Spy Kyoushitsu (NL)
Volumen 5
Capítulo 4: Ideales Y Realidad
Parte 4
Ella estaba tan celosa. Vindo era todo lo que ella admiraba. Todo lo que anhelaba. Quería convertirse en una espía valiente y decidida como él.
Se preguntó cuántas veces había cruzado ese deseo por su mente en la academia. ¿Cuántas veces había resentido que no se hiciera realidad?
Ella quería ser una espía fuerte y talentosa. Quería vivir una vida en la que todos con quienes se encontrara confiaran en ella y dependieran de ella. Quería que la gente tuviera grandes expectativas en ella—y cumplir con esas expectativas al salvar a su nación del peligro. Quería ser alguien que pudiera engañar hábilmente a sus enemigos y decir con confianza a los más débiles que los protegería.
Ella quería ser una de las élites.
“Solo quería… convertirme en una espía… una de la que Mamá y Papá… mi hermano mayor y mi hermana mayor estuvieran orgullosos desde el cielo…”.
Ah, pensó mientras la realidad la golpeaba. Esa era quien ella quería ser para impresionarlos—a su familia que nunca volvería a ver.
Al final, no pude hacerlo.
Nunca fui capaz de convertirme en la espía ideal que quería ser.
Su debilidad la llevó a sentirse atraída por la mala suerte, y poco a poco se desvió del camino de la rectitud. Empezó a amar los desastres por las excusas que le ofrecían para sus calificaciones en constante caída, y antes de darse cuenta, la gente en la academia comenzó a verla como una fracasada y a tratarla con mucha delicadeza.
“No les importaría”, dijo Vindo con brusquedad. “No todos tienen lo que se requiere para ser fuertes. Por eso, depende de nosotros, los fuertes, proteger a los débiles como tú. Ahora, ríndete”.
“¡No puedo hacer eso!”.
Elna luchó contra el dolor que sacudía su cuerpo y se puso de pie. Jadeaba mientras sus pulmones trataban frenéticamente de tomar tanto oxígeno como pudieran, pero aun así se mantenía en pie.
“No pude convertirme en una espía genial… Y la única forma de vivir que conozco es una que odio… Pero aun así, a pesar de todo eso, también me han pasado cosas buenas… Tomoshibi es lo único con lo que no puedo rendirme”, declaró. “Y por eso decidí aceptarme a mí misma, por la persona humillante, horrible y poco genial que soy”.
El rostro de Vindo reflejaba confusión, y Elna sonrió en silencio.
Ella estaba a punto de mostrarle algo.
¡Iba a mostrarle la forma retorcida en que una fracasada que no pudo convertirse en la espía ideal podía luchar!
¡Iba a mostrarle una forma de vida tan poco genial que un élite nunca podría siquiera concebir!
“Nombre clave: Gujin—hora de darlo todo para asesinar”. Abrió la puerta a su lado y de inmediato se hizo a un lado.
La puerta conducía a la habitación vacía en la que ella y Lily habían luchado contra Vindo. En circunstancias normales, al abrirla no hubiera ocurrido nada. Pero esta vez, llamas salieron con fuerza de ella.
Vindo estaba de pie justo frente a la puerta, y las llamas crecían directamente hacia él. Intentó saltar a un lado tan rápido como pudo, pero no había forma de hacerlo a tiempo.
Las llamas furiosas lo asaltaron. “¡¿ ?!”.
Vindo gritó cuando el fuego lo alcanzó, luego rodó por el suelo para apagar su ropa en llamas. La Ciudad Amurallada de Longchon estaba hecha de concreto, así que había poco peligro de que el fuego se propagara y creara un gran estallido. Después de consumir el área alrededor de la habitación, se apagaría en poco tiempo.
Vindo logró apagar el fuego, pero no antes de sufrir daños graves. Gimió de dolor mientras se agarraba la pierna derecha quemada. No volvería a usar su movimiento rápido de pies.
“¿Por qué… había un incendio?”. Vindo desvió la mirada en dirección de Elna “¿Cuándo lo planeaste? ¡Hasta hace un rato no cargabas ninguna bomba!”.
Debió haberla revisado en el momento cuando la atacó con sus cuchillos. Así trabajaba un profesional.
