Spy Kyoushitsu (NL)

Volumen 4

Epílogo: Jefe y Graduación

Parte 2

 

 

Por insistencia de Lily, decidieron disfrutar al regreso en el ferri, y todo el equipo pasó su viaje de una semana en camarotes de lujo que habían reservado.

Cuando llegaron a sus habitaciones, las chicas empezaron a saltar sobre las camas y una pelea de almohadas no se hizo esperar. Al final, las demás decidieron enterrar a Elna en colchones, y todas se reunieron a su alrededor y amontonaron sus edredones encima del montículo. El arte moderno con el que acabaron se parecía tanto a la estatua de Mitario que la apodaron la “Elna de la Antilibertad”.





Mientras Klaus observaba el desastre que habían hecho las chicas, se dio cuenta de que faltaba una de ellas.

Fue a dar una vuelta por el ferri para buscarla. De camino, pasó por un quiosco y compró palomitas. Cuando llegó a la cubierta superior, la vio de pie bajo el cielo azul.

Thea contemplaba el paisaje.

El ferri había zarpado y la silueta de Mitario se hacía más pequeña a cada momento. Aquellos edificios que la dejaron impresionada con su altura mientras recorría las calles de la ciudad lucían como modelos a escala.

El viento del mar soplaba a través de su cabello cuando oyó una voz detrás de ella. “Hola, Thea”.

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“Profe…”.



“¿Qué haces aquí sola? No te habrás peleado con las demás, ¿verdad?”.

Klaus se colocó a un lado de Thea.

Una bandada de gaviotas volaba a la par del ferri. Klaus les lanzó palomitas, y las aves las agarraron hábilmente en el aire y siguieron volando.

“¿Le importa si lo intento?”, preguntó Thea, y él le dio algunas. Sin embargo, no pudo hacerlo. Quizá la destreza no era lo suyo.

Klaus la miró gentilmente. “Hiciste un trabajo fantástico en esta misión. De no ser porque cambiaste a Roland, yo no habría podido encontrar a Murasakiari”.

“Todo fue gracias a la información por la que otros arriesgaron sus vidas. No podría haberlo hecho sin ellos”.

“¿Por qué te saliste? Si te sientes sentimental y te molesto, no dudes en decirme que me vaya”.

Thea negó con la cabeza. “No, es que tengo muchas cosas en la cabeza. De hecho, me alegro de que haya venido”.

“¿Por qué?”.

“Tengo curiosidad. ¿Cómo era Kouro siendo espía?”.

Por eso contemplaba Mitario. Era la ciudad donde había caído una gran espía.

Klaus hizo una larga pausa antes de responder. “Ella era como un fuego abrazador. Había momentos en los que era tan cálida; y otros en los que quemaba a sus enemigos hasta volverlos cenizas… Lo siento. Cuando intento describirla, todo se vuelve algo abstracto”.

A Klaus no se le ocurría cómo resumir concisamente quién había sido ella, y maldijo su incapacidad para explicar bien las cosas.

“¿Te importa si me tomo el tiempo?”, preguntó. “Creo que en lugar de describirla, sería mejor que te cuente anécdotas de ella. Y además, en este barco tenemos tiempo de sobra”.

“Oh, eso sería encantador. Podría escuchar historias sobre ella todo el día y toda la noche”, dijo Thea con una cálida sonrisa.

Luego sus ojos brillaron como si acabara de tener una idea fantástica.

“Ya que estamos aquí, ¿por qué no me las cuenta toda la noche? Eso haría fluir las emociones. Si viene más noche a mi habitación y a la de Grete, puede acostarse con nosotras con usted en el medio—”.

“Nunca aprendes, ¿verdad?”, dijo Klaus, masajeándose las sienes. “Hay hombres que no disfrutan cuando las conversaciones se vuelven sexuales”.

“Monika me dijo exactamente lo mismo”.

“Deberías escuchar los consejos de tus compañeras”.

“Ahora que lo pienso, Sybilla y Sara se han estado reuniendo para convencer a Grete sobre dejar de escuchar mis conocimientos.

¿Usted les metió eso en la cabeza?”.

“No. Sólo es la buena voluntad que hay en sus corazones”.

Aparentemente, no sólo a Klaus le estaba dando problemas. Teniendo en cuenta la posición de ella dentro del equipo, él deseaba que pusiera un poco más de sentido común en sus acciones, pero reconoció que no tenía sentido esperar lo imposible.

