Rakuin no Monshou (NL)

Volumen 8

Capitulo 3: Rescoldos De Guerra

Parte 2

 

 

Al regresar a casa después de recoger plantas silvestres, Rone vio a una multitud de personas alrededor de su casa y sonrió irónicamente. Sin embargo, conteniendo esa sensación, gritó en voz alta.

—¡Hey!


La multitud se dispersó al instante, sus miembros corriendo en diferentes direcciones. La mayoría de ellos eran adolescentes.

—Es el secuestrador Mephiano —gritó uno de ellos burlonamente.

Entonces otro dijo:

—Ha vuelto a secuestrar a alguien en las montañas.

—La próxima vez, encuentra una buena novia para nuestro hermano, ¿de acuerdo?

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Los jóvenes bronceados hacían un escándalo en parte para ocultar su vergüenza. No era sorprendente. La aldea fronteriza era relativamente grande, pero aún así la población no llegaba a mil personas. Alrededor de ella, sólo las montañas y el desierto se extendían y los niños estaban hambrientos de emoción.

Pero a Rone le gustaba. No habían pasado tres meses desde que llegaron a esta aldea que estaba al oeste del río Yunos. En otras palabras, aunque eran Mephianos, los tauranos les habían dado una cálida bienvenida. Al principio, su esposa extrañaba la vida en la ciudad, pero ahora se había hecho amiga de mujeres de su edad y su figura, a medida que cultivaba los campos, se había convertido gradualmente en un espectáculo familiar.

—Los frijoles que planté finalmente son lo suficientemente duros como para aplastarlos —había dicho no hace mucho, mostrándoselos con orgullo a Rone.

Se sorprendió y conmovió al ver que su esposa, que estaba acostumbrada a un estilo de vida próspero, estaba tan decidida. Aunque la vida no era fácil, era segura.

Y lo que queda…

Rone seguía preocupado por su hija. Debido a que hubo una completa alteración de su entorno hace medio año, Rone pensó que las cosas de su vida anterior eran lejanas; pero para su hija, ese día de pesadilla todavía parecía como si fuera ayer. Ella no pudo adaptarse tan fácilmente como su esposa.

En esta ocasión, Rone había encontrado una extraña continuidad.

Fue el incidente el que hizo que los niños gritaran “secuestrador”. Alrededor de medio mes antes, cuando regresaba de su tarea diaria de recolectar plantas silvestres, notó repentinamente un camino hacia el lado que no había tomado antes. Había empezado a familiarizarse con los alrededores. La curiosidad lo venció y giró sus pies en esa dirección.

La cosecha fue mala. No encontró ni plantas comestibles ni ningún tipo de sustituto para ellas. Justo cuando Rone estaba a punto de regresar a casa, vio la figura de una persona que se había derrumbado, como si estuviera apoyada en un árbol.

El hombre estaba cubierto de heridas por todas partes. Parecía que se había realizado algún tipo de tratamiento médico, pero la piel que se veía a través del crudo vendaje estaba quemada y oscura con sangre solidificada pegada a toda su cara. Su ropa estaba hecha jirones.

Se había preguntado si tal vez lo habían sorprendido robando en algún lugar de la ciudad y, tras haber sido expulsado, se vio obligado a convertirse en un vagabundo.

El hombre aún respiraba. Rone dudó por un momento pero, como alguien que había sido expulsado del lugar donde nació y se crió, en cierto modo se parecía a él. Levantando al hombre sobre sus hombros, regresó a la aldea.

Compartieron sus escasas provisiones, llamaron al anciano, que era el único en la aldea que tenía conocimientos médicos, y le curaron sus heridas. Aunque en efecto, eso sólo significaba aplicar medicamentos hechos a partir de estrujar hierbas y reemplazar sus vendajes con otros nuevos.

Pero aunque el hombre recobró el sentido, debió tener una experiencia aterradora; permaneció acostado todo el día y, aun ahora, apenas habló. Parecía tener pesadillas todas las noches. En estos últimos días, sin embargo, parecía haber recobrado algo de conciencia; su recelo disminuyó considerablemente hacia Rone y su familia, y murmuró palabras de gratitud cuando le trajeron su comida.

En cualquier caso, Rone se sintió aliviado cuando eso sucedió.

