Spy Kyoushitsu (NL)
Volumen 4
Capítulo 4: Peligro
Parte 4
El gobierno del rey sembraba desesperación por todo Mitario.
¿Qué podrían hacer para imponerse?
***
Cuando Thea se despertó, se encontraba tumbada en un suelo frío.
Estaba en algún lugar bajo tierra. La habitación no tenía ventanas, y su iluminación indirecta sólo iluminaba tenuemente su entorno. Aun así, pudo darse cuenta de que estaba en un bar pequeño, con sólo dos asientos. Una de las paredes estaba llena de hileras de licores, y había un hombre delgado puliendo un vaso detrás del mostrador.
Al tocar el suelo, Thea se dio cuenta de que había algo raro. Entrecerró los ojos. Todo el suelo estaba manchado de sangre. Su instinto le decía que ninguna persona tenía tanta sangre. Varias personas debieron haber muerto aquí.
“¿Dónde… estoy?”, preguntó, pero el bartender no dijo nada. Ella ya no tenía su pistola, pero tampoco estaba atada.
Cuando se levantó, oyó pasos detrás de la puerta que había junto al mostrador.
Entonces un hombre de traje y sombrero entró. Parecía ser alguien amable, y sobre todo sus ojos sonrientes le daban una impresión gentil. Parecía el tipo de persona que los niños adoran.
Cuando vio a Thea, asintió ligeramente. “¿Escapa por su cuenta y captura al enemigo al mismo tiempo? Nunca deja de impresionarme. Tiene un talento que asusta”.
Thea sabía exactamente quién era.
Se veía inofensivo, pero en realidad era el peor de todos. “¿Eres Murasakiari?”.
“Veo que puedo saltarme la presentación”. Se quitó el sombrero y sonrió. “Encantado de conocerte. Pero lo siento. Tengo poco tiempo, así que me temo que tengo que pasar directamente a matarte. Cuando mueras, asegúrate de decir tus últimas palabras. Me encantaría escuchar lo que tengas que decir”.
“Qué… considerado”.
“Oh, en efecto. Es costumbre mía ser amable con las mujeres”. “Me resulta difícil de creer”.
“Pues, aunque no lo parezca, soy todo un caballero. Siempre siento remordimientos cuando golpeo a una mujer”.
A Thea no le importaba el desordenado código moral de ese hombre. Sin embargo, ella ya se daba una idea de por qué tenía tanta prisa. “Supongo que vas a por el profe”.
“Así es. Espero que cuando le muestre tu cadáver, se desconcierte un poco. Es tenaz, lo reconozco. Envié setenta y tres Hormigas Obreras tras él, y todavía no lo han matado. Eso hace que uno se pregunte, ¿ese joven de verdad es humano?”.
Tal y como ella supuso, Klaus estaba atascado en una batalla. Por lo que parecía, estaba rodeado de oleadas de enemigos y no podía moverse con libertad.
El bartender le ofreció un arma a Murasakiari, y este tomó el revólver fabricado por Mouzaia y empezó a cargarlo, bala por bala. Daba la impresión de estar meditando con qué bala matarla.
Thea se mordió el labio. Era demasiado evidente lo que estaba a punto de ocurrir.
Ella iba a morir, y Tomoshibi iba a perder contra Murasakiari. Los números que él tenía a su disposición superaban todo lo que ellas habían imaginado. No sólo iba a usar esos números para aplastarlas, Klaus iba a estar tan ocupado con las más de setenta Hormigas Obreras que no llegaría a tiempo para salvar a ninguna de las otras.
Si todo era como parecía, así es como iba a suceder. Thea negó con la cabeza.
“Realmente eres inigualable”. “¿Hmm?”.
“Puedo asegurar con plena confianza que, a partir de este momento, eres el espía más fuerte de la ciudad. No parece justo. Buscar pelea contigo fue la peor jugada que pudimos haber hecho”.
“Sí. Soy el rey”, contestó Murasakiari con indiferencia. “¿Recién te das cuenta?”.
Era un hombre extraordinariamente seguro de sí mismo, pero quizá era de esperar. Era natural sentirse omnipotente con un poder como el suyo. Su habilidad le permitía controlar a las personas a través del dolor y dominarlas por completo, a tal punto que incluso podía ordenarles que se suicidaran.
Con sus esclavos llenando las calles de Mitario, era realmente el rey de esta ciudad.
Era estúpido pensar siquiera en oponérsele.
“Ese es el asunto. A partir de este momento, eres inigualable, y buscar pelea contigo ahora era la peor jugada que pudimos haber hecho”.
La táctica que habían estado utilizando era la equivocada. Si querían acabar con él, hacerlo ahora sería inútil. Toneladas de espías habían tratado de hacer precisamente eso, y toneladas de espías habían fracasado.
Tenían que cambiar la forma de encararlo.
Ahora, Thea por fin entendía cómo liberarse de la desesperación que él había creado.
“Si queremos ganar, tenemos que verlo todo de otra manera”. Ella continuó.
“No podemos vencerte ahora. Tenemos que usar el paso del tiempo
para derrotarte”.
Había encontrado la respuesta. La información por la que sus compañeras habían arriesgado sus vidas la había llevado a la verdad.
En el momento en que lo resolvió, todas las pequeñas cosas que habían parecido fuera de lugar finalmente tuvieron sentido. Ahora entendía por qué Murasakiari había reaccionado tan rápido ante ellas, así como cuál era el verdadero significado del rumor que se extendía en Mitario.
Sólo había una forma de superar la desesperación—y era adivinar el nombre de la mujer que había muerto allí.
Así que le planteó una pregunta a Murasakiari.
“Déjame preguntarte algo: Hace seis meses… ¿mataste aquí a Kouro?”.