Thea bajó los hombros, desalentada. “(Suspiro)… Sabe algo… No me importaría que empezara a ser un poco más amable conmigo. Después de todo, somos iguales”.

“¿Lo somos? ¿En qué sentido?”.

“¿Que no es obvio? Somos las únicas personas con vendettas hacia Hebi”, respondió ella con orgullo.

Klaus no tenía nada que objetar.

Al fin y al cabo, no muchos de los miembros de Tomoshibi tenían intereses personales en la batalla contra Hebi. Todas querían defender a su nación, claro está, pero Klaus y Thea eran los únicos cuya salvadora había sido asesinada por ese grupo.

“Ya no tiene que cargar con todo usted solo. Voy a ayudarle en la lucha contra Hebi”, dijo Thea, ofreciéndole la mano a Klaus. “Seamos compañeros, usted y yo”.

“………”.

Klaus se sorprendió.

Thea siempre había tenido ideales elevados, pero históricamente no la habían llevado a ninguna parte. En cambio, el abismo entre sus ideales y la realidad solía causarle tanta angustia que terminaba siguiendo el ejemplo del resto del equipo.

Pero ahora, ella le estaba dando razones, dando importantes pasos.

“Realmente eres la que más ha crecido en esta última misión”, remarcó él.

“¿De verdad? Bueno, si usted lo dice, aunque no siento que fuera as—”.

“Magnífico”. Klaus la tomó de las manos. “Veo que estás decidida, y lo respeto. Cacemos juntos a Hebi”.

“Será un placer”.

Thea le devolvió el apretón y cerraron el trato.

Entonces las mejillas de Thea enrojecieron. “N-No hagamos que Grete confunda las cosas”, dijo ella mientras se apresuraba a soltar la mano de Klaus. “Sé que acabo de decir que deberíamos trabajar juntos, pero creo que sería mejor no actuar empalagosa cuando estoy con usted”.

“Probablemente, sí. Creo que es una excelente—”.

“¡Después de todo, tengo el deber de apoyar a mis colegas en todos sus esfuerzos románticos! No sólo a Grete. Si alguna de las demás se enamora de usted, tengo que estar preparada para actuar como su gurú del amor y darles todo tipo de consejos sobre cómo—”.

“Yo recomendaría que abdiques lo antes posible”, dijo Klaus con expresión de auténtico disgusto. Thea se rio.

Después de aquello, los dos compartieron una agradable conversación. Afortunadamente, no había nadie más por allí, ni había señales de que hubieran puesto micrófonos en el bote, así que Klaus pudo contarle sus recuerdos de cada miembro de Homura.

Le contó todo sobre Kouro, la líder del equipo, y sobre Guido “Kyokou”, el segundo al mando del equipo y mentor personal de Klaus. Luego le habló de Gerde “Houraku”, su feroz francotiradora; de Lukas “Baien” y Wille “Shakukotsu”, un par de alegres hermanos que amaban los juegos y las apuestas; y, por último estaba Heide “Seiwaku”, como la hermana mayor del equipo que tenía una lengua afilada y escribía libros eróticos.

Mientras Klaus le contaba a Thea historias sobre sus compañeros fallecidos, ella habló como si acabara de recordar algo. “Ahora que lo pienso, supongo que ella nunca llegó a cumplir esa promesa…”.

“¿Cuál?”.

“La que me hizo Kouro. Me dijo que cuando volviéramos a vernos me prepararía un regalo maravilloso. Realmente estuve deseando que ese día llegara”.

Al final, ese reencuentro nunca sucedió, y Thea nunca tuvo la oportunidad de recibir aquel regalo.

Klaus se llevó la mano a la boca y se sumió en sus pensamientos. “… ”.

“¿Hmm? ¿Qué pasa, profe?”.

“Nada, sólo estaba pensando. La jefa era buena con los preparativos, así que probablemente ya lo tenía listo cuando estuvo viva. Al fin y al cabo, nunca se sabe cuándo nos va a tocar a nosotros”.

“¿Tiene idea de lo que podría haber sido?”.

“No, ni idea. Revisé todos sus objetos personales en el Palacio Kagerou después de su muerte, pero nada de lo que encontré viene a mi mente…”.

