Spy Kyoushitsu (NL)
Volumen 4
Capítulo 5: Dominación y Negociación
Parte 4
De vuelta en el jardín de la azotea del octavo piso del Edificio Westport…
“Siempre quise ver cuántas Hormigas Obreras podía derribar de una sola vez”. Roland se crujió el cuello. “Resulta que soy bastante bueno en esto. Acabé con doce de esos idiotas sin problemas. Como no tenía que matarlos, fue complicado, pero aun así, doce compite con cualquier cosa que mandan esas agencias de espías”.
Murasakiari miró a Roland con ojos gélidos, pero no pareció inmutarse en lo más mínimo. Probablemente en toda su vida era alguien imperturbable. Hizo girar la pistola de Thea en su mano.
La llegada de un intruso hizo que las Hormigas Generales retrocedieran un poco, y Roland aprovechó esa oportunidad para gritarle a Klaus. “He salvado a tus mocosas, Kagaribi. Puedes estar tranquilo”.
Klaus no se veía nada contento.
Estaba claro que lo detestaba profundamente, pero al mismo tiempo era innegable que le estaba agradecido.
Mientras Thea miraba a ambos, alguien se apareció detrás de ella. “Oye. Veo que por fin has descubierto cómo ser útil”.
Era Monika. Al reencontrarse con su compañera de equipo, Thea sintió un gran alivio. “Gracias al cielo estás viva”.
“Sí, todas estamos bien. Klaus fue a salvar a Lily y Annette, y Shikabane sacó de apuros a Sybilla y Elna. Ah, y también—”.
A mitad de su explicación, se resaltó una vena de Monika. Agarró a Thea por el cuello.
“—¿Tienes algo que decirme por la enorme carga que me echaste encima? La única que nos apoyó fue Grete disfrazada. Apuesto a que pensaste que sería muy divertido, ¿eh? Te juro que estuve así de cerca de perder la cabeza cuando supe que era ella”.
“Pero saliste con vida…”. “¡Porque me hice cargo de todo!”. “E-Eso fue idea de Grete…”.
“Lo dice la comandante que lo aprobó”.
En resumen, habían superado con éxito las tres crisis simultáneas de Murasakiari sin sufrir ni una sola baja.
Monika y Sara eran el dúo que más le preocupaba a Thea, pero los valientes esfuerzos de Grete dieron sus frutos. Al disfrazarse de Klaus y dar un buen susto a sus oponentes, le dio a Monika la oportunidad para salir de ahí.
Gracias a ella y a Roland, todas habían salido con vida. Las otras chicas también estaban reunidas en las escaleras exteriores. Su objetivo, Murasakiari, no tenía adónde huir.
“De todos modos, sólo conseguimos escapar. No acabamos con ninguno. Deberías estar agradecida que soy una genio”, dijo Monika.
“Claro que lo estoy”.
“Aquí ya no podemos hacer nada. En este momento, ganar o perder—” Monika lanzó una mirada a Klaus y Roland—“depende únicamente de ellos dos”.
Esos dos espías que estaban a espaldas de ellas estaban a un nivel muy superior al que habían alcanzado las chicas.
Estaba Klaus como ‘Kagaribi’. Y Roland como ‘Tansui’.
A pesar de que Thea fue quien logró traerlo acá, el espectáculo que observaba la hacía sentir un poco abrumada. No había nada más que ella o las demás pudieran aportar.
Los dos espías de élite charlaron mientras permanecían uno al lado del otro.
“…Roland, te agradezco que salvaras a mis subordinadas. Tienes mi gratitud”.
“¿Qué? Vamos, ¿por qué no puedes dar las gracias como una persona normal? Recuerda, de no ser porque me volví un traidor, nunca habrías encontrado el escondite de Murasakiari”.
“Por favor, traicionaste a un sólo hombre. Que no se te suba a la cabeza”.
