Spy Kyoushitsu (NL)
Volumen 4
Capítulo 3: Héroe
Parte 2
El problema no estaba en haber caído en la trampa de Monika y lanzado el tercer dardo apenas iniciando su turno. El problema fue la firmeza con la que se había aferrado a su esfuerzo. Eso fue lo que la llevó a elegir el mismo lanzamiento de siempre para su tercer dardo. Lo lanzó desde el mismo lugar. A la misma velocidad. Con la misma trayectoria. Si hubiera cambiado su lanzamiento sólo un poco, las cosas habrían sido diferentes. Pero usar exactamente la misma forma contra alguien con la adaptabilidad de Monika fue un error descuidado.
Monika lanzó su tercer dardo con la misma sincronización. Ella no apuntaba a la diana—sino al dardo de Miranda. “¿Qué?”.
Gritó Miranda.
Monika había fingido agotamiento. A su cuerpo aún le quedaba algo de energía, y puso hasta la última gota en su dardo. El dardo voló por los aires a toda velocidad y golpeó con el dardo de Miranda antes de rebotar con una trayectoria extraña y salir disparado.
En lo que Monika lo veía volar, pensó.
Por más que uno se esfuerce, existe un límite… y la gente normal nunca puede superar a los prodigios.
Las derrotas contra Klaus se lo habían enseñado.
Eso era lo que pasaba cuando te enfrentabas a gente que estaba a un nivel completamente diferente.
Pero Klaus me eligió. Y se atrevió a elogiarme.
“Magnífico”.
Lo había dicho en incontables ocasiones, y todas esas veces, lo dijo en serio.
Supongo que es hora de que me enfrente a los hechos—el hecho de que yo también soy una prodigio.
Cuando las cartas estaban sobre la mesa, Monika había optado por confiar en su propio talento.
Había visto a Miranda realizar robóticamente el mismo lanzamiento
150 veces seguidas y pensó en una maniobra que rozaba lo imposible.
Pero Monika confiaba en que podía hacerlo.
Después de repeler el dardo de Miranda, el dardo de Monika giró en el aire y aterrizó exactamente en el blanco, golpeando la diana casi exactamente donde había aterrizado su primer lanzamiento.
“Tienes que estar bromeando…”
“Lo que importa es dónde caen tus dardos, ¿verdad? Tú lo dijiste, no yo”.
La quincuagésima ronda había terminado.
La puntuación final de Monika fue de 8.901, y la de Miranda, de 8.900.
El público rugió. La batalla había durado casi dos horas y por fin había llegado a su fin. En el fondo, Sara aplaudía con lágrimas en los ojos.
Miranda cayó de rodillas. Monika la miró. “Yo gano”. “………”.
“¿Y? ¿Vas a pagar? ¿O te ganarás el dinero en uno de esos espectáculos de striptease?”.
La expresión de Miranda se deformó.
Monika continuó. “Si eso no es lo tuyo, estaré encantada de perdonarte la deuda. Sólo tienes que decirme para quién trabajas”.
Había un titiritero detrás de escena que le daba órdenes y le indicaba que se ocupara de cualquiera que se viera mínimamente sospechoso. Si ese titiritero era Murasakiari, podrían conseguir toneladas de información sobre él de inmediato.
Esperó con altas expectativas la respuesta de Miranda—
—hasta que, de repente, Miranda se clavó la punta de un dardo en la garganta.
“…… ¡!”. Eso fue suficiente para sorprender incluso a Monika. Agarró a Miranda por el brazo. “¿Qué haces? No tienes que morir”.
“Es inútil…”, Miranda negó con la cabeza. “Esta es la regla…”. “¿De qué estás hablando?”.
“‘Si pierdes, mátate’, dijo… Si no lo hago, vendrá el dolor… Vendrá el castigo… No puedo… Prefiero morir… Mi cuerpo ya no me escucha…”. Miranda luchó contra el intento de Monika de retenerla y siguió intentando acelerar su suicidio. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero nunca detuvo sus intenciones de apuñalarse la garganta. “No quiero ser castigada…”.
“…………”.
Monika sintió cómo la rabia brotaba de su interior. Por fin entendía lo que realmente estaba pasando.
Miranda era una civil normal. Fue la tortura del titiritero la que la había moldeado como soldado. Ella sólo era una estudiante universitaria alegre con una personalidad simpática y un don para los dardos.
La sangre brotó de la garganta de Miranda mientras murmuraba delirios. “…Me pregunto si el héroe vendrá por mí”.
