Risou No Himo Seikatsu (NL)

Volumen 10

Capítulo 1: La Crisis De La Princesa Freya

Parte 1

 

 

Zenjirou había ajustado su agenda para preparar su regreso al Reino Gemelo. Era por la tarde y estaba recostado en un sillón de mimbre. Su dormitorio había empezado a hacer las veces de despacho de Aura.

Ladeó la cabeza en respuesta a la declaración de su esposa. “¿La Princesa Freya está solicitando alivio?”.


Aura asintió con una mirada conflictiva. “En efecto, aunque no estoy segura de si llamarlo petición de alivio o rendición al calor. Sin embargo, ella es alguien a quien ni siquiera yo puedo negarme bruscamente, así que decidí consultarte”.

“Ah, ya veo”.

El comentario le dio a Zenjirou una buena idea de la situación. Recordó una carta preguntando si podían darle a Freya algo de hielo debido a sus malestares mientras él estaba en el Reino Gemelo. Había dado permiso tan pronto como había regresado… ¿No había funcionado?

“¿No le dimos hielo ya que estaba sufriendo tanto con el calor?

¿No se arregló?”.

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La reina dio un leve suspiro ante la pregunta. “En cierto sentido, fue una mala jugada. Las entregas periódicas le permitieron recuperar la resistencia y el apetito y, por tanto, darse cuenta de lo que implicaba: hay algún lugar en el interior del palacio donde es posible fabricar hielo. Así que entonces pidió refugio al menos temporal en ese lugar”.

“Ah, con que así fue”.

Zenjirou tuvo una imagen fugaz de Freya agazapada en el congelador, pero no era eso lo que pedía. Probablemente se estaba imaginando una sala en la que se pudiera crear o mantener el hielo – como una casa de hielo- dentro del Palacio Interior y solicitando su uso como refugio.

Difícilmente podrían meter a la princesa en el congelador, pero dejarla entrar en el dormitorio con aire acondicionado también respondería a sus súplicas.

“Pero, ¿Dejar entrar a una princesa en el Palacio Interior causaría algún problema?”.

Por lo que respecta a Capua y a la propia princesa, sería oficialmente la concubina de Zenjirou. Sin embargo, nada de eso se había discutido con su familia, la Familia Real de Uppsala.

Aura inspiró profundamente, dejando que su generoso busto se elevara, antes de responder a sus inquietudes.

“Muchos. Francamente, está fuera de discusión”.

“Eh”, protestó Zenjirou, con los ojos entornados, al ver que se cortaba la conversación.

Ella parecía haber esperado su respuesta porque se limitó a mantener una suave sonrisa en su rostro mientras continuaba. “Por lo tanto, no se le permitirá la entrada en esta ocasión. He pensado en dos soluciones. La primera es trasladar a Su Alteza a la habitación más pequeña y cercana al Palacio Interior. Así, el hielo podría suministrarse en cuanto se crease y, por tanto, la temperatura disminuiría considerablemente”.

“Ah, lo mismo que hicimos para la habitación de Zenkichi”, dijo él, golpeando una mano en señal de comprensión.

Freya se alojaba actualmente en un edificio separado para invitados, lejos del centro del palacio. Podían entregar hielo allí, pero el calor de la estación hacía que se derritiera considerablemente por el camino. Además, era relativamente público, por lo que no podían suministrar hielo con demasiada frecuencia. Acercarla al interior del palacio aumentaría drásticamente la eficacia de la tarea. En una habitación pequeña, ella se podría mantener por debajo de los treinta grados.

Entendía el plan de Aura, pero seguía teniendo sus dudas. “Eso sería menos problema que tenerla en el Palacio Interior, pero, aun así, ¿Era buena idea? Esas habitaciones no son las mejores, ¿Verdad? ¿Tener a una princesa extranjera durmiendo tan cerca de la entrada del Palacio Interior causará problemas?”.

Aura frunció el ceño. “Está lejos de ser ideal. Es una sugerencia que apenas satisface como compromiso. He hecho que el doctor Michel la examine y se encuentra en un estado bastante grave. En el peor de los casos, su vida podría incluso correr peligro”.