Frente a ellos, Murasakiari estaba sentado, con los ojos temblorosos y sus nueve subordinados rodeándole. Incapaz de disimular su disgusto, clavó las uñas en la espalda de una Hormiga General.
“En todo caso”, dijo Klaus, “hay una cosa que debo decir. Tú no—”.
“No”, interrumpió Roland. “Hay cosas que un hombre tiene que hacer. Quiero mi vida de vuelta”.
“¿Hmm?”. Thea no entendía a dónde querían llegar.
Klaus no dijo nada más. Se limitó a mirar detenidamente a Murasakiari.
“……………………………”.
Hubo una larga pausa, mientras ambos lados se estudiaban.
Thea contenía la respiración. La tensión era tan intensa que sintió que se desmayaba, pero pudo serenarse.
A su lado, Monika observaba todo como un halcón. Planeaba aprender todo lo que pudiera de la batalla, no quería perderse ni un segundo. En lo que respecta a luchas directas a muerte, lo que estaban a punto de presenciar era la cúspide del combate entre espías.
La primera persona en hacer un movimiento fue Murasakiari. Se puso de pie y señaló con el dedo a Klaus y Roland.
“A todas las unidades”, su voz resonó. “Maten primero al traidor”.
Las nueve Hormigas Generales se movieron como una sola y fueron directo contra Roland, quien preparó su arma.
Ignoraban por completo a Klaus, así que aprovechó la oportunidad para disparar. Sus balas perforaron los hombros de dos de nueve Hormigas. Sin embargo, ni se inmutaron y su coordinación seguía impecable. Todos ellos, incluidos los dos que acababan de ser heridos, comenzaron a atacar a Roland.
Hicieron caer una sucesión de estocadas, tajos con espadas largas y disparos hacia su demacrado enemigo.
Roland abrió fuego con la pistola que le había prestado Thea. “¿Qué…?”, jadeó Thea.
No podía creer lo que estaba presenciando.
En resumen, Roland estaba completa y absolutamente superado.
Logró herir al primer hombre que fue sobre él con su característica técnica de desenvainado rápido, pero cuando una de las mujeres se abalanzó desde un costado con una serie de estocadas, fue muy lento para reaccionar. La mujer lo apuñaló y, cuando retrocedió, una bala golpeó en su abdomen.
Entonces, los gemelos cayeron en picada sobre él para terminar el trabajo y le perforaron las piernas al unísono.
“¿Ro… land…?”.
Con sólo ver esas heridas, ella podía darse cuenta de la gravedad.
Todo su cuerpo chorreaba sangre cuando las Hormigas Generales lo patearon y volvieron a su formación.
Thea se apresuró a correr a su lado, pero ya estaba demasiado malherido para moverse. El agujero de bala en su abdomen se veía terrible. Le administró los primeros auxilios, pero nadie sabía si eso bastaría para mantenerlo con vida.
“Un final apropiado para un hombre que desafió a su rey”, declaró Murasakiari con la mirada gélida. “Era imposible que un hombre de tan escaso talento pudiera enfrentarse a mis Hormigas Generales”.
Thea no dijo nada. Recordó algo a la fuerza.
Puede que Roland tuviera talento, pero había gente aún más poderosa que podía derrotar a gente como él como si nada. Puede que Klaus se defendiera bien de las Hormigas Generales, pero sólo porque él no era alguien normal. Incluso Roland, por muy hábil que fuera en combate, no era rival para ellos.
Klaus era la única persona que podía enfrentárseles.
“Debo admitir”, dijo Murasakiari, “que esta vez cometí algunos errores de cálculo. Tienes mis felicitaciones. Sin embargo, todo esto entra en mis márgenes de error. Mi victoria sigue estando asegurada”.
Murasakiari apretó su pistola aturdidora contra una de las Hormigas Generales heridas.
Se oyó un grito y un olor a carne quemada. Había cauterizado la herida de la Hormiga.
