Spy Kyoushitsu (NL)

Volumen 4

Epílogo: Jefe y Graduación

Parte 1

 

 

La misión en Mitario había terminado, pero aún quedaban algunos cabos sueltos por resolver.

Tomoshibi había luchado con todo, y los resultados que obtuvieron fueron realmente impresionantes. Sin embargo, esa victoria tenía un precio.

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Pagaron la factura justo cuando Klaus estaba atando el cuerpo inconsciente de Murasakiari.

Una ola de hostilidad los inundó, y una bala atravesó el cielo nocturno. No era una bala de plomo. Era una bala de rifle. Incluso para el poderoso Klaus, esquivarla hizo que utilizara todas sus fuerzas. Mientras estaba en ello, esa sensación le trajo recuerdos de alguien.

Le recordó al francotirador que había matado a su mentor, Guido.

El espía en cuestión no dudaba en matar a sus propios aliados si eso significaba proteger sus secretos.

Dos disparos más se escucharon.

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Klaus desvió el primero. Después de todo el trabajo que le había costado capturar a Murasakiari, no iba a dejarlo morir tan fácilmente.

Sin embargo, el segundo disparo hizo volar el pie derecho de un objetivo totalmente inesperado.

“¿Roland?”. Thea se quedó sin aliento.

Su batalla con Murasakiari lo había dejado demasiado herido para esquivar.

Thea gritó, y Monika tuvo que agarrarla de la manga para obligarla a ponerse a cubierto.

El francotirador estaba demasiado lejos para distinguirlo a simple vista, pero todos sus disparos habían volado con una precisión infalible. Thea tenía una vaga idea de cuánta habilidad bruta se necesitaba para hacer eso.

Un pitido sonó en el bolsillo del pecho de Murasakiari. Llevaba una radio encima. Klaus se la acercó al oído y una voz que conocía lo saludó.

“Vete al diablo, monstruo”.

Era Shirogumo, otro miembro de Hebi.

“No esperaba que capturaras vivo a mi amigo Murasakiari. No voy a mentir, se arruinaron nuestros planes”.

“Veo que no estaba trabajando solo. ¿Quieres la revancha?”.

“Viejo, será mejor que no sigas provocándome. Ese no es mi estilo.

¿Parezco un tipo con ganas de morir?”.

Era detestable lo frívolo que estaba siendo Shirogumo. Esta vez, era Klaus quien tenía la ventaja.

“Tenemos a Murasakiari bajo custodia. Una vez que le saquemos la información, sabremos todo sobre ti y tu equipo”.

“Meh, Murasakiari no va a hablar. Vamos—dale crédito al tipo”.

“Ya lo veremos”.

“Bueno, te deseo la mejor de las suertes. Ustedes estaban tan ocupados tratando con Murasakiari, que pude hacer mi trabajo sin estorbos. Ya tengo lo que quería aquí, y todo gracias a él”.

Al parecer, Shirogumo también había estado haciendo trabajos de espionaje en la Conferencia Económica de Tolfa. Sin embargo, Klaus no tenía ni idea de lo que andaba haciendo. Las Hormigas Obreras que Murasakiari mandó le habían robado todo su tiempo.

“Esta ronda la ganaste”, dijo Shirogumo. “pero la próxima vez, date por muerto. Te estás volviendo una piedra en el zapato para Hebi. En serio, te vamos a matar. Todo esto de usar fuerza bruta se acabó. Estaré viendo desde cada ángulo, trabajando en todos los detalles, y elaboraré un plan que te acabe para siempre”.

“‘Date por muerto’, ‘Te vamos a matar’… ¿Qué eres, un niño? Tienes que empezar a comportarte con dignidad”.

“Cállate. Deja mi personalidad fuera de esto”.

“En fin, ¿qué busca Hebi? No creo que sólo sean un grupo de leales al Imperio”.

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“¿Qué te hace decir eso?”.

“Porque de ser así, mi maestro nunca se les habría unido”.

La risa de Shirogumo crujió por la radio. “¿Por qué no le preguntas a Murasakiari? Si consigues que hable, claro”.