Naturalmente, era una posibilidad extremadamente baja. La fatiga por el calor durante un periodo prolongado, unida a la falta de nutrición, podía sin duda hacer que posibles enfermedades pusieran en peligro la vida. Aunque la probabilidad era ciertamente baja, exponer a una dignataria extranjera -por no hablar de una futura concubina y la princesa de un influyente socio comercial- a un peligro tan inútil no era lo ideal, sobre todo si había formas de solucionarlo.

“Entendido. No tengo objeciones reales, entonces. ¿Cuál era la otra opción?”. Habiendo llegado a un acuerdo con ella, Zenjirou la animó a continuar.

“Mi otra solución implicaría una petición tuya. Las herramientas mágicas de la familia Sharou. Como has observado, el país tiene herramientas mágicas que proporcionan aire fresco. Me gustaría que compraras un juego”.

Su declaración le recordó esas herramientas. En efecto, el Palacio del Huevo Púrpura estaba repleto de herramientas que lo habían convertido en un entorno mucho más confortable. Aunque no estaba al mismo nivel que una habitación con aire acondicionado, bajaba la temperatura lo suficiente como para que no resultara molesto en el día a día.

No estaba seguro de si funcionaría de la misma manera que en el país desértico para el clima más tipo selva tropical que tenía Capua, pero aun así debería marcar una gran diferencia.

“Entendido, lo haré. ¿Por qué nadie más en el país los ha comprado antes si son tan convenientes?”.

La pregunta era obvia y la reina respondió con una sonrisa reacia. “Las herramientas mágicas son ridículamente caras. Aunque el calor de la estación más caliente es un calvario incluso para nosotros, se convierte en la norma a medida que se vive en ella. Es algo a lo que se puede sobrevivir, así que la mayoría de la gente decide sonreír y soportarlo”.

“Ya veo; una especie de caso de ‘simplemente se vive con ello’”.

La gente sólo echaba de menos el aire acondicionado si lo había tenido alguna vez. Para un nativo de Capua, la estación más caliente podía ser un calvario, pero era soportable y pasaría si esperaban a que pasara.

Gastar tanto dinero como para que incluso la realeza y la nobleza lo considerasen un gran gasto para hacer más cómodo un mero trimestre del año era una rareza. Aparte de todo lo demás, aunque el teletransporte de Zenjirou lo hacía fácil de olvidar, el país estaba a más de un mes de viaje para un viaje de ida. Aunque sería diferente si se tratase de piedras curativas –esa herramienta mágica podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte-, muy poca gente viajaría tan lejos sólo por un poco de comodidad.

“Bueno, eso lo resume todo. Aunque es bastante descortés entre miembros de la realeza, prepararé la tarifa para que pagues directamente”.

Como dijo Aura, era una muestra de falta de refinamiento que la realeza aceptara grandes sumas de dinero directamente para pagar cosas como herramientas mágicas. Sin embargo, la distancia entre los dos países era suficiente como para que fueran dos meses de ida y vuelta, lo que significaba que un giro monetario sería imposible de canjear. Con Zenjirou siendo capaz de teletransportarse, no había nadie en quien se pudiera confiar más para llevar el dinero. Por lo tanto, se vería obligado a actuar como tesorero a pesar de ser de la realeza.

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“Entendido. Pero, ¿Deberíamos pagar nosotros? Suena duro, pero la princesa es la que lo necesita”.

Al menos por el momento, la princesa Freya no pertenecía a Capua, sino a Uppsala. Si necesitaba una herramienta mágica, la lógica dictaba que la compraría.

Sin embargo, Aura ya lo había tenido en cuenta y negó con la cabeza. “No, compraremos la herramienta. Podemos instalarla en una sección del Palacio Interior para ella en el futuro”.

“Ah, claro. Eso tiene sentido”, dijo él, comprendiendo.

Estaba casi asegurado que se convertiría en su concubina. Por lo tanto, si iba a ser llevada al Palacio Interior, asegurarse de que éste fuera agradable para ella era tarea de Capua. Las bendiciones de los electrodomésticos modernos sólo estaban disponibles en la zona principal que Zenjirou y Aura llamaban hogar. Utilizar las herramientas mágicas para preparar el anexo que Freya llamaría hogar para el calor de la estación más caliente no era una mala idea.