Chasqueó la lengua. “¿Cómo pudiste hacerlo?”.
“Con un lente ustorio, utilicé ese recipiente de acero inoxidable que arrojé para enfocar la luz de la linterna que Lily dejó caer y prendió fuego a la alfombra. Luego abrí la puerta, y eso activó el efecto backdraft”.
Las expansiones de la Ciudad Amurallada de Longchon se habían ensamblado de manera improvisada con concreto. Muchas de sus habitaciones de concreto tenían una ventilación terrible, y una habitación cerrada con poco flujo de aire era precisamente el tipo de entorno adecuado para que se produjera ese efecto.
“Tú mismo me contaste todo eso”, declaró Elna con total naturalidad.
“No”, Vindo respondió con irritación. “¡La línea de tiempo no cuadra!”.
“Pero…”.
“No te hablé de ese tipo de lentes hasta después de que ustedes dos perdieron el control de esa linterna. Hasta ese momento, no podías saber que existían. Si lo hubieras sabido, ¿cómo ocurrieron esos accidentes?”.
Ese era un buen punto. Antes de su enfrentamiento actual, Elna había tenido un par de accidentes. Estaba el incidente de la pecera en la fábrica de algodón, y su caída causada por la deformación de la valla de aluminio bajo la luz convergente de su bola de cristal.
Vindo había determinado que ambos eventos eran causados por la negligencia de Elna. Según él, solo habían ocurrido debido a su ignorancia sobre conceptos científicos como los espejos cóncavos. El problema era que se había quedado a un paso de la verdad. Si no fuera por la fatal equivocación en la que se basaba, habría dado en el clavo.
“No fueron errores, todo fue a propósito”, respondió Elna. “Esos accidentes, resultaron justo como lo planeé”.
“¿Qué demonios dijiste?”.
“Que todo fue intencional. Sentí que tenía que hacerlo, así que provoqué el incendio y dejé que me diera de lleno.
Lo mismo que la caída. Intencionalmente puse peso en la valla de aluminio que yo misma debilité para caer por el acantilado”.
Esa era la verdad detrás de los dos accidentes: Elna los había causado. Peligro cotidiano o no, no había manera de que tantos accidentes relacionados con luz enfocada pudieran ocurrir uno tras otro—no a menos que alguien los estuviera provocando conscientemente.
Sin embargo, Vindo no había podido llegar a esa verdad. Ninguna persona razonable podría entender la mentalidad de alguien que se lanza voluntariamente al desastre—y precisamente por eso, Elna sabía que funcionaría. Crear intencionalmente infortunios y usarlos para engañar a todos era un estilo de combate que era solo suyo.
Accidentes x Actuar por cuenta propia = Creación de Catástrofes.
Esta fue la artimaña que Elna había ideado. “¿Estás…?”, dijo Vindo, atónito. “¿Estás loca?”.
Era difícil saber si en su mirada había miedo o desdén.
No había forma de que pudiera comprender por qué Elna había causado esos accidentes por voluntad propia. Nadie que haya vivido una vida recta podría comprender sus acciones.
Y así ella respondió: “Soy consciente que se había roto algo en mí desde hace mucho tiempo”, dijo con frialdad, mientras le mostraba a Vindo una sonrisa que solo alcanzaba sus labios. “Adiós”.
La trampa que había preparado como golpe final era algo simple. El fuego se había propagado hacia la madera apilada descuidadamente en el pasillo, y, con lo mal que estaban ardiendo las tablas en su base, la pila comenzaba a perder estabilidad. Todo lo que Elna había hecho fue cortar el alambre que sostenía la madera.
Un montón de tablas ardientes cayó hacia Elna y Vindo. Elna inclinó su cuerpo hacia un lado, logrando esquivar por poco la desgracia que ella misma había provocado, sin embargo, no había forma de que Vindo, con su pierna herida, pudiera escapar.
“……….”.
Las tablas cayeron y lo aplastaron bajo su peso.
Una nube de hollín negro se extendió, cubriendo el rostro de Elna. Mientras se limpiaba la cara, comenzó a caminar por el pasillo. Le dolían las articulaciones. Necesitaba encontrar un lugar seguro para descansar.
