Spy Kyoushitsu (NL)
Volumen 4
Capítulo 5: Dominación y Negociación
Parte 1
“Así es, Kouro murió en esta misma habitación. ¿Cómo lo supiste?”. En cuanto escuchó la respuesta de Murasakiari, Thea cerró los ojos.
Ella no tenía motivos para responder esa pregunta. Y aunque hubiera querido, estaba muy ocupada procesando sus sentimientos hacia su salvadora.
Le palpitaba el pecho. Kouro había muerto sola en este sótano. Murasakiari la había atormentado y luego acabado con su vida. Thea dudaba que le hubiera tenido tan siquiera un poco de piedad. Probablemente se había tomado su tiempo torturándola antes de acabar con su vida.
Le dolía más de lo que podía expresar.
Kouro había muerto a medio camino de su meta, y había tantas cosas que dejó sin terminar.
Sin embargo, antes de que muriera, logró dejar un mensaje. Incluso con la espalda contra la pared, incluso cuando estaba en peligro desesperado, plantó una semilla en los corazones de las Hormigas Obreras.
“Viene un héroe. Ella tendrá el cabello oscuro y los rescatará de la desesperación”.
Porque Kouro recordó. Recordó su encuentro con Thea hace siete años, y recordó cómo aquella joven había compartido su sueño. Así que depositó todas sus esperanzas en Thea y le confió la tarea de derrotar a Murasakiari.
Gracias, Kouro. Gracias por acordarte de mí durante todos estos años…
Las lágrimas de Thea fluían libremente y se negaban a detenerse.
¿Cuántas veces Kouro había aliviado el corazón de Thea y la había salvado?
…No, eso no es nada justo. Esta vez Kouro no fue la única que me ayudó a recuperarme.
Si no fuera por sus compañeras, Thea nunca habría llegado a la verdad.
Cuando Grete se fue, le había dicho que revisara los informes. Esos informes habían sido de sus aliadas, y a pesar de que Grete le habría dicho que los revisara mucho antes, la situación había sido demasiado complicada.
El caso es que esos informes no eran simples reportes de situación. También llevaban mensajes adjuntos.
El informe de Monika y Sara tenía algo extra escrito al final de la carta.
“Posdata: Estoy como animal trabajando, así que no espero menos de ustedes. Y es a ti zorra que te digo esto. Pon tu cabeza en orden. Ahora mismo, tienes cero de cien”.
Era la clásica Monika—dura y directa.
Luego había una sección con la letra de Sara.
“Me aseguré de que la señorita Hyojin no me viera escribiendo esto, pero está muy preocupada por usted, señorita Yumegatari. Y yo también”.
Thea se rio al leer aquello. Sara había hecho todo lo posible para que la amabilidad de Monika se transmitiera correctamente.
Sybilla y Elna también habían incluido mensajes en su informe.
“P.S. Para la pervertida del Escuadrón de recopilación de información: Vamos, contrólate de una vez. Fuiste parte de las elegidas, ¿recuerdas? Trato de no hablar mucho sobre eso, pero todavía me duele no haber sido elegida”.
“Sé lo duro que has estado trabajando, onee-chan. Eres demasiado amable para tu propio bien, pero eso es lo que hace que tus ideas sean tan maravillosas. Atentamente, Elna (olvida eso, no debí incluir mi nombre real)”.
En cuanto a Annette y Lily, ya habían transmitido sus sentimientos por teléfono.
“No quiero que desaparezcas”.
“Aprovecha el rumor y conviértete en una heroína de verdad”.
Y en el caso de Grete, lo había dicho en persona.
“Averigua cuál es la mejor acción a tomar. Creo en ti…”
Todas sus compañeras la animaban.
Cuando se dio cuenta, su corazón se llenó de calidez.
Lo siento chicas. Perdón por hacer que se preocupen por mí. Ahora que me doy cuenta, ya sabían por lo que yo estaba pasando. Supongo que eso es lo que pasa cuando se vive bajo el mismo techo.
Se preguntó si lo habían planeado todo. ¿Se reunieron de antemano y decidieron que si la misión empezaba a intensificarse y ella no lograba mantenerse en pie, le escribirían mensajes en sus reportes?
Lily fue quien lo había planeado. A veces, pensaba menos como una espía y más como una chica de instituto ordinaria.
Dicho esto, la preocupación de todas era realmente conmovedora.
Por último, fue Klaus quien le dijo cómo proceder una vez que finalmente se recuperara.
“La crueldad quizá le vino bien al equipo en el pasado, pero llegará el día en que esa empatía tuya sea exactamente lo que necesitamos”.
