Ryuu to Sairei (NL)

Volumen 3

Prologo: Copos Blancos

 

 

Ryuu to Sairei Volumen 3 Prologo Novela Ligera

 


 

En un pueblo cercano a la frontera este del reino, una chica esperaba. El pueblo se llamaba Estosha, y la niña se llamaba Riess. Ix estaba familiarizado con el pueblo, pero esta era la primera vez que la conocía. Pero, de alguna manera, ella sabía su nombre.

Envuelto en el aire gélido, todo en el área perdía su color, como si fuera el telón de fondo de un sueño. El invierno siempre era así. La gente se encerraba en sus casas y el letargo caía sobre la ciudad. Casi todo se detenía cuando los copos de nieve revoloteaban por el aire. Permanecería así hasta que la nieve se derritiese.

No había ningún pasajero en el carruaje además de Ix. El cochero de aspecto lúgubre le dijo que sería el último viaje del año mientras le entregaba su equipaje.

Cuando Ix descendió en la estación, que ya estaba cerrando para fin de año, vio a alguien sentada en una silla junto a la pared. Su espalda estaba perfectamente recta, y sus ojos estaban vidriosos y vacíos. Su cabello suave y de color claro se destacaba en contraposición a su ropa de azul marino. Cuando se acercó, ella se giró hacia él. Esta era Riess.

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“Bienvenido a la Ciudad de Dios”, dijo ella, en un tono que apenas se adaptaba a una niña de menos de diez años.

“¿La Ciudad de Dios?”, preguntó de vuelta Ix, con la cabeza inclinada.

“Sí. Nuestra comunidad es la más cercana a Dios”.

“Lo siento, no sé mucho sobre el marayismo”.

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“Esta es la primera vez que la visitas, ¿Verdad?”, fijó sus ojos desenfocados en él. “Venir aquí es el sueño de todo artesano de varitas”.

“No soy un artesano, solo un aprendiz”. “Pero viniste aquí para hacer varitas”. “Eso es cierto, pero…”

“Entonces debes conocer la leyenda de Rednoff. ¿Trajiste tu Declaración de Equivalencia?”. Riess inclinó la cabeza ligeramente antes de juntar las manos frente a su pecho. “No importa. Lo siento. Sólo quería hablar contigo un poco. Te mostraré el camino. ¿Te importaría charlar mientras caminamos?”.

“Había un mapa incluido con la carta. Puedo ir solo”.

“Pero te perderás por tu cuenta. Este pueblo es muy complicado. La otra persona llegó aquí hace mucho tiempo, así que me sentiría mal si le hiciera esperar en el frío”.

“¿No tienes frío, Riess?”.

Aunque la niña llevaba algunas capas, no tenía puesto un abrigo. Ix se preguntó si los vientos gélidos que soplaban aquí de vez en cuando serían demasiado para ella.

“Sí. Yo tampoco me siento muy bien”, dijo, entrecerrando los ojos como si hubiera una luz brillante, a pesar de que el cielo todavía estaba cubierto por una capa de nubes grises. “¿Puedo meterme en tu abrigo?”.

La chica no esperó una respuesta antes de moverse hacia él, se envolvió con las solapas inferiores de su abrigo y desapareció debajo de ellas.

Pensando que sería una molestia resistirse ahora, Ix no protestó cuando le dijo que se moviera, aunque fue complicado ajustar su paso al de ella.

Las calles de Estosha eran tan complejas como había afirmado Riess. Los caminos se retorcían y curvaban, por lo que no se podía saber adónde conducían. Ix habría terminado caminando en círculos si hubiera ido solo.

“Es así porque estamos cerca de la frontera”, le dijo Riess. “Construyeron la ciudad de esta manera a propósito, para confundir a los invasores si entrasen”.

“¿Cuál es el punto de hacerla tan desconcertante? Deberían fortalecer las defensas exteriores en su lugar”, respondió Ix.

“No podían mejorar las murallas o el muro de varitas más de lo que ya estaban, así que se centraron en el interior. Además, la gente se acostumbra a que las cosas estén un poco desordenadas. Nadie de los que viven aquí se pierde”.

“¿Alguna vez han sido invadidos?”.

“Afortunadamente, nadie ha logrado entrar”. Ix podía sentirla sacudiendo la cabeza debajo de su abrigo. “Pero lo que está en la superficie no importa. El corazón de la defensa está abajo”.

“¿Debajo?”. Ella debe haber querido decir bajo tierra.

“Dudo que alguien lo recuerde, pero así es como era originalmente”.

Ix no pudo evitar mirar el pavimento, pero estaba sólidamente construido y no parecía estar en peligro de derrumbarse pronto.