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“Se te están acumulando más obligaciones, así que te pido disculpas”.

“No te preocupes. Lo haré”, respondió él, con su sonrisa habitual.

***

 

 

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Habían pasado unos dos días desde que Freya había sido reubicada en las profundidades del palacio. Zenjirou y Aura habían recibido una petición de audiencia con ella, pero el lugar era la nueva habitación de Freya.

Pedirles a la reina y a su consorte que vinieran a verte en lugar de viceversa era un poco descortés. Teniendo en cuenta la constitución actual de Freya, sin embargo, era lo suficientemente irrelevante como para pasar sin mucho comentario. Independientemente de todo lo demás, parecía improbable que pidiera por los dos sólo para dar las gracias. Los dos encontraron un hueco en sus apretadas agendas y se dirigieron a reunirse con la princesa extranjera.

“Bienvenidos, Majestades”, les saludó Freya cuando entraron en su habitación. “Ofrezco mis disculpas por la presunción de solicitar su presencia en lugar de la alternativa”.

Ella llevaba un vestido fino sin mangas, y su voz era mucho más enérgica de lo que Zenjirou había esperado.

“No pienses en ello. Me alegra ver que te va mejor de lo que pensaba, princesa Freya”, respondió Aura.

“Gracias, Majestad. Sólo puedo agradecérselo a usted. He recuperado el apetito y puedo seguir con mi vida sin problemas, al menos mientras esté en esta habitación”, dijo ella, y sus labios esbozaron una sonrisa de disgusto.

Una de las sirvientas que le habían prestado estaba, incluso ahora, haciendo circular el aire con un ventilador sobre un gran cuenco metálico con hielo. La habitación estaba mucho más fresca. La impresión subjetiva de Zenjirou situaba la temperatura entre veinticinco y treinta grados. Comparado con los más de cuarenta grados habituales en la estación más caliente de Capua, era un retroceso que casi hacía llorar.

En efecto, la princesa se giró ahora hacia él, agradeciéndole profundamente con multitud de emociones en su voz.

“La herramienta mágica utilizada para producir hielo incluso con este calor es suya, creo, Majestad. Gracias por usar un objeto tan preciado por mi bien. No puedo agradecérselo lo suficiente”.

La profundidad con la que inclinó la cabeza era prueba de que la gratitud iba más allá de lo que cabría esperar por obligación social.

“En lo absoluto. Me alegro de que hayamos podido detener las cosas antes de que se agravaran”, respondió él, tomando asiento.

Aura se sentó a su lado en una silla a juego. Ambas -y la silla de Freya- eran sillas de mimbre relativamente sencillas. Entre los tres había una mesa redonda de madera igualmente sencilla y pequeña. Sin embargo, los sofás de felpa más elegantes y la enorme mesa nunca cabrían en esta habitación.

En cualquier caso, ahora que todos estaban sentados, le correspondió a Aura iniciar la discusión como la persona de mayor rango presente.

“Entonces, Princesa Freya. Mis disculpas, pero no dispongo de mucho tiempo. Puede ser un poco grosero, pero me gustaría saber para qué nos ha pedido que vengamos”.

La princesa del Norte se enderezó ante la contundente petición de la reina.

“Por supuesto. Su Majestad regresará una vez más al Reino Gemelo de Sharou y Gillbelle, ¿No es así? ¿Sería posible que yo también le acompañara? Tengo peticiones que hacerles a sus encantadores”.

Zenjirou intercambió una breve mirada con su esposa. Sabiendo que sus palabras serían tomadas como una confirmación verbal de que ella sería su concubina -aunque sólo compartida entre los presentes-, él intervino cuando Aura le entregó la respuesta.

“Princesa, no debes preocuparte si esa petición sería para adquirir herramientas mágicas para enfriar. Compraré un juego y te las regalaré”.

Los ojos de Freya se abrieron completamente mientras respondía bastante emocionada. “Oh, vaya. Le doy las gracias por ser tan considerado, Majestad. Sin embargo, no sólo pediría eso. También quiero herramientas mágicas para usar como purificadores de agua de la Hoja de Glasir 3, junto con cosas como manipuladores de agua y viento”.

