Makeine: Too Many Losing Heroines! (NL)
Volumen 1
Perdedoras 2: Yakishio Lemon Contra La Narrativa
Parte 2
Solución de rehidratación oral: un líquido mágico lleno de electrolitos y glucosa que se utiliza para tratar la deshidratación.
«Dios, qué bueno es el OS-1», suspiró Yakishio.
«Da en el clavo».
Nuestra enfermería siempre tenía un poco de esos a la mano por si había idiotas como nosotros.
Amanatsu-sensei nos miró mal, con los brazos cruzados. «Olvídense de la clase. Quiero que los dos descansen aquí por ahora. Tú, él de ahí. Chico. Se lo haré saber a tu profesor. ¿Cómo te llamas?»
«Nukumizu, y usted es mi maestra», le dije. Hacía tiempo que había renunciado a que se acordara.
«¿Yo? Eso facilita las cosas», dijo. «Son todos tuyos, Konuki-chan».
La enfermera dijo adiós con la mano cuando Amanatsu-sensei se marchó y se sentó frente a nosotros. Las enfermeras sexys siempre me han parecido una leyenda urbana, pero lo único legendario de Konuki-sensei eran sus piernas, que hacía ademán de cruzarlas.
Una sonrisa pícara se dibujó en sus labios. «¿Cómo se sienten?», preguntó.
«B-bien», tartamudeé. ¿Por qué no podía ser normal?
«¡Más, por favor!» Yakishio me dió su botella vacía. Todavía tenía la mirada un poco rara.
La enfermera Konuki la obedeció. «Bébetelo despacio, querida».
«¡Yupi!» animó Yakishio, empezando rápidamente con la nueva botella con una sonrisa torpe.
«Los golpes de calor no deben tomarse a la ligera, deberían saberlo», dijo la enfermera, repentinamente severa. «Puede poner en peligro la vida, por no hablar de los posibles síntomas duraderos».
«Lo entiendo», dije. «Lo sentimos.»
«Bien. Sé lo que es ser joven. Hay cosas que no puedes parar. Algunas pasiones simplemente no pueden ser sofocadas. Y cuanto más lo intentas, Dios mío, a veces eso lo hace todo mejor. ¿Verdad?»
«Yo… ¿Qué?»
«No pasa nada. No hace falta que lo expliques». Konuki-sensei se llevó un dedo a los labios y guiñó un ojo. «Lo que haya pasado en ese cobertizo, eso queda entre tú y tu profesora».
Esto se estaba covirtiendo en un teléfono descompuesto, y yo no tenía energía para repararlo. Así que cambié de tema. «¿Usted y Amanatsu-sensei se conocen?», pregunté.
«De hecho, las dos nos graduamos en esta misma escuela», respondió Konuki-sensei.
«Supongo que eso las convierte a las dos en nuestras senpai, técnicamente. ¿Cómo era Amanatsu-senpai cuando era estudiante?».
«Oh, hoy no podrían notarlo, pero entre ustedes y yo, ella era un poco cabeza hueca. Una torpe total». Me quedé estupefacto ante esta información. «Veníamos seguido a esta oficina. Siempre tenía algún chichón o rasguño que había que curar». Konuki-sensei se rió con cariño. «Y ahora aquí estoy, trabajando en esta misma habitación».
Cambió de pierna, cruzando una extremidad de nailon sobre la otra, y miró al techo. Su mirada no era tan distante como cabría esperar de un poco de reminiscencia.
«¿Qué está mirando?» le pregunté.
«Las manchas del techo. Hay cosas que nunca cambian», suspiró.
«Tiene buena memoria».
Debió de ser una niña enfermiza. Fue conmovedor, realmente, crecer para aceptar un trabajo a pesar de su debilidad. Y en su alma mater también.
«Oh, yo no diría eso», dijo la enfermera. «Sólo venía a perder el tiempo la mayoría de las veces». Me sentí estafado. «De todos modos, beban y descansen».
Sensei corrió la cortina de privacidad y acostó a Yakishio antes de que pudiera dormirse sentada. Me bebí lo que quedaba de mi OS-1 y ella cogió la botella vacía.
«Descansen», nos dijo. «Este tipo de cosas son peores para el cuerpo de lo que parecen».
«De acuerdo. Gracias.»
