Arifureta Zero (NL)

Volumen 1

Epílogo: Y los Tres Iniciaron su Viaje

Habían pasado diez días desde el feroz duelo de los Liberadores en el desierto.

Miledi y los otros se habían recuperado completamente, y planeaban partir hoy.

Ahora que sus negocios en el desierto habían concluido, su próximo destino era el océano occidental.

Susha y Yunfa vinieron a despedir al grupo. Estaban acompañados por algunos miembros de los Liberadores. Miledi se había ocupado de que Susha y Yunfa fueran guiados a su base secreta.

Las dos hermanas abordaron a Naiz mientras Oscar estaba ocupado agradeciendo a los Liberadores por traerle un montón de mineral que podría usar para transmutar nuevos artefactos.

“Naiz-sama. No importa lo lejos que estemos, mis sentimientos por ti no vacilarán”.

“Ya veo.”

“¡Vamos a entrenar duro para poder viajar contigo algún día!”

“De acuerdo”.

“¡Prometo que me convertiré en la clase de mujer que le gusta, Naiz-sama!”

“U-Umm…”

“¡Somos las únicas chicas con las que te puedes casar!”

“Creo que podría haber un pequeño problema de… edad…”

“¡Adiós por ahora, Naiz-sama! ¡Por favor, no te olvides de nosotras!”

“¡Os queremos, Naiz-sama!”

Antes de que Naiz pudiera decir algo, los dos se subieron al irak y se fueron. Los otros Liberadores se dieron cuenta de que las muchachas se iban y las persiguieron apresuradamente. “Espera, ¿por qué siguen adelante? Ni siquiera saben dónde está el pueblo, ¿verdad?” Gritaron mientras cabalgaban.

“Hey, Nacchan.” Miledi tenía esa sonrisa diabólica en su rostro que Naiz había llegado a temer.

“¿Cómo te sientes ahora? Dos chicas preadolescentes te acaban de proponer matrimonio. Tienes que decírmelo, ¿eso te hace feliz? ¿El cuerpo precioso de Sue-chan hizo latir tu corazón? ¿Aunque tengas veinte años? Vamos, no seas tímido ahora…” Naiz agarró la cabeza de Miledi con un agarre mortal. Su cráneo crujió por la presión.

“Oscar. Parece que seremos sólo tú y yo”.

“Perfecto. Así podremos movernos más rápido”.

“¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡No lo volveré a hacer! ¡Por favor, perdóname! Mi cabeza está…”

“Lo siento.”

Dejó ir a Miledi.

Cayó sin fuerzas al suelo.

“Nuestro próximo objetivo es el “Santo del Océano Occidental”, ¿verdad? ¿Qué piensas de los rumores que Susha y Yunfa oyeron en el bar?”

“Ni idea. Pero los rumores del Hada del Desierto resultaron ser reales. Así que creo que al menos vale la pena comprobarlo. Desde el principio, nuestro viaje ha tenido pocas posibilidades de éxito. Es como perseguir espejismos en el desierto”.

“¿Así que te metes en cada nueva pista esperando salir decepcionado?”

“Vamos a divertirnos y a fortalecernos en el camino. No sé ustedes, pero yo nunca he estado en el océano. Quiero probar los mariscos que tienen allí también.”

“Lo mismo digo.”

Oscar y Naiz se rieron.

“¿Se olvidaron de mí otra vez?”

Miledi seguía tirada en el suelo como un pedazo de basura.

Oscar y Naiz se miraron. Luego se fueron sin mirar hacia atrás.

“¡Heeeey espérame! ¡Deja de ignorarme! La gente puede morir de soledad, ¿lo sabías?” Miledi los persiguió a toda prisa.

A pesar de lo que decía, había una sonrisa en su cara.

Porque Oscar y Naiz habían dejado suficiente espacio entre ellos para que ella se uniera a ellos.

Los tres se fueron caminando hacia el desierto, hacia su siguiente viaje.

***

La gran catedral de la Santa Iglesia se asentaba a ocho mil metros sobre el nivel del suelo, en lo alto de la Montaña del Espíritu. Una mujer soltera se arrodilló ante el altar de la catedral. Fue levantada sobre un enorme pilar de piedra caliza.

Faltaba un brazo y tenía quemaduras por todo el cuerpo: Hearst.

“¿Está seguro, mi señor?” Su voz resonó por la gran catedral.

“Como desee, mi señor.” Aunque parecía estar hablando consigo misma, en realidad estaba conversando con alguien.

El pilar irradiaba una energía divina.

“No soy digna de tales elogios. Sí…. Sus poderes los marcaron claramente como atavistas. En la actualidad, sin embargo, no son mucho más fuertes que los hombres normales”.

Hearst, que había mantenido los ojos cerrados y la cabeza agachada hasta ahora, levantó la vista sorprendida. Un segundo después, su brazo fue restaurado, y sus quemaduras desaparecieron. Incluso ella la ropa fue restaurada a su antigua gloria.

“Mi más humilde agradecimiento, señor. Como siempre, vivo para servir.” Hearst se inclinó profundamente. Cuando finalmente se puso en pie, la presencia divina ya no existía.

Se giró sobre su talón y salió de la catedral. La catedral se abrió a los elementos. Una empinada escalera cortada directamente en la montaña descendía a lo lejos. Sólo a unos pocos se les permitió subir esta escalera sagrada.

Aunque este lugar normalmente estaba desprovisto de gente, había bastantes aquí hoy.

Aunque tal vez estuvo mal llamarlos “gente”.

Todos y cada uno de ellos parecían idénticos a Hearst.

No dijeron ninguna palabra. Pero la luz en sus ojos decía mucho. Eso era todo lo que necesitaban para conversar.

Hearst extendió una mano. Señaló a lo lejos una roca.

Luz plateada reunida en las yemas de sus dedos. Una vez que se había reunido lo suficiente, disparó una ráfaga de plata a la roca. Desapareció sin hacer ruido. No hubo impacto. Era como si la roca nunca hubiera existido. Pequeñas partículas de polvo se desprendían con el viento.

Satisfecho, Hearst se giró hacia sus dobles. Sin decir una palabra, todos volaron en direcciones separadas.