Risou No Himo Seikatsu (NL)

Volumen 10

Capítulo 2. El Contrato En La Catedral De Marfil

Parte 2

 

 

Pasaron varios días. Durante el tiempo que Zenjirou pasó en su anexo del Palacio del Huevo Púrpura, fue incapaz de calmarse del todo.

En estos momentos había algunas personas más en la sala con él. Su sirvienta, Inés, su guardia, Natalio, y su enlace con el Reino Gemelo, Lucrecia. El permiso para que Freya entrara en el país se había concedido sin problemas. Zenjirou había enviado un soldado a Capua mediante teletransporte con una carta para tal efecto. El hombre había regresado inmediatamente de la misma manera con cartas tanto de Aura como de Freya.

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Si no había problemas, Freya y su ayudante llegarían ese día.

“¿Quizás deberíamos dirigirnos al punto de arribo?”, sugirió Zenjirou, muy consciente de la hora que era. Lucrecia inspeccionó la sombra proyectada por la luz a través de la ventana antes de asentir.

“Deberíamos. Le llevaré allí”.

La inclinación de su cabeza hizo que su mechón de cabello se balanceara al compás de sus movimientos. Era, sin duda, la persona más tensa de los presentes. Su expresión mientras se adelantaba para guiarles era cautelosa. Aunque sus ojos estaban fijos hacia delante, no se concentraban en nada. Probablemente estaba pensando en la princesa -la invitada de Zenjirou- y en su advenimiento.

La intuición y los prejuicios de Lucrecia habían señalado a Freya como rival desde el mismo momento en que el nombre de la princesa salió de los labios de Zenjirou. La información que había recopilado después de los hechos no había hecho más que corroborar esa decisión.

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Que Freya hubiera acompañado a Zenjirou a una boda en lugar de Aura significaba que era una candidata de facto para convertirse en su concubina.

Como alguien que aspiraba a lo mismo, el sentimiento de rivalidad que sentía Lucrecia era inevitable. Sin embargo, sentía más curiosidad que otra cosa. Esa mujer había conseguido llegar a su puesto en menos de un año desde que conoció a Zenjirou. Si era posible, Lucrecia quería estar en buenos términos con ella para averiguar cómo lo había hecho.

Tres esposas no serían un problema para un hombre de la realeza.

Una vez que estuvieran en igualdad de condiciones como esposas, sin duda competirían por el favor del hombre. Sin embargo, el deseo de Lucrecia de que estuvieran en buenos términos era genuino. Sus deseos podrían resumirse con el drásticamente egoísta “Ayúdame a convertirme en su concubina. Después de eso, te volveré a apartar”.

El grupo llegó a la habitación familiar tras una larga caminata por los pasillos del Palacio del Huevo Púrpura. Esta era la única sala del Reino Gemelo donde se permitía el teletransporte. Todas las llegadas y salidas tenían lugar aquí.

Esto significaba que la habitación le resultaba ya muy familiar a Zenjirou, que comprobó despreocupadamente su reloj una vez dentro. “Cinco minutos, según lo previsto…”, murmuró para sí mismo.

Instantes después, se produjo un cambio. Sin fanfarria alguna, la vacía zona central de la sala fue ocupada de repente por una guerrera alta y rubia. Iba vestida con una armadura de cuero que le resultaba familiar y sostenía en la mano derecha una lanza corta de color blanco lechoso pero teñida de amarillo. Llevaba a la espalda una gran bolsa, parecida a una mochila de montaña.

Esta era Skathi, la protectora y ayudante de Freya. La transición la había hecho adoptar por reflejo una posición de combate. Sin embargo, una vez que inspeccionó la habitación y comprendió la situación, pronto se relajó.

“Perdóneme, Majestad”, se disculpó con una cortés reverencia.

Zenjirou simplemente levantó una mano en respuesta. “Está bien. Después de todo, eres la avanzadilla. Más importante aún, deberías moverte. La Princesa Freya nos acompañará pronto, ¿No es así?”.

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“Gracias por su consideración”, respondió la guerrera, alejándose prácticamente planeando de la zona.

