Spy Kyoushitsu (NL)

Volumen 4

Capítulo 5: Dominación y Negociación

Parte 3

 

 

Una hora antes…

“No eres la más brillante, ¿verdad, mocosa? No puedo creer que cayeras tan fácilmente”.

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Roland, ahora que estaba libre, apretó la garganta de Thea. Mientras sus dedos se clavaban en su piel, ella llegó a una hipótesis.

Era sobre lo que sus compañeras habían puesto la vida para investigar—el héroe de Mitario.

Quien haya iniciado ese rumor tenía que trabajar en un área en el que podría mezclarse con las Hormigas Obreras de Murasakiari, y también tenía que conocer la promesa que Thea hizo. Sólo había una persona—Kouro.

Los informes decían que Hebi la asesinó, por lo que era lógico pensar que Murasakiari fue el autor del crimen en Mitario. Y justo antes de que Kouro muriera, ella había sugestionado a las Hormigas Obreras.

Pero, ¿acaso la historia del héroe era la única semilla plantada?

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No… Hay alguien más involucrado en todo esto que también ha tenido un comportamiento raro.

Desde antes que la misión comenzara, sabían que él tenía vínculos con Murasakiari. Y ahora que ella lo pensaba, Klaus también había mencionado el extraño comportamiento de ese hombre.

Alguien le dijo esa mentira descarada de que podía convertirse en el rival de Klaus.

Ahora por fin todo tenía sentido. Todo ese tiempo, Kouro había tenido a todos bailando en la palma de la mano.

Sabía que Klaus formaría un nuevo equipo después de su muerte, sabía que encontraría a Thea, y debido a las mentiras que le dijo a Roland, sabía que eventualmente desafiaría a Klaus y sería derrotado. Además, sabía que Roland cantaría como un pájaro y que Klaus y Thea irían tras Murasakiari. Lo había previsto todo.

No estaba nada mal ser la pieza central del plan final de un espía legendario.

Thea tensionó su garganta.

“Dime, ¿reconoces mi voz?”.

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Roland se congeló.



Puede que ella no lo hubiera escogido así, pero nunca había hablado con claridad cerca de él. Hasta ahora había estado demasiado asustada para tener una conversación con él, y por eso él no sabía cómo sonaba la voz de Thea.

Ya era el momento de usar eso como ventaja.

Ella conocía sus debilidades. Era descuidado, arrogante, y cuando estaba seguro de haber ganado, quedaba expuesto. Por eso, aunque desatarlo fue una apuesta peligrosa, no había tenido más remedio que hacerlo.

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“Detente”, dijo con la voz de Kouro.

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Roland se sintió claramente afectado. Eso le dio a Thea una oportunidad.

Thea le soltó la mano, le agarró la cara y se le acercó tanto como si le fuera dar a un beso y clavó su mirada en la de él.

“Nombre clave Yumegatari—la tentación los llevará a la ruina”. Lo miró fijamente a los ojos.

Podía ver sus deseos—la pesadumbre de su siniestro corazón de asesino y lo que anhelaba. Ahora ella lo sabía todo. Gracias a la habilidad que Kouro le había ayudado a perfeccionar, todos los secretos de Roland eran suyos.

Roland se sacudió el cuerpo y la apartó de un empujón. “Mocosa…”.

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Thea estiró los brazos y los apoyó contra la pared para mantener el equilibrio y no caer por la ventana. Luego rodó hacia un lado y mantuvo la distancia.

Su cabello se agitó brillantemente detrás de ella.

“Ya veo. Estuviste allí, ¿verdad? Viste morir a Kouro”.

Thea había visto su corazón, y vio la huella que le dejaron las palabras de Kouro.

La sugestión que Kouro había dejado en él era realmente poderosa.

“¿Y qué si estuve?”, Roland chasqueó los dedos. “Eso no cambia el hecho de que estés a punto de morir. Eso es lo que yo hago. Yo mato”.

La sed de sangre que emanaba de él era suficiente para que se le pusieran los pelos de punta a Thea. Esa aura la había amenazado en múltiples ocasiones. Cuando se conocieron, había estado completamente indefensa, y lo mismo le había ocurrido en la celda de la prisión. En todas las ocasiones, había necesitado que una de sus compañeras interviniera para protegerla.

Pero ahora era diferente. Ahora tenía un fuego ardiente en el pecho. “Y cuando me mates, ¿qué sigue?”.

Si él lo quisiera, podría matarla más rápido que un parpadeo. Nadie iba a venir a salvarla. Aun así, la sonrisa de Thea mantenía su elegancia. “Por favor, dímelo. ¿De qué te sirve matarme?”.

“¿Qué estás—?”.

“Oh, ya sé. Murasakiari te alabará, ¿verdad? Eso es muy importante. Porque así no te va a castigar”.

“¡……!”.

La cara de Roland enrojeció. Dio en el clavo.

Thea juguetonamente se puso un dedo en la comisura de los labios y sonrió. “Llevan una buena relación. Trabajé duro, por favor, no me pegues. ¿Qué sigue, lamerle los pies? Oh, cielos, ¿realmente se los has lamido? Qué buen perrito eres”.

“Escucha, mocosa. Tú, pequeña zorra…”. Le temblaban los puños y estaba rojo hasta la punta de los dedos. “Tienes mucho valor. Si pensaste que ibas a morir sin dolor, bueno, piénsalo de nue—” .