Riess le había dicho que quería hablar, pero parecía que estaba más interesada en contarle chismes que en preguntarle algo. Las pocas personas que se cruzaron con ellos en la calle le dieron a Ix miradas sospechosas mientras se dirigía a la persona en su abrigo.

“Pensándolo bien”, comenzó Ix, de repente se dio cuenta de algo y tomó su turno para hablar, “mencionaste a otra persona antes. ¿Eso significa que solo llamaron a dos personas?”.

“No, hay tres en total, incluyéndote a ti. Dije ‘la otra persona’ porque es el otro aprendiz”, respondió ella, de manera uniforme. “También debería tener una Declaración de Equivalencia”.

De acuerdo con la Ley del Reino, solo a aquellos que alcanzaban el título de artesano se les permitía hacer varitas. Sin embargo, no era realista que este número limitado de personas produjera todas y cada una de las varitas, razón por la cual las tiendas delegaban parte del trabajo a los aprendices. Esto estaba permitido porque una varita creada bajo la supervisión de un artesano se consideraba lo mismo que haber sido fabricada por el propio artesano.

Sin embargo, hubo algunos casos raros en los que los aprendices llevaban algo llamado Declaración de Equivalencia para hacer varitas fuera de la tienda de su instructor. Era una carta que decía que el artesano y el aprendiz eran lo mismo. Dicho esto, estas declaraciones eran pocas y esporádicas, porque hacían responsable al artesano de quienquiera que las entregase. En la práctica, se utilizaban solo en las circunstancias más raras, como emergencias graves o como un medio para evaluar a los aprendices que buscaban independizarse.

“¿Habrá un artesano y dos aprendices? Espero que vaya bien…”, murmuró Ix.


“Tu maestra debe haber estado ocupada”, dijo Riess.

“No, ella es la peor ermitaña que jamás hayas visto. Y no es mi maestra; solo estudió con el mismo maestro que yo. Tampoco tengo planes de volverme independiente”.

“¿Entonces ella realmente confía en ti?”.

“No…”, respondió Ix. Volvió a pensar en Morna mientras construía la declaración. “Me imagino que simplemente no pensó mucho en eso. O ella no quería salir. Podrían ser ambos”.

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La persona que había llegado aquí antes que él probablemente estaba cerca de independizarse. Ix, por otro lado, no tendría adónde ir si partiera solo, y no tenía los fondos para abrir una tienda. Carecía en todos los frentes. Y sin una tienda propia, no se le permitiría trabajar de forma independiente.

Llegó el tañido repentino de las campanas.

El agudo sonido resonó varias veces, haciendo eco en toda la ciudad. Fue tan fuerte que, por un momento, fue todo lo que Ix pudo escuchar. Curiosamente, a pesar de ello, no le lastimó los oídos. Mirando en la dirección del ruido, vio un campanario que se asomaba entre las casas.

“Esa es la Capilla de Estosha”, dijo Riess. “Y esa fue la campana del mediodía. Estás de paso ahora, pero deberías echar un vistazo al interior cuando tengas tiempo. Compite por el puesto de primer o segundo edificio histórico del reino”.

“¿Primero o segundo?”.

“¿Algo sobre eso te interesa?”.

“Escuché decir lo mismo sobre la catedral de la capital”.

“Exactamente. Está compitiendo con la catedral de la capital”.

Tal vez era solo porque la ciudad era muy antigua, pero parecía que Riess tenía una nueva historia o hecho histórico para recitar cada vez que doblaban una esquina. Sus historias iban desde lo que sonaba como parte de la historia real hasta rumores completamente infundados.

“Pero…”, dijo Ix, inclinando la cabeza. Estaban pasando por una plaza donde un caballero supuestamente había terminado su ola de asesinatos de cien personas al matar a su amante. “Me estás diciendo demasiadas cosas para que este viaje sea accidental”.

“Quizás”.

“¿Me trajiste intencionalmente por este camino?”.

“Fue solo un pequeño desvío”, dijo ella, despreocupada. “Lo siento. Solo quería caminar un poco contigo, aunque sabía que te causaría problemas”.

“¿Y qué hay de la otra persona que llegó antes?”.

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“Me disculparé. Pero sospecho que será indulgente. Soy una niña, después de todo”.

“No, si lo pones así, no lo hará”.

“¿Lo crees? Si eso sucede, puedes cubrirme”, dijo Riess a la ligera. Ix no podía decir si estaba bromeando o no. “Está bien, ahora te diré lo que he estado guardando para el final”.

“¿Todavía tienes más?”, preguntó Ix, ligeramente exasperado.

“Estoy en la edad en la que quiero hablar de las cosas que recuerdo.

No te llevaré a más desvíos una vez que termine”.

“Supongo que está bien, entonces”, dijo Ix encogiéndose de hombros.

“¿Por qué crees que la gente adora el cielo?”.