Zenjirou sólo podía usar el teletransporte dos veces al día, así que normalmente sólo lo hacía una vez para que le quedara un uso de repuesto en caso de emergencia. Aura podía usar el hechizo tres veces como máximo, así que podía emplear el teletransporte regularmente dos veces al día.

Sin ninguna advertencia, otra figura había aparecido del mismo modo que Skathi. Tenía el cabello corto, teñido de azul plateado, ojos de zafiro y piel blanca y sin manchas.

Zenjirou le tendió la mano a la mujer vestida con un traje rojo intenso, que parecía desentonar con su colorido natural. “¿Permítame ofrecerle un apretón de manos de bienvenida, Su Alteza?”, preguntó él con una sonrisa.

Ella le cogió la mano con una sonrisa floreciendo en su propio rostro. “Gracias, Majestad”.

Lucrecia se quedó sin palabras al ver a la princesa vestida con el color emblemático de la realeza capuana y escoltada por un miembro de dicha familia real. Sin embargo, pronto se recuperó, recordando su propio papel mientras forzaba una sonrisa.

“Creo que es usted la Princesa Freya del Reino de Uppsala del Continente del Norte. Yo soy Lucrecia de la familia Broglie y le doy la bienvenida en nombre del Reino Gemelo de Sharou y Gillbelle”.

“Gracias por su saludo, Lady Lucrecia. Soy la primera princesa del Reino de Uppsala, Freya. Esta es mi socia, Victoria Kronkvist. Ella es más conocida como Skathi”.

La guerrera-Skathi agachó la cabeza ante la presentación de Freya.

“Es bueno conocerlas a ambas, Princesa Freya, Lady Skathi. Les ruego me disculpen, pero sus asistentes aún no han llegado. Puede ser un inconveniente, pero por favor esperen aquí un poco más”.

La falta de asistentes para recibir a un invitado de honor de otro país era algo descortés. Sin embargo, Freya y Skathi eran conscientes de que su llegada había sido repentina.

“Muy bien. Te lo dejo a ti”, respondió Freya, encogiéndose ligeramente de hombros.

A decir verdad, la falta de un cronometraje preciso y de estimaciones de tiempo proporcionalmente aproximadas en este mundo significaba que retrasos como éste no eran precisamente raros. La discusión sobre si las llegadas eran tempranas o el saludo tardío sería interminable. El propio Zenjirou aún no se había dado cuenta, pero su posesión de múltiples relojes exactos al segundo podía ser un arma poderosa.

En esta ocasión, Aura había especificado la hora a la que enviaría a Skathi y Freya en la carta que había enviado. Tras verla, Zenjirou había podido actuar de la misma forma que en Japón, llegando cinco minutos antes para recibir a los visitantes sin perder tiempo.

Lucrecia aprovechó este tiempo adicional resultante, incapaz de ocultar su excitación mientras hablaba con Freya. “Su Alteza, si me permite una pregunta un poco grosera, ¿Le permitió Su Majestad llevar ese atuendo?”.

La pregunta era prácticamente inútil, ya que Aura era la única que podía haber lanzado el hechizo de teletransporte que había llevado allí a Freya. Aun así, el vestido rojo era lo suficientemente impactante como para que Lucrecia estuviera dispuesta a hacer la pregunta a pesar de todo.

Freya se enderezó como para mostrar mejor el vestido antes de responder. “Por supuesto. De hecho, Su Majestad fue quien me dio este vestido. Dijo que como voy a ser la compañera de Su Majestad aquí, necesitaría un atuendo adecuado”.

Aura le había regalado personalmente el vestido, además de reconocerla oficialmente como pareja de Zenjirou en el extranjero. Ahora era tratada como una concubina en todo menos en el nombre, incluso internacionalmente.

“Eso es… maravilloso”, respondió Lucrecia.

“Gracias, Lady Lucrecia”.

“¿Estaría dispuesta a llamarme Lucy, Su Alteza? Me gustaría entablar una relación más estrecha con usted en el futuro”.

Sus palabras fueron acompañadas de una mirada significativa hacia Zenjirou. Freya comprendió inmediatamente lo que estaba insinuando.

“Eso no es algo que pueda decidir yo sola”, respondió con una mirada igualmente significativa a Zenjirou.