“Vámonos”, le dijo al cachorro Johnny que estaba a sus pies mientras lo levantaba en brazos. El perrito se acurrucó tranquilamente contra su pecho, y esa calidez calmó el corazón el Elna.
Desde una corta distancia, Elna se detuvo y miró hacia atrás. Vindo aún no se había levantado. Realmente lo había derrotado.
“………”.
Se detuvo un momento a pensar.
Si Vindo había perdido el conocimiento, su vida podría estar en verdadero peligro. Se trataba de Vindo, así que estaba segura de que había evitado lesiones fatales, pero aun así, una parte de ella estaba preocupada por su seguridad. Dicho eso, tampoco quería acercarse imprudentemente y terminar siendo víctima de uno de sus contraataques. Además, le preocupaba que algunos de los habitantes lugareños pudieran verse atrapados en el incendio…
¿Me habré excedido?
Elna empezó a inquietarse. Lamentablemente, contenerse no estaba entre sus opciones.
“…Ahora lo entiendo”.
La voz de Vindo rompió abruptamente sus pensamientos. “¡ !”.
Vindo apartó las pilas de tablas mientras se ponía de pie. Había algo más lento y relajado en sus movimientos ahora, como si estuviera presumiendo la confianza que sentía.
Entonces, agitó los cuchillos que sostenía en ambas manos. Solo con la presión del viento que generó, el humo negro que se alzaba en el aire se partió en dos. Incluso las llamas que seguían humeando se extinguieron con el viento que él mismo creó.
“Todavía puedo moverme”, murmuró con satisfacción, como si hablara consigo mismo.
Con sangre goteando de su frente, dirigió su mirada hacia Elna.
“Te subestimé”, dijo. “No, eso no es todo. Mi percepción de ti estaba completamente equivocada”.
Su pierna derecha estaba quemada, su cuerpo cubierto de cortes de pies a cabeza, y a través del agujero en su chaqueta desgarrada se podían ver manchas azuladas de hemorragias internas. Sin embargo, seguía de pie.
Elna rechinó los dientes.
¿Todo eso…? ¿Todo eso, y aun así no fue suficiente para vencerlo?
Sus heridas autoinfligidas deberían haberlo hecho bajar la guardia. Grete y Lily se habían arriesgado para permitirle escapar, y ella había logrado atraerlo justo al centro de uno de sus característicos accidentes calculados. Elna había puesto todo lo que tenía en juego.
Y aun así, había fallado en derrotar a Vindo.
“Ahora te entiendo”, dijo con aire de orgullo mientras se sacudía el hollín de la ropa. “He oído hablar de un trastorno mental parecido, pacientes aparentemente saludables que recurren a autolesionarse para ganarse la simpatía de los demás. Se llama síndrome de Münchhausen. Tú tienes algo similar, pero en lugar de fingir enfermedades, finges accidentes”.
“………”.
“Apuesto a que todo comenzó con aquel incendio que mató a tu familia. ¿También lo provocaste tú? No, supongo que ni siquiera tú serías capaz de quemar viva a toda tu familia. Ese incendio probablemente fue un accidente, pero tú te las arreglaste para hacerlo pasar por un acto de incendio provocado, lanzando una botella vacía al edificio en llamas. Luego le dijiste a la policía que habías visto a alguien sospechoso. Vamos, dime que me equivoco”.
Elna mordió su labio con fuerza.
“Lo sabía”, dijo Vindo, asintiendo para sí mismo. “Tu motivo era simple—querías provocar la mayor cantidad de simpatía posible. Tu familia era un grupo de ex-aristócratas, y todo el mundo les tenía envidia, ¿verdad? Sabías que el mundo lloraría más por un acto de incendio provocado por un cobarde villano que por un simple accidente con el fuego del hogar que se salió de control. Mentiste por el bien de tu familia muerta”.
Era como si sus palabras pudieran atravesarla, viendo directamente su interior.
“Pero eso solo te dejó con ganas de más. Bastaba con que te convirtieras en alguien desafortunado, y la gente se compadecería de ti. Ya no podías detenerte. Buscaste la desgracia y te sentiste atraída por los accidentes, y al final incluso recurriste a provocarlos tú misma”.
“………”.
“En el fondo, eso es lo que eres—Una mocosa que sigue amando su patética y desafortunada situación”.
