Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 8

Prologo: Bienvenida A Casa

―…

Sus muñecas y tobillos ardían de dolor. Intentó forcejear, pero sintió como si todo su cuerpo estuviera inmovilizado. La sensación claustrofóbica y la presión hicieron que Sisbell recuperara el sentido.

―…¿Dónde está este lugar?

Su garganta estaba terriblemente dolorida, y sus labios estaban secos, por lo que debía haber estado inconsciente durante un tiempo.

―¿Dónde… estoy…?

Abrió los ojos.

Sisbell Lou Nebulis IX estaba sobre su espalda. Gracias a los grilletes oxidados que sujetaban sus extremidades, apenas podía moverse.

La habitación era pequeña, vieja y sucia. La lámpara del techo debía haberse roto hace tiempo, y la única luz, si es que podía llamarse así, provenía de entre los listones de las tablas de madera que tapaban las ventanas.

―…………

Las grietas decoraban las paredes de hormigón, y las esquinas estaban llenas de telarañas. Aunque no podía vislumbrar el suelo desde donde estaba sujeta a la cama, estaba segura de que estaría alfombrado por una gruesa capa de polvo.

…No puedo creer que me pongan a mí, una princesa, en un lugar tan repugnante.

…Qué desfachatez.

Las cosas volvían lentamente a su mente.

Estaba segura de que estaba en el estado central de la Soberanía hasta el momento en que perdió el conocimiento. Los Hydra, una de las familias reales, la mantuvieron cautiva en su fortaleza cuando la bruja Vichyssoise le hizo una visita.

―Te garantizo que vivirás mientras me obedezcas. Después de todo, tu poder astral es útil.

―…¿Qué pretendes obligarme a hacer?

―Lo descubrirás una vez que despiertes.

Ahí fue donde sus recuerdos terminaron abruptamente. Y ahora llegó a la realidad.

La inquietante proclamación de Vichyssoise se apoderaba de su pecho.

…Mientras estaba inconsciente…

…¿Me llevaron a un nuevo lugar?

¿Qué están tramando los Hydra?

Al parecer, tenían planes sobre el poder astral Illumination que habitaba en Sisbell. ¿Era por eso que la trajeron a esta ominosa habitación?

―…¿Hay alguien ahí? ¡Estoy segura de que tienen cámaras de vigilancia escondidas en algún lugar de aquí! ¡Y que pueden oírme! ―se atragantó mientras seguía tumbada boca arriba en la cama. El polvo que cubría la habitación le dolía en la garganta, pero no le dio importancia―. Si quieren convencerme, al menos deberían prepararme una habitación un poco mejor. Y quitarme estas ataduras.

Por otra parte, aunque hubieran preparado una habitación de hotel en el establecimiento más lujoso que pudieran encontrar, no había forma de que Sisbell se doblegara a los caprichos de los Hydra.

―¡¿Están escuchando?!

―Oh, Dios. Parece que ha habido un malentendido.

Crujido…

La puerta se abrió, acompañada del chirrido del metal oxidado raspando contra sí mismo. Una mujer mayor que Sisbell entró.

―Encantada de conocerte. Y bienvenida a casa ―dijo.

―…………

―Supongo que eres del tipo tímido. Estabas gritando a todo pulmón, pero te callaste en cuanto llegué.

Sisbell vio un rojo apagado.

Apareció una mujer con un pelo rojizo que parecía no haber sido peinado en años. Su piel cenicienta sugería desnutrición, y las ojeras delataban su falta de sueño. Llevaba una bata blanca deslavada que la hacía parecer a primera vista una doctora o una investigadora, pero…

…¿Quién es esta señora?

…Tengo un mal presentimiento sobre ella. Sólo por la forma en que me mira.

Los ojos de la mujer estaban vacíos: los ojos de un transeúnte que ha visto una lata vacía abandonada en la calle y ha seguido caminando.

―…Tengo muchas preguntas para usted ―dijo Sisbell, mirándola fijamente―. Vino aquí porque respondía a mi petición, ¿no? Entonces, ¿podría ilustrarme sobre lo que está pasando?

―Adelante. Pero que responda o no dependerá de mi estado de ánimo ―respondió la mujer.

―¿Dónde está este lugar? ―Sin esperar una respuesta, Sisbell continuó―. ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué me mantienen cautiva aquí? ¿Cuánto tiempo van a hacerlo? …Y lo más importante, ¿por qué dice: `Bienvenida a casa’?

―Qué pregunta tan ambigua para empezar ―murmuró la mujer de la bata blanca, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón negro―. Si quieres decir que quieres saber el nombre del país en el que estás, éste es el Imperio.

―¡¿Qué dijo?!

La ira se apoderó de Sisbell antes de que pudiera sentir una ráfaga de miedo.

¿Los Hydra, y Talisman, el jefe de la casa, significaba que la había entregado, una princesa de la Soberanía, al Imperio de todos los lugares?

―Si tienes preguntas sobre esta instalación, las discutiremos más tarde ―continuó la mujer.

―¿Lo haremos?

―Es relevante para tu última pregunta. Y en cuanto a tu segunda sobre quién soy, por desgracia, no tengo intención de presentarme.

Clack.