“¿El cielo? … Oh, ¿Estás hablando de la Adoración del Cielo?” Ix recordó la fiesta marayista. “Ese es donde todos se reúnen al final del año y miran al cielo, ¿Verdad…? También se celebra en esta época del año, ahora que lo mencionas”.

“Es curioso”, comentó Riess como si estuviera hablando consigo misma. “Lo único que hay en el cielo, además de la luna, son las estrellas encima de ella. No es que Dios viva allá arriba”.

“¿Eso es todo lo que querías decirme? ¿Qué, crees que el evento es extraño?”.

“No, creo que es un ritual muy hermoso”.

“… Entonces, ¿Qué es lo que guardaste para el final entonces?”.

“Eres alguien impaciente, ¿Eh?”.

“Estoy en la edad en la que no puedo soportar nada”.

Riess asintió resignada.

“Durante la Adoración del Cielo, todos en Estosha les piden deseos a las estrellas. Ya que este pueblo es el más cercano a Dios…”, señaló con un dedo delgado hacia el cielo. “… Nuestras voces se elevan desde la Capilla de Estosha hasta el cielo. Por eso hay tantas historias en esta ciudad. Todos hablan porque quieren que Dios los escuche. Cuentan todo tipo de cuentos tontos y sin sentido. Pero brillan como estrellas, por eso Dios se acerca para escuchar. La gente dice que estamos cerca de Dios, pero en realidad es todo lo contrario— es Dios quien se acerca a nosotros”.

“¿Es eso lo que estabas esperando para decirme?”.

“… ¿Vendrás a la Adoración del Cielo conmigo?”, preguntó Riess, mirando a Ix desde el interior de su abrigo. Parecía un poco insegura de sí misma para variar. Pero un momento después, volvió a su tono normal y dijo “Ah, me puse nerviosa. Estaba guardando la invitación para el final. Entonces, ¿Qué te parece?”.

Él no estaba tan seguro de qué pensar sobre esa última parte.

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“Estás bordeando la línea pidiéndome que vaya contigo, Riess”, respondió. “¿Cómo sabes quién soy? ¿Por qué me invitas al festival? No sé cómo responder a una invitación como esa”.

“No te preocupes, he terminado de hablar ahora”. Cerró los ojos por un momento. “¿Qué quieres pedirles a las estrellas? Piénsalo”.

Con eso, ella se quedó en silencio.


Tal como dijo Riess, el camino a seguir era completamente recto. De hecho, estaban fuera de los límites de la ciudad. Aparentemente, la ciudad solo tenía murallas en el lado que daba a la frontera con la nación vecina. Los otros lados tenían cercas solo para evitar que los animales se acercaran. El área probablemente tampoco tenía bestias mágicas viviendo en ella, razón por la cual Estosha había podido expandirse a lo largo de los años.

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En la base de una colina lejana había un pequeño bosque que rodeaba un edificio de piedra. Aunque las paredes blancas de la estructura eran llamativas, se veía extrañamente armoniosa contra el telón de fondo natural. Ix podría adivinar fácilmente que era el Monasterio de Lus. Allí era de donde había venido su solicitud más reciente y donde estaría trabajando durante el invierno.

Notó un sudor fino en sus palmas. Estaba nervioso.

Las palabras de Riess pasaban por su mente una y otra vez: la Ciudad de Dios.

Ella estaba en lo correcto; esta ciudad no era importante solo para los marayistas. Los nombres Estosha y Rednoff también tenían un significado especial para los fabricantes de varitas.

Rednoff fue el artesano legendario que desarrolló los fundamentos para fabricar varitas hechas por el hombre. Cuando el mundo finalmente reconoció el valor de sus creaciones, las habilidades de Rednoff habían alcanzado su punto máximo. Fue entonces cuando llegó a este pueblo, Estosha, y nunca más se supo de él. Aunque hubo una serie de historias sobre su destino, que iban desde que se suicidó hasta que se escapó en secreto y llevó una vida de soledad, no había ni una sola pista sobre su paradero. Había una tumba para él en la capital, pero el ataúd estaba vacío.

Sin embargo, había una leyenda transmitida entre los fabricantes de varitas, contada como si fuera cierta:

Rednoff había fabricado la varita definitiva en este pueblo.

Eso era lo que decían.

Nadie sabía quién había contado la historia por primera vez o si tenía alguna prueba. Obviamente era sólo un cuento popular. Pero la razón por la que esta historia se contó una y otra vez fue porque tenía una especie de irresistible magia propia.

La varita definitiva. No había un solo artesano que no soñara con ella, que no aspirara a forjarla.