“………”.

“Si tuviera que definirlo… Diría que buscamos el equilibrio”.

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La señal de radio se apagó, y la espinosa sensación de hostilidad desapareció del aire. Shirogumo se fue.

Ese Shirogumo era un hombre indescifrable. Se comportaba como un matón de segunda y estaba claro que Klaus le daba miedo, pero luego estuvo de presumido, y sus últimas palabras tenían un profundo significado. Era imposible decir si él era increíblemente poderoso o inimaginablemente débil. La única impresión real que había dejado fue lo difícil que era leerlo.

En cuanto desapareció la presencia del francotirador, Thea salió corriendo de su escondite.

“¡Roland!”.

Aún estaba vivo, pero tenía la pierna destrozada y el rostro espantosamente pálido. Sus ojos tenían una mirada vacía y sin luz.

Las chicas se reunieron a su alrededor.

“Yo…”, Sybilla se arrodilló a su lado. “Este tipo me salvó la vida. Elna y yo estaríamos muertas de no ser por él…”.

Klaus miró al hombre sin decir nada. “………”.

Mientras tanto, Thea intentaba desesperadamente mantener con vida a Roland, arrancando tiras de su ropa para poder vendarle sus heridas. Él intentó matarla en dos ocasiones diferentes, y aun así, allí estaba ella, intentando salvarlo una vez más.

“Thea”, le dijo Klaus, “es suficiente. Ya es demasiado tarde”.

Grete tocó la mano de Thea para alentarla a que dejara de aplicar los primeros auxilios. Thea se mordió el labio y retiró las manos del cuerpo de Roland.

Cuando Klaus se acercó, los ojos de Roland se movieron un poco. “Kagaribi…”.

Su voz era muy débil como para oírla. “¿Qué?”, respondió Klaus.

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“Dime, ¿crees que en algún momento pude haberme convertido en tu rival?”.

“……………………”.

Estaba claro qué respuesta quería oír Roland. Y Klaus se dio cuenta de que las chicas también querían que la dijera.

Sin embargo, su respuesta no fue la que esperaban. “Ni en un millón de años”.

“… Diablos”.

“¿Esperabas que te consolara? Ninguno de tus deseos se hizo realidad. Todo lo que hiciste fue seguir órdenes y asesinar gente. No lograste ningún reconocimiento, no hiciste conexiones significativas con otros, y morirás sin honor. Es un final apropiado para alguien que ha matado a tantos inocentes”.

Era cierto que salvó a Sybilla y Elna. Sin embargo, eso estaba lejos de ser suficiente para equilibrar todo lo que había hecho en el pasado. Los actos que había cometido eran imperdonables.

“Dicho esto”, continuó Klaus, “yo diría que te has ganado el derecho a que te despidamos como es debido”.

“Me conformo con eso. Sólo duró un momento, y puede que todo fuera una broma de mal gusto, pero disfruté un poco luchando a tu lado”. Roland extendió la mano hacia el espacio vacío. “Y… Thea… Gracias… por salvarme…”.

Thea apretó su mano, débilmente extendida. En cuanto la tocó, los restos de su fuerza se desvanecieron y Roland exhaló su último suspiro.

Klaus rezó en silencio.

Se merecía una muerte peor. El peso de sus pecados era inmenso. Debió haber sido torturado hasta la muerte en una prisión donde no llegara la luz. Eso o haber muerto por su propia mano bajo las órdenes de Murasakiari. Ese era el destino en el que su camino como espía debió haber terminado.

Teniendo en cuenta todo eso, tal vez esto era lo más cercano a un final feliz que pudo haber conseguido.

Grete tomó un cuchillo y cortó suavemente el cuello de la camisa. Tenía la intención de usarlo como recuerdo. Después de todo, aún había una mujer recluida en una prisión de Din que amaba a Roland con todo su corazón.

Después de que Annette rociara el cuerpo con gasolina, Thea encendió un fósforo. “Adiós, Roland”.

Todo el equipo observó solemnemente cómo las llamas consumían sus restos.