La falta de sutileza que ambas estaban mostrando era obvia incluso para Zenjirou con su limitada exposición a este tipo de política. La “relación más estrecha” que Lucrecia quería era con él, no con Freya. Mencionar “el tiempo en el futuro” al dirigirse a alguien que no era más que su concubina demostraba que ella quería lo mismo. Su comportamiento había sido obvio desde el principio, así que no fue una sorpresa. Aun así, Zenjirou no pudo evitar encontrarlo molesto.

Sin embargo, dejar las cosas como estaban complicaría aún más las cosas. Mientras Zenjirou reflexionaba sobre lo que podría decir para hacer avanzar la conversación, llamaron a la puerta.

“¿Qué es eso?”, preguntó él, aprovechando el salvavidas para cambiar de tema a la fuerza.

Lucrecia pareció dolida por un momento, pero enseguida lo disimuló con una sonrisa antes de dirigirse a él y a su sirvienta por turno. “Un momento, Majestad. ¿Flora?”.

“Inmediatamente, Lady Lucy”.

La sirvienta se dirigió a la puerta y regresó al cabo de un momento.

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“Parece que los asistentes de Su Alteza están listos. ¿Puedo hacerles pasar?”.

Ni Zenjirou ni Freya tenían motivos para negarse. Zenjirou intercambió una mirada con Lucrecia, y después de que ella asintiera, alzó ligeramente la voz.

“Puedes hacerlo. Hazles pasar”.

La mujer que entró llevaba un vestido morado. Llevaba el cabello rubio oscuro artísticamente recogido, pero visiblemente seco. Tenía el ojo izquierdo azul y el derecho blanco. Parecía tener unos veinte años. Zenjirou la conocía, al menos en parte.

“Oh, Princesa Margarita. ¿De verdad?”, preguntó sorprendido.

La mujer sonrió y asintió en respuesta a su conmoción. “Así es.

Fue una orden directa del Rey Bruno. Dijo que considerando los objetivos de la Princesa Freya aquí, yo sería la apropiada. Es un honor conocerla, Princesa Freya. Mi nombre es Margarita Sharou y voy a ser su asistente durante su estancia aquí de acuerdo con las órdenes de mi abuelo, el rey Bruno”.

La joven era conocida por estar en un nivel similar al de Francesco como encantadora. Era la mujer que había encantado los anillos de boda de Zenjirou y Aura. Zenjirou la había visitado durante su última visita y le había dado las gracias, pero no había vuelto a relacionarse con ella.

Su asociación con Francesco lo hacía fácil de olvidar, pero no era nada fácil encontrarse con un encantador tan consumado. Eso por no hablar del hecho de que un miembro de la realeza actuando como asistente era ciertamente excepcional.

“Que una princesa de la familia Sharou me ayude en mi estancia aquí es un honor difícil de expresar. Estoy deseando trabajar con usted, princesa Margarita”.

“La princesa Margarita es conocida por sus habilidades para encantar, rivalizando incluso con las del príncipe Francesco. ¿No es así, Lady Lucrecia?”. El hecho de que Zenjirou le pidiera su opinión fue lo que finalmente le hizo darse cuenta de que Lucrecia -la ayudante de Zenjirou- había estado allí de pie con una mirada dura.

“Lady Lucy”, dijo su sirvienta, tirando con fuerza de su vestido.

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Incapaz de ocultar su sorpresa, Lucrecia asintió con la cabeza, como una animatrónica rota, antes de hablar. “Claro que sí. Siempre he admirado a Mary”.

“Eh… ¿Mary?”, preguntó Zenjirou, sorprendido por el tono casi familiar.

“¿¡Ah!? N-No, me refiero a la princesa Margarita. Tiene fama de ser una de las encantadoras más capaces del Reino Gemelo”. Su conmoción la había dejado sin palabras y la había llevado a utilizar un apodo para referirse a la princesa.

“Ah, supongo que la mayoría de la gente del Reino Gemelo admiraría a los encantadores hábiles. ¿Significa eso que los sanadores son igualmente respetados en ese sentido?”, preguntó Zenjirou, sin hacer más alusiones a la metedura de pata mientras se prometía mentalmente que lo investigaría más tarde.