“¿Qué?”.
“Alguien me dijo una vez que cuando estuviera en lo más profundo de la desesperación, un héroe aparecería y me salvaría. ¿Era mentira? Aún puedo escuchar sus palabras resonando en mis oídos…”.
Era como si estuviera hablando de algo sacado de un cuento infantil.
Al darse cuenta de que Miranda no aguantaría mucho más, Monika le asestó un golpe con el cuchillo de mano en la nuca para dejarla inconsciente. Sin embargo, después de caer inconsciente, su mano seguía apretando el dardo, como si estuviera obligada a hacerlo.
“Que alguien la atienda”, gritó Monika a los trabajadores del casino. “Eran cómplices, ¿verdad? Si intenta suicidarse, deténganla. No necesito mi parte de las ganancias”.
Sin embargo, eso era poco más que un recurso provisional. En cuanto Miranda despertara, volvería a intentar suicidarse. No había forma de salvarla. Excepto matar al titiritero.
Monika le dio la espalda a la multitud y murmuró.
“Sara, nos vamos. Tenemos que dar información de lo que acabamos de ver”.
“Sí”.
Las dos salieron una al lado de la otra y regresaron a la superficie.
Ninguna mencionó una palabra hasta que llegaron al final de la escalera.
Habían ganado, pero no se sentían bien por la forma en cómo terminó, y ni siquiera obtuvieron información. Sólo les quedaba el mal sabor de boca de haber atormentado a una estudiante inocente.
Monika sacó su bloc de notas, escribió un mensaje codificado, arrancó la página y se lo dio a Sara. En ese momento, Sara sacó una paloma de debajo de su sombrero y le ató la nota a la pata. La paloma levantó vuelo y se dirigió al apartamento donde se alojaba el Escuadrón de recopilación de información.
“¡A-Aunque haya terminado así!”. Una vez que terminaron de mandar el reporte, Sara tomó la palabra con voz alegre. “¡Estuvo increíble, señorita Monika! Recordé por qué la respeto tanto”.
“Gracias. Tus refuerzos hicieron un buen trabajo”. “¡Oh, para nada! No hice mucho—”.
“¿Te digo algo? Realmente desearía que empezaras a reconocer el talento que tienes”.
“…… ¿?”.
“Me salvaste el trasero. Cuando hayamos terminado esta misión, voy a darte un entrenamiento personal. Comparada con el resto de chifladas y cabezas huecas de Tomoshibi, eres una de las únicas personas con los pies sobre la tierra”.
“¿E-En serio?”. La cara de Sara enrojeció de alegría.
Después, Monika se sacó un dardo del bolsillo y empezó a darle vueltas entre sus dedos.
Sara sonrió. “Ah, ¿se lo quedó?”.
Monika asintió orgullosa. “Sí, pensé que sería bueno comenzar a practicar”.
“¿Comenzar a practicar?”.
“Sí. Me salió bien, ¿verdad? Y eso que fue la primera vez que jugaba”. Monika sonrió al ver que Sara estaba con la boca abierta.
La batalla en el casino subterráneo terminó con la victoria del dúo Monika-Sara.
Pero un momento después, fueron recibidas por—
***
La batalla del dúo Sybilla-Elna era muy feroz.
Ni un rayo de luz entraba en el edificio, por lo que sólo podían confiar en sus sentidos no visuales. Sin embargo, Barron podía moverse por la oscuridad con facilidad. Con sólo escuchar la respiración de Sybilla y Elna, podía medir cuán lejos estaban. Moverse en silencio para acabar con su objetivo parecía ser un principio esencial de su estilo de lucha.
Tuvo el cuidado para que no percibieran su hostilidad, se les acercó y las atacó con su entrenado puño de boxeador. Un golpe directo bastaría para acabar con ellas.
Las únicas herramientas que tenían para defenderse eran la destreza física de Sybilla—
“¡Viene por la izquierda!”
—y la increíble intuición de Elna.
Sybilla reaccionó agachándose inmediatamente y lanzando una patada. Cuando su pie hizo contacto, tuvo una mejor noción de dónde estaba su oponente, y disparó su arma sin dudarlo. Durante el breve instante en que el destello iluminó la oscuridad, vio la cara de Barron.
Él había dado por hecho que tenía acorralada a su presa, y no lo puso muy contento el repentino contraataque de la mujer.
“Pequeña gusano”, dijo.
Como Sybilla no había podido ver a su objetivo, no le pudo dar un golpe mortal. Barron se retiró de prisa, y sus pasos resonaron mientras desaparecía de nuevo en la oscuridad.