Después de aplicarle el mismo tratamiento al resto de sus peones heridos, empezó a explicar con gran deleite. “Tu mentor nos lo contó todo sobre ti, joven Klaus, y Kumo verificó esa información con sus propios ojos. Aunque estuvieras en plena forma, no le llegarías a las suelas a mis Hormigas Generales”.
Klaus no dijo nada. “… ”.
“Un rey no perdona a los traidores. Es el momento de que el resto de ustedes muera también. Eso incluye a tus mocosas que están escondidas en las escaleras”.
Klaus miraba en silencio a Roland que estaba tendido en el suelo. Thea seguía haciendo todo lo posible por curarlo, pero seguía perdiendo más y más sangre.
Finalmente, Klaus volvió a mirar a Murasakiari. “¿Te importa si te hago una pregunta?”. Miró fijamente a su enemigo. “Detesto a ese cadáver andante. Puede que sólo siguiera órdenes, pero aun así mató a decenas de inocentes. Y es más, él sabía lo que iba a pasar cuando decidió enfrentarse a ti. No me compadezco de él en lo más mínimo”.
“Bueno, ya somos dos”, respondió Murasakiari.
“Aun así, ¿no era tu compañero de equipo? ¿Tu compatriota?”. “Por favor. Era un esclavo”.
“Ah. Debes de saber que eres un hombre repugnante”.
Klaus comenzó a caminar hacia adelante, y las nueve Hormigas Generales entraron en acción también.
El objetivo era reubicarse para que Thea y las demás no quedaran atrapadas en la lucha. Una de las Hormigas Generales disparó a Thea en un intento de distraer a Klaus, pero Monika desvió la bala.
Eso fue suficiente para demostrar a sus oponentes que las tácticas de distracción no funcionarían.
Era hora de que la batalla entre Klaus y las Hormigas Generales comenzara en serio.
Las Hormigas habían sufrido un buen número de golpes, pero su coordinación no fue perjudicada. Los ataques de estoques y espadas caían sobre Klaus, y las balas se abrían paso entre las espadas y pasaban zumbando. Cada vez que intentaba atacar con un cuchillo, una de las Hormigas encargadas de la defensa arremetía y lo bloqueaba con su escudo.
Roland no había aguantado ni tres segundos contra aquella presión, y no era porque fuera débil. Las Hormigas Generales eran excesivamente fuertes.
Klaus ya había aguantado más de un minuto, pero su respiración empezaba a agitarse. Había luchado contra setenta y tres Hormigas Obreras de camino acá, así que era lógico que la fatiga empezara a afectarle.
Las Hormigas Generales lo hacían retroceder. No era mucho, pero sin duda le estaban ganando terreno.
Lo único que Thea podía hacer era animarlo.
Le lanzó una mirada de ánimo sin palabras. En su visión periférica, podía ver a las demás. Ellas también observaban la batalla con los puños cerrados y ojos en llamas. Rezaban lo mismo que ella—que su maestro que las había guiado hasta tales alturas saliera victorioso.
Sin embargo, desafiando esos deseos, Klaus tuvo que retirarse lejos. La sangre le corría por la mejilla.
“¿No me estás escuchando?”, preguntó Murasakiari. “Tenemos un informe completo de ti”.
Klaus se limpió la sangre. “………”.
Murasakiari chasqueó los dedos. “Aunque luches con todas tus fuerzas, mis Hormigas Generales son el único enemigo al que no puedes vencer. Mátenlo”.
Llegó. La orden de matar.
Las Hormigas Generales arremetieron como una sola. Klaus fue atacado desde todas las direcciones. Todos, tanto artilleros como los de guardia, estaban a la ofensiva.
Las nueve estaban perfectamente sincronizadas.