Dejé caer la cabeza sobre la almohada. Las manchas del techo me miraban desde arriba, evocando imágenes de una joven Konuki-sensei con nuestro uniforme. Me tapé la cabeza con la manta.
Dios, ojalá no me hubiera dicho eso.
***
El último repique de la campana resonó en mis oídos. Me di la vuelta soñoliento. No tenía ni idea de cuánto tiempo había dormido, pero por todo el ruido que se oía fuera supuse que sería la hora de comer. A través de un hueco en la cortina, vi a Yakishio profundamente dormida en su cama. Me planteé acercarme y arreglar las sábanas para tapar su vientre expuesto, pero me lo pensé mejor.
«Vaya, no tengo ganas de comer», murmuré.
Me di cuenta de golpe. Vaya, no quería comer. No tenía nada de apetito. Dormir durante el descanso sonaba mucho mejor. No podía negar la comodidad que sentía con el frío de las sábanas contra mi mejilla.
Hasta que Konuki-sensei abrió la cortina.
«Tienes visita, Nukumizu-kun».
Yanami se asomó por detrás y saludó.
«¿Yanami-san?» Dije, todavía medio dormido. «¿Qué haces aquí?»
«Escuché que tú y Lemon-chan estaban aquí. ¿Todo bien?» Preguntó Yanami.
«Sí. Todo bien.» Me senté en la cama. «Yakishio-san está bastante inconsciente».
Konuki-sensei me lanzó una mirada sugerente. «Yanami-san te ha traído la comida. Oh, la juventud».
«Eh, Sensei, sea lo que sea que esté pensando, probablemente esté equivocada», le dije.
Ella asintió con complicidad (sin embargo, ella no lo sabía). «No te preocupes. Sé captar una indirecta. Tienen la habitación para ustedes, Yanami-san. Voy a salir un momento».
«Ah, bueno. Gracias». Yanami dijo después. «¿Tienes hambre, Nukumizu-kun?» Ella extendió una bolsa con una caja de bento en el interior.
«Por cierto, la puerta se cierra», dijo Konuki-sensei justo antes de salir. Ni siquiera intentaba ocultar la sonrisa en sus labios. Amanatsu-sensei era una cosa, pero ¿cómo demonios se le permitía ser profesora?
«¿Qué demonios está diciendo?» dije en voz baja.
Noté un resplandor entre el desorden de libros del escritorio de la enfermera. Era un teléfono. Uno que estaba grabando. Me adelanté y lo apagué.
«¿Qué estás haciendo?» preguntó Yanami.
«Nada», dije. «Vamos a comer».
Nos sentamos frente a frente. Yanami sacó un gran recipiente de Tupperware. Evidentemente, la época de meter dos raciones en una caja de bento se había acabado. Dentro había una gran masa amarilla.
«¿Omurice?» Dije.
«Sí, y estoy orgullosa de cómo ha quedado. ¿Ves qué bonito se ve? Lo he doblado a la perfección».
Clavó una cuchara en el centro y lo cortó por la mitad. Esperé, preguntándome pacientemente cómo íbamos a dividirlo exactamente. Seguro que no nos íbamos a turnar con la misma cuchara. Seguro que ella no estaba tan loca.
Me dio un plato blanco inmaculado. «Tomé prestado algunas cosas del salón de economía doméstica», dijo. «Tómalo». Lo tomé. Yanami sacó mi porción y la volcó en el plato con bastante desgana. «Ya está. Modales, las manos juntas. Vamos a comer».
Hice lo mismo. «Gr-gracias.»
No podía recordar la última vez que había comido omurice. Un bocado fue suficiente para traerme de vuelta. Ese era el sabor de la infancia.
«¿Está bueno, eh?» dijo Yanami. «¿Cuál es el veredicto?»
«Yo diría… 400 yenes.»
«No está mal, no está mal». Ella asintió y tomó otro bocado. Me pareció un precio justo. Era más o menos lo que se podía esperar comprando comida precocinada en la tienda. «Muy considerado de tu parte.»
Me iba a arrepentir de haber mordido el anzuelo. «¿Qué?»