Le tomó tiempo, pero por fin entendió lo que quiso decir.
Ella estaba bien tal y como era. Klaus entendía sus ideales y no creía que hubiera nada malo en ellos. Ella debería haber confiado en él todo el tiempo. Debería haberle creído y llevado su naturaleza bondadosa como una insignia de honor.
Ella deseaba que él pudiera verla ahora.
Puede que ella fuera blanda, y puede que no hiciera falta mucho para aplastar su espíritu, pero estaba a punto de acabar con esta desesperación.
La adversidad no era nada que temer.
“Aquí estoy, Murasakiari”. Abrió los ojos. “La heroína ha llegado”. “¿Ahora te pondrás engreída?”.
“Así es”, respondió Thea. “Resolvamos esto”.
Miró a Murasakiari de frente. Ahora ella por fin lo entendía. Esta batalla le correspondía a ella. Ella era la heroína y su trabajo era derrotar al rey.
Murasakiari se quitó el sombrero con visible disgusto, luego se peinó hacia atrás y se lo volvió a poner. “La chica del cabello oscuro. Ya veo.
¿Así que la heroína eras tú?”. Le frunció el ceño, molesto. “Mi corazón se aceleró cuando escuché de ti la primera vez. Pero al final, sólo eres una niña ingenua que no entiende la situación en la que se encuentra”.
“Oh, la entiendo perfectamente. He sido capturada”.
“Y ahora vas a morir”. Murasakiari miró al bartender y chasqueó los dedos. “Quizá sería mejor un método más cruel. Para terminar todo esto con un lindo moño”.
El hombre había estado puliendo vasos durante toda la conversación, pero ahora todo su cuerpo temblaba. Parecía tener unos veinte años y, hasta que Murasakiari lo llamó, había permanecido inmóvil, sin inmutarse. Era evidente lo perfeccionado que estaba su cuerpo.
Había permanecido tranquilo y racional, pero en cuanto Murasakiari lo miró fijamente, empezó a temblar de inmediato.
“Te lo presentaré”, dijo Murasakiari. “Mi amigo solía ser un artista marcial de renombre, y se necesitaron diez Hormigas Obreras sólo para contenerlo. Desde que comencé a torturarlo, ha estado puliendo sus técnicas aún más. Ahora puede desmembrar a un hombre adulto en treinta segundos”. Volvió a chasquear los dedos. “Si no la despedazas en diez segundos, habrá castigo. Ahora mátala”.
El bartender se agachó bajo el mostrador y luego volvió a levantarse sosteniendo una gran hacha. Sin tomar una pausa para ajustar la empuñadura, saltó por encima de la barra y balanceó el hacha hacia el cráneo de Thea.
La expresión del hombre estaba llena de un miedo atroz, y toda su cara sudaba.
“Detente”.
El hacha del bartender se detuvo en pleno movimiento. Era como si alguien hubiera congelado el tiempo.
Murasakiari ensanchó los ojos.
Esa orden salió de la boca de Thea, y había anulado el dominio de Murasakiari.
Thea levantó la mano y se tocó la garganta. “Reconoce esta voz,
¿verdad, Señor Bartender? Usted estuvo aquí, en el sótano, y también vio a Kouro”.
Un gemido escapó de la garganta del hombre. “Guh…”.
Esa voz era algo que Thea había heredado de Kouro. Era una imitación perfecta de su sonido, entonación, ritmo y tono. Thea había perdido su propia voz a una edad temprana, y sólo imitando la de Kouro la había recuperado.
Thea se paró frente al hombre y le acarició suavemente la mejilla. Mirarlo a los ojos mientras él permanecía inmóvil era algo trivial.
Con eso, desenterró sus deseos más profundos.
Ella sonrió. “Llevas mucho tiempo esperando, ¿verdad? Desde que esa voz te dijo que venía un héroe, has mantenido la esperanza. Te ha estado controlando a través del miedo, pero todo el tiempo, has estado buscando desesperadamente esa luz”.
Para él, la voz de Thea era como una panacea.
La concepción que Kouro había plantado en lo más profundo de su corazón había pasado los últimos seis meses gestándose, y estaba lista para florecer.
“No pasa nada. Puedes dejar que te salve. Soy el héroe de cabello negro y estoy aquí para ayudar”.
Thea rodeó al hombre con sus brazos y lo estrechó en un suave abrazo.
Abrazó a su enemigo. Confortó a su enemigo. Amó a su enemigo.