Klaus guardó silencio mientras rebuscaba en su memoria, pero seguía sin encontrar nada.

Thea se rio apenada. “Quizá lo escondió en algún lugar que ni siquiera usted conocía”.

“Es posible. Estamos hablando de la jefa. No tuvo inconvenientes a la hora de esconder algo importante bajo el piso, por poner un ejemplo”.

“En ese caso, ¿rompemos las paredes cuando volvamos?”.

“No vayamos tan lejos. Aun así, no estaría de más revisar su habitación una vez ma—”.

Klaus se detuvo a mitad de la frase.

En el momento en que lo hizo, los ojos de Thea se abrieron ampliamente.

Ambos acababan de recordar el incidente que ocurrió hace un mes. Gimieron al mismo tiempo. ““Oh, no, esa es la habitación que—””.

Cuando el ferri llegó a la República de Din, Klaus y Thea regresaron al Palacio Kagerou mucho antes que las demás. Su destino era la habitación del centro del segundo piso, la que era un poco más grande que todas las demás.

Había pasado un mes, pero seguía tan deteriorada como la última vez que la vieron.

Gracias a la bomba de Annette, el dormitorio de Lily había quedado en escombros. Lo único que hicieron fue poner una lona sobre la pared. Todavía no reparaban nada y la habitación seguía llena de grietas y marcas de quemaduras.

Klaus se acercó a la pared destrozada, tanteó los puntos más dañados y los atravesó con el cuchillo. Thea le siguió y empezó a mirar por las grietas del suelo roto.

El primero en desenterrar algo fue Klaus. “Encontré algo”.

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Sacó una pequeña caja de hierro del interior de la pared. De no ser porque Annette voló la habitación, no la habrían encontrado. Al parecer, no hay mal que por bien venga.

“Ábrela, Thea. Estoy casi seguro de que este fue su regalo para ti”. “Sí…”.

Klaus le entregó la caja y Thea respiró hondo. Esto era lo último que Kouro había dejado atrás.

Sus dedos temblaban cuando abrió la tapa con cuidado.

Dentro había una especie de pequeña vara. Era larga, de latón y con protuberancias. Thea nunca la había visto, pero sabía a qué le recordaba.

“¿Esto es… una llave?”.

Era la primera vez que veía una llave con ese aspecto, pero sin duda era una llave de algún tipo.

Se la mostró a Klaus, pero él también ladeó la cabeza. Él tampoco sabía para qué servía.

La caja también tenía una pequeña tarjeta en la parte inferior.

Para la chica que me superará.

Por corto que fuera el mensaje, transmitía todo lo que necesitaba. Thea sintió que se le calentaban las comisuras de los ojos.

Su reencuentro nunca llegaría. La bondad de Kouro había muerto con ella, y el sueño de Thea de llegar a vivir a su lado nunca se haría realidad. Su relación había terminado de la forma más triste posible.

Pero a pesar de eso, Kouro le había dejado mucho.

“Profe…”. La voz de Thea temblaba. “Sólo por esta vez, ¿podría prestarme su pecho?”.

Klaus no dijo nada. Se limitó a acercarse suavemente y acariciar la cabeza de Thea, luego la abrazó mientras ella sollozaba sin cesar.

***

 

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Cuando Thea terminó de llorar, el resto del equipo estaba regresando.

Todas entraron en la habitación destruida donde estaban Klaus y Thea. Miraron a Thea con una interrogante sobre sus cabezas al verla con los ojos hinchados, pero lo supieron al ver la habitación y le dieron unas palmaditas en la espalda.

Ahora que estaban todos, Lily juntó sus palmas. “¡Atención! Como acabamos de terminar una gran misión, ¡es el momento perfecto para arreglar mi habitación!”.

Arreglar la habitación de Lily había quedado en un segundo plano.

La cuestión era que las chicas no tenían las habilidades necesarias para realizar grandes reparaciones, así que iban a tener que llamar a un profesional. Afortunadamente, había contratistas especializados en trabajar con espías y otros clientes con los que la confidencialidad era fundamental.

Cuando Lily empezó a murmurar codiciosamente que también quería hacer reformas, Thea decidió hacerle una petición. “Lily, hay un favor que quiero pedirte. ¿Estarías dispuesta a intercambiar habitaciones conmigo?”.

“¿Eh? ¿De qué hablas?”.