«Es un equilibrio delicado. No quieres ser grosero, así que no bajas demasiado, y tampoco quieres parecer un tacaño. Eso hace subir el precio. Pero ir demasiado alto significa menos para ti a largo plazo. Eso hace que baje el precio», explicó Yanami. «Es sólo dinámica social». No tenía palabras. Había dado en el blanco y, a juzgar por su pomposa sonrisa, lo sabía. «Donde se cruzan esas líneas es de donde sacaste 400. Dime que me equivoco».
No lo estaba, y eso era lo peor. ¿Se daba cuenta de que estaba siendo generoso? ¿Le importaba?
«Tengo una pregunta para ti», continuó. «¿Es 400 realmente lo que querías decir? Escucha a tu corazón, Nukumizu-kun. ¿Qué te dice?»
Su argumento era sólido. Ya no podía seguir mintiendo. «Si tú lo dices. Trescientos…»
«¡No! ¡Dirección equivocada!» Yanami balbuceó. Sus conspiraciones eran realmente un misterio. «Caray, hombre. Ese es precisamente tu problema, Nukumizu-kun.»
¿Precisamente de qué?
«Bien», dijo ella. «Voy a superar los 400 de una manera u otra.» Thunk. Yanami sacó un termo.
«Añadiendo sopa para subir el valor, ¿eh?» Musité.
Eso es ingenuo de su parte. Vivíamos en un mundo de excesos y competencia. Hoy en día, la sopa viene gratis con la mayoría de los almuerzos especiales. Algunas cafeterías incluso incluían café y pan tostado.
Yanami desenroscó la tapa y vertió el contenido sobre el omurice. «¿Quién dijo que era sopa?»
«¿Salsa bechamel?» Así que por eso no había salsa de tomate. Personalmente, yo era más de salsa de tomate, pero puntos a favor por la elegancia. El gusto me obligaba a reconocerlo. «Cuatrocientos cincuenta…»
Me detuve. Esta era una pendiente resbaladiza, y y en la parte inferior se encuentra un mundo lleno de coberturas como esta y recargos adicionales sin fin. Debo tener paciencia.
«Continúa», dijo Yanami. «Termina la frase».
La ignoré y probé un bocado. «¡Santo…! ¡Esto es increíble!»
«Je», se rió entre dientes. «Lo compré en Año Nuevo. Es de lo mejor. Hotel Imperial. ¿Cuánto, eh? ¡Mírame a los ojos y dime que no fue una experiencia Imperial! «.
Ella me tenía. El Hotel Imperial no era una marca cualquiera, era de lo mejor. No podía no valorarlo en consecuencia. Mi orgullo como hombre con gusto estaba en juego, y sabía que, si decepcionaba, mi paladar se pondría implacablemente en tela de juicio.
«500 yenes…» Dije.
«Muchas gracias».
Yanami se mofó. Debía de sentirse muy orgullosa de haberme atrapado así. Yo estaba en lo que en el negocio nos gustaba llamar ‘modo de control de daños’.
Hubo un bostezo y un movimiento de cortinas. «¿Qué están haciendo? Parece divertido».
«Buenos días, Lemon-chan», dijo Yanami. «¿Te encuentras mejor?»
«Mejor que solo mejor», contestó Yakishio. «Esa siesta era justo lo que necesitaba».
«Hola. Me alegro de que no estés…» Me quedé a medias. Volvieron a aparecer imágenes en mi cabeza. El caos en el cobertizo. El paisaje.
Yakishio buscó una silla y enarcó una ceja. «Oye, Nukkun, en realidad no recuerdo mucho de lo que pasó. ¿Y tú?»
«¿Quién, yo? Oh, ¡totalmente! ¡Nos encontró Amanatsu-sensei!» le espeté.
«No me acuerdo de eso en absoluto. Supongo que fue ella quien me trajo ropa nueva». Jalando el uniforme de gimnasia.
Las líneas de bronceado.
«¡Sí! ¡Ajá! ¡Fue todo cosa de Amanatsu-sensei, y yo no estaba mirando! ¡No vi nada!»
«Uh, sí, está bien pero,» dijo Yakishio. «¿Y por qué lo harías?»
«Nukumizu-kun, estás siendo un poco desagradable», dijo Yanami.
Las miradas que me echaron. Ardian. Podía oír la llamada del vacío.
«De todos modos, ¿qué es eso? ¡Parece riquísimo!» Dijo Yakishio.