La bata de la mujer se agitó al acercarse. Se acercó hasta la altura de los ojos de Sisbell, donde la chica estaba sujeta a la cama; no, incluso más cerca que eso. Sus rostros prácticamente se tocaron cuando la mujer se inclinó para contemplarla.

―Una directora del Instituto Omen para la Investigación Astral… eso es lo que solía ser.

―¿…?

―Pero ya no lo soy. Ahora soy Kelvina Sofita Elmos, analista femenina independiente. Pero no creo que haya nada físicamente femenino en mí.

Estaban lo suficientemente cerca como para que sus narices se encontraran. Algo rozó el pecho de Sisbell.

―¡¿Eek?! ―gritó ella.

―¿Por qué te sorprendes tanto? Todo lo que estoy haciendo es examinarte ahora mismo.

Cuando Sisbell sintió las yemas de los dedos de la mujer -las yemas de los dedos de la investigadora llamada Kelvina- manoseándola, gritó sin querer.

―¡Para! Bestia…

―Realmente te pareces a tu hermana.

―¿Qué?

―La energía de tu cresta astral es excesivamente débil ―comentó Kelvina―. Había pensado que los descendientes de la Fundadora emitirían todos una poderosa energía astral, pero parece que eso no se aplica a ti ni a Elletear.

Se enderezó.

Las manos sobre el pecho de Sisbell -o, para ser más exactos, sobre su cresta astral- se apartaron y volvieron a ocupar casualmente su lugar en los bolsillos de Kelvina.

―Para responder a tu tercera pregunta, estás aquí como muestra de investigación. No estoy segura de cuánto tiempo te quedarás. Hasta que esté satisfecha, si tuviera que aventurar una conjetura.

―…………

Sisbell se quedó sin palabras.

Más que la vergüenza de que le tocaran el pecho o de que la trataran como si fuera un objeto de investigación, era el nombre que Kelvina invocó lo que realmente horrorizaba a Sisbell.

Elletear.

¿Por qué esa extraña mujer mencionó a la primera princesa de la familia Lou?

―Este es La Cuna de las Brujas. Tengo entendido que viste a Vichyssoise.

Ella fue la que te trajo aquí.

―¿Brujas?

Ese era el término despectivo que el Imperio usaba para los magos astrales. Técnicamente hablando, Sisbell también era una bruja, y la mayoría de los ciudadanos que vivían en la Soberanía Nebulis entraban en esta categoría. Sin embargo… lo que Kelvina entendía por brujas era algo totalmente distinto: un mago astral que había renunciado a su humanidad. En otras palabras, el material de las fábulas: un monstruo y un presagio de desastre.

… La Cuna de las Brujas.

…No puede ser. Entonces, ¿así es como Vichyssoise terminó teniendo ese aspecto?

¿Fue el resultado de una barbárica experimentación humana? ¿Y tuvo lugar en el Imperio?

―Vichyssoise salió bien ―continuó Kelvina―. Fue el primer sujeto estable que creamos aquí.

―¿A manos de los Imperiales?

Su rabia superaba con creces su miedo a estar cautiva.

―¡Nos tratan a los magos astrales como brujas y sin embargo crean monstruos ustedes mismos!

―Eso también se aplica a tu hermana.

―…………¿Eh?

―¿No me escuchaste? Tu hermana Elletear también estuvo aquí en el Sarcófago de Elza. Aunque supongo que la diferencia entre ustedes dos es que su estancia fue voluntaria. Viajó hasta aquí desde la Soberanía para someterse a la operación para convertirse en bruja.

―…………

Ella no entendió.

¿Qué?

¿Qué estaba diciendo esta Imperial? ¿La primera princesa de la casa Lou, su hermana Elletear, vino voluntariamente al Imperio?

―¡Mentiras!

―Créeme o no me creas ―Kelvina se rascó su despeinado pelo rojo y sonrió con desgana―. Tu hermana era magnífica.

Luego contempló el sombrío techo, con la mirada perdida en el aire, como si estuviera recordando el pasado.

―Normalmente, no me interesa el cuerpo humano, pero ella fue la única excepción ―dijo―. Era tan cautivadora, incluso sensual. Su forma desnuda no era la de una diosa. No, era la de un demonio, uno que atrapa a todos los hombres… y hasta mis dedos temblaron de la emoción cuando la vi por primera vez.

―No quiero oír nada de eso. No quiero saber de sus gustos. ―Pero ella era un espécimen terrible. ―¡¿Qué?!

―Ella no tenía el nivel de obediencia que yo deseaba. Por eso necesito una alternativa. Un ejemplar pura sangre. Si tuviera que describir mi ideal, sería alguien de la misma línea de sangre que ella-

Su bata blanca se agitó. A la izquierda y a la derecha de la investigadora había hileras de jeringuillas que contenían agentes que brillaban débilmente.

―Sí, esa eres tú, Tercera Princesa Sisbell.

―¡¿Qué?!

―Por eso dije eso antes. ‘Bienvenida a casa’. Estoy segura de que podré obtener una investigación de anticuerpos de calidad de alguien del mismo linaje que ella. Ahora, ¿qué inyección prefieres primero?

Territorio imperial. El sarcófago de Elza.

El grito de la princesa resonó en La Cuna de las Brujas.