Lo envolvió en sus brazos, le frotó la espalda y lo estrechó contra su pecho. Entonces le susurró las palabras que él quería oír.
“Ya no tienes que matar a nadie”.
El hombre dejó de moverse, luego se aferró con fuerza a la cintura de ella y empezó a sollozar como un bebé. Thea le acarició la cabeza. “Ya pasó todo”, le dijo. “Puedes estar tranquilo”.
Mirar en su corazón le había dicho todo lo que necesitaba saber.
Ella sabía que él había amado a una mujer. Que había soñado con casarse con ella y que había acumulado ahorros gracias a los premios en efectivo que ganaba en combates clandestinos de artes marciales. Que el día antes de declararse, fue atacado por matones y torturado por Murasakiari. Y cómo, incapaz de oponerse al miedo, estranguló a su novia con sus propias manos y se convirtió en un esclavo que no hacía más que matar.
Thea tomó sus pecados, sus remordimientos y el infierno en que se había convertido su vida—y lo perdonó por todo.
Ella oyó un gran suspiro proveniente de Murasakiari.
“Sobrescribiste mi orden. Estoy sorprendido”. Frunció el ceño. “¿Realmente lo pensaste bien? Es un asesino en serie. Puede que yo haya dado la orden, pero eso no cambia el hecho de que ha acabado con más de una docena de vidas. ¿Realmente estás segura de que vale la pena salvarlo?”.
“Sin la menor duda”.
“Entonces tienes algo malo en la cabeza”.
A ella no le importaba lo que él dijera. Estaba orgullosa del camino que ella había elegido.
No importaba cuántas veces perdiera el corazón, ni cuántas veces saliera herida, siempre tendría la voluntad que había heredado de Kouro.
“Bueno, que me quitaras el control de un hombre no te servirá de mucho”. Murasakiari tomó el revolver que había estado cargando y encajó el cilindro en su sitio. “Supongo que tendré que matarte yo mismo. Como caballero, me duele hacerle daño a una mujer, pero hacemos lo que debemos”.
“No creo que sepas lo que significa la palabra caballero”.
“No, lo digo en serio. Odio golpear a las mujeres. Se me pone tiesa y es vergonzoso”.
En el momento en que Murasakiari apuntó su revólver hacia ella, el bartender se levantó rápidamente y se colocó frente a ella actuando como escudo. Él quería protegerla.
Thea se sintió conmovida por su valor, pero no tenía intención de utilizarlo como sacrificio. “Lo siento, pero luchar no es lo mío. Así que, en vez de eso, déjame decir algo”. Miró hacia la entrada. “¡Profe, ayuda!”.
Murasakiari sonrió satisfecho, y por alguna razón, sus ojos se iluminaron con desprecio. Era como si estuvieran diciendo: no voy a caer en eso otra vez.
Pero, hubo respuesta.
“Para eso estoy aquí”, dijo una voz reconfortante.
Murasakiari se quedó boquiabierto y se dio la vuelta.
Allí, de pie en la entrada, estaba Klaus. No se veía herido, pero sus ropas estaban empapadas de la sangre de otros. Era difícil imaginar lo intensas que debieron ser esas peleas.
Klaus asintió. “Es extraño. Siento como si esas palabras hubieran querido llegar a mí desde hace mucho tiempo. Y como si fuera una pena que no hayan podido hacerlo hasta ahora”.
Miró con tristeza la mancha de sangre en el suelo.
La aparición de Klaus le había dado un susto tremendo a Murasakiari. Su mirada iba y venía entre Klaus y Thea. “Así que tú eres el Klaus del que tanto he oído hablar. ¿Cómo encontraste este lugar?”.
“No veo razón para decírtelo”.
“¿Qué pasó con las setenta y tres Hormigas Obreras que te envié?”. “Las vencí a todas. ¿Por qué lo preguntas?”.
““…………””.
Murasakiari y Thea se quedaron en silencio. Ese hombre era increíble.
Una Hormiga Obrera había bastado para darles a las chicas una difícil lucha cuerpo a cuerpo, y ser atacadas por más de diez a la vez había puesto sus vidas en grave peligro. Y sin embargo, Klaus se había enfrentado a setenta y tres y había salido victorioso sin sufrir ni un rasguño.
“No te culpo por sorprenderte”. Klaus se cruzó de brazos, satisfecho. “Sin embargo, contra el Más Fuerte del Mundo no tenían—”.
Thea lo interrumpió. “Profe…”. “¿Hmm?”.
“…Usted está en un nivel tan diferente que lo impresionante de esa hazaña no se percibe”.
“¿En serio? Es una pena”.
