algo?” Le susurró a Scarlett en el largo pasillo.

“Había un carnicero, un sastre, un joyero… todo tipo de gente, pero el que destacaba era Vado, un comerciante de la República de Soldita.” Susurró al oído de Connie con un voluptuoso suspiro. “¿Qué tal si empezamos con él? Después de todo, es perfecto.”

Scarlett inclinó la cabeza con gracia mientras miraba a Scarlett.

“Hemos llegado.” Anunció suavemente la joven camarera. Desde el interior, Connie pudo oír una voz muy alegre que les invitaba a entrar.

La puerta se abrió.

“El hombre iba a la Villa Elbaite.” Dijo Scarlett. “Vino a ver a Cecilia.”

Sonrió de forma tan deslumbrante como una rosa en plena floración.

“¡Bienvenidos!” Exclamó la princesa heredera Cecilia, con una amplia sonrisa en el rostro. Cuando se dio cuenta de que Connie estaba sola, inclinó la cabeza con dulzura.

“Randy dijo que vendría contigo. ¿Cambió de opinión?” Preguntó. Cuando Connie le dijo que había surgido un imprevisto en el trabajo, su sonrisa desapareció. Sin embargo, rápidamente la sustituyó por una sonrisa más tranquila. “Trabaja mucho.” Añadió, haciendo un gesto elegante para que Connie entrara.

“¡Siéntate, siéntate! ¡Hace años que no tengo un invitado en esta habitación!”

Connie hizo lo que le dijeron, sentándose en la silla de invitados.

La habitación, aunque amueblada con artículos de la mejor calidad, era extremadamente extraña. Del techo colgaban varios faroles decorados con motivos geométricos coloridos y exóticos. En las paredes había extrañas máscaras de madera y un tapiz con un diseño millefleur. Connie no pudo evitar mirar todos los objetos desconocidos repartidos por el espacio.

“Inusual, ¿no?” Preguntó Cecilia con un tono vagamente orgulloso. “Los recogí de todo el continente. Por supuesto, no fui yo quien hizo el trabajo; fueron mis comerciantes.”


Sonrió. La palabra comerciantes puso a Connie en vilo. “… Deben ser muy buenos en su trabajo.” Dijo.

“Sabes, la gente de Soldita es tan alegre. Tienen una lengua tan rápida que no puedo evitar comprar cosas que no necesito.”

“¿Vienen a menudo?”

El silencio. Cecilia la miró y, con toda tranquilidad, levantó la boca.

“… Sí, lo hacen. Uno vino ayer mismo, de hecho. Llevaba un gran baúl de mimbre a la espalda lleno de alfombras de Rafina para enseñarme. Pero, ¿por qué lo preguntas?”

Su expresión inocente era tan plácida como un estanque en calma, lo que resultaba aterrador a su manera. Connie se vio incapaz de hablar. Después de un momento, Cecilia dijo con una voz aún más alegre que antes: “¡Cariño, el té se enfría!”

Dos teteras humeantes estaban sobre la mesa de cristal, cuyas cuatro esquinas estaban bellamente grabadas. Cecilia acercó una de las teteras hacia ella.

“Esta es sólo para mí.” Dijo con una sonrisa. “Estoy segura de que has oído que de pequeña era muy frágil. Tengo que agradecer a este té de hierbas especial que finalmente volviera a ser fuerte. Pido disculpas sí parece una grosería, pero es lo único que bebo. Es una especie de medicina, así que para ti he pedido té negro normal.”

“… ¿Té medicinal?”

“Sí. Es del Lejano Oriente. He hecho que Vado se tome muchas molestias para conseguirme un suministro regular. Oh, Vado es un comerciante con el que estoy muy unida.” Contestó, sirviéndose una taza de té con una mano experta.

“… Me disculpo, Su Alteza. Me equivoqué con usted.”

“¿Te equivocaste? ¿En qué sentido?” Preguntó Cecilia, parpadeando sus ojos rosados.

“Sí. Al ser tan famosa la historia de que te envenenaron, supuse que tenías mucho cuidado, incluso en tu vida cotidiana.”

Un olor peculiar salía de la taza de porcelana del líquido rojo brillante. No era en absoluto dulce, sino más bien un olor a verde, como el de las hojas recién brotadas.

“¿Estás hablando de Scarlett Castiel?” Preguntó Cecilia con una voz terriblemente plana. “Debes haber sido sólo una niña en ese momento, pero hablas como si estuvieras bastante familiarizada con el incidente.”

Sonrió, sin mostrar ningún signo de angustia. Sin embargo, sus pálidos ojos miraban fríamente a Connie.

“Oh, no, sólo he oído rumores de que la gran criminal Scarlett Castiel intentó envenenarte.”

“Entonces te diré lo que pasó. Ese día, Scarlett entró en mi casa. Sin ningún tipo de aviso. Verás, Enrique había cancelado sus planes de ver una obra de teatro con ella y en su lugar estaba a mi lado. Yo estaba en la cama con fiebre y él había venido a ver cómo estaba. Se enfadó y se sintió insultada.”

Connie miró a Scarlett, pero ésta miraba sin comprender a Cecilia.