Parecía que la princesa Sharou también estaba agradecida por el salvavidas. “Ciertamente lo son. Me duele decirlo, pero puede que sean aún más respetados. Francamente, siento que no puedo estar a la altura de aquellos capaces de curar los sentidos, los miembros y los órganos”, dijo Margarita con una sonrisa casi tímida.

Lucrecia se recompuso y dio un leve suspiro. “Princesa, por favor, cuídese más. Ni siquiera el príncipe Francesco ha necesitado tanto a la familia Gillbelle como usted”.

Margarita se rio ligeramente. “Mis disculpas por la preocupación.

Tendré más cuidado”.

La conversación sonó un poco rara incluso para Zenjirou, que apenas había interactuado con ella. Por lo que sabía, la princesa se especializaba en armas y armaduras. Los días mirando al horno debilitaban sus ojos, mientras que el hollín y el humo dañaban sus pulmones. Cometer un error con el hierro podía costarle incluso un miembro. Al parecer, gran parte de lo que ganaba con las herramientas mágicas que fabricaba se utilizaba para pagar la curación de varias dolencias de este tipo cada año. Según la propia princesa, la pérdida de miembros se produjo cuando era más joven y los únicos tratamientos que tenía ahora eran para sus órganos y sentidos. Sin embargo, no eran más que excusas inútiles.

Sí, es igual que el príncipe Francesco y la princesa Bona, pensó Zenjirou. Puede que desempeñe su papel como miembro de la realeza, pero en el fondo es una investigadora. El rey Bruno y el príncipe Giuseppe son todo lo contrario, verdaderos miembros de la realeza y estadistas. Rara vez tienen tiempo para fabricar herramientas mágicas. Supongo que el príncipe Largo sería el más cercano a un equilibrio entre ambos bandos.

Quizá los Gillbelle también se dividían entre los de la política y la sanidad. La conversación había vuelto al tema principal mientras él pensaba en ello.

“Mis disculpas. Me quedé atrapada en la conversación. Princesa Freya, le mostraré su habitación. Pido disculpas, pero la falta de información nos ha llevado a colocarla en un anexo separado de Su Majestad. ¿Es eso aceptable?”.

Zenjirou ofreció una leve sonrisa ante la pregunta de la princesa después de la mirada dirigida hacia el vestido de Freya.

“Está bien. ¿Hay algún problema para usted, Princesa Freya?”.

“Es como usted dice, Majestad”, respondió ella con una sonrisa de tacto.

Una vez que llevaron a Freya a sus aposentos, Zenjirou regresó a los suyos y se tumbó después de dejar fuera a todas las sirvientas del palacio que no eran de dentro. Le habría encantado quitarse el sofocante tercer uniforme y tumbarse en el sofá, pero había cosas a las que debía dar prioridad.

“Inés, investiga la relación entre Lucrecia y la princesa Margarita. Apodos aparte, su comportamiento al ver a la princesa no fue normal”.

“Entiendo”, dijo Inés, haciendo su habitual reverencia.

Zenjirou dio las gracias de forma semisubconsciente mientras su mente pasaba al siguiente tema. “Nunca hubiera esperado que se le encargara actuar como asistente de la princesa Freya. Sólo lo compruebo para estar seguro, pero eso no es normal, ¿No es verdad?”, preguntó, dirigiendo sus ojos hacia Inés, que estaba de pie detrás del sofá.

“En efecto. Normalmente, sería un papel dado a la hija de un noble de alto rango como Lady Lucrecia. La posición de Su Alteza significa que, aunque sea excepcional, no es impensable, creo”.

“¿Hm? ¿Qué quieres decir?”.

“Su fama como encantadora puede haberle llevado a malinterpretarla”, comenzó explicando. “La princesa Margarita no forma parte precisamente del núcleo principal de la familia real, aunque de forma diferente al príncipe Francesco. Al ser mujer, estar casada y casarse con un miembro de una rama de la familia, su posición en la línea de sucesión es muy baja. Aunque es de la realeza, lo es en un sentido sorprendentemente informal”.

“Ah, cierto. El Reino Gemelo tiene un montón de miembros de ambas familias”, comentó, dándose cuenta del sentido de su malentendido.