“Llevo rato pensándolo, ¿por qué actúas como un tipo rudo? O sea, no eres nadie. El profe te derrotó como si nada, y entre eso y tu adulación hacia Murasakiari, eres realmente patético”. Thea lo miró fríamente. “No creo que entiendas quién eres en realidad, así que deja que te lo diga”. Le señaló y disparó cada una de sus siguientes palabras como si fueran balas. “Eres un narcisista arrogante y débil al que le encanta aprovecharse de las mujeres. Adulas a tus superiores y te han domado como a un perro con sadomasoquismo pervertido. No eres rival para nadie con auténticas habilidades, pero dejas que se te suba a la cabeza el hecho de que cazas decentemente a otros perdedores. Pero al final del día, no eres más que un pobre asesino sin cerebro o gracia”.

“Cállate…”.

“¿Y si no me callo, me matarás? Te haré de nuevo la pregunta—

¿entonces qué? ¿Volverás a ser el perro de Murasakiari? Si lo haces, significará volver a viajar por el mundo y matar a quien él te diga, aburrido cada día. Entonces, un día, pelearás con el tipo equivocado y acabarás muerto. Ja-ja-ja, y no creas que ese día no llegará. No es como si fueras realmente fuerte”.

“Cállate… No sabes nada de mí…”.

“Oh, deja de ladrar y aullar. Un pulgoso como tú que no tiene el valor de desafiar a su dueño ni la paciencia para tolerar su propio aburrimiento no tiene derecho de hacerme oler su asqueroso aliento”.

Thea se rio burlonamente mientras ignoraba los intentos de Roland por defenderse.

El cuerpo de Roland temblaba. Seguía rojo como un tomate, y sus ojos nadaban como si estuviera teniendo una crisis nerviosa.

Sin embargo, Thea no se detuvo. Le repudió su personalidad. Le repudió su vida. Le repudió su propia existencia. Necesitaba romper el dominio que Murasakiari tenía sobre él, y sólo con amor no bastaría. La única manera de hacerlo era enfrentándolo.

Lo que ella estaba haciendo era sustituir el abuso físico por el verbal. Estaba vulnerando su mente de la misma manera que lo había hecho Murasakiari. Sin embargo, el único objetivo de Murasakiari era conseguir que sus víctimas se sometieran a él. Thea no hacía eso.

“Por eso tu corazón se agitó, ¿no?”, le preguntó. “Cuando la legendaria Kouro te juró que Klaus podría satisfacer tu corazón, sentiste que era el destino el que actuaba, ¿verdad? Estabas encantado ante la perspectiva de tener por fin un rival de verdad,

¿cierto?”.

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“………”.

“Deseas mucho cambiar lo que eres, tanto que puedes saborearlo”.

Cuando se conocieron, Roland se había quejado sin cesar de lo aburrido que estaba. Era como si se estuviera maldiciéndose a sí mismo.

Estaba harto de ser controlado por Murasakiari.

Luego le tiró otro dato a la cara. “¿Por qué ayudaste a Olivia?”.

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Olivia era la aprendiz de Roland, la que se había vestido de sirvienta y que fue capturada por Grete. Ahora ella también estaba encerrada en una prisión y le estaban sacando toda la información que tenía, pero originalmente, había trabajado como dama de noche.

Ante los ojos de Olivia, encontrarse con Roland era lo que la había salvado de una vida de aburrimiento y monotonía.

“¿Lo hiciste para usarla como peón? ¿O fue porque simpatizabas con su sufrimiento? Te viste en ella, ¿verdad? Por eso querías salvarla”.

“………”.

“Si te pones del lado de la República, podrías devolverle su libertad”.

Ella estaba frente a él con todas sus cartas sobre la mesa. Era el momento de tomar la información que había reunido y juntarla para poder convencerlo. En su corazón estaba la determinación. Ahora se daba cuenta de que ése era el papel que le habían asignado.

La última vez que intentó convertirse en el héroe que salvaba incluso a sus enemigos, resulto en un desastre. Su oponente se había aprovechado de su empatía y Thea había cometido el terrible error de ayudarla a escapar. El peso de ese fracaso había sido demasiado y su corazón no lo soportaba.

Pero la cuestión era que había estado haciendo todo mal. Había una forma para que los espías salvaran a sus enemigos, y no era dejándolos escapar. Era haciendo que se volvieran traidores. ¡Todo lo que tenía que hacer era convertir a sus enemigos en aliados!

Así era como Yumegatari iba a operar—sermonearía a sus enemigos y luego usaría su encanto para atraerlos a su lado.

“Aunque eso fuera cierto…”, finalmente dijo Roland en tono dolorido, “¿qué podrías hacer tú?”.

“Puedo liberarte. Con mi poder de ver en tu corazón, puedo liberarte del control de Murasakiari”.

Ella vio eso en el corazón de él. Roland también creía que la heroína de cabello oscuro vendría a salvarlo. Todo lo que él quería era ser libre, y ella era la persona que podía hacerlo.

“O si quieres que te lo diga de otra forma… ¿quieres que sea la gata rompe hogares?”.

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Empujó suavemente a Roland, y este cayó al suelo como si su columna vertebral fuera de gelatina. La miró sin comprender.

Thea se sentó en la cama y se quitó los zapatos. “Vamos, arrodíllate ante tu nueva dueña”.

Le acarició la barbilla con sus pies descalzos. Ella podía sentirle el aliento caliente y pesado.

“Entonces, ¿quieres experimentar el mejor placer que existe junto a tu hermosa dueña?”.

Roland no tardó en sucumbir ante la sonrisa de Thea.

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