Había una fuerte convicción en sus palabras. Zenjirou y Aura comprendieron el sentido de su petición.

“Ya veo”, respondió Zenjirou.

“Efectivamente”, añadió Aura.

El viaje entre los continentes era -incluso con la última y mejor tecnología naval que representaba la Hoja de Glasir– una aventura arriesgada que podía acabar fácilmente en muerte. Para empezar, la presencia de la princesa en Capua se debió a una tormenta que les hizo perder el rumbo. Tendría que realizar al menos otro viaje de ida y vuelta para obtener el permiso de su patria para convertirse en concubina de Zenjirou. Querer hacer ese viaje más seguro de cualquier manera posible era comprensible. Por supuesto, Freya tampoco había dicho que dejaría de navegar después de convertirse en su concubina.

3 En la mitología nórdica, Glasir, es un árbol o bosque sagrado descrito como “el más hermoso entre los dioses y los hombres”, de follaje dorado y localizado en las afueras de Asgard, frente a las puertas de Valhalla.

Marido y mujer intercambiaron miradas una vez más, asintieron, y esta vez Aura habló.


“Entiendo. Personalmente no tengo objeciones en ese caso. Sin embargo, como se trata de otra nación, espero que entiendas que requerirá algo más que mi propio permiso”. Una vez que Freya mostró su comprensión con un asentimiento, Aura volvió su mirada hacia el príncipe consorte. “Zenjirou”.

“Sí, Señora”, respondió él, cambiando al comportamiento algo más raro de un vasallo que de un marido.

“Debes transmitir los deseos de la Princesa Freya al Reino Gemelo una vez que llegues. Ten su respuesta transcrita en una carta y envíala de vuelta con un caballero o sirvienta apropiada allí”.

“Entiendo”, respondió con calma a la orden. Era más o menos lo que esperaba. No podían enviar a otra persona al país sin avisar. Dado que él regresaría de todos modos, su papel consistiría en obtener el permiso y transmitirlo a Capua.

Aura asintió satisfecha ante el acuerdo antes de volverse una vez más hacia Freya y ofrecerle una advertencia con una expresión ligeramente dura. “Aunque aún no es seguro, tengo pocas dudas de que concederán el permiso. Después de todo, el país se ocupa constantemente de la compra de herramientas tanto curativas como mágicas. Con la presentación de Zenjirou como miembro de nuestra familia real, creo que estarán dispuestos a tratar contigo. Sin embargo, no puedo garantizarte que estén dispuestos o sean capaces de venderte lo que deseas. En ese aspecto, tendrás que hacer tus propios arreglos”.

Zenjirou también compraría herramientas mágicas, pero a ella no le preocupaba aquello. Las herramientas de refrigeración se utilizaban constantemente en los dos palacios -el Palacio del Huevo Púrpura y la Catedral de Marfil-, por lo que sin duda habría un excedente de tales artículos a mano.

Además, Zenjirou formaba parte de una familia real conocida en todo el continente. Aunque sólo fuera por eso, siempre existía el motivo oculto de mantener relaciones con los portadores de la magia del teletransporte. Les permitía a aquellos que adquirían tal relación el potencial de un retorno mucho más rápido si alguna vez viajaban a través del continente hasta Capua.

Aura estaba casi segura de que estarían dispuestos a ofrecerle un precio decente por los excedentes para mantener ese favor.

En comparación, Freya no era más que una princesa del lejano norte. Independientemente de cómo eran las cosas en el Continente del Norte, incluso el país del que procedía era casi desconocido en el Continente del Sur.

Con un miembro de la realeza de la talla de Zenjirou avalando su estatus, probablemente la tratarían como a la realeza. Sin embargo, la gran mayoría de sus clientes potenciales pertenecían a la realeza o eran nobles influyentes. No había necesidad de tratarla con ningún favor especial. Por lo tanto, estaría al final de la cola y tendría que esperar su turno en circunstancias normales.

A pesar de la explicación de Aura, Freya no vaciló. Simplemente asintió con una mirada desapasionada en su rostro.