«Oh, lo está», dijo Yanami. «¡Lo he hecho yo! Toma, abre». Le tendió un bocado a Yakishio, que lo aceptó amablemente.
«Está buenísimo. La salsa lo hace todo. ¿Qué es?»
«Hotel Imperial, y lo sé, ¿verdad? Tienes buen gusto. No como otros«. Yanami me lanzó una mirada socarrona mientras le tendía otro bocado a Yakishio de mi plato. «Hay mucho más de donde vino eso».
«Con permiso.» La puerta se abrió con estrépito. «¿Está Lemon?»
Ayano Mitsuki asomó la cabeza y sorprendió a Yakishio con la boca abierta. Esbozó una sonrisa irónica.
Yakishio se levantó de un salto. «¡¿Mitsuki?!» Su rostro pasó de bronceado a un rojo vivo.
«Oí que te habías desmayado por un golpe de calor», dijo Ayano. «Supongo que me preocupé demasiado».
«¡Nuh-uh! Oh, me siento tan débil. ¡Me alegro de que estés aquí para que me cuides!»
«Toma.» Le dió una bolsa de fruta y puré de manzana. «Supongo que tienes apetito».
«¿Trajiste todo eso para mí?» Dijo Yakishio.
«Quizá me precipité un poco. No sé por qué pensé que estarías peor».
«¡Lo estoy! ¡Estoy tan enferma que apenas puedo tragar!. ¡Muchas gracias!»
«Puede que tengas razón». Ayano se acercó a su mejilla con la mano.
«¡¿M-Mitsuki?!»
Le arrancó un grano de arroz de la cara. «Yo también tendría problemas para comer desde ahí».
«Yo-Yo-Yo… Gra-gracias…»
«En fin, no quiero ser una molestia», dijo él.
«¿Q-Quieres quedarte un rato?», espetó Yakishio. «Yanami-san ha hecho omurice, ¡y está buenísimo!».
«Ella lo hizo, ¿eh?»
«Mitsuki-san. Aquí estás.» Otro visitante apareció en la puerta, la compañera de estudio de Ayano, Asagumo Chihaya.
«Oh, ¿me necesitas para algo, Chihaya?» le preguntó Ayano.
«Estaba pensando en usar las salas de estudio más tarde, ya que hoy no tenemos clases. ¿Te gustaría acompañarme?»
«Lo siento, hoy tengo que volver pronto a casa. Nos vemos allí mañana».
«De acuerdo. Te enviaré un mensaje esta noche». Asagumo se marchó corriendo.
Ayano le devolvió la sonrisa. «Demasiado para un ‘hasta mañana’, supongo». Había algo allí. Algo que definitivamente no había cuando yo iba a la secundaria con esos dos. «Volveré al salón de clase. Tómatelo con calma,¿de acuerdo, Lemon?»
«Lo-Lo haré», contestó Yakishio. «¡Gracias!» Miró a Ayano marcharse con ojos desolados. Era un caso típico de mal de amores.
«Oye». Yanami se materializó a mi lado y me golpeó en las costillas. «¿Qué le pasa a la señorita ojos saltones?»
Suspiré. «Está enamorada de Ayano».
«Una pareja interesante».
«Fui a la misma escuela que ellos, pero creo que llevan juntos desde primaria».
«Lo que los convierte», dedujo Yanami, «en amigos de la infancia».
No me lo creí y se lo hice notar en mi cara.
Ella negó con la cabeza. «Es que no lo entiendes, Nukumizu-kun. En este mundo hay dos tipos de mujeres: las mejores amigas y las zorras». Vaya forma de decirlo. Yanami me miró con el ceño fruncido. «Entonces, ¿cuál es la otra chica?».
«Era Asagumo-san», dije. «Se conocieron en la escuela intensiva, en tercero de secundaria, si no recuerdo mal».
Yakishio, que por fin había vuelto al planeta Tierra, bajó las manos de golpe y se inclinó sobre la mesa. Los platos repiquetearon. «¡¿Qué piensan ustedes que es ella para él?!».
«Personalmente», dijo Yanami, “no veo cómo podrían ser otra cosa que amigos, dado el poco tiempo que hace que se conocen”.
«¡Lo sabía! ¡Estoy totalmente de acuerdo!» gritó Yakishio.
