Spy Kyoushitsu (NL)
Volumen 4
Prólogo: Murasakiari I
“Kumo, ¿qué me responderías si te pregunto qué es lo que hace al
ser humano ser lo que es?”
Los Estados Unidos de Mouzaia era la más grande potencia mundial.
En lugar de participar directamente en la Gran Guerra, su rol había sido limitar la venta de armas y suministros a las naciones aliadas. A medida que la guerra se prolongaba, su economía recibía un empuje notable, y como la mayor parte del mundo aún se estaba recuperando de las cicatrices que dejó la guerra, se habían vuelto el centro de la economía global.
No era una exageración decir que el mundo giraba en torno a los Estados Unidos.
En la costa oeste, había una ciudad llamada Mitario llena de rascacielos y gente paseando por sus calles disfrutando de la prosperidad. Bullicio se podía escuchar de los bares deportivos cuando se transmitía beisbol por la televisión, y los jóvenes viajaban a menudo en el metro para asistir a auditorios musicales y a películas de preestreno en blanco y negro en lujosos rascacielos de más de cincuenta pisos.
Dos hombres peculiares se encontraban en Mitario.
Estaban en el mirador del Edificio Westport, un rascacielos situado en el corazón de la ciudad. El mirador era una atracción turística del piso cuarenta y siete, pero estaba cerrado ese día, así que eran los únicos ahí.
Uno de ellos, el que usaba un corte de cabello en forma de hongo, suspiró impresionado en cuanto vio el panorama urbano lleno de rascacielos.
Incluso con su costoso traje, su expresión despreocupada y su agresivo corte de cabello en forma de hongo, no dejaba una buena impresión.
A r a ñ a b l a n c a
Él era Shirogumo, un espía del Imperio Galgad.
El hombre a su lado, con una mirada alegre en su rosto, le hizo una pregunta. Y luego de unos segundos de silencio, él mismo se respondió. “Dejar unas últimas palabras antes de morir. Los humanos son las únicas criaturas que pueden imaginarse cómo será el mundo después de su muerte, y son los únicos que pueden dejar sus pensamientos en forma de discurso”.
“Qué vista”.
“…Kumo, ¿estás escuchándome?”.
“Lo siento, es la primera vez que vengo aquí. Me da celos que puedas trabajar en tan agradable lugar, Murasakiari”.
Shirogumo se rascó la mejilla.
Se escuchó un ruido de estática, y para cuando Shirogumo reaccionó, su amado cabello ya estaba chamuscado.
Cayó al suelo con un aullido. “¡¿Qué demonios te pasa?! ¡Me vas a dejar como papa frita!”.
“Tus reacciones son ñoñas como siempre”. El hombre llamado Murasakiari respondió, su vestimenta era adecuada para trabajar en un preescolar o como enfermero. A diferencia de Shirogumo, que lucía muy a gusto con su traje azul marino de doble botonadura y su elegante sombrero. Se podía ver vida en su mirada bajo su larga melena.
Él era Murasakiari, otro espía de Galgad.
Él era miembro de Hebi al igual que Shirogumo, y pasaba de encubierto en todo el mundo.
“Tus historias son siempre tan largas”, dijo Shirogumo sin arrepentirse. Se levantó y se limpió. “En fin, estoy aquí por trabajo”.
“¿Trabajo? Qué aburrido”.
“¿Qué tiene de aburrido venir a hablar del trabajo con un espía?” “Vine pensando que extrañarías a tu viejo compañero”.
“Pues no”.
Shirogumo se rascó la cabeza y vio hacia abajo a través de la ventana.
“La Conferencia Económica de Tolfa es el próximo mes en el Edificio Westport y durará medio año. Le dieron un nombre muy extravagante, pero se resume a un puñado de compañías y burócratas aliados que se reúnen y se disputan sus derechos. Desde el inicio de la guerra, todo el continente de Tolfa ha estado en un gran lío, y los aliados desean averiguar cómo se van a dividir el pastel”.
“Es nauseabundo, ¿verdad?”, murmuró Murasakiari.
Tolfa era un continente que los países desarrollados habían controlado mediante el dominio colonial. Galgad había tenido colonias allí, pero tras perder la guerra se vio obligada a cederlas a los aliados. Había pasado una década desde el final de la guerra, pero los aliados seguían discutiendo entre ellos sobre quién tenía los derechos de qué partes de Tolfa.
Ahora llevaban a cabo una conferencia extendida para discutir esos mismos derechos—y ni una sola nación Tolfana recibió invitación a la mesa.
Murasakiari suspiró. “¿Así que quieres que manipule la conferencia al servicio de los objetivos del Imperio?”.
“No, yo me encargaré de eso. Tengo un trabajo diferente para ti”.
Shirogumo lo miró. “Habrá espías de todo el mundo. El CIM, que pertenece a la Confederación de Fend, enviará a Retias, y el Reino de Bumal seguramente enviará a Kagedane 1 y a Akaza Shimai 2 . La agencia de inteligencia de Mouzaia, JJJ, también contará con su mejor equipo, así que tendrás que tener especial cuidado con Kirin3 y Reiki4. Y todavía no sabemos quién es el espía Ouka, pero con lo grande que va a ser la conferencia, es imposible que no se asome. Estamos hablando de una plantilla internacional de personas altamente calificadas”.
