Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Volumen 3

Extra 6: Libro De Juegos Otome II – [1-B] No Bebas La Medicina

“No sé… Esta medicina parece un poco imprecisa… Tal vez sea mejor dejarla en paz.”

Mia volvió a colocar el frasco en su mesita de noche y se desplomó de nuevo en la cama.

“Ugh… Estoy tan cansada… Estar con Dion es tan agotador…”

Cerró los ojos y dejó que la tensión se filtrara en su cuerpo.

“Simplemente… pasaré el día… durmiendo…”

El suave abrazo de su cama era como arenas movedizas, succionando lentamente su cuerpo y su conciencia que se desvanecía. Cayó, y cayó, y cayó…

“Alteza… Su Alteza…”

“Mmm… ¿Hm?”

Ella escuchó la voz de un hombre. Poco después, alguien la sacudió vigorosamente. Lentamente, ella abrió los ojos. Ante ella estaba…

“Por el amor de Dios, Alteza, ¿se ha vuelto a quedar dormida?”

Ludwig suspiró con exasperación y se reajustó las gafas.

“Mi… ¿Ludwig? ¿Qué haces aquí?”

“¿Qué hago aquí? Estoy aquí para asegurarme de que no estás holgazaneando. ¿Has hecho todo tu trabajo?”

“…¿Eh? ¿Trabajo? ¿Qué trabajo?”

Él miró con desprecio su despistada respuesta. Luego suspiró, con el doble de énfasis.

“El imperio ha superado por fin su crisis y está preparado para la recuperación, y sin embargo usted… ¿Eres siquiera consciente de tu propia posición? Eres la Princesa de Tearmoon. ¿Cuándo empezarás a comportarte como tal…?”

Como un padre regañón, siguió y siguió. Mia lo observó con una leve sensación de que algo era peculiar. Su actitud… Su ceño fruncido… Su sermón descontento… Todo se sentía… nostálgico, de alguna manera.

Es casi como si se convirtiera en el viejo Ludwig… Espera… ¿El viejo Ludwig?

Sólo entonces hizo clic. Una vez que lo hizo, el resto fue sencillo.

“Ah, entiendo… Este Ludwig es el de cuando el imperio se derrumbó…”

Este era el Ludwig al que ella había llamado de todo — estúpido cuatro ojos, maldito cuatro ojos, todo eso. Pero al mismo tiempo, también era la persona en la que más había confiado. Para salvar el imperio, él la había esperado, la había ayudado y se había quedado con ella. Nunca la abandonó. Ni siquiera al final. El Ludwig de entonces… estaba ante ella ahora.

“Lo que debe significar… que esto es un sueño.”

Una vez resuelto esto, toda la situación adquirió de repente un aire de humor. Se rió.

“¿Qué es lo que te hace tanta gracia? Augh, ¿acaso entiendes lo que está pasando?”

“De hecho, sí, Ludwig.” Ella asintió con firmeza y le miró a la cara. “Lo entiendo muy bien. Yo también lo recuerdo. Todo. Todo lo que me enseñaste… Y me ha salvado en muchas ocasiones. Ya no podré agradecerte a ti de verdad, pero aun así, déjame decirte esto.”

Con gracia solemne, bajó la cabeza.

“Gracias, Ludwig. Desde el fondo de mi corazón. Me has enseñado mucho y, gracias a ti, he conseguido escapar de mi destino en la guillotina.”

Ludwig escuchó en silencio su sincera expresión de gratitud. Cuando terminó, resopló por la nariz.

“¿Lo has hecho ahora? Bien. Me alivia saber que todo lo que te he enseñado no se ha desperdiciado. Te quedabas dormida tan a menudo durante mis clases, que pensé que seguro que no entendías ni la mitad de lo que decía.”

Se rió.

“Vaya, tan sarcástico como siempre, ¿no? Pero aun así me alegro de verte, Ludwig. Te he echado de menos. A ti y a tu mordacidad.”

Una sonrisa melancólica se formó en sus labios. Ludwig respondió con el ceño fruncido.

“Hmph. Veo que no se me aprecia. Bueno, supongo que no te faltan cosas importantes que deberías estar haciendo, así que no dudes en levantarte y seguir con tu vida”, dijo con rotunda indignación. Luego, su ceño se suavizó, adoptando un aire de tierno preocupación. “Te queda mucha… y espero sinceramente que esté llena de mucha felicidad y plenitud. Cuídate.”

Sin más comentarios, bajó la cabeza en una profunda reverencia.

Lentamente, Mia sintió que su conciencia volvía a ella.

“Hmm… ¿Mm?”

Se frotó el sueño de los ojos y miró a su alrededor. Las vistas familiares exudaban una atmósfera familiar. Definitivamente era su dormitorio habitual. Ludwig, por supuesto, no estaba en ninguna parte.

“Oh, no entiendes, Ludwig… No se trata sólo de mí. Tú… Anne… todos los demás… Se trata de todos. Todos deberían ser felices juntos”, susurró a nadie en particular.

Luego abrió la boca de par en par y bostezó. Un pensamiento pasó por su mente.

“Mmmm… Tal vez debería escribir una carta a Ludwig…”

Y así comenzó su día…

El Sueño del Estúpido Cuatro Ojos