Isekai Mokushiroku Mynoghra: Hametsu no Bunmei de Hajimeru Sekai Seifuku (NL)
Volumen 1
Capítulo 6: La Fundación De Un Nuevo Imperio
El clan de los elfos oscuros discutió el asunto durante tres días y tres noches. Después de todo era algo demasiado extravagante y alteraría demasiado sus vidas como para no tratarlo con sumo cuidado.
Habían recibido suficiente comida para empezar a recuperarse, aunque no del todo. Su nueva energía se quemó sin perder tiempo durmiendo mientras debatían acaloradamente si convertirse o no en ciudadanos del Rey.
Aquel que les había otorgado la comida afirmaba ser el legendario ser conocido como el Rey de la Ruina. Era cierto que se encontraban en una situación desesperada, pero no se atrevían a aceptar su oferta y convertirse en ciudadanos sin más.
Este ser tampoco era como los cientos de reyes comunes y corrientes a los que habían servido en el pasado. Según los relatos del anciano Moltar, era el rey del apocalipsis que acabaría destruyendo el mundo y devolviendo todo a la nada.
Su poder era insondable e imposible de resistir para los mortales.
Una vez que firmaran un contrato con él, era muy probable que incluso sus almas le pertenecieran.
La mayoría del clan dio su opinión respecto a esta elección definitiva en la que ni siquiera la liberación por la muerte sería posible una vez que se decidieran. Ni que decir tiene que se consultó a todos los adultos del clan, y se incluyó a los niños de cierta edad. Incluso los niños pequeños que acababan de aprender a hablar fueron obligados a tomar una decisión.
Los únicos excluidos fueron los bebés que dormían contra el pecho de su madre.
Tras un largo debate, decidieron por unanimidad convertirse en súbditos del Rey.
No tenían futuro. Era mejor sobrevivir, aunque eso significara caer en manos del mal, que sentarse a esperar la muerte.
Sobre todo, no podían olvidar la misericordia que saciaba su hambre. Que esa misericordia procediera de un ser maligno o del presagio del fin de los tiempos, no importaba en comparación con la deuda pendiente de gratitud que tenían.
Por fin, todos sintieron que se les había quitado un peso de encima con la decisión crucial que habían tomado. También estaban convencidos de que sus vidas estaban a punto de cambiar para siempre.
***
Los Elfos Oscuros habían tomado esa fatídica decisión hacía dos días. Y era hoy cuando sus almas recordarían para siempre el resultado.
El Rey pronto llegaría a su campamento. Normalmente, irían a buscarlo, pero se decidió, por sugerencia de Atou, que el Rey se reuniría con ellos allí, ya que sería más molesto tener a un grupo de quinientos atravesando el bosque para verlo.
Un silencio inquietante flotaba en el ambiente. Nadie verbalizaba cómo se sentía, pero una mezcla de ansiedad, esperanza y miedo invadía a todos.
Todos los elfos oscuros se arrodillaron en el suelo, esperando a su nuevo Amo con la cabeza inclinada. Por decisión del Anciano Moltar, era mejor que su gente no mirara al Rey y se arriesgaran a causar una mala primera impresión.
No tardaron en oír el ruido de ramas que se rompían bajo sus pies y dos pares de pasos que se acercaban.
«El Rey ha llegado», dijo el Anciano Moltar a su clan justo cuando dos figuras aparecieron de las profundidades del bosque.
A pesar de las innumerables advertencias de su Jefe y su Capitán Guerrero de que no miraran directamente al Rey, varios de los Elfos Oscuros más jóvenes levantaron la cabeza, dominados por la curiosidad. Se arrepintieron en cuanto lo hicieron, pues el miedo absoluto les heló hasta los huesos.
Habían visto oscuridad pura, oscuridad en forma humana.
Era como si algo hubiera ido terriblemente mal en el mundo, dando a luz a esta distorsionada mancha oscura incapaz de purificarse. Tenían ante ellos algo demasiado espeluznante para describirlo con palabras.
El ser al que estaban a punto de venerar como su rey era la encarnación de la ruina.
Los débiles de corazón soltaron un gemido ahogado, recibiendo un codazo de la persona que estaba a su lado.
Los instintos de supervivencia de los más pequeños entraron en acción, ahogando sus gritos y enterrando la cara en el pecho de sus madres.
Ni siquiera los valientes guerreros pudieron ocultar sus temblores de miedo.
Sólo los que se aferraron a la advertencia de su jefe se salvaron de los peores efectos. Los jóvenes que se atrevían a mirar se orinaban, algunos incluso se desmayaban con la baba goteándoles de la boca.
No tenían ni la más remota idea de lo que estaba pensando: ésa era la única impresión que tenían de Takuto Ira.
Pero habían decidido convertirse en ciudadanos del imperio creado por el Rey de la Ruina. Su exilio les llevó a establecer su hogar aquí, donde vivirían nuevas vidas bajo la protección de este ser negro como la tinta.
Atou, la subornidada directa del Rey, intercambió unas palabras con el Anciano Moltar y escuchó su breve explicación sobre el trono. A continuación, el Rey se sentó en el trono deforme que los Elfos Oscuros habían preparado apresuradamente para la ocasión y dedicó una media inclinación de cabeza a la muchacha que esperaba a su lado.
«Ahora daremos la bienvenida a Mynoghra al clan de Elfos Oscuros presentes hoy aquí como inmigrantes», anunció la muchacha con una voz clara y potente que viajaba bien a pesar de no hablar en voz alta. «¿Lo aprueba, Rey Takuto Ira?»
El Rey asintió satisfecho y dijo «De acuerdo. Les doy la bienvenida» como respuesta.