Shirogumo sonrió.
“Los quiero a todos muertos”.
Murasakiari se frotó la nuca. “Eso es un poco espeluznante, ¿no crees?”.
Ellos son de una época de espías que operaban detrás de escena. Con una conferencia tan larga y con tanto en juego, era imposible de decir cuántos espías acabarían asistiendo. Si se contaran los de la agencia de inteligencia de Mouzaia, el número probablemente superaría los cuatro dígitos.
Las instrucciones de Murasakiari eran así de simples—deshacerse de todos los que se interpusieran en su camino lo antes posible.
“Masacrar personas es un trabajo para nada elegante”, continuó Murasakiari. “Creía que nuestro oficio consistía en controlar a la gente, no matarla”.
“Tal vez, pero capturar gente viva no es tu especialidad”.
“………”.
1 Semilla sombría
2 Hermanas Armuelle
3 Qilin en chino, o Unicornio chino en español
4 Tortuga espiritual
“Puedo contar contigo, ¿verdad? Se rumora que tal vez tengas que lidiar con esa estrella en ascenso de la Oficina de Inteligencia Extranjera de Din—Kagaribi”.
“Ah”. Murasakiari asintió.
La República de Din llevaba ganándole al Imperio Galgad incontables batallas por años, y por lo que parecía, la República también se uniría a la lucha. A pesar de que eran de una zona rural minoritaria, la influencia que tenían sobre los asuntos mundiales hacía que su asistencia fuera casi inevitable. Y en cuanto a los rumores, el hombre en cuestión—Kagaribi—era un monstruo que se veía en muy contadas ocasiones.
Murasakiari sonrió y atacó con su pistola aturdidora.
Shirogumo esquivó en el último momento y dejó salir otro grito. “¡Otra vez con eso! ¡Tienes que dejar de electrocutarme sin razón!”.
“Te escuchaste muy pretencioso. Mereces morir tres veces por eso”. “…Estoy bastante seguro de que estaba hablando normalmente”.
“Para mis estándares, fue pretencioso”. Murasakiari, con la pistola aturdidora en mano, apuntó directamente a la cara de Shirogumo y la apretó hasta romperla. “No te preocupes por mí. Aquí, en Mitario, soy el rey”.
La expresión de Shirogumo seguía congelada, y Murasakiari le mostró una gran sonrisa.
***
“Es difícil de creer que ya ha pasado un mes desde la última conversación que tuvimos. Oh, cómo pasa el tiempo”.
Murasakiari dejó salir un largo suspiro mientras se sentaba en su base de operaciones, un bar subterráneo exclusivo para miembros.
Era un pequeño y tranquilo cuarto con una luz indirecta y un sencillo mostrador. Sólo unas pocas personas en todo Mitario lo conocían.
Tomó un sorbo de su refresco de cola. No le gustaba mucho el alcohol.
Este último mes llevó a cabo innumerables asesinatos. Entre espías y policías secretos, ya era responsable de cuarenta y ocho asesinatos, y ni una sola persona conocía su talento especial. Nadie era capaz de encontrarlo.
Además, ese día también había logrado algo más.
“¿Puedo ofrecerle algo, señorita? ¿Una cerveza, tal vez?”.
Se giró hacia a la persona a la que había obligado a sentarse junto a él.
Ella se retorcía de dolor.
“Oh, es cierto”. Murasakiari bajó la cabeza. “Tienes ese agujero en el pecho. Siento mucho haberle hecho una oferta tan desconsiderada a una dama como usted. Me gusta considerarme un caballero”.
La expresión de su acompañante era de agonía. El sudor corría por su rostro, y si las miradas pudieran matar, el odio con el que ella lo veía desde debajo de su cabello despeinado, pues, habría provocado eso. La sangre goteaba del agujero en su costado mientras ella se presionaba ese punto.
“Eres un espía de la República de Din, ¿no? Eres mucho más joven de lo que esperaba. ¿Me regalas tu nombre?”.
“……………”.
“Hmmm, tenemos un problema. Creo que al menos podrías presentarte”.
Él gruñó. Consideraba que escuchar las últimas palabras de las personas era el trabajo de su vida, pero rara vez lograba capturar a la gente viva. Habría sido una lástima matarla sin escuchar lo que tenía que decir.
“¿Acaso estás esperando que alguien venga a salvarte?”.
“… ”.
“Esperas a Kagaribi, ¿no? Ah, pero supongo que tú y tus colegas lo llaman ‘Klaus’. No te preocupes. En realidad, también lo estoy esperando”.
“……………”.
“Conversemos un poco mientras lo esperamos. Hagamos memoria de todo este asunto desde el principio hasta el final—desde que tú y tus colegas me sorprendieron la primera vez, hasta el momento de tu vergonzosa derrota”.
Murasakiari le sonrió a su rehén.
“Y cuando terminemos veremos si puedo adivinar tu nombre”.
No se veía nada de esperanza. Sólo desesperación.
“Entonces”, dijo Murasakiari, “empecemos con cómo llegaron a Mouzaia”.
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