Tras decir eso, Vindo dejó escapar un largo suspiro. Luego, tras una pausa cargada de tensión, continuó: “—Me repugnas”.
La miró como si estuviera observando algo asqueroso. Era una mirada que Elna había recibido incontables veces en la academia.
“¿Crees…?”. dijo ella. “¿Crees que no lo sé?”.
“Pero no se lo has dicho a tus compañeras, ¿verdad?”. “Yo…”.
“No puedes. No si quieres que sigan mimándote con su amabilidad y afecto cada vez que te ocurre una desgracia”. La voz de Vindo resonaba dentro de su cabeza. “Si supieran quién eres realmente, también te despreciarían”.
Elna no pudo evitar imaginarlo. ¿Qué pasaría si lo descubrieran? Algunas de sus desgracias eran, después de todo, producto de su propia creación. Sara la consolaba cada vez que le ocurría un accidente, Sybilla y Lily la consentían, y Thea cuidaba de ella. ¿Cómo la tratarían si supieran la verdad?
Su cuerpo se debilitó, y el cachorro que tenía en brazos cayó al suelo.
“Creo que acerté”.
Vindo apretó las empuñaduras de sus cuchillos y comenzó a acercarse a Elna.
Está fanfarroneando, le decía la parte lógica de su mente. Está demasiado herido como para moverse bien, y por eso está tratando de desestabilizarme. Deduce los estados mentales de las personas y usa eso como arma psicológica.
No dejes que te afecte, se animó a sí misma. Vindo no había sido derrotado todavía, ella necesitaba idear un nuevo desastre. ¡Nada de lo que dijo importa ahora!
Sin embargo, imágenes de las miradas de repulsión de sus compañeras atravesaron su mente como relámpagos.
“No tengo miedo…”, dijo. A sus pies, el cachorro ladró. Paso a paso, Vindo se acercaba más a ella.
“No tengo miedo de que las demás me encuentren repugnante…”.
“¡Guau!”, ladró el cachorro, esta vez con fuerza. Vindo bajó un poco su centro de gravedad.
“No tengo miedo del futuro que mencionaste, ni un poco”.
“¡Auuuu!”, el cachorro aulló.
Vindo tomó impulso y corrió hacia ella.
Elna juntó las manos como si estuviera rezando.
“¡No me importa si las demás me odian, si eso significa que puedo acabar contigo!”.
Tenía que hacerlo realidad.
Pondría todo de sí misma para provocar el peor de los accidentes, uno que acabaría por completo con su enemigo.
Elna saltó hacia un lado y preparó una bomba en su mano.
Mientras lo hacía, Vindo blandió sus cuchillos.
El cachorro saltó.
“¡GUAU, GUAU, GUAU, GUAU, GUAAAAUUU!”. “¿Eh…?” “¿Qué?”
Elna y Vindo se quedaron paralizados.
El cachorro ladraba como si no hubiera un mañana. Algo lo estaba alterando muchísimo, y sus ladridos se volvían cada vez más agudos y desesperados. Elna, que estaba justo a su lado, comenzó a sentir un dolor punzante en los oídos.
Ninguno de los dos combatientes pudo hacer otra cosa que mirar al cachorro con desconcierto. El impulso del enfrentamiento había desaparecido por completo.
“¿Qué demonios…?”. Vindo frunció el ceño. “¿Qué le pasa a este perro?”.
“Yo… no lo sé…”.
Elna no tenía la respuesta.
Había oído al perro ladrar un par de veces desde que lo había tomado prestado de Sara, pero esta era la primera vez que lo veía tan alterado.
Entonces, una respuesta vino de una dirección inesperada.
“¡Ah, lo siento! ¡Ese perrito aún está en entrenamiento!”. Era Sara.
Sacó la cabeza tímidamente desde detrás de un rincón del pasillo y se disculpó inclinando ligeramente la cabeza.
“La señorita Mónika me pidió que lo entrenara. Es algo que aún estoy enseñándole”.
Sara se acercó, rascándose la mejilla con vergüenza.
Luego, con una expresión ligeramente molesta, tomó a Johnny en brazos.
“Dijo que sería muy útil, así que debería apurarme en que lo aprenda. Pero ha sido complicado, y por ahora solo hemos estado probándolo entre mis compañeras… Aunque, a veces, todavía se emociona demasiado…”.
