Spy Kyoushitsu (NL)
Volumen 4
Capítulo 2: Hostilidades
Parte 2
Una vez que terminó de comer, Thea regresó al apartamento que compartía con Grete.
Eran las ocho de la mañana, y la ciudad estaba muy activa. Se podía escuchar el incesante ruido de los cláxones que venían de la calle principal. Era la hora perfecta para que espías como ellas se pusieran a trabajar.
En las dos últimas semanas, se habían apegado a pasar desapercibidas. Thea había trabajado arduamente como una auténtica empleada de una compañía de muebles, y de hecho había ido a visitar varias tiendas de muebles. Si alguien la miraba, sólo vería a una joven profesional, y si la policía la paraba para interrogarla, tendría respuestas para todo lo que le preguntaran.
Todo iba de acuerdo al plan, y ahora era el momento de que empezara el trabajo de inteligencia.
Thea preparó té y fue a sentarse al comedor. “Bueno, veamos… Grete, ¿te importaría resumirnos cuál es nuestra situación actual?”.
“Por supuesto. Ya me ocupo de eso”.
Grete sacó un bloc de notas y escribió toda la información que tenían actualmente.
Nombre de la misión: Cazar al hombre de Mitario.
Objetivo: Capturar a Murasakiari y reunir información sobre Hebi.
Suposición: Hebi se está poniendo en contacto con personas importantes en la Conferencia Económica de Tolfa y los está manipulando para beneficio del Imperio.
Pauta 1: Desplegar a las miembros de Tomoshibi cerca de personas importantes y hacer que busquen espías enemigos.
Pauta 2: Una vez encontrados los espías enemigos, interrogarlos para averiguar dónde está Murasakiari.
Anexo: Klaus actuará de forma independiente. El plan es que haga comprobaciones exhaustivas de cualquier sospechoso con el que se encuentre.
“Gracias”, dijo Thea. “En resumen, es eso, ¿verdad?”. Luego de darle uso a la nota para refrescar su memoria, arrancó la página y le prendió fuego con un fósforo.
Ahora ella tenía una mejor idea de lo que había que hacer—y lo difícil que sería lograrlo.
“Supongo que no hace falta decirlo, pero estamos en estado crítico en cuanto a información de nuestro enemigo. Básicamente estamos a ciegas”, señaló.
“Es cierto”, respondió Grete. “Sin embargo, sabemos dónde necesitamos estar—en la Conferencia Económica de Tolfa. Cuanto más investiguemos, más probabilidades tendremos de encontrarnos con otros espías”.
“Me pregunto qué estarán haciendo todos los efectivos de otras naciones”.
“Sospecho que no tenemos que preocuparnos por ellos. El jefe ya se puso en contacto con nuestras naciones aliadas. Los Estados Unidos y quienes están de nuestro lado ya saben que tienen que tener cuidado con el Imperio”.
Thea asintió.
Por el momento, sólo tenían que enfocarse en Galgad. Si intentaban enfrentarse al Reino de Lylat, a la Confederación de Fend, a los Estados Unidos de Mouzaia, al Reino de Bumal y a todas las demás naciones presentes, nunca llegarían a nada.
“Entonces lo primero que deberíamos comprobar es, um…”. No le salían las palabras.
Había repasado toda la misión una y otra vez, pero ahora sus pensamientos se negaban a juntarse. Sus compañeras estaban dispersas por la ciudad y no sabía qué órdenes darles.
¿Realmente soy apta para dar órdenes?
En la conferencia había cientos de personajes clave, y si se contaba también a todos los demás presentes, el número se elevaba a más de diez mil. Ahora, el trabajo de Thea consistía en saber decirle a sus aliadas a quién investigar. Además, cada chica de Tomoshibi tenía sus propios puntos fuertes y débiles. Es más, los varios puntos de infiltración eran adecuados para ciertos tipos diferentes de tareas. Thea tenía que tener todo eso en cuenta.
¡Son demasiadas las cosas que tengo que tener en cuenta!
Se agarró la cabeza.
No podía hacerlo. No le era posible.