“Si eso es inevitable, que así sea. Aunque no sea posible obtenerlas para este viaje, me gustaría reservarlas”.

“¿Aunque no sea posible para este viaje?”, repitió Aura con significativo énfasis.

Luego dirigió una mirada a Zenjirou, preguntándole si eso era aceptable.

Entendiendo la implicación, Zenjirou asintió.


“Me parece una buena idea, Princesa Freya. Las herramientas mágicas serían literalmente un salvavidas para los largos viajes por mar. Apoyo tu sabiduría”, dijo, ofreciendo su “permiso” con una sonrisa.

“¡Gracias, Maestro Zenjirou!”.

Su alegría parecía haberla desbordado, ya que su voz temblaba ligeramente y una sonrisa se dibujaba en su rostro. Encargar herramientas para la marinería, aunque no estuvieran listas para este viaje en particular tenía claras connotaciones. En otras palabras, no tenía intención de que este viaje de ida y vuelta para obtener el permiso de convertirse en la concubina de Zenjirou fuera el último. Aunque los arreglos pudieran terminar con ella en la posición de dueña del barco en lugar de su capitana, ése seguía siendo un objetivo imposible de alcanzar para una mujer normal.

Por lo tanto, la respuesta de Zenjirou a la pregunta de su esposa era también una respuesta a si Freya mantendría su libertad incluso después del matrimonio, lo que explicaba la alegría en su voz.

Aunque Aura no estaba del todo contenta con que una candidata a concubina mirara a su marido con los ojos llorosos de alegría, sabía que eso no era algo que pudiera mostrar aquí.

“En ese caso, no tengo nada más que decir. Princesa, apostaría a que, si visita el país, será invitada a banquetes y similares con Zenjirou”.

“Ah, cierto. Skathi y yo somos las únicas que podremos viajar, así que nuestro equipaje será limitado. Aunque me gustaría llevar un conjunto de ropa de noche. ¿De acuerdo, Skathi?”.


“Muy bien”, asintió Skathi con calma, habiendo permanecido en silencio hasta entonces desde su posición detrás de Freya. Era una guerrera bien formada, incluso para ser hombre, y mucho más para ser mujer. Incluso podría decirse que era hercúlea. Así que un conjunto de vestidos y accesorios probablemente serían poco más que un error de redondeo en el peso que llevaba.

“Pero no puedo llevarme todos mis vestidos. ¿Cuál elijo?”, pensó la princesa.

“No hay necesidad de hacer una exhibición particular, ¿Verdad, Princesa? ¿Sus vestidos normales son insuficientes?”.

Aura levantó conscientemente las comisuras de los labios en una sonrisa e interrumpió la conversación entre la guardia y su Señora.

“Deseo hacer una oferta por mi cuenta en ese frente. ¿Estaría dispuesta a aceptarla?”.

El tono exagerado y la sonrisa descaradamente superficial llevaron a Freya a poner inmediatamente su propia expresión en blanco. “Vaya,

¿Estaría dispuesta a hacerlo, Majestad?”, preguntó ella.

“En efecto. He encargado un vestido adecuado a la sastrería como sorpresa para ti. Naturalmente, habrá que ajustarlo para que te quede bien, pero eso no debería llevar mucho tiempo”.

Zenjirou estimó la altura de Freya en unos ciento sesenta centímetros, más o menos. Era lo bastante baja como para que en su tierra natal se la considerara por debajo de la media, pero lo bastante alta como para que en Capua estuviera en torno a la media. Un sastre hábil sería capaz de ajustar un vestido a su cuerpo relativamente bien simplemente midiendo a ojo. Aunque el tema había surgido de repente, Freya estaba acostumbrada a ese tipo de cosas por su posición como miembro de la realeza y pudo aceptarlo sin ningún sobresalto.

“Gracias, Majestad”.

“Aunque debo admitir cierta preocupación”, añadió Aura tras asentir con la cabeza. “Después de todo, un vestido centrado en los rojos puede desentonar un poco con tu color de cabello y ojos. Imagino que te costará un poco de esfuerzo, pero deberías poder mejorarlo con los accesorios adecuados”.