Había empezado a juzgarlo todo según los criterios de la familia real capuana. Sin embargo, sólo había dos miembros adultos en dicha familia, por lo que era una excepción entre las excepciones. Un país tan vasto como el Reino Gemelo tenía fácilmente -incluso descontando a los ancianos y a los niños- más de una docena de miembros de cada familia real.

Con semejante número, habría miembros de esas familias políticamente marginados. No era ni mucho menos impensable que esos miembros desempeñaran diversas “tareas de prestigio”.

“Por supuesto, la princesa Margarita es la hija del segundo príncipe, el príncipe Filiberto. Normalmente estaría mucho más cerca del núcleo. Sin embargo, casarse con alguien tan alejado como su marido también la alejó de esa esfera”.

En resumen, la explicación de Inés confirmó que la asignación era anormal, sí, pero no descartable si había una buena razón.

Zenjirou se quedó pensativo.

“Así que hay algo que hace que valga la pena tratar a la princesa Freya como especial. ¿Tal vez porque es una rara visitante del Continente del Norte? ¿El trato diferente también podría ser porque la carta de Aura y esos pseudo-mármoles fueron un gran problema? Hmm, puede que esté fuera de la norma, pero eso no significa necesariamente que sea un mal cambio. Tal vez no necesite estar tan paranoico al respecto”.

Del mismo modo que su tiempo y su resistencia tenían límites, también los tenía su fortaleza mental. Tenía una montaña casi literal de cosas que hacer y considerar. Añadir inquietudes le dejaría sin capacidad para abordarlas todas en detalle.

“Lo primero es lo primero, tengo que averiguar la lista y el calendario para enviar gente a Capua”.

Zenjirou era la única persona aquí que podía usar el teletransporte, así que el itinerario tendría que situarlo en último lugar. Francesco y Bona, Freya y Skathi, Inés y las otras tres sirvientas, Natalio si era posible, e Isabella y sus asistentes. Aunque sólo fueran tres asistentes, eso significaba más de diez personas en total. Hasta que no estuvieran todos en Capua, Zenjirou no podría hacer el viaje a casa por sí mismo.

“Me pregunto si podría volver por la mitad…”, reflexionó, con el ánimo mermado por la obligada prolongación de su estancia.

Inés se lo pensó un momento antes de darle su opinión. “Me imagino que sí. Aunque cada uno de ellos ha sido programado desde el principio, todos son nobles y no pueden ser descuidados. Yo diría que sería aceptable que volviera temporalmente para asegurarse de que las Cortes 6 están preparadas para recibirlos. De hecho, si hay más incorporaciones, apostaría que incluso sería preferible”.

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6 La corte, generalmente real o noble, es un grupo de personas no necesariamente la familia y otras personas que acompañan habitualmente al rey o al noble. En realidad, es un instrumento de gobierno más amplio que una corte de justicia, pues comprende un extenso grupo de personas centradas en un patrón que los gobierna por la ley. La etiqueta y la jerarquía florecen en ambientes con una Corte altamente estructurada y pueden dejar rasgos conservadores a través de las generaciones.

“No, seguro que no va a haber más”, dijo Zenjirou, incapaz de contener una sonrisa de pesar.

***

 

 

Al día siguiente, Zenjirou celebró la reunión que tanto Taraye como Frikiya -de las familias El’Mentaqat y An’Imyam- habían solicitado.

“Majestad, gracias por dedicar su tiempo a vernos hoy”, comenzó diciendo Taraye.

“Estamos profundamente agradecidas”, añadió Frikiya.

Zenjirou hizo un gesto con la mano. “Es natural recibir a las representantes de los cuatro duques. Dicho esto, dispongo de poco tiempo libre. Vayamos a la raíz del asunto”, sugirió.

Zenjirou estaba realmente tan ocupado como insinuó durante su estancia en el Reino Gemelo. Se había asegurado la ayuda de Isabella, pero había que ultimar los honorarios específicos y sus ayudantes.

También estaban los asuntos de las cartas de Aura y los pseudomármoles que necesitaban una cantidad considerable de contacto con la familia Sharou. También estaba en la posición de tener que apoyar a Freya, que había llegado para comprar herramientas mágicas propias.