Grete la rescató. “…Para empezar, ¿por qué no comprobamos cómo están todas?”.
“D-De acuerdo, por supuesto. Hay que hacerlo”.
“Primero asegurémonos de que se han infiltrado con éxito antes de empezar a darles órdenes, es lo que haría yo”.
Ella planteó un problema real.
De hecho, eso era lo más básico cuando se trataba de Mando y Control. Thea se sintió humillada por haber olvidado algo tan básico.
“N-No esperaba menos de ti Grete, estás bien informada como siempre. Justo estaba por decir lo mis—”.
“Por supuesto. Aquí tienes la agenda de hoy”.
Grete le entregó un bloc de notas que había preparado con antelación. En él, había una lista completa de dónde estarían sus compañeras de equipo que incluía todo, desde los horarios del autobús y el metro, hasta las carreteras congestionadas.
Grete siendo Grete—siempre diligente y observadora. En realidad, eso le recordó algo a Thea.
“Oye, Grete. En tu última misión, ¿no fuiste la encargada de dar las órdenes?”.
“Fue sólo para una operación, pero sí”.
Grete, junto con Lily, Sybilla y Sara, lograron capturar vivo a un espía enemigo. Y gracias a las detalladas instrucciones que ella dio, lo hicieron sin necesidad de depender de Klaus.
¡La verdad es que desearía que ella se hiciera cargo…!
Las habilidades de Grete superaban claramente a las suyas. Thea había dejado que Klaus se encargara de capturar a Roland, había sido rescatada por Monika durante su batalla contra el Departamento de Inteligencia Militar y, por último, un espía enemigo se había reído en su cara.
“No te preocupes, Thea. Estoy segura de que harás un buen trabajo”.
A pesar de que Grete la animó, Thea no pudo reunir ni una gota de confianza.
Ahora sólo me queda seguir el ejemplo de Grete…
Era una excusa patética para una comandante, pero Thea no sabía qué más hacer.
Thea y Grete habían mentido y dicho que ambas tenían veintitrés años. En realidad, sólo tenían dieciocho, pero ser tratadas como menores restringiría sus opciones de varias maneras. Cuando salieron a las calles de Mitario, vestían ropa a la medida y estaban maquilladas para parecer mayores.
La principal conferencia económica no era lo único que se llevaba a cabo en la ciudad. La acompañaba un gran número de debates entre empresas, fiestas políticas para recaudar fondos y reuniones a puerta cerrada sobre asuntos de importancia militar. En total, había probablemente más de mil reuniones de distintos tamaños. Esa fue una de las razones por las que a la conferencia se le extendió el plazo.
Y no todo era política y economía. Mitario era también un importante centro cultural, y era el hogar de todo tipo de eventos, desde desfiles de moda prestigiosos hasta festivales de cine de fama internacional.
O sea, había una enorme cantidad de gente. Apenas se podía caminar por la calle sin tropezar con alguien o sin que alguien tropezara contigo.
Los rascacielos se alzaban sobre Thea y Grete mientras caminaban entre el congestionado camino.
Entonces vieron una multitud reunida frente a uno de los edificios.
Era sorprendente ver que la ciudad podía volverse aún más clamorosa de lo que ya era.
Al parecer, cierto ministro de Asuntos Exteriores de cierto país extranjero acababa de llegar y su auto era acosado por los paparazzi de camino al parqueo subterráneo. Los flashes de las cámaras iluminaban el lugar.
Los reporteros le impedían al auto avanzar, sosteniendo micrófonos y grabadoras de voz.
“Ministro, ¿cuáles son sus opiniones de esta reunión con el Reino de Lylat?” “¡Tengo algunas preguntas referentes a las políticas de pacificación de Galgad!”.
El hombre sentado en el asiento de atrás del auto respondió a sus preguntas con silencio y el ceño fruncido.
Supongo que da igual de dónde uno venga, los reporteros siempre son despiadados.
Los padres de Thea operaban un periódico, así que era una escena a la que estaba acostumbrada. Pero, aun así—
“¡Ey, vejete, te estamos hablando! ¡Abre la jeta y di algo!”.