Sybilla puso a Elna a su espalda y se colocó en ángulo para que Elna estuviera entre ella y la pared. No era necesario que cambiaran de posición. De todos modos, Barron no tendría problemas para encontrarlas.
El enfrentamiento mortal en la oscuridad se detuvo un instante.
“Elna, quiero saber algo”, dijo Sybilla. “¿Qué crees que podemos hacer para conseguir ventaja?”.
Cuando las cosas empezaban a no salir bien, Sybilla sabía que era mejor consultar a sus compañeras que confiar en su propio juicio. Puede que Elna no estuviera al nivel de Grete, pero era excelente cuando se trataba de pensar rápido.
Barron podía oírlas, pero no había forma de evitarlo. Dada la agudeza de sus oídos, susurrar no habría funcionado.
Elna respondió de inmediato. “Por ahora, tenemos que retirarnos”. La situación era tan grave que nadie la habría culpado por dejarse llevar por el pánico, pero expuso su proceso de pensamiento con la mayor calma posible. “La entrada por la que vinimos está bloqueada, así que tendremos que usar otra salida, pero luchar aquí dentro nos pone en demasiada desventaja”.
“Eso me irrita, pero supongo que tienes razón. Por cómo están las cosas, no veo que ganemos”.
“No lo veas como una derrota. Piensa que es una retirada que nos ayudará a ganar más tarde”.
“Ooh, me gusta cómo suena eso. Ahora tengo una pregunta…”. “¿Hmm?”.
“¿Dónde está la salida?”. “ ”.
En esta oscuridad no tenían manera de averiguar una ruta de escape. Ninguna de las dos conocía este edificio, y se habían visto obligadas a correr de un lado a otro al azar, así que no sabían dónde estaban exactamente.
Detrás de ella, Elna gimió. “Qué mala suerte. ”.
“Sí, así están las cosas”.
Por ahora, parecía que no tenían otra alternativa que seguir luchando en la oscuridad. Dada su situación actual, buscar a ciegas era demasiado peligroso para ser una opción aceptable. No iban a saber desde qué dirección Barron atacaría.
Elna volvió a hablar. “¡Viene de frente!”.
Sybilla adivinó cuándo atacaría Barron, luego se deslizó por la pared y aprovechó las ligeras variaciones de la corriente de aire para disparar. Su falta de visión hizo que el sonido de su disparo pareciera mucho más fuerte. Esta vez, su bala no dio en el blanco. Entonces, el puño de Barron llegó a toda velocidad a través de la oscuridad.
A Sybilla le costó detener el golpe. Bloqueó el gancho con el brazo y dejó que Elna tirara de ella.
La voz de Barron resonó inquietante en la oscuridad. “Oui. Eres muy perspicaz”.
Sybilla no podía sentir el brazo con el que bloqueó. Se dio cuenta que había sufrido una hemorragia interna. Ella disparó un tiro defensivo, y Barron retrocedió de nuevo. Era la clásica táctica de ataque y huida.
En su época como profesional, pudo muy bien haber sido un boxeador de rango amplio.
Esta vez, no perdió el tiempo antes de atacar de nuevo, y la advertencia de Elna apenas llegó a tiempo. Si Sybilla no hubiera oído los zapatos de Barron sonando en el piso, estaría acabada. Esquivó el golpe en la cara por un pelo y tuvo que arrastrarse prácticamente por el suelo para escapar.
¡No voy a aguantar mucho!
Barron habría sido un adversario desagradable contra el que luchar cuerpo a cuerpo, e incluso con la ayuda de la intuición de Elna, luchar contra él en la oscuridad era la receta perfecta para recibir una golpiza desigual. Además, escapar sería aún más difícil una vez que ella se quedara sin balas.
“Igh…”, oyó murmurar preocupada a Elna.
Sybilla extendió la mano en la oscuridad y se tomaron de la mano, y luego salieron corriendo de la habitación. Un momento después, Elna chocó la cabeza contra una pared. Sybilla rápidamente la colocó a su espalda y se preparó para defenderse de nuevo de Barron.
“¡Oe, Barron!”, gritó, ya sin poder contenerse.
La respuesta llegó desde algún lugar en la oscuridad. “… ¿Oui?”.
Sybilla pensó por un momento disparar en dirección de donde provenía la voz, pero sabía que no podía malgastar sus preciadas balas en suposiciones.
“¿Por qué haces esto?”. En vez de disparar, decidió hacerle una pregunta. “Pudiste haber seguido triunfando como boxeador, ¿no?