“¿Ah… entiendo?”, respondió Vindo, aún desconcertado.
Sara continuó, emocionada por la oportunidad de hablar sobre sus mascotas.
“Según la señorita Monika, no todo el sudor está compuesto de los mismos elementos. Hay investigaciones sobre cómo identificar las emociones de las personas a partir de su sudor. Así que hice un pequeño experimento con la señorita Elna. Siempre he estado un poco preocupada por ella, así que enseñé al señor Johnny a reaccionar cada vez que ella sudara de una manera muy particular”.
Con entusiasmo, hizo su revelación:
“Específicamente, la forma en que suda cuando miente”.
Elna quedó atónita.
Se puso a pensar en todas las veces que Johnny había ladrado. Y, efectivamente, todas coincidían con momentos en los que había mentido.
En otras palabras, Sara lo había sabido desde hacía tiempo. Sabía que algunos de los accidentes de Elna eran provocados por ella misma. También sabía que Elna había causado intencionadamente el incidente en la fábrica de algodón. Y, a pesar de todo, Sara había permanecido a su lado.
Elna sintió que sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas.
Mientras ella permanecía inmóvil, Vindo giró aburridamente sus cuchillos en las manos a su lado.
“¿Y bien?”. Le lanzó a Sara una mirada intimidante. “¿Tú también quieres enfrentarte a mí?”.
Sara, con una expresión de pánico, negó rápidamente con las manos.
“¿Eh? ¡No, no, no, no! ¡Jamás podría hacerlo, nunca! ¡No estoy aquí para pelear contigo! ¡La señorita Monika acaba de terminar de darme un regaño diciendo que ese no era mi trabajo!”.
Mientras agitaba las manos frenéticamente, comenzó a retroceder hasta desaparecer por completo de la vista. Entonces, su voz volvió a resonar desde el pasillo, mucho más tranquila ahora.
“Por eso traje a algunas personas mucho más fuertes que yo cuando seguí los ladridos del señor Johnny”.
Y ahí estaban, los refuerzos. De pie al otro lado del pasillo por el que Sara había desaparecido.
“¡Tienes mucho descaro para hacer llorar a nuestra Elna!».
“Sí, espero que estés listo. Me cuesta mucho enfadarme, y lograste precisamente eso”.
Eran Sybilla y Monika—las dos luchadoras más fuertes de Tomoshibi.
Vindo apretó los dientes, incapaz de ocultar su frustración.
“… ¿Esos idiotas las dejaron escapar?”.
Sybilla fue la primera en entrar en acción. Cerró la distancia en un abrir y cerrar de ojos y lanzó un puñetazo directo al rostro de Vindo con un feroz “¡Cómete mi puño!”.
El ataque era demasiado simple, pero Vindo ya no tenía la fuerza suficiente para reaccionar adecuadamente. Logró bloquear el golpe, pero la fuerza del impacto lo envió al suelo. Aunque consiguió ponerse de pie después de la caída, fue entonces cuando—
“Vaya, un incendio por concentración de luz, ¿eh? Es una idea ingeniosa”, dijo Monika al observar las marcas de quemaduras, asintiendo como si algo acabara de hacer clic en su mente.
“Pero para que lo sepas, la refracción de la luz es mi especialidad”.
De repente, un destello iluminó el lugar.
La cámara que Monika había sacado emitió una luz cegadora que, tras reflejarse en los espejos que ella había desplegado simultáneamente, impactó de lleno en los ojos de Vindo.
El ataque era imposible de esquivar. Era, literalmente, tan rápido como la luz.
Mientras la cámara robaba a Vindo su visión, Elna comenzó a correr.
“¡AAAAAAAAHHHHHH!”.
Su cuerpo dolía, pero luchó contra el dolor y soltó un grito desafiante para darse ánimos mientras corría hacia Vindo. Con todo lo que tenía, saltó hacia él y le dio un cabezazo con todas sus fuerzas.
Su cabeza impactó de lleno en el rostro de Vindo.
Finalmente, el cuerpo de Vindo se quedó inerte, y el hombre que había estado por encima de todos los demás estudiantes de la academia cayó de rodillas.