Una joven y malhablada reportera llamó su atención. Thea la veía con una cara impactada.
Era Sybilla, vestía un traje y golpeaba la ventana del auto.
Incluso el ministro estaba desconcertado por su comportamiento. Bajó un poco la ventana del auto y le gritó enojado. “¡Jamás te diré algo! ¡¿De qué país vienes, mocosa?!”.
“Soy de Random Times de la República de Din, ¿y qué con eso? Además, ¿tus comentarios de esta mañana no contradecían la minuta de la reunión del departamento que se publicó ayer, o lo vas a negar?”.
“¡¿Disculpa?! ¡¿Q-Qué estupideces estás diciendo?!”
“¡Sólo lo pregunto para aclarar algu—¡Ey, espera! ¡No me cierres la ventana! ¡Aaah, maldita sea!”.
Estiró su brazo hacia la ventana con una fuerza que normalmente esperarías ver en una pelea a puño limpio, le apuntó con el micrófono en la cara.
Grete bajó la voz y explicó la situación a Thea. “Sybilla trabaja como periodista en formación. En su posición actual puede entrar en contacto con políticos y burócratas de todo el mundo”.
“Ya veo. Bueno, sólo espero que no haga que la arresten”.
Thea estaba algo preocupada, pero parecía que Sybilla tenía las cosas bajo control.
El auto se liberó de los periodistas y se dirigió al parqueo. Los periodistas que lo rodeaban suspiraron y se marcharon.
Sybilla no fue la excepción. “Maldita sea, se escapó”, se quejó mientras caminaba hacia Thea y Grete.
En el momento en que pasó junto a ellas, metió algo en el bolsillo de Thea. Thea oyó un susurro en su oído. “Le quité el porta-tarjetas a ese ministro. Espero que sea útil”.
Debió de hacerlo en el corto instante en que metió el brazo por la ventana. Nadie se había dado cuenta.
Luego, con un casual “Bueno, ¿dónde está la siguiente exclusiva?”, desapareció entre la multitud.
Por cómo se veía, Sybilla la reportera estaba en condiciones de obtener buenos resultados.
El siguiente lugar al que Grete la llevó fue a un restaurante anexo a una estación.
Dentro, Thea oía una alegre melodía. Asumió que estaban reproduciendo música, pero luego descubrió que era música en vivo. Había un grupo de jazz tocando en el escenario para que los clientes del restaurante pudieran disfrutar de música en vivo mientras almorzaban.
Mitario era conocida como la cuna del jazz, y actuaciones como ésta no eran inusuales en sus restaurantes y bares.
Pero en el caso de Thea, era la primera vez que escuchaba jazz en vivo. Todo se sentía muy refinado.
La melodía suave del piano se fusionaba con la trompeta y el saxofón, y todo se unificaba en una hermosa armonía. Aunque era una experiencia nueva para ella, la calidad del sonido era reconfortante.
Thea y Grete lograron sentarse en un par de asientos situados junto al escenario.
Ahora podían ver de cerca al sexteto de jazz. Vestían frac blanco y elegantes sombreros, y los trompetistas y pianistas lucían muy elegantes. El resto del público pensaba igual. Especialmente las jóvenes presentes observaban a los miembros de la banda con pasión en los ojos.
Y el miembro más a la derecha de la banda… era Monika. “………”.
Vestía un frac de hombre y tocaba el saxofón tenor. No se veía del todo mal.
“Al parecer empezó tocando en la calle y la banda la contrató ese mismo día”, explicó Grete.
A esas alturas, Thea ya no estaba sorprendida. Estaban hablando de Monika.
“A menudo contratan a esa banda para que toquen en fiestas y reuniones sociales de políticos”, continuó Grete. “He oído decir que son populares entre las esposas de esos políticos…”.
En otras palabras, el plan consistía en que Monika utilizara su posición de músico para llevar a cabo sus actividades encubiertas.
Cuando la banda terminó de tocar la canción con la que estaban, Monika bajó del escenario y se acercó a los asientos de las chicas.