¿Por qué meterte en esta mierda del asesinato?”.
El vicepresidente había dicho que se obligó a retirarse por una lesión, pero estaba claro que ésa no era la verdadera historia. Con sólo verlo ahora era obvio que todavía estaba en su apogeo.
“Oui. ¿Por qué debería decírtelo?”, respondió de manera cortante. “Eh, como quieras”.
Mientras Sybilla se encogía de hombros, oyó a Barron suspirar. “Por otra parte”, continuó. “Estás en las mismas que yo. Ninguno de los dos puede vivir bajo la mirada pública”.
Había cierta pesadez en su tono.
“La gente como nosotros no tiene adónde ir. Lo único que podemos hacer es escabullirnos en la oscuridad. ¿O me equivoco?”.
Su voz sonaba con una determinación resignada.
Sybilla no tenía grandes esperanzas y, desde luego, disuadirlo no iba a ser una opción. No tenía otra opción más que luchar.
El sonido de la respiración de Barron desapareció, como si dijera que se había acabado el tiempo de hablar. Regresó al amparo de la oscuridad y se preparó para lanzar otro ataque.
Sybilla también se preparó.
Por un momento, todo quedó en silencio. Combinado con su incapacidad para ver, la ausencia total de sonido le hizo sentir como si el mundo mismo se hubiera acabado. Ni la luz de las deslumbrantes vallas publicitarias de la Calle Principal ni el ruidoso sonido de las bocinas de los autos paralizados podían llegar hasta allí.
“¿Viene… por la derecha?”, susurró Elna. Su entonación era un poco diferente a veces anteriores.
Sybilla también sentía que algo estaba pasando.
Su enemigo estaba mezclando su patrón de ataque. Ella seguía sintiendo la llegada del puñetazo, pero había algo diferente. Después de concentrar cada nervio de su cuerpo, Sybilla se dio cuenta del cambio. Esta vez Barron no iba tras ella—sino por Elna.
En lugar de apuntar a la atlética Sybilla, decidió atacar a la más débil del dúo.
Rebasó velozmente a Sybilla y se abalanzó sobre su compañera— “¡No lo harás!”
—Pero Sybilla reaccionó lanzando una hermosa patada voladora.
Era una hazaña que exigía reflejos extraordinarios, y eso era precisamente lo que tenía Sybilla.
Su ataque fue un golpe a la oscuridad, pero sintió que pegaba sólidamente en la cara de Barron. El cuerpo de Sybilla se había movido por sí solo esta vez, y eso fue lo que marcó la diferencia.
“¡No le pondrás tus malditas manos encima a mi niña!”. Dio un golpe crítico.
Aún no podía ver a Barron, pero por fin le había dado un golpe. El problema fue que—
“Oui. Caíste en un cebo tan simple”.
—su enemigo lo había visto venir.
Barron había planeado recibir el ataque de Sybilla desde el principio. Atrapó la pierna que le había golpeado la cara y la desequilibró.
Sybilla trató de detenerlo.
Barron hundió el puño en el abdomen expuesto de Sybilla. “Se acabó”.
El puñetazo aterrizó justo en su plexo solar. No podía respirar y su mente se quedó en blanco.
Antes de darse cuenta, ella ya había caído al suelo fuertemente. Se deslizó por el suelo polvoriento. Cuando por fin se detuvo, ya no podía levantar los brazos ni las piernas.
“¿Sybilla-oneechan…?”. Elna sonaba desconsolada.
“Tranquila, estoy bien”, respondió Sybilla, luchando contra el dolor para levantar el ánimo de Elna. Sonrió. “Mira lo que acabo de robar”.
Y en la oscuridad, se hizo la luz.
Una pequeña llama iluminó la habitación. Todo quedó a la vista—los pupitres abandonados, los ojos abiertos de Elna, y Barron, que miraba a Sybilla estupefacto.
Ella sostenía un encendedor. “Tú…”, gruñó Barron.
Sybilla había recordado todo. Recordó el encendedor que Barron había usado para encender el cigarrillo del vicepresidente, y exactamente en qué bolsillo lo había guardado.
Entrecerró los ojos y utilizó la tenue luz para mirar a su alrededor. Había un mapa colgado en la pared.
¡Ahí está la salida!
No tenían tiempo que perder. Si el encendedor se quedaba sin combustible, estarían perdidas.
Sybilla reunió fuerzas y se puso en pie. Luego agarró a Elna por el brazo y decidió escapar.