En el instante en que las palabras del Rey entraron en sus cuerpos a través de sus oídos, sintieron que les acariciaban el alma, y un escalofrío interno les heló por dentro y por fuera.
«Enhorabuena. Ahora son oficialmente ciudadanos de Mynoghra. En nombre de nuestro gran rey, Takuto Ira, se les promete toda la felicidad y la paz».
Con eso, la proclamación de Atou, llena de un poder invisible, llegó a su fin, y la tensión en el aire se alivió un poco. Tal vez ella también estaba algo nerviosa, porque cuando terminó, esbozó una amplia sonrisa.
Siguió un extraño silencio.
«Capitán, ¿ha terminado ya la ceremonia?», le preguntó a Gia en un susurro el ayudante Emle, amante de las leyendas.
«Debería. Pero no han dicho nada más. ¿Qué hacemos ahora?».
No sólo tenían poca experiencia con ese tipo de rituales, sino que tampoco sentían que se hubieran convertido en ciudadanos de Mynoghra… o, mejor dicho, en seres malignos.
¿Qué estaba ocurriendo?
Ni el Rey ni su subordinado hicieron ningún movimiento, pues parecían estar esperando algo.
¿Debían quedarse como estaban un rato más? ¿Iban a escuchar un discurso de su nuevo rey? Estar tanto tiempo de rodillas empezaba a hacerles daño en las piernas. Tales pensamientos atormentaban las mentes de todos los elfos oscuros, incluido Emle, cuando de repente…
Sus corazones martilleaban en sus oídos mientras una rabia insoportable brotaba de su interior. Era el odio a todos los seres vivos. Era el odio latente y ardiente de todos los que los perseguían, herían y ridiculizaban como despreciables.
Ahora, si el Rey se los ordenaba, estarían encantados de matar a todos los seres vivos. Una ira como no habían experimentado antes infligió a los Elfos Oscuros tanto confusión como una intensa agonía.
Al mismo tiempo, se vieron envueltos por poderosas emociones que ahogaron el odio hirviente. Aquellos miserables sentimientos de odio e ira, que dominaban sus corazones como los furiosos rápidos de un río desbordado, se convirtieron más bien en el murmullo de un apacible arroyo en comparación con esta nueva emoción que los envolvía como una cálida manta.
Estos sentimientos apaciguadores provenían de una sola fuente. La mirada de todos los elfos oscuros se posó allí… en su rey, Takuto Ira, que lo destruiría todo por ellos.
«¿Se encuentran bien?»
Por fin, comprendieron la verdad sobre su rey con sus almas.
El Rey estaba preocupado por ellos.
Ahora sabían que les daba comida porque se compadecía profundamente de sus circunstancias, y que ese acto era por pura misericordia sin ataduras. Desde el principio, el Rey no tuvo intención de hacerles daño.
Por el contrario, velaba compasivamente por ellos mientras soportaban la dolorosa transformación de sus corazones. Saberlo les llenó de la alegría de sentirse protegidos por primera vez en su vida.
Les trajo un alivio infinito que provenía de la más profunda oscuridad. Estaban encantados de que el gran Rey de la Ruina se dignara mirarlos. Estaban convencidos de que todos sus enemigos caerían ante el Rey, dejando un campo de cadáveres a su paso.
Rebosaban de alegría infinita por tener por fin un lugar al que volver después de todas las penurias y tragedias que habían vivido. Todo tipo de emociones se arremolinaban en su interior como una furiosa tormenta, transformándose finalmente en una vorágine de acalorada pasión.
El fanatismo había nacido en ellos, junto con una lealtad a la altura de la deuda de gratitud que tenían.
En ese mismo momento, los Elfos Oscuros renacieron y se transformaron en los malvados ciudadanos de Mynoghra.
«¡Saludemos a nuestro grande y poderoso rey, Takuto Ira!», vitoreó uno de los Elfos Oscuros más jóvenes con las manos en alto. Era el mismo hombre patético que se había orinado antes. Pero ahora sólo sentía orgullo y emoción ante su rey.
Su emoción se extendió rápidamente a la gente que le rodeaba, envolviendo finalmente a todo el grupo en una vorágine de entusiasmo.
Incluso el capitán guerrero Gia y el anciano Moltar colmaron de elogios a Takuto mientras lágrimas de alegría corrían por sus mejillas. Atou permanecía a su lado, asintiendo con satisfacción, como si su reacción fuera natural.
Toda devoción se entrega a mi rey. Todo el fanatismo gira en torno a mi rey, pensó.
En respuesta a todo lo que le dijeron, el gran Rey de la Ruina se lo tomó todo con calma y se limitó a decir: «Genial».
MENSAJE DEL SISTEMA
Debido a la repentina afluencia de ciudadanos, se creó un imperio bajo un gran comandante. ¡Viva Mynoghra!
OK
Eterpedia
Mynoghra – Imperio
Alineamiento: Malvado
Comandantes Seleccionables:
- Dios Maligno Sin Nombre
- Sludge Atou
- Isla, Reina de los Bichos SIN IMAGEN
Características Distintivas:
{Apocalipsis}
{Invasión}
{Asuntos Internos}
Descripción:
~El imperio de un dios Sin Nombre que provoca la ruina.~
Los orígenes de Mynoghra son desconocidos.
Se dice que ya existía en este mundo antes de su nacimiento y que fue creado por un dios maligno sin nombre que procedía de una dimensión distinta a la del dios sagrado Arlos.
Este imperio prospera en terrenos malignos, que aumentan su productividad.
Puedes jugar más favorablemente inclinando el mundo hacia el mal, pero debes tener cuidado ya que este proceso comienza muy lentamente.