“Ha llegado a un tal nivel que no nos queda más que suponer que sus oponentes eran unos debiluchos en secreto o algo así”.
“No me parece justo”. Klaus parecía extrañamente dolido, pero esa era simplemente la verdad del asunto. La hazaña era impresionante, por supuesto, pero así estaban las cosas. “Todos y cada uno de ellos tenían una fuerza a tener en cuenta”.
Después de defender su inútil caso por última vez, Klaus se giró y se enfrentó a Murasakiari.
Había cuatro personas en el sótano: Murasakiari, Thea, el bartender que era el nuevo aliado de Thea, y ahora Klaus. Nada más. No había ventanas ni ningún lugar por el que escapar.
La situación había cambiado por completo.
Ahora era Murasakiari quien se encontraba en una crisis. ¿Cómo se suponía que iba a luchar contra las habilidades de combate sobrehumanas de Klaus?
“Ya veo, ya veo. Eres aún más molesto de lo que decían los rumores”. Murasakiari se encogió de hombros. “Pero no creas que has ganado sólo porque le ganaste a mis soldados. Olvidas que te enfrentas al rey de esta ciudad”.
Estaba a punto de sacar algo.
En el momento en que Klaus lo percibió, decidió hacer el primer movimiento. En menos de un segundo, sacó un revólver y le disparó directamente a Murasakiari.
Pero el grito de Murasakiari fue más rápido.
“¡Protégeme!”.
El bartender había estado cubriendo a Thea, pero ahora su cuerpo entró en acción. No se movía intencionalmente, sino por puro reflejo. Eso se le fue inculcado en el cerebro.
La bala de Klaus golpeó contra la clavícula del bartender.
“Mátalos. Y no creas las estupideces que digan. Mátalos. Mátalos. Mátalos”, gritó Murasakiari a todo pulmón. Intentaba sobrescribir las palabras de Thea.
Luego corrió hacia el fondo del bar, asegurándose de mantener al bartender entre él y Klaus todo el tiempo. Apretó la mano contra lo que parecía una pared sólida y la atravesó.
“¡Tenía un pasadizo secreto!”.
Tenía preparado una ruta de escape por si se encontraba en el peor de los casos. Era una Hormiga resistente.
El bartender entró en frenesí y Klaus lo inmovilizó mientras Thea volvía a hablarle para calmarlo. Aún no había disipado del todo el dominio de Murasakiari. El hombre luchaba y gritaba de dolor.
Si querían salvar a las Hormigas Obreras de una vez por todas, iban a tener que derrotar a Murasakiari.
Klaus durmió al bartender dándole un sedante. “Vamos”, le dijo Thea a Klaus. “Tenemos que ir tras él”.
Sin embargo, Klaus se limitó a mirar en silencio al suelo. Se había dado cuenta de algo. Se agachó y metió la mano debajo de la silla.
“Estas son las balas que la jefa siempre usaba”.
Había una pequeña bala descansando en su palma.
Efectivamente, allí fue donde la mataron. En sus últimos momentos, su último recuerdo había rodado por el suelo y quedado olvidado.
Klaus apretó la bala con fuerza. “Vamos, Thea. Tenemos que vengarnos”.
“Estoy con usted, Profe. Hay que terminar con esto”.
Murasakiari había escapado por el pasadizo secreto, y sabía que así no los perdería. Su objetivo había sido ganar tiempo para poder reunir a sus Hormigas Obreras restantes para una batalla final.
La batalla por Mitario estaba entrando en su etapa final.
Klaus y Thea corrieron por el pasadizo secreto y pronto salieron a la superficie.
Miraron hacia arriba y se encontraron con un enorme edificio sobre sus cabezas. Era el rascacielos que habían visto tanto en las últimas semanas que empezaban a cansarse—el Edificio Westport. ¿Quién iba a pensar que el escondite de Murasakiari estaría exactamente en el corazón de la ciudad?
Klaus utilizó el apenas imperceptible sonido de los pasos de Murasakiari para seguir su rastro. Al parecer, entró en el edificio Westport por la salida de emergencia que estaba en la parte trasera, y luego se fue por las escaleras de mantenimiento para subir los pisos. Los guardias de seguridad también eran sus secuaces, pero una palabra de Thea los detuvo rápidamente.
“Alto”.
Al verla, se quedaron paralizados. Volvieron en sí unos segundos más tarde, pero Klaus tuvo tiempo de sobra para noquearlos con sus puños rápidos como un relámpago.
Thea se mordió el labio.
¿Cuánta gente había estado esperando la aparición del héroe?