«A ver, por favor. Ya vieron cómo se miraban», interrumpí. El revuelo fue increíble. Los ojos silenciosos amenazaban mi vida. Me encogí de hombros. «Yo… ¿lo siento?».
«¿Y qué?» Yanami acusó. «¿Crees que una aventura de un año significa más que un vínculo de la infancia construido a través del tiempo? ¿Es eso lo que estás diciendo?»
Yakishio asintió. «¡Lo que ella dijo! ¡Yanami-san lo entiende!»
Había algo en todo esto que no parecía sincero. Como un veterano desgastado dando consejos anticuados a un recién llegado.
«Siento una conexión contigo, Lemon-chan. Del tipo que no puedo describir», dijo Yanami. «Te apoyo, chica».
«¡Eso significa mucho para mí, Yanami-san!», dijo Yakishio. «¡Ahora siento que puedo enfrentarme al mundo!».
Y vivieron felices para siempre. Excepto yo.
«Yakishio-san, te estás comiendo mi almuerzo», le dije.
«¿Me lo estoy comiendo? Está muy bueno. Tú también deberías comer un poco».
«Estás usando mi cuchara».
«Pues tómala». Sostuvo la cuchara entre los dientes, moviendo el mango arriba y abajo hacia mí.
Se la quité de mala gana. La plata caliente, brillante y cubierta de saliva era casi… No. Ni siquiera un poco. Era repugnante. Se lo volví a meter en la boca. Ella gorgojeó.
«De todas formas, no tengo tanta hambre. Puedes quedártelo», le dije. Nunca se me dio bien comer o beber después de la gente. Un rasgo que a menudo olvidaba de mí mismo, porque para empezar nunca comía ni bebía mucho con la gente.
«Bueno, entonces me sentiría mal. Puedo dejarte un poco».
«Un poco». Me siento honrado.
«Ah, por cierto, Nukumizu-kun», dijo Yanami a través de un bocado de omurice. «Komari-chan me dijo que te dijera que estuvieras en la sala del club después de clase. Sin excusas».
Me pregunté para qué. Quizá el consejo estudiantil había encontrado algo nuevo por lo que meterse con el club de literatura.
Dejé que mis ojos se posaran en las chicas y su festín de arroz y omelets. Eran atractivas, había que reconocerlo. La única desventaja era, bueno, todo lo demás en ellas. Un extraño parentesco las unía. Ya podía darme cuenta de que Yakishio tenía madera de perdedora, igual que Yanami.
«Fiu,» Yakishio suspiró, «eso estuvo bueno.» De repente, sentí el sabor a metal, luego a huevo y luego a salsa. Mi tren de pensamiento (sin duda extremadamente grosero) se vio interrumpido por una cucharada de omurice. «¿Ves? Te dije que dejaría un poco». Se levantó de la silla. «Voy a regresar. Dale las gracias a la enfermera».
¿Acaso ella tenía noción del concepto de higiene? No podías ir por ahí metiendo cucharas cubiertas de saliva en la boca de la gente, especialmente cuando era tu saliva. Ser linda podía justificar algunas cosas, pero no eso. En cualquier caso, Yakishio se marchó, escapando de la justicia, y yo me quedé congelado.
Yanami soltó una risita. «Alguien se está sonrojando».
«¡N-No lo estoy!»
«Qué travieso, besos indirectos en la escuela. ¡Qué escándalo!»
«¡No me estoy sonrojando!» Levanté mi plato y empecé a meterme en la boca el último trozo de omurice.
«Por cierto, no podré ir al club», dijo. «Voy de compras con una amiga».
«De acuerdo. Tomo nota».
Espera un minuto, ¿todavía planeaba ir al club? Me habría impresionado incluso oír que recordaba cómo se llamaba.
«No te sentirás muy solo sin mí, ¿verdad? No llores, ¿de acuerdo?»
Me estaba tomando el pelo. ¿Las bromas no acabarían nunca? Levanté la vista, contrariado, para ver que me estaba mirando con el ceño fruncido. Ahora solo me sentía confundido.
«Me las arreglaré, gracias», dije.
«Uf». Yanami recogió los últimos granos de arroz de su plato. «Resiste. Todo irá bien».
¿Qué demonios era yo para esta chica?