—Esto es… —Rone había murmurado inconscientemente justo ayer por la mañana cuando sus pies se detuvieron a lo largo del sendero de la montaña.

A menos de un kilómetro de donde se encontraba el hombre, se encontró con otra persona que se había desplomado.

Esta vez, era una mujer. Además, una chica de sólo catorce o quince años. Su condición no era tan terrible como la del hombre, pero estaba sangrando por la cabeza y su piel se había vuelto cenicienta.

Había dos puntos más que eran extraños. La chica llevaba lo que evidentemente era un traje de vuelo para pilotar una aeronave, y además, probablemente no era ni zerdiana ni mephiana.

Rone pensó que era sospechoso, pero tampoco pudo ignorar la situación esta vez, así que al final trajo a la chica de vuelta a la aldea.

—Eres un hombre que es bueno en traer gente —había dicho el jefe de la aldea, medio sorprendido, medio exasperado.

Por supuesto, la chica se convirtió en el tema de conversación del pueblo. Al igual que el hombre, la suposición de Rone era que se había convertido en vagabunda o esclava; pero en cualquier caso, era una chica joven. Surgieron todo tipo de rumores. Hubo historias de que era una mujer de otro país que había huido porque algún rey extranjero iba a forzarla a convertirse en su amante, o que era una princesa de un país costero que había sido traída aquí por la corriente después de que el barco en el que viajaba naufragara.

La hermosa chica que se desmayó en las montañas despertó especialmente el interés de los jóvenes y a menudo se les encontraba en los alrededores de la casa de Rone, con la esperanza de poder echar un vistazo dentro de la casa.

Mientras los alejaba, el médico había vuelto a prestarle atención.

—No hay de qué preocuparse —asintió el médico cuando dejó a la chica que dormía en la cama—. La herida en la cabeza no es nada grave. Se ha debilitado después de agotar muchas de sus fuerzas, pero debería recuperarse considerablemente con dos o tres días de descanso y comidas adecuadas.

—Ya veo.

—Aun así…

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—¿Aun así?

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Nada, el viejo agitó la cabeza y se fue de la casa. Rone podía adivinar fácilmente lo que estaba pensando el médico. El hombre era una cosa, pero con la chica… había demasiados misterios. El doctor probablemente estaba preocupado por traer problemas a la aldea.

Estaba situada no lejos de la frontera con Mephius y acababan de enterarse de que hubo una escaramuza militar.

Esa fue otra razón por la que los jóvenes parecían más impetuosos de lo habitual.

La situación está al borde de una nueva acción militar.

En medio de todo esto, Rone se preguntaba incómodamente, aunque sólo fuera una chica, si su enigmática presencia era algo bueno para el pueblo.

Entró en la casa justo cuando su hija estaba saliendo de la habitación de huéspedes en la que la muchacha estaba acostada.

—¿Y esa niña?

—Se despertó. Sólo estoy preparando el desayuno con mamá, así que espera un poco, padre.

Oh – Los ojos de Rone se abrieron un poco, ya que su hija parecía haber cambiado ligeramente. Cuando él trajo al hombre, ella no había abandonado su temor y cautela pero, sin duda sintiendo lástima por una chica más joven que ella, estaba comenzando a involucrarse activamente en su cuidado.

—Oye —dijo mientras se ataba el delantal—, no le hagas demasiadas preguntas a esa chica. Parecía que no quería hablar de sí misma.

—Sí.

—Un poco como nosotros…

Interrumpiendo sus palabras, su hija comenzó a preparar la comida. Rone entendió lo que quería decir.

Estaban guardando secretos.

Rone Jayce.

Medio año antes, era un soldado regular en la capital imperial, Solón. Además, formó parte de la Guardia Imperial del Emperador Guhl Mephius.

Su hija se llama Layla. Gracias a la influencia de su padre, el guardia imperial, creció sin que le faltara nada; alrededor de los dieciocho años, se casó con un hombre de la misma edad y con antecedentes militares similares.

La felicidad de Layla debería estar en su apogeo, pero de repente le fue arrebatada; y el que causó su caída, así como del resto de la familia de Rone, fue Gil Mephius, el mismísimo hijo del emperador a quien Rone había jurado proteger.

