Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“Jajaja… ¡Está aquí! ¡Mi oportunidad está finalmente aquí!”

En un rincón de la Academia de Saint-Noel, una fiesta secreta de té estaba en marcha. Tuvo lugar en una gran sala, en medio de la cual había una mesa correspondientemente grande. En ella había numerosos platos llenos de dulces y pasteles. Comparado con la cantidad de comida disponible, el número de asistentes era extrañamente pequeño — sólo dos personas estaban presentes.

Lo que les faltaba en número lo compensaban en peso. Si estaban en público, hacían girar la cabeza de cada transeúnte, con los nobles de Tearmoon yendo tan lejos como para inclinarse en respeto. La razón de este trato deferente era, por supuesto, su linaje; eran Etoilers — los de las renombradas familias de los Cuatro Duques, que eran las figuras principales de la nobleza central de Tearmoon.

“Vaya, ¿Ruby estará ausente hoy? Esta era la oportunidad perfecta para que nosotros, los jóvenes Etoilers, profundizáramos nuestros lazos. Qué egoísta. Y esa nueva chica, Citrinia. Tiene un poco de valor, saltándose nuestra fiesta del té…”

La hija del duque Greenmoon, Esmeralda Etoile Greenmoon, se llevó la mano a su voluptuoso pelo ondulado y se la tiró por encima del hombro con una indignada, hmph. Luego suspiró aún más indignada antes de tomar un muy indigno, más bien, sorprendentemente elegante sorbo de té. Indignada como estaba, seguía siendo una Greenmoon; los Greenmoons bebían su té con gracia.

“Por el amor de la luna, mi querida Esmeralda. ¿Has oído lo que acabo de decir? Este no es el momento de estar sorbiendo té en silencio.”

El otro participante, un joven, se inclinó hacia ella y frunció el ceño. Su cabello azul mantuvo su forma prolijamente recortada a través del movimiento vigoroso — evidencia de un aseo meticuloso y largo. Al igual que Esmeralda, estaba en la adolescencia.

No pudo evitar arrugar la nariz por el desdén que le producía su exasperante actitud. “Por favor, Sapphias, ¿podrías usar tu voz de interior? Estamos, como puede ver, en el interior.”

El hijo mayor del Duque Bluemoon, Sapphias Etoile Bluemoon, sacudió la cabeza y suspiró.

“Oh, Esmeralda, Esmeralda. ¿Qué voy a hacer contigo? ¿No ves la oportunidad que se acaba de presentar? ¡Podríamos ser capaces de sentarnos en el consejo estudiantil! ¡Piensa en el prestigio que nos daría! Esa ridícula regla tácita siempre nos ha impedido a los nobles de Tearmoon entrar en el consejo, pero si Su Alteza se convierte en la presidenta, seguramente desestimará esa tontería y nos nombrará como personal del consejo”, dijo con un entusiasmo burbujeante antes de que su expresión estuviera sobria y soltara un rápido suspiro. “Pero para pelear directamente con la Señorita Rafina presentándose a las elecciones ella misma… Desgraciadamente, nuestra querida princesa parece — perdón por el lenguaje — ser un poco inadecuada aquí arriba.”

Se dio un golpecito en la cabeza. Esmeralda le dio una mirada oblicua.

“Perdone el lenguaje. Qué insolencia. Deberías saberlo mejor que eso, Sapphias. Aunque seas un escritor, deberías abstenerte de hablar mal de Su Alteza.”

“¿Debería hacerlo ahora? Entonces, ¿por qué recuerdo que alguien habló mal de Su Alteza, diciendo que está muy unida al campesinado? ¿Hm, Esmeralda?”

“Eso no fue una ‘mala palabra’. Fue una crítica legítima. Lo que dijiste fue una calumnia. Le agradecería que no confundiera las dos cosas. Saltarse mi fiesta del té para mezclarse con la familia de su doncella en su casa es absolutamente inaceptable. Urgirla a que se comporte de una manera acorde con su linaje real es lo correcto.”

Con la mirada de alguien que creía mucho que había silenciado toda oposición a través de la innegable verdad de sus palabras, Esmeralda tomó otro arrogante sorbo de su té. Sapphias la miró durante unos momentos antes de sacudir la cabeza.

“Me parece justo. Reconozco que tienes razón. Pero realmente deberías escucharme. A este paso, Su Alteza definitivamente va a perder.”

“Por Dios, Sapphias, ¿podrías parar con esa insolencia? ¿Estás diciendo en serio que Su Alteza, la Princesa del gran Imperio de Tearmoon, va a perder con la hija de un simple duque? ¿Y de un país tan pequeño, nada menos?”

“Si vamos a hablar de insolencia, estoy bastante seguro de que llamar a Belluga un ‘pequeño país’ estaría en la lista,” murmuró Sapphias. “Mira, el hecho es que la forma en que Su Alteza está haciendo esto apesta a incompetencia, con la conmoción que causó en la clase. Ella debería mantener un perfil bajo y hacer tratos entre bastidores. La oposición abierta no le hace ningún favor. Su camino más seguro a la victoria es el que evade el foco de atención hasta el momento final, victorioso, pero ella está fallando completamente en su enfoque.”

Sonreía con astucia mientras elaboraba sus pensamientos, que llevaban la característica solapada de los malhechores menores que carecían del garbo de la verdadera villanía. Por algún milagro poco halagador, también coincidió perfectamente con el plan original de Mia. De alguna manera, quizás, eran pájaros de un plumaje.

“Desgraciadamente, parece que no tengo más remedio que educar a Su Alteza yo mismo. No es que exija ninguna recompensa por mi generoso consejo, por supuesto, pero cuando se convierta en presidenta, me parece razonable recordarle mi interés en el puesto de vicepresidente.” Miró a Esmeralda. “¿Qué hay de ti, mi querida Esmeralda? ¿No tienes pensamientos propios? Me encantaría escuchar la intención de los Greenmoon en este asunto.”

Esmeralda hizo un exagerado espectáculo de perplejidad, frunciendo el ceño mientras ladeaba la cabeza. “No tengo ningún interés en este asunto del consejo estudiantil. Bueno, supongo que, si Su Alteza insistiera en que participe, consideraría un asiento propio”, dijo con un encogimiento de hombros indiferente. Luego se rió. “Debo decir, sin embargo, que suenas igual que mi padre. Nunca entenderé por qué los hombres están siempre tan obsesionados con las posiciones y los títulos.”

Presionó un cuchillo en la torta frente a ella, cortándola en rebanadas.

“Obsérvela hasta el fondo de su corazón”, continuó. “No tengo intención de ayudar, pero tampoco me interpondré en tu camino.”

“Muy bien, en ese caso, lo haré.”

Así conversaron los dos aspirantes a conspiradores, intercambiando golpes y sonrisas de dudoso valor conspirativo mientras estropeaban sus paladares con té fino y dulces de calidad.

…Aunque no parece necesario mencionar, para que quede claro, que los cuatro duques eran parientes de la familia imperial. Es decir, compartían la misma sangre que Mia.

Haz de eso lo que desees.