La cara de Freya mostró sorpresa por un instante ante la afirmación de Aura de que el color base del vestido sería el rojo. No era ninguna sorpresa. El rojo era el color emblemático de Capua. Que la reina le regalara directamente un vestido así y que lo llevara mientras escoltaba al príncipe consorte sería tomado como una clara declaración de que iba a ser considerada parte de la familia real de Capua tanto a nivel nacional como internacional.

“¡M-Mi agradecimiento, Majestades! ¡Me comportaré como una miembro de la familia Capua de tal manera que no traeré ninguna vergüenza sobre el vestido! Apenas puedo expresarme.

Verdaderamente, es tan conmovedor. No me sorprendería si mi-”.

“¡Princesa!”, llamó Skathi desesperadamente, logrando cortar a su Señora antes de que la alegría de la princesa le hiciera decir algo demasiado grosero para su posición.

***

 

 

Una vez que Zenjirou y Aura se hubieron marchado, Freya aún no se había calmado y casi chillaba de alegría.

“¡Sí! ¡Lo logré! ¿¡Puedo tomar esto como una aceptación visible de la Reina Aura, verdad!?”.

Risou No Himo Volumen 9 Capitulo 1 Parte 1 Novela Ligera

 

Aunque su expresión era algo exasperada al ver a Freya saltar y saltar por la habitación, la guerrera asintió en tono tranquilo.

“Supongo que sí. Este vestido ciertamente puede considerarse un favor de Su Majestad”.

Normalmente, regalar un vestido le correspondería al marido, Zenjirou. Viniendo de Aura -que era su legítima esposa- podría tomarse como una declaración de guerra en el caso de los nobles normales. Sin embargo, las circunstancias eran muy diferentes a las de la realeza y la nobleza normales.

En casos normales, el marido era el cabeza de familia, su mujer estaba por debajo de él y las concubinas eran iguales a ella. En nombre, la esposa legal sería superior, pero el afecto del hombre de la casa, el estatus relativo de las familias implicadas y el hecho de que una concubina diera a luz a un heredero podían cambiar la situación, y a menudo lo hacían.

Sin embargo, las cosas eran claramente diferentes con Zenjirou y Aura. La cabeza de la familia real, y el monarca, era Aura, la esposa.

Zenjirou era fundamentalmente su esposo, el príncipe consorte, y nada más. En otras palabras, Zenjirou estaba junto a la reina como su príncipe consorte, y cualquier concubina estaría por debajo de ellos. De hecho, era imposible para una concubina situarse por encima de la reina. Por lo tanto, cualquier mujer que deseara convertirse en concubina necesitaría ganarse el favor de Aura.

Teniendo eso en cuenta, la alegría desbordante de Freya al ver que

Aura le regalaba un vestido de color rojo era prácticamente inevitable.

“¿Qué dices, Skathi? ¿Debería ofrecer algún tipo de regalo a cambio del vestido?”, preguntó ella.

La guerrera meditó la pregunta durante un rato antes de negar con la cabeza. “No, creo que sería mejor no hacerlo”, dijo. “El vestido rojo que te dio Su Majestad en persona es un signo de bienvenida a la familia real capuana. Ofrecer descuidadamente un regalo a cambio podría interpretarse como una señal de que tratas de situarte a su altura”.

“Ya veo. Entonces simplemente aceptaré la generosidad esta vez. La cuestión es con qué combinar el vestido. No tenemos accesorios que usen rubíes traídos de casa, ¿No es verdad?”. Freya sabía la respuesta, pero hizo la pregunta de todos modos.

“No los tenemos. Decidimos que el riesgo de un choque con tu complexión era demasiado grande”.

Freya hizo lo mismo con sus vestidos y con cualquier gema: las más parecidas al color de su cabello y de sus ojos eran una apuesta más segura. Su cabello era plateado teñido de azul, mientras que sus ojos eran azul hielo. Esto hacía que los rojos, que chocaban fácilmente con esos colores, fueran bastante difíciles de llevar para Freya, tanto con los vestidos como con los accesorios.

Un especialista sería una cosa, pero Freya y Skathi eran las dos únicas mujeres en la Hoja de Glasir. Skathi era más o menos capaz de la mayoría de las cosas requeridas para una sirvienta para Freya, pero no estaba al nivel de alguien para quien fuera una profesión real. Por lo tanto, no tenían nada tan difícil de combinar como vestidos y accesorios de color rojo.