La pareja pareció tenerlo en cuenta, limitándose a intercambiar miradas y asentimientos antes de hacer lo que él les pedía.

“Entonces haré precisamente eso e iré al grano, Majestad. Antes de que regrese a Capua, ¿Estaría dispuesto a enviarnos a Taraye y a mí allí?”, preguntó Frikiya. Ni su rostro ni su voz parecían contener emoción alguna al formular la pregunta.

 

“Naturalmente, le compensaremos por ello”, añadió Taraye, con una sonrisa hermosa, aunque educada.

Eran dos personas más que querían teletransportarse.

Dependiendo de las circunstancias, también podría incluir protección y sirvientes. Zenjirou contuvo un suspiro, un ligero dolor empezaba a crecer en su cabeza.

“¿Podrían decirme por qué?”, preguntó tras una pausa. “No puedo concederles permiso para entrar en el país por mi cuenta. Incluso si hablara en su nombre ante Su Majestad, tendría poco peso sin una razón”.

Taraye fue la primera en responder. “Mi objetivo es, sencillamente, la negociación. ¿Recuerda que deseaba una herramienta mágica imbuida de una barrera de aislamiento espacial?”.

“Ah, sí. Creo que mencionaste querer usarla en las minas de oro de El’Mentaqat”, recordó Zenjirou.

La familia tenía minas que sustentaban su poder fiscal, pero excavar bajo las movedizas arenas del desierto provocaba constantes muertes por derrumbamientos. Por ello, Taraye quería una herramienta mágica que pudiera crear barreras protectoras. Sin embargo, fabricarla requeriría la magia espacio-temporal de la familia real capuana. Por lo tanto, se requería inevitablemente la cooperación de un encantador y un usuario de la magia espacio-temporal para crear el objeto y proporcionar el hechizo.

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Con el embarazo de Aura en ese momento, la petición era como pedirle ayuda tanto aquí como en casa. Dejó escapar el suspiro que hasta entonces había reprimido antes de pasar a confirmar.

“Probablemente seré yo quien se ocupe de ello, pero no puedo participar en la fabricación de una herramienta mágica sin el permiso de Su Majestad”, subrayó. “En ese frente, organizar las negociaciones y llevarlas a cabo te corresponderá a ti. Yo no te ayudaré”.

“Por supuesto. Merece la pena”.

“La creación real también necesitará el apoyo del Príncipe Francesco o de la Princesa Bona. ¿Has discutido esto con ellos?”.

“Todavía no. Tengo la intención de hacerlo después de nuestra llegada, pero no preveo ningún problema “.

“Supongo que no”, respondió Zenjirou. Sus propias impresiones coincidían bastante con eso. Ninguno de los miembros de la realeza rechazaría la posibilidad de crear algo interesante con la magia espacio- temporal. Teniendo en cuenta que Capua gastaría una gran suma en la presencia de Isabella, era poco probable que se opusieran tampoco.

Parecía que no tenía más remedio que aceptar la petición.

Al comprenderlo, cambió de tema y desplazó la mirada de la mujer pechugona a la más delgada que tenía a su lado.

“Entiendo los objetivos de Taraye. ¿Pero qué impulsa tu propio deseo de dirigirte a Capua, Frikiya?”.





Ante su pregunta, su expresión casi pétrea esboza una leve sonrisa. “Tendré que explicarle un poco mis circunstancias antes de que le quede claro. Soy investigadora de magia”, afirmó.

“Eso he oído. Creo que se te considera una de las magas más consumadas del país”, respondió él, recordando las palabras de Lucrecia sobre la mujer que tenía delante.

“Le agradezco los elogios que me ofrece”, dijo. “La investigación que estoy llevando a cabo se centra más concretamente en el lenguaje mágico. Sin embargo, aunque me duela admitirlo, he llegado a un punto muerto. Hace tiempo que esperaba contar con la experiencia de Sir Espiridión, uno de los líderes en magia del continente”.

“Ya veo”, respondió Zenjirou.

Más o menos podía aceptar su respuesta. Era un aficionado, dado su origen de otro mundo. Eso significaba que no tenía un sentido real para estas cosas, pero había oído que Espiridión era considerado extremadamente dotado. Precisamente por eso la miró con recelo al oír su petición.