Es por eso que trabajaban día tras día para mejorar en su oficio, por lo que constantemente pensaban: ¿Será una varita mágica el último catalizador mágico? ¿O un bastón? ¿Qué madera se necesitaría? ¿Qué material conformaría su núcleo? ¿Qué método de adopción usaría para crearla? ¿Qué tipo de persona podría hacer una varita como esa? ¿Podría esa persona ser… yo?

La gente tenía grandes esperanzas de que Munzil, el maestro de Ix, forjaría ese legendario catalizador. Pero al final, solo había hecho “varitas excelentes”, nunca “la varita definitiva”.

Había una cualidad seductora en una historia que decía que, si bien todos estos fabricantes de varitas podían ir y venir, Rednoff, su inspiración y génesis, en realidad ya había logrado lo imposible. También proporcionaba una posible explicación sobre su desaparición. No hace falta decir que un artesano que hizo la varita definitiva ya no tendría una razón para seguir viviendo.

En otras palabras, Rednoff era para los fabricantes de varitas lo que Dios era para la gente común, razón por la cual ellos también consideraban importante a Estosha. Incluso había algunas historias ridículas sobre que la última varita estaba escondida en algún lugar de la ciudad o que un país vecino la robó durante una guerra.

Ix obviamente no les daba valor a esos cuentos. Rednoff había logrado grandes cosas, pero su tiempo ya había pasado. En estos días, sus técnicas de artesanía eran bastante ineficientes. Había tomado años de mejoras en sus métodos para crear varitas modernas; no había forma de que Rednoff pudiera haber estado a un solo paso de producir el catalizador definitivo. Suponiendo que tal artículo existiera.

Aun así, Ix era un miembro de la comunidad de fabricantes de varitas, aunque apenas, por lo que estaba al tanto de Estosha e incluso se sentía atraído por el lugar. Escuchar la historia que rodeaba a la ciudad solo había amplificado esos sentimientos.

Justo cuando decidió agradecerle a Riess por mostrarle los alrededores, Ix se dio cuenta de que ella había desaparecido en algún momento. Parece que había estado demasiado perdido en sus pensamientos para notar cuando ella se había deslizado de debajo de su abrigo.

El monasterio parecía lejano cuando salió de la ciudad, pero la caminata en realidad no fue tan cansada. El tamaño del edificio, junto con el silencio anormal del lugar, tomó a Ix por sorpresa cuando se acercó. Había escuchado que mucha gente vivía aquí, pero lo único que podía distinguir ahora era el susurro del viento en los árboles. No había sonidos de vida. Excepto por un grito abrupto.

“¡Ah, estás aquí! ¡Finalmente!”.

Alguien estaba de pie junto a la entrada del monasterio, con una mano en la cadera y la otra señalando a Ix, quien se acercó para responder.

“¡En serio! ¡Ten un poco de consideración con la persona que hiciste esperar todo este tiempo!”. Los ojos rojos en forma de almendra de la persona se inclinaron aún más mientras continuaba parloteando. Tenía el cabello color azul cielo. “Estaba tan emocionado por la llegada de otro aprendiz, pero nunca apareciste. ¿¡No tenías muchas ganas de conocer a otro aprendiz!?”.

“Lo siento, ¿Tenías frío?”. Ix logró decir, a pesar de estar abrumado por la fuerza de la persona.

“¿Frío? ¿De qué demonios hablas? ¡Me hiciste esperar! ¿¡A quién le importa el clima!? Estaba pensando en que podríamos almorzar juntos, pero nunca viniste, así que tuve que comer en soledad, lo que hizo que me doliese el estómago. Y cuando aún no apareciste después de eso, me preocupé de que hubieras tenido un accidente. ¡La espera fue la peor parte!”.

“… Oh”.

“Tal vez deberías pensar en lo que has hecho. Eh, como sea. Soy Shuno 1. Un placer conocerte”. Extendió su mano derecha, todavía en su grueso guante.

“Sí. Yo soy-”.

“Ix”.

“¿Eh?”.

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En el breve momento en el que Ix se descolocó, Shuno se estiró y le frotó los hombros.

“¿Estás bien? ¿No tienes frío?”, preguntó, su expresión era seria mientras acercaba su rostro. “Esto es lo que sucede cuando te detienes a oler las rosas cada cinco pasos”.

Ix negó con la cabeza, sin entender en lo absoluto lo que decía. Fue entonces cuando vio la nieve- su tocaya 2- amontonada sobre sus hombros. Miró a su alrededor, preguntándose cuándo había empezado a caer. Los revoloteantes copos blancos que llenaron su visión parecían flores de shuno- las tocayas de la persona-, bailando en el viento.

  • El sexo de esta persona es indefinido, por tanto, en todo el desarrollo de la historia se optará por adecuar este hecho.
  • Respecto de una persona, otra que tiene su mismo nombre.

 

Ryuu to Sairei Volumen 3 Prologo Novela Ligera

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