“Oigan, ustedes dos. ¿Qué me miraban tanto? ¿Son fans mías?”. “No. Regresa al escenario”, respondió Thea.
“Lo siento chicas, pero estoy ocupada esta noche. Alguien importante nos ha contratado para una tocada en una fiesta que va a hacer”.
Les guiñó un ojo y volvió al escenario. La forma en que se comportaba era un poco pomposa, pero al parecer, eso era lo que les gustaba a las damas.
Justo antes de volver a subir, dejó una caja de fósforos sobre la mesa. Probablemente había un reporte escrito dentro.
No cabía duda de que la saxofonista Monika sería un activo con el que podrían contar.
Después de comer un aperitivo ligero, las dos salieron del restaurante.
Aparentemente, el plan era ir a comer a cualquier lugar, y Thea tenía un buen un lugar en mente al cual podrían ir. Había un punto de infiltración donde el agente allí asignado había solicitado esa ubicación en concreto con mucha antelación.
El destino de las chicas era el Edificio Westport, sede de la Conferencia Económica de Tolfa. En el primer piso había una importante cadena de hamburguesas que ofrecía mesas al aire libre.
Diez minutos después de hacer su pedido, una camarera pechugona les llevó alegremente su pedido.
“¡Gracias por esperar! Aquí tienen su combo de hamburguesa con queso”.
Era Lily.
Les entregó la comida vestida con el uniforme de la hamburguesería. Las hamburguesas estaban gordas y jugosas, las papas fritas enormes y los vasos de cola estaban por desbordarse. Lily se veía muy contenta. Por alguna razón, parecía sentirse como en casa al estar rodeada de comida chatarra. Hasta el uniforme de rayas rojas y blancas le quedaba bien.
Grete la llamó. “Disculpe, ¿camarera?”.
“¿Tiene alguna pregunta? O sea, ¿tiene alguna pregunta para Lillian Hepburn, estudiante de intercambio de dieciocho años que va a la Facultad de Farmacia en la Universidad de Mitario, que vive sola y paga sus estudios con este trabajo de medio tiempo?”.
Grete se quedó tan atónita que dejó de fingir. “…Iba a explicar quién eras, pero supongo que me has ahorrado la molestia”.
Aunque, de hecho, no había necesidad de explicar nada. Thea ya conocía el punto de infiltración de Lily. Lily llevaba mucho tiempo queriendo ser ubicada: “¡en algún lugar donde pueda comer todas las hamburguesas que quiera!”.
Entonces alguien gritó desde dentro de la tienda. “¡Ey, Lillian! Necesito que lleves esto a la sala de conferencias trece en el cuarto piso”.
“Bueno, no por nada la llaman la comida favorita de Mitario. Los pedidos no paran de llegar”, dijo Lily alegremente mientras dejaba a Thea y Grete con su comida.
Esa sucursal en concreto ofrecía servicio a domicilio, y con el edificio Westport justo encima de ellas, no era de extrañar que recibieran muchos pedidos de los invitados a la conferencia.
“Bueno, es un alivio ver que su infiltración va bien”, comentó Thea. “Sí, pero… hay algo que me preocupa un poco”, respondió Grete.
“¿En serio? Ah, ahora que recuerdo. ¿Qué ibas a preguntarle hace un momento cuando la llamaste?”.
Grete miró la comida que le había traído Lily. “Esto es una hamburguesa de pescado, no de queso…”.
“……”.
“Me preocupa un poco que ella misma haga que la despidan”.
Al voltear a ver, vieron a Lily con una gran mochila colgada al hombro. Estaba a punto de entregar los pedidos. “¡Lillian, cambio y fuera!”, gritó mientras salía corriendo.
Se suponía que tenía que llevar la comida a la sala de conferencias número trece en el cuarto piso.
Sin embargo, el ascensor al que Lily había subido triunfalmente se dirigía al parqueo subterráneo.
Cuando regresaron a su apartamento esa noche, Thea dejó escapar un largo suspiro.
“Todas las piezas están en su lugar”.
Había una serie de puntos que quería discutir, pero en general, las cosas parecían ir según el plan. Ahora les tocaba dar las órdenes y localizar a Murasakiari.