Desde la derecha de Klaus, el hombre mayor le disparaba a quemarropa con su rifle. Por delante, los gemelos atacaban con sus espadas largas. Desde su izquierda, dos hombres levantaron sus escudos para usarlos como maza. Por detrás, una mujer intentó atravesarlo con su estoque. Y los demás rellenaron las brechas con sus pistolas, espadas y cuchillos. Klaus estaba rodeado.
“Ya veo. Bueno, entonces debería preguntar…”. La voz de Klaus resonó.
Eran las mismas palabras que las chicas le habían oído decir tantas veces.
“… ¿Cuánto tiempo más debo seguir con este juego?”.
Esquivó el ataque de las Hormigas Generales con la mayor exactitud posible, como si las hubiera leído como un libro. Entonces movió la pierna, y se escuchó el rocío de un gas. Klaus había instalado algún tipo de dispositivo en su zapato. Se tapó la nariz y la boca con un pañuelo.
Las Hormigas Generales perdieron el equilibrio. Seguían actuando en perfecta armonía y, como resultado, las nueve aspiraron al unísono—justo a tiempo para recibir una gran bocanada de gas.
“¿Gas venenoso?”, murmuró Murasakiari desconcertado. “Pero el informe no decía nada que sobre que usaras—”.
Thea conocía ese gas.
Era el gas venenoso que Lily siempre usaba. La sincronización con la que Klaus lo liberaba era incluso más perfecta que la de ella, y sin darle la oportunidad a sus enemigos, utilizó el gas paralizante para entorpecerles los movimientos de un solo golpe.
Lo siguiente que Thea vio fue algo que nunca olvidaría.
Ni siquiera duró un segundo. Fue incluso en una fracción de segundo.
En ese momento, el hombre que presumía de ser el Espía Más Fuerte del Mundo demostró de lo que era realmente capaz.
Dio un paso adelante y recorrió varios metros en lo que pareció un instante.
Seis de las Hormigas Generales salieron volando.
La forma en que los atacantes fueron lanzados por los aires como trozos de papel antes de caer con fuerza al suelo fue como si una bomba invisible hubiera estallado.5
En ese momento, Thea se dio cuenta de que había entendido todo mal.
Klaus nunca estuvo acorralado, ni siquiera al principio. No se podía negar que estuvo preocupado por su equipo. Eso podría haber dificultado su desempeño. Pero cada cambio que había ocurrido no era más que un error de redondeo. Desde el principio él sabía cómo iba a derribar a sus enemigos.
Lo que había estado haciendo era calcular cuál era el mejor momento para liberar su gas venenoso.
La debilidad que mostró fue puro teatro.
“Déjame señalarte dónde cometiste tu error”, dijo Klaus. “Tienes todo tipo de información sobre mí por la traición de mi maestro, sí, pero esa información es de hace seis meses. En ese lapso, todas mis habilidades obviamente iban a crecer”.
“Pe-Pero no tiene sentido…”, balbuceó Murasakiari, que seguía sin comprender la situación. “El mes pasado—”.
“Oh, ¿te refieres a cuando dejé que Shirogumo escapara? Eso es cierto; no voy a negarlo. La única excusa anticuada que tengo es que en ese entonces no estaba en plena forma. Tenía más de quinientos días seguidos trabajando”.
5 Algo así https://imgur.com/BPhjxOj
No era una excusa anticuada.
Grete también se había dado cuenta de su mal estado. Después de llevarlas al éxito durante la misión de recuperación del arma biológica en Galgad, había pasado las dos semanas de vacaciones siguientes agotándose completando aún más misiones. Luego, sin tomarse un momento para descansar, se había dirigido a asesinar a Shikabane. Y por si fuera poco, pasó buscando a las chicas desaparecidas.
Durante su encuentro con Shirogumo, debía de estar agotado.
“Cuando Shirogumo se topó conmigo, me malinterpretó. Me vio en mi momento más débil, y eso le hizo pensar que esa vieja información seguía siendo correcta”.
Klaus continuó.