Gil proclamó su “Derecho a la primera noche”, algo que la familia imperial nunca había ejercido, y presionó a Layla para que se acostara con él. No sólo eso, sino que el que hizo guardia en la posada barata a la que la llevó fue su propio padre, Rone.

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Para Rone, fue como algo de una pesadilla.

Había entrado por la puerta para detener al príncipe Gil y parar esa barbarie. Por supuesto, sabía que hacerlo le causaría su propia ruina. Lo que sucedió después aún se le adhería a sus tímpanos.

Un disparo

Mientras el sonido de ese disparo resonaba en su mente, Rone tembló. Se habían entrelazado, Rone terminó apretando el gatillo y Gil -el sucesor del trono de la Dinastía Imperial de Mephius- se hundió en el asqueroso suelo de madera, un cadáver silencioso en un charco de sangre.

Abrazando a su sollozante hija, Rone se resignó a morir. Creyó que mientras pudiera proteger a su familia, no importaba si le arrancaban miembro por miembro, si le obligaban a luchar contra cien gladiadores o si los dragones se lo comían vivo.

Además, el primero en llegar corriendo a la escena fue un líder noble llamado Fedom Aulin. Ya no había ninguna esperanza de escapar.

Pero entonces, la situación se desvió en una dirección extraña.

—El príncipe aún respira. Lo que sucedió aquí es una vergüenza para la familia imperial de Mephius. No hables de ello con nadie. En cambio, si me dejas todo a mí, tu familia no tendrá que preocuparse por nada—. Dijo Fedom.

Sus palabras eran irracionales y coactivas, pero las cosas resultaron como él dijo; no hubo perseguidores que salieran del castillo tras la familia de Rone, ni tampoco se anunció públicamente la muerte del príncipe heredero Gil. No sólo eso, sino que, poco después, Gil Mephius, que debería estar muerto, fue al valle Seirin para celebrar la ceremonia de boda con una princesa del país vecino Garbera.

Rone y su familia abandonaron la capital antes de que las historias de los heroicos logros de Gil se extendieran por todo Solon. Temían por su seguridad. No hacía falta ningún razonamiento profundo para darse cuenta de que apestaba a conspiración nacional.

También tenían la intención de escapar a cualquier investigación ya que muchos de los invitados a la boda sabían que Gil había invocado el derecho a la primera noche. Poco antes, la familia del cónyuge de Layla sugirió indirectamente que se anulara el compromiso.

Habían deambulado de un lugar a otro de Mephius y una vez estuvieron a punto de establecerse en una aldea no muy lejos de Apta.

Sin embargo, escuchó el rumor de que Gil Mephius llegaría como señor protector de Apta. No quería que ese nombre llegara a los oídos de su hija. Además, recibió una carta de un hombre que conoció bien en una aldea donde se habían alojado previamente durante aproximadamente un mes. Afirmaba que un hombre, que decía ser uno de sus conocidos de Solon, vino a visitarlo, pero Rone no lo conocía.

¿Fue enviado por Fedom?

Rone se estremeció, y se puso pálido. Que lo buscara después de tanto tiempo, se preguntaba si no intentaba matarlo para sellar sus labios.

Rone recogió inmediatamente sus pertenencias y se fue con su mujer y su hija.

Cruzaron la frontera por un camino montañoso al norte de las Cumbres Belgana.

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Durante diez días viajaron al sur. Era un viaje a una nueva tierra.

Su esposa y su hija habían empezado a mostrar fatiga cuando, por casualidad, llegaron a esta aldea. Naturalmente, se trataba de un asentamiento zerdiano pero, en ese momento, el estado de ánimo hacia los Mephianos era amistoso. Esto se debía a que nada menos que Gil Mephius se había reconciliado con Taúlia. Rone tenía sentimientos encontrados al respecto pero, en todo caso, los aldeanos recibieron a los viajeros extranjeros sin vigilancia.

A los pocos días de su estancia, al enterarse de que Rone y su familia no tenían un destino particular, el jefe de la aldea les ofreció una casa y una parcela.

Desde el momento en que dejaron Solon, su hija, Layla, estaba desesperada; estaba tan melancólica que su padre se preocupó de que si le quitaban los ojos de encima, podría acabar con su propia vida. Sin embargo, después de verse impulsada a poner fin a sus viajes en esta aldea, poco a poco comenzó a mostrar signos de recuperación.

