Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

En un rincón de la capital imperial había un gran prado — la Corte del Caballo de Plata — que utilizaban principalmente los jóvenes nobles para practicar la equitación y, hoy, también Mia.

“¡Vamos, Silver Moon!”, gritó mientras agitaba las riendas del caballo, cuyo nombre definitivamente no era Luna de Plata. Sin embargo, éste obedeció y se puso a trotar. Mia sonrió con deleite, sintiendo el rebote cada vez más familiar del lomo del caballo.

“Siento que me estoy volviendo muy buena en esto. ¿No estás de acuerdo, Silver Moon?”

Su corcel resopló en respuesta. Por alguna razón, no pudo evitar sentir que el caballo acababa de insultarla, como si el bufido hubiera sido Caballo por Lo único que estás consiguiendo es más pesado, amigo. Ella frunció el ceño.

Sí, estaba manteniendo una conversación con un caballo, y se molestó ante su respuesta. Era, tal vez, un testimonio del poder de su imaginación.

Desde que regresó a Lunatear, Mia había mantenido un programa de equitación constante. Todos los días, practicaba durante dos horas completas. Además, seguía practicando la danza. Nunca en su vida había hecho ejercicio — demonios, hice algo — con tanta diligencia. Cuando la estación se convirtió en verano, pasó sus días disfrutando de una gran cantidad de actividad física.

“Debo admitir que realmente se siente bien poner el cuerpo en movimiento… ¿Oh? ¿Qué hace ella aquí?”

En la entrada del potrero estaba Anne, que debía estar esperándola en el vestuario. Lanzó una mirada curiosa a su doncella y dirigió a Silver Moon hacia ella.

“¿Anne? ¿Qué pasa?”

“Mi lady, han llegado emisarios de Sunkland y Remno.”

“Oh, claro. Esa gente. Supongo que uno de ellos es Keithwood”, dijo Mia mientras desmontaba su caballo.

Anne le entregó rápidamente una toalla suave. La cogió y se limpió el sudor de la cara antes de soltar un suspiro de esfuerzo.

“Sobre eso…”, dijo Anne, titubeando al darse la vuelta.

Se acercaban a ellas tres figuras con capas de viaje encapuchadas.

Huh, pensó Mia. Son más bajos de lo que esperaba.

Su entusiasmo disminuyó un poco.

Esperaba que uno de ellos fuera más bajo, teniendo en cuenta que es Keithwood, pero me sorprende que los otros dos sean de la misma altura. Parece que Remno no envió a ese tipo de la Legión Diamante después de todo. Una pena…

Su actitud tranquila y analítica duró diez segundos — hasta que las figuras se quitaron las capuchas. Bueno, las otras dos figuras. El primero en hacerlo se reveló como Keithwood, algo que ella esperaba.

“Es un placer verla de nuevo, princesa Mia.”

“El placer es mutuo, Keithwood. Muchas gracias por su cooperación en este asunto. Me encomendaré a sus cuidados”, dijo ella antes de volverse hacia las dos figuras que estaban detrás de él. “Y a estos caballeros, supongo, aún no los conozco.”

Los saludó con una impecable sonrisa de cortesía, sólo para que se congelara en su rostro cuando escuchó sus voces.

“Oh, creo que podemos saltarnos las presentaciones, princesa Mia. Veo que eres una jinete muy diligente. Impresionante. No todo el mundo puede mantener un horario de prácticas durante las vacaciones de verano.”

Era una voz que reconoció.

“Espera. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué?” Hizo una serie de ruidos de desconcierto mientras las dos figuras se quitaban las capuchas. “¿Abel? ¿Y Sion? ¿Qué están haciendo aquí?”

Los dos príncipes intercambiaron sonrisas traviesas.

“Estaba un poco preocupado por ti”, explicó Abel, “así que le pedí consejo a Sion.”

“¿Eh? Yo no — Entonces… ¿Eh?”

“En pocas palabras, decidimos que ambos te acompañaríamos como guardianes. Es una genialidad, realmente. Nunca imaginé que pudieras escabullirte de un país así.”

“Pero… Esto está, bueno… ¿bien?”