“Por desgracia para ti, me he vuelto mucho más fuerte de lo que era hace medio año”.
Klaus dio otro paso adelante, y las tres Hormigas Generales restantes salieron volando también.
Él se movía y atacaba. Debido a la velocidad de Klaus, realmente parecía que sus enemigos estaban siendo arrasados por explosiones invisibles.
Los secretos del talento de Klaus eran sus extraordinarias técnicas de combate y la fuerza bruta que poseía, que le permitían presumir de ser el Más Fuerte del Mundo. O al menos, eso es lo que Thea había pensado.
Ahora, un nuevo pensamiento cruzó su mente.
¿Podría ser que…? ¿Su verdadero talento es la forma en que aprende?
Tal vez fuera otro de sus dones—la capacidad de adquirir nuevas habilidades sólo por intuición.
Thea se estremeció.
Lo atacábamos con todo lo que teníamos una y otra vez. Intentamos ponerlo en todo tipo de situaciones y lo atacamos con los planes más ingeniosos que podíamos imaginar. ¿Será que el profe estuvo usando eso también para entrenarse?
El talento de las chicas estaba lejos de ser excepcional, pero cada una de ellas tenía una habilidad específica que sabían utilizar mejor que nadie. Habían utilizado esas habilidades al máximo en sus ataques, así que sus intentos no podrían haber sido tan mediocres.
Por eso, Klaus se había visto obligado a vivir como si cualquiera pudiera atacarlo en cualquier momento, estuviera donde estuviera. Se había visto obligado a anticipar trampas de todo tipo. Y había visto de cerca las habilidades únicas de las chicas.
La pregunta era: ¿qué había ganado exactamente un hombre con su talento sobrehumano del tiempo que pasaron juntos?
“Entonces”, dijo Klaus mientras se sacudía el polvo de las manos. “¿estás preparado, Murasakiari?”
Miró con frialdad a su oponente.
No quedaba nadie para defender a Murasakiari. Podía dar todas las órdenes que quisiera, pero no había nadie que se pudiera levantar para obedecer.
Además, no hacía falta decir que no tenía ninguna oportunidad contra Klaus en un mano a mano. La batalla había terminado, y las chicas estaban bloqueándole su ruta de escape. Sin sus secuaces, no tenían nada que temerle.
Murasakiari podía ver lo que estaba por suceder. Retrocedió, pero chocó contra el pedestal de la estatua. Grandes gotas de sudor comenzaron a rodar por su cara.
“Tienes que ayudarme”. Sonaba lamentable. “Quieres salvar a tus enemigos, ¿verdad? Por favor, hazle entrar en razón”.
Thea se dio cuenta de que hablaba con ella.
La expresión de su rostro era suplicante y desesperada. Era difícil imaginar que se trataba de la misma persona que se hacía llamar rey. Sin sus súbditos, el rey era sólo un hombre.
“Incluso yo entiendo que hay personas que merecen ser salvadas y otras que no”, respondió Thea rotundamente.
De eso estaba segura. Murasakiari no tenía salvación. Su personalidad estaba podrida hasta sus entrañas, y sabía que no podía confiar en que cambiara.
“Eres como un desastre natural andante”, continuó. “Los enemigos son sólo eso, enemigos, pero eres tan repugnante que dudo en siquiera llamarte así”.
Klaus se acercó a Murasakiari. Entonces, sacó una bala de su bolsillo. Era el recuerdo que había dejado Kouro. Murasakiari palideció, y Klaus apretó la mano alrededor de la bala mientras se acercaba a él.
Thea hizo los honores.
“El hecho es que no estás cualificado para ser nuestro enemigo”.
Klaus, con la bala de Kouro dentro de su puño, se lo estrelló en la cara a Murasakiari.
El hombre cayó inconsciente sin siquiera tener la oportunidad de gritar. Y así, el Rey de Mitario fue destronado.