Dos horas después del enfrentamiento, Klaus estaba en un muelle. Allí estaba la vía que conectaba los Estados Unidos de Mouzaia con los continentes extranjeros. Incluso entonces, en plena noche, había barcos de pasajeros y cargueros que entraban y salían del puerto sin pausa.

A su lado había un gran estuche musical. Originalmente había sido diseñado para contener un violonchelo, pero ahora, Murasakiari yacía inconsciente en su interior.

Era momento de cumplir un acuerdo.

A las tres de la madrugada, llegó la persona que esperaba.

Era un hombre de raza negra con gafas redondas. Extrañamente, vestía el tipo de túnica que verías en un sacerdote. Por lo blanco que tenía el cabello no era difícil adivinar su edad.

“¿Para qué has venido?”, preguntó el hombre en voz baja, a lo que Klaus respondió.

“Caramelos y dulces”.

Aquel intercambio aparentemente absurdo era un código diseñado para que ambos supieran que estaban tratando con la persona adecuada.

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“Entonces tú eres Kagaribi”. El hombre asintió. “Soy un mensajero de JJJ. Por favor, llámame Corrector”.

“Corrector será”.

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“Llevo tiempo escuchando rumores sobre ti. Dicen que eres el mejor espía de toda la República de Din”.

“Se siente un poco irónico, ser un espía del que se rumoree”. La respuesta de Klaus hizo reír a Corrector.

JJJ era la Agencia de Inteligencia de Mouzaia encargada de todo el espionaje y contraespionaje de todo Estados Unidos. Oficialmente, mantenían una alianza con la Oficina de Inteligencia Extranjera de la República Din con el fin de vigilar al Imperio Galgad.

“Lo llamaste, ¿Murasakiari?”, dijo Corrector, yendo directamente al grano. “En JJJ también estábamos investigando el asunto de los asesinatos de espías. ¿Así que él era el cerebro detrás de todo? Perdí a muchos colegas por culpa de ese hombre. Me impresiona que lograras acabar con él”.

“Gracias. Supuestamente, forma parte de un grupo de inteligencia de Galgad llamado Hebi. ¿Has oído hablar de ellos?”.

“No, todo esto es nuevo para mí. Me pregunto qué querrán”. Corrector se subió las gafas a la nariz. “Mencionaste que querías que custodiáramos a Murasakiari”.

“No será barato”. “¿Cuál es tu precio?”.

“Cada fragmento de información que JJJ tenga sobre Hebi. Y no me vengas con la tontería de que no sabes quiénes son”.

Corrector se encogió de hombros. “Me parece justo. En JJJ deseamos mantener una buena relación de trabajo con la Oficina de Inteligencia Extranjera”.

Klaus supo instintivamente que Corrector decía la verdad. Aceptó entregar a Murasakiari.

Sinceramente, él estaba un poco indeciso. Murasakiari podía resultar una fuente de información muy valiosa. Sin embargo, Klaus dudaba de que fuera a soltar información fácilmente, y como estaban en suelo extranjero, los riesgos asociados a transportarlo y mantenerlo confinado durante largos periodos de tiempo eran demasiado altos para digerirlos. Entregarlo a Estados Unidos para ganarse su favor era la mejor opción que tenía.

Klaus siguió enumerando algunas condiciones más, entre ellas que la República estuviera presente siempre que se torturara a Murasakiari.

“Por cierto”, dijo Corrector justo antes de que se separaran, “hay un rumor que dice que tu superior también visitó nuestro territorio.

¿Sabes algo de eso?”.

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“Nada. Yo estaba en otra operación cuando pasó eso”.

Klaus acababa de enterarse de que Kouro había estado operando en Mitario. Muy probablemente, también se había entrometido en la Conferencia Económica de Tolfa. Resultaba extraño que los mandos de Din le hubieran dicho a Klaus que Kouro había formado parte de la misión de recuperación de un arma biológica.

Corrector sacudió la cabeza. “Por todos los cielos. Todo esto de Hebi… Ya no entiendo qué está pasando en este mundo”.