“Comprendo el entusiasmo, pero no estoy seguro de que sea factible. Espiridión es un individuo extremadamente ocupado”.

Alguien con un cargo tan importante como el de mago jefe de la corte no necesariamente podría hablar de investigación con extranjeros. Frikiya lo había entendido desde el principio. Su expresión no cambió en lo absoluto mientras asentía.

“Soy consciente de ello, por supuesto. Sin embargo, espero que en ese caso se asegure de que le llegue esto”, respondió ella. Mientras hablaba, puso sobre la mesa un grueso manojo de pergamino en un sobre. Estaba sellado con cera. Zenjirou había memorizado más o menos los sellos de los cuatro duques, pero éste no era de la familia An’Imyam. Con toda probabilidad, era el escudo personal de Frikiya.

Risou No Himo Volumen 9 Capitulo 2 Parte 2 Novela Ligera

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“¿Y esto es?”, preguntó él.

“El registro -o al menos parte de él- de mis investigaciones hasta ahora. Se incluyen varios de mis conjuros originales. Es imposible registrar completamente el lenguaje de la magia de forma escrita, pero creo que Sir Espiridión sería capaz de reproducir mis resultados utilizándolo. Por favor, asegúrese de que le llegue”.

“¿Estás segura?”, preguntó Zenjirou tras una larga pausa. Su afirmación de que incluía encantamientos originales había hecho que dejara de alcanzarlo y buscara confirmación.

Frikiya se encogió suavemente de hombros antes de responder. “No me importa. Eran subproductos de mi investigación sobre la lengua y no tienen ninguna utilidad práctica. Sin embargo, creo que mostrárselos a Sir Espiridión demostrará que no intento aprovecharme de sus conocimientos”, declaró ella.

Una chica de unos veinte años afirmaba que uno de los magos más antiguos del continente se beneficiaría de un intercambio de información con ella. A pesar de su aparente frialdad exterior, parecía arder de pasión en su interior.

Zenjirou asintió e hizo que Inés cogiera el sobre. “Muy bien. Me aseguraré de que le llegue. Sin embargo, no puedo garantizar nada más. Eso significaría que el gran gasto de viajar hasta Capua podría ser una tontería. ¿Está segura de que es aceptable?”.

“Está bien”, respondió inmediatamente. “Mi investigación se ha estancado a pesar de todo. Salir del país por primera vez puede dar lugar a algunos avances simplemente por el cambio de ritmo”.

La tarifa del teletransporte era una cantidad decente incluso desde la perspectiva de la realeza y la nobleza. Al parecer, no era una carga particular para Frikiya de la familia An’Imyam, sin embargo.

“Muy bien. Entonces hagamos los preparativos con vistas a eso.

¿Cuántas personas desean llevar? Demasiadas serán imposibles”.

Los nobles por encima de cierto rango casi nunca viajaban solos.

Lo normal era que les acompañaran varias personas, tanto para protegerles como para servirles. Esto era aún más cierto cuando el noble en cuestión era una mujer.

Sin embargo, Taraye y Frikiya subvirtieron sus expectativas en el buen sentido.

“Pediré que una sola persona me ayude con el equipaje”, dijo Taraye.

“Estaré sola”, dijo Frikiya con facilidad.

“¿Están seguras?”. Preguntó Zenjirou. Los dos asintieron.

“Efectivamente. Por lo que hemos podido averiguar, hay cierto grado de libertad de acción en las sirvientas y guardias asignadas a la princesa Bona”, comenzó Taraye.

“Tenemos la intención de que nos asignen a varias de ellas. Además, tendremos a gente de nuestras dos familias uniéndose al socorro que se envía por la ruta terrestre. Aunque eso será una vez que pasemos a la estación activa”.

“Ah, así que ese es su plan…”.

Las propias idas y venidas de Zenjirou a través del teletransporte le habían hecho olvidar que los soldados normales hacían el viaje entre los dos países en el transcurso de un mes. Para estancias más largas, no necesitaban enviar a todo el mundo por teletransporte.