Pero luego, aproximadamente dos meses antes, llegaron al pueblo noticias completamente inesperadas -y, tal vez debería decirse, muy tardías-.

El informe de la muerte del Príncipe Gil.

Rone Jayce tenía una extraña sensación de conmoción pero, pasara lo que pasara, lo había dejado todo en manos de Fedom y había huido de Solon. No se preocupó más de lo necesario, sin embargo, cuando Layla se enteró de ello, se aisló tal como lo había hecho antes. Tal vez porque, quisiera o no, le había hecho pensar en aquella época o porque se había quedado con una extraña sensación de pérdida cuando murió repentinamente el que tanto detestaba.

¿Tomará mucho tiempo otra vez? Rone se preguntaba con inquietud, pero luego Layla superpuso sus circunstancias y las de esa chica; no es de extrañar que se hubiera vuelto comprensiva con ella.

—Iré a hablar un poco con ella —le dijo Rone a Layla—. Está bien, sólo voy a charlar.

—Ten cuidado.

—Habiendo criado una hija, puedo decir esto con confianza: Tengo un mínimo de delicadeza.

¿De verdad?, Layla sonrió a pesar de sí misma.

Cuando abrió la puerta, la chica estaba mirando por la ventana desde la cama. Se podía ver un seto. Desde allí, la multitud de jóvenes se reunía desesperadamente.

—¿Es ruidoso? —Preguntó Rone lo más suavemente posible.

La muchacha dirigió su mirada hacia él. Tenía vendajes alrededor de la cabeza, pero no tenía otras heridas obvias. Mirándola de nuevo, era una chica de piel blanca y rasgos bien proporcionados. La ropa demasiado grande que cubría su cuerpo era la que él recordaba que Layla usaba antes. A pesar de que le quedaban un poco mal, su figura en la cama, bañada por el brillante sol que entraba por la ventana, miraba a Rone como una imagen de un pergamino.

—Eres el padre de Layla —dijo la chica con voz clara—. Gracias por salvarme.

—No, no, sólo pasaba por ahí.

Rone continuó hablando de nada en particular mientras fingía ordenar esto y aquello en la habitación de huéspedes. Su cara parecía un poco cansada, pero no parecía experimentar ninguna secuela de su lesión. Tal como había dicho el médico, simplemente estaba completamente exhausta.

—No me has preguntado nada.

—No me importa esperar hasta que tengas ganas de hablar. Este es un pueblo tranquilo y la gente que vive aquí se mueve sin prisa por el tiempo y la naturaleza.

La chica bajó un poco los ojos y pareció, con ese cambio de expresión, expresar su gratitud.

—Mi hija traerá algo de comer más tarde. También es una chica despreocupada. Como no tiene muchos amigos de la misma edad en el pueblo, sería de gran ayuda que te convirtieras en alguien con quien pueda hablar.

—Por supuesto —sonrió la chica.

Después de salir de la habitación, Rone miró la puerta que acababa de cerrar como si estuviera intentando ver al otro lado.

Sí, parece que no es una chica normal.

Rone sirvió como Guardia Imperial en la ciudad capital de Solon. Conocía a muchas clases de gente; por no hablar del emperador, había numerosos nobles, soldados, eruditos y ricos mercaderes.

Esa muchacha tiene “Comprensión”, pensó Rone.

Cuando uno se enfrenta por primera vez a una persona en un país desconocido, ¿con qué tipo de actitud debe recibirla, qué tipo de palabras debe elegir? Lo que Rone quería decir con “Comprensión” eran los modales de los que pertenecían a las clases más altas.

Debería vigilarla por ahora.

Y luego, si resultaba estar en lo cierto, quería reunir información sobre la escaramuza entre el oeste y Mephius. Podría haber alguna relación.

Si era posible, Rone quería proteger al herido y a la chica.

Pero su existencia podría ser una amenaza para su familia.

Si las vidas salvadas con estas manos, como esta…

El sonido de un disparo resonó una vez más en su mente.

Después de que Rone abandonara la habitación de huéspedes, la muchacha volvió a mirar por la ventana.

El pelo platino brillaba mientras la luz de la mañana lo bañaba. No hace falta decir que era la tercera princesa de Garbera, Vileena Owell.

Después de vagar perdida por el sendero montañoso y finalmente derrumbarse, fue encontrada por Rone.