Tomó el estuche de violonchelo y se marchó con un suspiro.

***

 

 

Tres días después de la batalla, las chicas estaban reunidas en el apartamento de Thea.

Lily—la que nunca tuvo una pizca de pudor—se subió a la mesa, señaló por la ventana y gritó con todo. “¡¿Quién está lista para ir de turismo?!”.

““““““¡Sííííííí!”””””” las otras respondieron animadas.

La larga batalla contra Murasakiari por fin había terminado.

Sara estaba consternada. “Ustedes olvidan los problemas como si nunca hubieran pasado”.

La misión prácticamente había terminado en el momento en que capturaron a Murasakiari, pero aún quedaban algunos cabos sueltos de los que había que ocuparse después.

Había que rehabilitar a las Hormigas Obreras que sufrieron a manos de Murasakiari. Este era un gran esfuerzo encabezado por Thea. También estaba la cuestión de encubrir todo el incidente, y aunque Klaus se había encargado de las negociaciones con la agencia de inteligencia de Mouzaia, JJJ, tuvo que obligar a las chicas a que ayudaran con ciertos detalles.

Gracias a la ayuda de JJJ, consiguieron una lista completa de los invitados a los que Murasakiari les había asignado sus Hormigas Obreras. Uno de ellos era seguro que estaba relacionado con el objetivo de Hebi, pero el equipo decidió no investigar toda la información hasta llegar a casa.

Tomoshibi había terminado el último trabajo la noche anterior, y era temprano por la mañana.

“Los espías de élite trabajamos mucho, pero también nos divertimos mucho”, respondió Lily.

Con la misión por fin terminada, las chicas estaban impacientes por ir a turistear.

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Entonces un golpe hizo eco en la habitación y Klaus apareció. “No tenemos tiempo para eso. Nos vamos, y nos vamos ahora”.

Lily lo miró atónita. “Espere, ¿por qué?”.

Klaus le entregó un sobre. “JJJ y yo hemos arreglado nuestra fachada. Mañana, la policía hará público este informe”.

Las chicas inclinaron la cabeza confundidas y abrieron la carta. Al hojear lo que decía, todas dijeron “Oooh” al mismo tiempo.

Lillian Hepburn, una camarera de origen no identificado que trabajaba en la hamburguesería de la planta baja del Edificio Westport, era sospechosa de asesinato. Cuando se le detuvo para ser interrogada, dejó caer un arma y huyó del lugar. Tras hacer que la policía la siguiera y hacer estallar bombas por toda la ciudad, se quemó viva en el jardín de la azotea del Edificio Westport.

Creemos que puede haber estado relacionada con las setenta y seis muertes misteriosas.

“¡Me convirtieron en un horrible monstruo!”, gritó Lily. Lillian Hepburn era el alias que estuvo usando mientras residía en Estados Unidos. “¡¿De dónde salieron esas ‘setenta y seis muertes misteriosas’?!”.

“JJJ y yo decidimos unir los asesinatos cometidos por Murasakiari en los últimos seis meses, los falsos cargos que estaban en tu contra, y el caos bien organizado que tú y Annette causaron”.

“¡¿No puede ser más sutil?!”.

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“El punto es que tenemos que irnos de Estados Unidos al final del día. A partir de mañana, estarás oficialmente muerta”.

El turismo tendría que esperar para otra ocasión. Era hora de que se largaran de Mouzaia.

Posteriormente, el informe de la policía de Mitario pasó a estar en boca de la ciudad. Una foto policial que no se parecía en nada a Lily apareció en todos los televisores, y la historia conmocionó a todo Estados Unidos.

Todo lo que el público general sabía era que una malvada mujer llamada Lillian había muerto en el edificio Westport tras un prolongado enfrentamiento con la policía y, con el tiempo, la historia cobró vida propia. Para cuando la leyenda de “Lillian la demonio” empezó a transmitirse de generación en generación, la historia no tenía nada que ver con la verdadera Lily.

Nadie quien la oyera tenía ni la más mínima idea de que Murasakiari alguna vez existió.

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