“Entiendo la situación”, continuó. “Habrá tres de ustedes enviadas a Capua en total. Tú y una persona subordinada, Taraye. Luego estarás por tu cuenta, Frikiya. La decisión final depende del permiso de Su Majestad, pero supongo que no habrá problemas con el viaje en sí. Sin embargo, les advierto una vez más que no puedo garantizar el éxito en ninguno de sus esfuerzos. Es muy posible que no obtengan nada del viaje. Incluso en ese caso, deberán abonar la tarifa estándar. ¿Les parece bien a las dos?”.

“Por supuesto, Majestad. Esa es la naturaleza de la negociación, después de todo”, dijo Taraye con una dulce sonrisa.

“Eso no es problema. La oportunidad es suficiente; haré el resto por mi cuenta”, aceptó Frikiya, con una sonrisa apenas visible.

Una vez que las dos se hubieron marchado, Zenjirou dejó escapar un profundo suspiro.

“Bueno, eso echa por tierra mis planes. Esto va más allá de enviar una carta con un soldado, como tú lo consideres. Tendré que volver a Capua y discutirlo con Su Majestad en persona”.

Todavía había caballeros en la habitación para protegerle, por lo que no podía hablar tan claramente como en el Palacio Interior. Sin embargo, expresó sus pensamientos en voz alta para confirmárselos a sí mismo.

Inés respondió: “Creo que sería lo mejor. Las damas Taraye y Frikiya son invitadas que Capua no espera. Si no se hace tiempo para informar al país, faltarán preparativos. ¿Qué opina de las otras?”.

Zenjirou se lo pensó unos instantes antes de responder. “Lo ideal sería enviar a la princesa Isabel y a su séquito lo antes posible. Haría que el príncipe Francesco y la princesa Bona les siguieran. Luego tendría que volver y discutir el resto de nuestros planes en detalle. Después de que Su Majestad conceda el permiso, tendría que volver y enviar a Taraye y Frikiya. La Princesa Freya y Lady Skathi las seguirían una vez que hayan llegado a una conclusión para sus compras. Las tres sirvientas y Natalio serían enviados más o menos al mismo tiempo”. Una vez resumido esto, añadió a su conclusión. “Por supuesto, es posible que el calendario deba cambiar ligeramente en uno u otro sentido dependiendo de la situación en Capua. Pero tú y yo seríamos los dos últimos”.

Utilizar todo su maná mientras estuviera en el palacio real de Capua no sería un gran problema, así que podría lanzar el hechizo dos veces el último día que estuviera en el Reino Gemelo.

Con eso en mente, la única otra persona que necesitaría teletransportarse ese último día sería Inés. Era a ella a quien quería tener a mano el mayor tiempo posible.

Su voz tenía su habitual tono tranquilo cuando respondió: “Entonces hagamos los preparativos en ese sentido. Francamente, parece que la gente no va a parar de pedir, así que tal vez sería mejor rechazar cualquier otra petición…”.

“Tienes razón”, convino él. “Nos vendría mejor una decisión firme como esa”.

Una consideración adecuada lo hacía obvio. Era prácticamente inevitable que, cuando la mera conveniencia de una persona capaz de teletransportarse estuviera presente en su propio país, la gente se arrastrara de la nada para tener la oportunidad de utilizarla. La perspectiva de acortar un peligroso viaje de un mes a un viaje instantáneo inspiraría a un sinfín de aspirantes a hacer cola para conseguirlo, aunque el coste fuera considerable.

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Si aceptaba todos y cada uno de ellos, Zenjirou acabaría atrapado en el Reino Gemelo sin fin. Él tenía sus propios planes. Salvo una petición que no pudiera ignorar, decidió que debía priorizar esos planes.

“Por lo tanto, es hora de centrarme en mi propia agenda por ahora. Una vez decidido el asunto del sanador, el siguiente paso es negociar las herramientas mágicas de refrigeración y la compra de Freya. Ya que ambas negociaciones son por las herramientas mágicas, ¿Quizás hacerlo al mismo tiempo sería lo mejor?”.

“Ciertamente. Eso también será más fácil para ellos, si estás dispuesto”.

“Haz los preparativos”, le dijo. “Quiero que todo salga lo mejor posible, así que informarles con antelación facilitará las cosas”.

“Entiendo”, respondió Inés con una pequeña reverencia.

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