Ella miró de un príncipe a otro, su expresión nublada por la preocupación.

“Depende de tu definición de ‘bien’, supongo”, dijo Sion encogiéndose de hombros. “No es exactamente lo mejor, pero deberíamos estar bien. Al fin y al cabo, nos vamos de crucero con usted y la señorita Esmeralda. ¿Qué podría salir mal?”

A juzgar por su tono pausado, lo decía en serio. Detrás de él, Keithwood puso los ojos en blanco y dejó escapar un suspiro de sufrimiento.

“Bueno, no será la primera vez que Su Alteza da a todos los que le rodean unos cuantos ataques al corazón”, murmuró Keithwood, tratando de apaciguar — sobre todo — sus propios temores. “Comparado con sus anteriores travesuras, colarse en otro país para ir de crucero está… en el lado más tranquilo de las cosas, supongo.”

Oh, eres un verdadero asilo, ¿no es así, Keithwood? Está bien, siento tu dolor, por tener a Sion como jefe. Debe ser difícil tratar de manejar todas sus locas ideas… Limpiar después de sus travesuras… Tienes mi compasión.

Ella simpatizó con su situación. Ella, la instigadora de las escapadas de los bocadillos de caballo, simpatizaba con la forma en que Keithwood tenía que lidiar con los caprichos de Sion. No era particularmente buena para captar la ironía que giraba en torno a ella misma.

“Perdone la intromisión, Alteza, pero necesito un momento de su tiempo”. Apareció Ludwig, acercándose a ella apresuradamente. “Con respecto a sus planes para el resto del día—”

“Me alegro de verte, Ludwig. La última vez que nos vimos fue en Remno, creo.”

Ludwig se desvió sorprendido y parpadeó ante el interlocutor.

“¡¿Quién — e-el príncipe Sion?! ¿Y el Príncipe Abel? ¿Qué están haciendo en Tearmoon?”

Keithwood intervino para completar los detalles para el desconcertado Ludwig.

“Ya veo… Para escoltar a Su Alteza…” Dijo Ludwig después de comprender la situación.

“Oficialmente, al menos. Bueno, todo lo oficial que puede ser la participación no autorizada en un crucero extranjero”, bromeó Sion. “Personalmente, lo considero más bien unas vacaciones con la gente que me va a cubrir las espaldas en las batallas venideras. Es un privilegio acompañarlos a todos en este viaje.”

Ludwig se inclinó en señal de respeto.

“Son una bendición para todos nosotros. Me da mucha tranquilidad saber que un par de príncipes de renombre se unirán a Su Alteza. Gracias a los dos.”

Sion miró a Ludwig. Durante un tiempo, la expresión del príncipe fue ilegible.

“Por alguna razón… Me encuentro contento — No, más que eso… Me siento profundamente reconfortado por tus palabras, Ludwig. No sé por qué. La única otra vez que hemos conversado fue en el Reino Remno, y entonces sólo brevemente. Y, sin embargo, tu aprobación me llena de alegría.”

“Es un honor que aprecie mis palabras. Confío en que cuidará bien de Su Alteza. En nombre de todo el imperio, les agradezco su gentileza.”

Ludwig se encontró con las miradas de los dos príncipes antes de volver a bajar la cabeza en una reverencia aún más profunda.

Fue ese día cuando se formó un vínculo entre el leal súbdito del Gran Sabio del Imperio, Ludwig Hewitt, y el futuro rey Libra, Sion Sol Sunkland. Dos almas cuyos caminos se habían separado en la línea temporal anterior estaban ahora, finalmente, unidas bajo la bandera de Mia.

Ahora, en cuanto a la propia Mia…

“Espera… Si vienen como guardias, tendrán que subir al crucero conmigo. Y cuando estemos en el crucero, llevaremos trajes de baño, así que… Oh, Dios.”

Se dio una ligera palmada en la barriga. Se sacudió. Sólo un poco. Aunque podría ser su mente la que le jugara una mala pasada. Aun así, no volvió a intentarlo. Lo que sí hizo fue esforzarse más en sus siguientes sesiones de equitación y baile.