“Lo que hace la selección mucho más difícil. Si tuviéramos más tiempo, podríamos hacer un pedido a los comerciantes de Capua”.

“Los accesorios de color rubí combinan con el vestido, pero pueden resaltar más tu propia complexión. Deberían servir de puente entre el vestido y tú. ¿Quizás algo basado en un zafiro, pero con rubíes más pequeños alrededor? Creo recordar que tenía varios artículos así”.

“Supongo que no hay otra opción. Muy bien, vamos con eso”.

Habiendo terminado al menos temporalmente con el problema del vestido rojo, Freya volvió a discutir sus planes originales.

“Considerando el comportamiento de Su Majestad, deberíamos poder asumir que no habrá problemas con el viaje en sí. Los problemas estarán en la compra de las herramientas mágicas, ¿No crees?”.

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La guerrera asintió con la cabeza. “Ciertamente. Aunque el Reino Gemelo produce herramientas mágicas, lo hace en cantidades muy limitadas. Un solo artículo puede tardar al menos un mes y a veces incluso años. Dependerá de las negociaciones, pero hay una clara posibilidad de que nos rechacen”.

“Ya veo. Aun así, me gustaría conseguir al menos algo para purificar el agua antes de nuestro viaje de regreso”. Freya entonces dejó escapar un suspiro, su deseo por ello era claro.

Skathi miró al techo, pensativa, durante un rato, antes de responder. “Por lo que hemos oído, el Reino Gemelo de Sharou y Gillbelle son un país desértico y, por lo tanto, las herramientas mágicas que tienen que ver con el agua desempeñan un papel importante en la vida cotidiana. Por lo tanto, deben tener un excedente de ellas. Debería ser eminentemente posible comprar una”.

Ahora fue el turno de Freya de detenerse a pensar. “Cierto. Sin embargo, me preocupa un poco que se centren en crear agua en lugar de purificarla en el desierto”.

Los hechizos de purificación del agua potabilizaban el agua contaminada con sal marina u otras impurezas. Por otro lado, la creación de agua era -como el término implicaba- magia que creaba agua donde no la había. En comparación, esta última requería mucho más maná que la simple modificación de las propiedades del agua que ya existía. Esto hacía que la purificación fuera mucho más eficaz, ya que el barco siempre estaba junto a una fuente de agua. Sin embargo, en el desierto, sin ninguna fuente de agua, la creación era la única opción, por ineficaz que fuera.

En realidad, el país también tenía grandes lagos salados que servían como fuentes de agua. Por eso fabricaban muchas herramientas purificadoras, pero ni Skathi ni Freya lo sabían.

“En cualquier caso, creo que es más probable que la manipulación del agua o el viento”, dijo Skathi con calma, en respuesta a las preocupaciones de la princesa.


La manipulación del agua era extremadamente útil cuando el agua conseguía introducirse en el casco del barco, y la manipulación del viento era igualmente valiosa cuando las ráfagas repentinas hacían retroceder la vela. Sin embargo, no se utilizaban mucho en tierra firme. Había muchas menos posibilidades de que tuvieran una reserva de hechizos de uso relativamente infrecuente.

“Efectivamente. Aunque el encargo se acepte de inmediato, tardará varios meses en completarse. Eso no será posible para el viaje de vuelta. Esas herramientas se usarán más para futuros viajes”.

“¿Futuros viajes?”, Skathi preguntó significativamente mientras la voz de Freya se alzaba de alegría.

Freya, por su parte, casi saltó de la silla. “Así es: Futuros viajes. Su Majestad calificó de buena idea la compra de herramientas mágicas para dichos viajes. Será mejor que te prepares, Skathi; ¡Nuestras aventuras no han hecho más que empezar!”. Había una sonrisa brillante en su rostro.

“Muy bien, princesa. Te seguiré adonde me guíes”, respondió Skathi con una profunda inclinación de cabeza. Sus propios labios se curvaron en una sonrisa al ver la amplia sonrisa de su Señora.

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