En realidad, había muchas cosas que quería preguntarle. ¿Cómo terminó la batalla entre Mephius y Taúlia? ¿Hubo movimientos notables desde alguno de los dos frentes? Si se sabía o no que ella, la princesa real, había desaparecido, o dicho de otro modo, si Mephius o Garbera emitieron o no una declaración oficial.

Pero si su identidad era revelada, Rone podría notificar a Apta inmediatamente; y después sería enviada de vuelta a la capital de Mephius, Solon, o a Garbera.

Y luego…

La decisión de soportar la desgracia, salir volando de Apta y llevar información secreta a Taúlia perdería todo su significado.

Vileena agarró fuertemente el borde de la manta.

De una forma u otra, quería detener la guerra entre Mephius y el oeste. Absorbida en ese pensamiento, incluso había involucrado a Krau y Hou Ran y había saltado a una aeronave. Los antiguos guardias imperiales que habían servido al príncipe fueron detenidos en Apta. El emperador Guhl Mephius quería acusar a Taúlia de asesinar al príncipe como excusa para atacar las tierras occidentales. Por eso, los que testificaron sobre el crimen del general Oubary eran un obstáculo. Si las cosas se dejaran así, Gowen y Hou Ran podrían ser ejecutados por conspirar con Occidente y participar en el asesinato del príncipe.

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En esa situación, no había querido escapar a un lugar seguro ella sola. Pero dicho esto, ¿qué podía hacer su pequeño yo por su cuenta? De hecho, fue herida después de intentar detener la guerra.

Aunque nací en la familia real…

Fue salvada por la bondad de extraños.

No tenía influencia en esta tierra donde nadie la conocía. De hecho, ¿qué le habría pasado si Rone no hubiera pasado por ahí de casualidad? Un lobo hambriento no podía dejarla en paz porque anunciara que “soy una princesa de Garbera”. El hambre era insoportable para la realeza. Abandonada en la noche, realmente no pudo hacer nada, y habría dejado de respirar en silencio.

Pensó en cómo había llorado miserablemente ante su propia impotencia.

Los derechos, los deberes y el poder de la familia real, ¿qué son realmente?

—La familia real tiene el deber de dedicarse a los asuntos del país.

Esas fueron las palabras que su abuelo le enseñó en el pasado. Y esas fueron las palabras que ella misma le dirigió al príncipe heredero de Mephius en el pasado.

En ese momento, ¿realmente creía eso?

Ahora que el concepto se le presentaba de nuevo, los pensamientos de Vileena se paralizaron.


La mano de Vileena dejó la manta y tocó el medallón que colgaba de su cuello.

En ese momento, la puerta se abrió de nuevo y apareció Layla. En su bandeja había pan y una sopa con carne.

—¿Es algún tipo de amuleto? —preguntó Layla. Su brillante voz y expresión deben haber sido heredadas de su padre, ya que su sonrisa se parecía mucho a la de él.

Colocó la bandeja cerca de la almohada en la cama.

—¿O es un regalo de tu novio?

—No —pensando que se podría sospechar que ocultaba algo, Vileena le mostró a Layla el reverso que no representaba la bandera nacional de Garbera—. Fue un regalo de mi parte.

—¿Eh? ¿Entonces fue rechazado?

Vileena se rió de su franqueza. Layla parecía avergonzada.

—Lo siento, eso fue grosero.

—En absoluto. Pero…. podría ser algo así.

—Un hombre que se comporte así después de recibir un regalo de una chica tan linda como tú, es mejor olvidarlo rápido. Definitivamente le gustan los hombres. ¿Conoces la fe de Badyne? Aparentemente, los creyentes practican ese tipo de costumbres y…

Después de llegar a ese punto, Layla se asomó mucho por la ventana.

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—¡Hey! —Gritó ella.

Los chicos habían empezado a aparecer de nuevo en el seto. Waah – sus voces sonaban asustadas, o quizás demasiado entusiasmadas.

—¡Ah! —exclamó Layla con una voz extrañamente aguda—. ¿No es ese Lennus el vecino? Y hasta me dio flores antes, el muy mujeriego.

A pesar de ella misma, Vileena volvió a sonreír.

El vapor que salía de la sopa estaba ligeramente caliente.

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