“Significaría mucho para mí poder vivir en la antigua habitación de Kouro. ¿Qué me dices? Si te mudas a mi habitación, no tendrías que esperar a las reparaciones”.

Thea ladeó la cabeza y le mostró a Lily una sonrisa persuasiva.

Lily respondió frunciendo el ceño. “Hmm… Entiendo cómo te sientes, de verdad. Pero al mismo tiempo, esta tiene mucho espacio, y entra mucha luz natural…”.

“¿Y si te enseño cómo conquistar chicos?”. “¿Qué te hace pensar que querría eso?”.

Parecía que la disputa por la habitación estaba a punto de subirse de tono.

Fue entonces cuando Grete intervino. “Creo que las dos están mal”, dijo. “Si alguien se va a quedar la antigua habitación de Kouro, ¿no debería ser el jefe?”.

Todas se giraron para mirar a Klaus.

Klaus había estado usando la misma habitación desde sus días con Homura, y la verdad es que no era muy agradable. Era una habitación estrecha ubicada en un rincón de la mansión.

Él sacudió la cabeza. Luego, añadió lo de siempre: “Y no me llames ‘Jefe’”.

Cada vez que Grete se refería a él como “Jefe”, Klaus la rechazaba sin falta. Para él, la única persona digna de ese título era Kouro. Rechazó que lo llamaran así desde el día en que fundó Tomoshibi, y probablemente había evitado heredar la habitación de Kouro por casi la misma razón.

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Esta vez, Grete se mantuvo firme. “Creo que se equivoca, jefe. Creo que a estas alturas, usted es el jefe de este equipo en todos los sentidos de la palabra”.

“Hmm…”.

Klaus no tenía una respuesta inmediata.

Mientras pensaba en la respuesta, Annette intervino con sus pensamientos. “Estoy de acuerdo con ella, Aniki”. Se rio.

Elna compartió el sentimiento. “Yo también”.

Sybilla dio un juguetón empujón al brazo de Klaus. “Adelante. Todas nosotras nos graduaremos, así que tal vez sea hora de que tú también te gradúes de esa indecisa postura”.

Graduación.

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Antes de la misión, Klaus le había dicho a las chicas que una vez que la completaran, se convertirían en espías auténticas.

Ahora lo habían logrado, y demostraron lo mucho que habían crecido. El equipo aún tenía algunas carencias, pero todas eran lo bastante fuertes como para aprobar el examen de graduación de un instituto de espías. Las chicas habían mejorado mucho más rápido de lo que Klaus había imaginado.

Todas estaban listas para avanzar a la siguiente etapa de sus carreras.

La batalla contra Hebi sólo iba a ser más difícil de ahora en adelante y, además, Hebi podría no ser el único enemigo al que tendrían que enfrentarse. Probablemente se encontrarían cara a cara con todo tipo de enemigos feroces.

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Las chicas tenían razón. También era hora de que Klaus se armara de valor.

Su jefa se había ido, y no iba a volver. Ahora, guiar a las chicas dependía de él.

“Tienen razón. Soy el jefe de Tomoshibi”, dijo Klaus con gran dignidad.

Era espía, era profesor y, sí, era su jefe.

Lily se rio. “Estoy muy acostumbrada a llamarlo Profe como para cambiar ahora”.

“Me alegro de que por fin lo entiendas, Klaus”, dijo Monika pomposamente.

“Contaré contigo, Jefe”, dijo Sybilla, sonando un poco tímida.

“Por fin se cumplió mi deseo… Jefe”, dijo Grete asintiendo con la cabeza.

Sara hizo una reverencia. “Se-Será un gusto seguir trabajando con usted, Je-jefe”.

“Yo siempre te diré Aniki”, bromeó Annette, a lo que Elna asintió: “Sí. Usted es el Profe, Profe”.

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La última en hablar fue Thea. “Espero grandes cosas de usted como compañero, Profe”, dijo con una sonrisa.

“Veo que todas coinciden”.

Las únicas que habían cambiado su forma de dirigirse a él eran Sybilla y Sara. Dicho esto, le parecía bien que lo llamaran como quisieran.

El punto era que él sabía dónde se encontraba.

“Magnífico”, murmuró. Era una sensación agradable. Pronto, la batalla entraría en una nueva fase.

 

-FIN DEL VOLUMEN 4-

 

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