Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Abel se adelantó y pisó con el pie, vomitando un anillo de arena.

“¡Jaa!”

Su espada partió el aire con un penetrante zumbido y golpeó la hoja de Sion con un estruendo ensordecedor. Keithwood suspiró mientras observaba desde la línea de banda.

El Príncipe Abel está cada vez mejor…

La última vez que se cruzaron las espadas, la superioridad de Sion había sido obvia y abrumadora. Ahora la brecha de habilidades era mucho menor; Abel se estaba acercando a Sion. El dominio de su firma en el corte hacia abajo parecía haber mejorado la habilidad de Abel en todos los demás aspectos también, fundamentalmente haciéndolo un espadachín mucho más fuerte. Dicho esto…

“Dudo que ninguno de los dos se vaya a conformar con ‘lo suficientemente bueno’. No después de Remno.”

Durante el incidente de Remno, todos ellos fueron testigos directos del mejor del imperio, Dion Alaia, y su inigualable manejo de la espada. Todos recordaban su duelo con la Lanza Adamantina, durante el cual había cortado un grueso palo de acero y se había reído mientras lo hacía. Desde entonces Sion había redoblado sus esfuerzos para mejorar su propia habilidad con la espada. Abel había estado haciendo lo mismo, y últimamente los dos habían estado entrenando a sus compañeros, cada uno esforzándose por superar al otro y a sí mismos.

“Es bueno que estén tan motivados, pero vamos. Hay un tiempo y un lugar para este tipo de cosas, y definitivamente no es en una playa sofocante bajo un sol abrasador… ¿Hm?”

Una figura en la distancia le había llamado la atención. Entrecerró los ojos. Una chica corría hacia ellos, sus pies desnudos dejando pequeñas y delicadas huellas en la prístina arena blanca.

Dios mío, oh Dios mío, ahora hay una vista para los ojos doloridos.

Se quedó paralizado por un segundo antes de salir con un tirón de cabeza.

“Oh. Princesa Mia.”

“Vaya, Keithwood. Que tengas un buen día.”

Ella le hizo una reverencia. Cuando miró hacia arriba, mostró una sonrisa radiante que era igual a la del agua brillante y la playa resplandeciente. Casi le quitó el aliento, y se vio obligado a reflexionar.

La princesa Mia… ¿Está haciendo esto a propósito?

En ese momento la vista de ella fue realmente impactante. El crédito en parte pertenecía al telón de fondo; su aspecto era simplemente un ajuste perfecto para el paisaje de la orilla del lago. Sus pies, delicados y desnudos, se mezclaban maravillosamente con la limpia arena blanca. Había una inocencia en ella — como una joven alegre navegando a lo largo de la orilla o chapoteando en la suave marea — que hacía cosquillas a sus instintos paternos, acentuando aún más su encanto.

Como regla, se supone que las princesas deben evitar mostrar la piel. De acuerdo, su truco en el baile fue ciertamente efectivo, pero quitarse los zapatos y caminar por fuera con los pies descalzos es otra historia. Esto podría ser fácilmente considerado como un comportamiento indecoroso.

Sin embargo, las nociones comunes de propiedad no cambiaron el hecho de que ella y la playa formaban una pareja extremadamente pintoresca.

“¿Hm? ¿Algo está pasando?”

Ella lo miró con un par de ojos anchos y extraños.

Por el sol, es bueno que no me gusten las chicas jóvenes. Sin embargo, i hubiera sido Sion… Por muy sensato que sea, probablemente se tambalearía por el impacto, pensó con un gesto de dolor antes de responder.

“No. Sólo me preguntaba qué es lo que estás haciendo aquí de todos los lugares.”

“Oh, hay algo de lo que quiero hablar con Sion.”

“¿Con Su Alteza?”

“Sí. Pero, hmph, esto es bastante molesto. He venido hasta aquí, y él todavía no sabe que estoy aquí”, dijo con el ceño fruncido a la pareja de príncipes que todavía se resisten. “Oh, ya sé lo que haré”. Su ceño se convirtió en una sonrisa maliciosa. “Voy a acercarme sigilosamente y asustarlos.”

Keithwood se mordió el labio.

El sol sagrado en lo alto… Si lo hace a propósito, entonces es una pequeña y astuta seductora. Si no… Entonces, bueno, sigue siendo una pequeña seductora, y una natural en eso. Dale unos años más, y será una fuerza a tener en cuenta.

Actualizó su perfil mental de Mia, elevándola de “seductora” a “seductora natural”. Poco sabía él, que su elección de ir descalza no fue impulsada ni por el diseño ni por el instinto, sino por algo mucho menos agradable…

Mia se escondió en la playa de arena. Ambos príncipes estaban concentrados en su duelo de práctica y no se percataron de su enfoque. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, levantó la voz y dijo, “A ustedes dos les gusta mucho golpearse con espadas, ¿verdad?”

“Qué—¿Huh? ¿Mia? ¿Cuándo…?”

Abel reaccionó primero y giró hacia ella. En el lapso de unos segundos, su expresión se convirtió en una brillante sonrisa antes de marchitarse rápidamente en una mueca de cara roja, que rápidamente ocultó mirando hacia otro lado.

¿Qué les pasa? se preguntó Mia mientras, de acuerdo con las enseñanzas de Ana, le entregaba una toalla.

“Cuando termine de hacer ejercicio, dale siempre una toalla bien perfumada para que se limpie la frente”

Cuando se trataba de las cosas que realmente importaban, Mia era una buena estudiante.

“Oh, uh, lo siento — quiero decir, gracias.”

Abel tomó la toalla con una mansedumbre casi cómica y nerviosamente se dio una palmadita en la cara. Sion, mientras tanto, los miraba de reojo antes de girar y caminar hacia Keithwood. Había un indicio de soledad en su lento caminar.

“Sion.”

Se volvió para encontrar a Mia detrás de él, sonriendo mientras extendía una toalla.

“Tú también deberías secarte. No querrás resfriarte ahora, ¿verdad?”

Aunque un gesto así puede parecer extrañamente considerado — la consideración no solía ser parte de su libro de jugadas diplomáticas cuando se trataba de tratar con Sion — había una buena razón para el repentino cambio de actitud. Mia, como ves, estaba aquí para pedirle un favor, y no estaba por encima de un poco de charla dulce y lamer botas para salirse con la suya. Como ella lo veía, los mendigos podían elegir, siempre y cuando suplieran lo suficiente.

“Oh. Supongo que no. Gracias”, dijo, algo sorprendido, antes de recomponerse y aceptar la toalla. “Sin embargo, me sorprende verte aquí. No creí que tu idea de una tarde divertida fuera ver a dos muchachos sudorosos darse golpes el uno al otro durante un par de horas.”

“Ajaja, no me importaría verlos a ustedes dos por un poco más de tiempo, pero ese no era el propósito original de mi visita.”

“¿Oh? ¿Cuál era tu propósito original entonces?”

“Vine a pedirte un favor.”

“¿Un favor? ¿De mí?”

“Así es.” Ella lo fijó con una mirada puntiaguda. “Sion, ¿tienes alguna intención de presentarte a las elecciones del consejo estudiantil?”

“¿Tengo—? ¿Qué?”, exclamó, con su voz quebrada en un estridente falsete en una rara muestra de genuino desconcierto.