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“No fue hasta esa noche que me di cuenta de que había envenenado una de las jarras de agua de mi finca. Por extraño que parezca, no fui yo sino mi pez mascota el que murió. La criada había cambiado el agua por casualidad, y eso fue lo que me salvó. El pendiente de Scarlett había caído junto a la jarra, y en su habitación se encontró una botella de veneno a medio usar. Ya sabes lo que pasó después. Fue ejecutada por su crimen.”

Relató esa parte de la historia con calma, pero ahora bajó los ojos con pesar.

“Pero mi propio crimen fue enamorarme de Enrique aun sabiendo que estaba comprometido. Estoy segura de que ahora estoy pagando por ese crimen. Es mi culpa que no hayamos sido bendecidos con un hijo. También es una calamidad para Enrique. Por mi bien, ha rechazado toda conversación para conseguir una amante. Dice que su hermano menor, Su Alteza Johan, puede hacerse cargo. Después de todo, tienen un pequeño príncipe además de una princesa. Eso es mucho mejor que hacer que el hijo de la hija de un vizconde sea el heredero del trono, ¿no estás de acuerdo?”

“Oh, no, en absoluto…”

“Pero así es como funciona el mundo, Connie. Verás, Enrique planea encontrar algún día alguna excusa para renunciar a su derecho a la sucesión. Hace tiempo que se siente así. Habla de que le concedan un pequeño dominio en algún lugar y vivir allí tranquilamente.”

Al notar la expresión de Connie, Cecilia se detuvo para sonreír irónicamente.

“Ha dicho todo esto en público. Por supuesto, algunas personas no están muy contentas con ello.”

“Sigue siendo buena para cambiar de tema, por lo que veo.” Intervino Scarlett en tono aburrido. “Siempre tan escurridiza. Realmente es de piel gruesa. Aunque parece que alguien debe tenerla en cuenta.”

Scarlett sonrió. Al no entender lo que quería decir, Connie le lanzó una mirada interrogativa.

“Ese té huele horrible. Supongo que contiene algún tipo de veneno para evitar el embarazo.”

¿Veneno?

“Estoy segura de ello. Huele igual que el té que las seductoras solían beber antes de jugar con fuego. Una taza aquí y allá es una cosa, pero beberlo todos los días debe causar estragos en su interior y hacerla propensa a los coágulos de sangre en la parte inferior del cuerpo. Ese té te deja el cuerpo frío como el hielo y te hincha, e incluso he oído hablar de mujeres cuyo corazón acabó dejando de latir porque su circulación se había debilitado demasiado.”

Conmocionada por este aterrador discurso, Connie observó cómo los labios de Cecilia se acercaban al borde de la copa blanca decorada con pétalos de flores azules.

“¡No!” Soltó, haciendo que la mano de Cecilia se detuviera de repente.

“… ¿Cuál es el problema?”

Connie se tapó la boca con la mano, pero por supuesto eso no fue suficiente para calmar las sospechas de Cecilia.

“¿Le pasa algo a mi té?”

“… Um…” Los ojos de Connie recorrieron la habitación, mientras Scarlett suspiraba. “Es que, bueno, ese té, creo que tiene muchas hierbas medicinales…”

“Sí, ¿y?”

“B-Bueno, tal vez, pensé que podría haber algo en ella que te hace sentir mal… Porque noté el otro día cuando me encontré con Su Alteza que tus manos estaban muy frías—”

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“Querida Connie.” Interrumpió Cecilia. “La verdad es que sé lo que hay en este té, y tengo mucha fe en él. Eres un libro abierto. No creo que te hayas dado cuenta por el aspecto del té. Si lo hubieras hecho, habrías actuado así desde el principio. Pero no has bebido nada, así que no puedes saber cómo sabe. Lo que deja… ¿el olor?”

Un golpe directo y fatal.

“¡Ummmmm, alguien me habló de ello una vez! ¡También del olor!

¡Tengo un a-amigo que sabe mucho de esas cosas…!”

“Qué amigos tan eruditos tienes. ¿Es una persona en la que confías?”

Connie se detuvo sólo un momento antes de volverse hacia Cecilia. “Sí.”

“¿Y dices que esto es malo?” Connie asintió mansamente.

“Si me estás mintiendo, pagarás el precio. Pero ahora que lo pienso, nunca me tomé la molestia de investigarlo, ya que era lo mismo que usaba antes.” Dijo con interés, mirando por encima del hombro.

“Han oído lo que ha dicho, ¿verdad?” Se dirigió en silencio a varias damas de compañía que habían estado sentadas a distancia. “Por favor, llamen enseguida a alguien que sepa de hierbas medicinales.”

El herbolario que llegó en ese momento dijo que tardaría varios días en determinar el contenido del té, y Connie abandonó la villa poco después.





“Idiota.” Scarlett suspiró irritada en cuanto se quedaron solas. “No deberías haber dicho nada. Ahora te ha echado el ojo.”

“Pero no podía dejar que alguien siguiera bebiendo veneno y no decir nada.”

“¿Y si estuviera diciendo tonterías?”

“Es cierto, eres una mentirosa.” Dijo Connie, frunciendo el ceño. “Pero suelo saber si mientes o no.”

“… Desde luego, últimamente te estás volviendo descarada.” Scarlett ensanchó los ojos antes de hinchar las mejillas. “¡Creo que esa mujer intrigante podría ser una de las que tengo que vengarme! ¡Y aquí vas tú echando una mano a mi enemigo!”

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