Ella no quería gastar mucho esfuerzo en la cena, así que agarró una lata de menestrón y la metió en una olla con agua, ni siquiera la abrió. Mientras el agua hervía, Thea agudizó el oído para oír lo que pasaba en el apartamento de al lado. No escuchó nada. Klaus aún no había llegado.
“Tenemos que pasar la noche pensando en cómo actuar”, comentó Thea. “Me encantaría poder darle ideas al profe, pero dudo que vuelva pronto”.
“Sólo espero que no esté trabajando demasiado…”
Grete cortó un baguette y lo metió en trozos al horno. Su voz temblaba de preocupación.
Thea le sonrió. “De ser así, eso te dará la oportunidad de calmar su cansancio. Cuando acabemos aquí, te enseñaré un masaje por el que los hombres se mueren. Estará como masilla en tus manos, eso te lo aseguro”.
En el momento en que el tema pasó a ser romántico, la expresión de Grete se iluminó de inmediato.
“Oh, Thea… Thea la Brillante y Sabia, no puedo agradecerte lo suficiente”.
“La clave es centrarse en la zona de la entrepierna”.
“Ahora que lo pienso, Monika me advirtió que debía dejar de seguir tus consejos”.
“Ah, ¿sí? ¿Y qué sabe ella?”
“Oh, siempre tan inteligente. ¡Siempre sabes qué decir!”.
Tener esta típica conversación ayudó a calmar los nervios de Thea. El tiempo que podía pasar trabajando duro sin sentirse cansada no era prolongado.
Entonces oyeron que algo pegaba contra la ventana.
Grete parecía saber de qué se trataba. Corrió feliz hacia el alféizar. “¿Qué pasa, Grete?”.
“El jefe nos trajo información”.
Junto a la ventana había una piedra con un periódico envuelto. Era el mismo periódico que se podía comprar en cualquier esquina, pero tenía una clave secreta escrita con tinta especial. La cuestión era cómo había llegado hasta el octavo piso. ¿Lo arrojó?
Grete leyó el mensaje. Se le cortó la respiración. “…Podríamos encontrarnos cara a cara con el enemigo más pronto de lo que esperábamos”.
“¿Qué dice?”.
“Los agentes de nuestras naciones aliadas están siendo eliminados uno por uno. Al parecer, hay varios hábiles cazadores de espías acechando en la ciudad”.
Thea hojeó rápidamente el texto codificado.
Según el mensaje, mucha gente era asesinada, moría en circunstancias sospechosas y desaparecía. Y la gran mayoría de las víctimas eran agentes de inteligencia que habían estado investigando la Conferencia Económica de Tolfa.
Además, los métodos de asesinato eran muy variados. Había desde apuñalamientos y caídas mortales hasta suicidios, desapariciones e incluso accidentes de tráfico. No había un patrón visible.
No estaba claro si Murasakiari era quien estaba detrás de todo, pero no cabía duda de que alguien andaba por ahí matando gente.
Thea estaba preocupada por la seguridad de sus compañeras. “¿Q-Qué hacemos?”.
“Tendremos que estar en contacto más a menudo con las demás”, dijo Grete con calma. “De ese modo, podremos utilizar mis disfraces y tus habilidades de negociación para ayudarlas en caso de que algo pase. Y en el peor de los casos, puede que no tengamos de otra que pedirle ayuda al jefe”.
“T-Tiene sentido. Me aseguraré de estar lista para actuar en cualquier momento”.
“Aun así, no podremos hacer mucho por ellas… En muchas ocasiones, tendremos que confiar en que se las arreglen solas”.
Thea sintió que su mirada se desviaba hacia la ventana, como atraída por las palabras de Grete. “Cierto…”.
La noche había caído sobre Mitario, y luces de neón se podían ver en toda la ciudad. Las brillantes vallas publicitarias de la calle principal aseguraban que la ciudad nunca durmiera.
Mientras hablaban, sus compañeras seguían trabajando duro.
Entonces, dos semanas después de que la misión comenzara de lleno… todas las preocupaciones de Thea se hicieron realidad.