Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Cyril Rudolvon confiaba en su hermana más que nadie en el mundo.

Era un niño cuyo amor por el cultivo de flores y la lectura de libros era casi estereotípicamente contrastado por su ineptitud en todo tipo de actividad física. Mientras disfrutaba estudiando, las exigencias de la equitación y la esgrima que le imponía su padre eran una carga que luchaba por cargar. A pesar de sus deficiencias, que lo dejaron sintiéndose bastante inútil, su hermana fue infaliblemente amable con él. Una y otra vez, ella le ofrecía un suave cumplido con una reconfortante palmada en la espalda.

“Eres un buen alumno, Cyril, así que cuando llegue el momento, asegúrate de ir a la escuela y estudiar adecuadamente, ¿de acuerdo?”

Como tal, cuando escuchó que su hermana se iba de casa para asistir a la Academia Saint-Noel, no pudo evitar preocuparse.

“Desearía que fueras tú quien vaya en lugar de mí, sinceramente”, había dicho.

No le importó. Claro, disfrutaba estudiar y le encantaría ir si tuviera la oportunidad, pero ese no era el problema. Estaba preocupado por ella. Iba a una escuela repleta de nobles peces gordos. Los niños de familias prominentes tenían actitudes para igualar. ¿Y si la acosaban? Después de su partida, rezó noche tras noche para que no se metiera en problemas. La visión de ella saludando alegremente hacia él a su regreso fue, por lo tanto, una fuente de profundo alivio. Lo que pronto se convirtió en asombro cuando ella le contó sobre los amigos que había hecho en la escuela. Su mandíbula cayó ante los nombres que seguían saliendo de su boca. Príncipe Sion del Reino de Sunkland… Princesa Mia… Estas eran personas que ocupaban los niveles más altos de la sociedad, y de alguna manera, su hermana era amiga de ellos.

“Su Alteza Mia Tearmoon, eh…”

A pesar de su asombro, ella era una figura demasiado elevada para que él la entendiera, más un concepto que una persona. Su interés en ella había sido mínimo, limitado a una leve curiosidad sobre la naturaleza conflictiva de los rumores que la rodeaban.

Escucho que la gente la llama “princesa egoísta”, y escucho que la llaman la “Gran Sabia del Imperio”. Me pregunto cuál es la verdad…

Después de enterarse de que quien resolvió el conflicto entre la tribu Lulu y el vizconde Berman no era otra que la princesa Mia, se sintió un poco más intrigado.

“¿Quién hubiera pensado que era posible terminar este conflicto sin derramamiento de sangre? Su Alteza realmente hace honor a su reputación”.

“Pero padre, ¿no tomaron parte de tu tierra? Eso es tan injusto. ¿No estás enojado por eso?”

“Injusto… no es la palabra correcta. Los de la familia imperial tienen derecho a hacer tales cosas. No es que nos mejore, por supuesto…” dijo el Conde Foráneo, su tono no era tan molesto como sugerían sus palabras. “Pero al final, mientras la gente no sufra, entonces todo está bien”.

Antes de que los Rudolvons obtuvieran su título, eran los líderes de los granjeros locales. Como resultado de esta experiencia, tenían mucha más empatía por su gente que la mayoría de los nobles. Agregue a eso su larga historia de relaciones amistosas con los Lulus, y fue fácil ver por qué estaban más que satisfechos de ver resuelto el conflicto sin que nadie saliera lastimado.

“Huh… Está bien…” Cyril asintió, sintiendo un creciente respeto por la princesa. Tampoco era solo su padre. Tanto su hermana como su asistente, Liora, hablaron con cariño de Mia. El resultado de escuchar tantos elogios para ella fue que antes de que él se diera cuenta, su imagen de Mia se había convertido en una brillante estatua de santa virtud. Y ahora, dicha estatua aparentemente venía a hacerles una visita.

“Entonces, ¿por qué Su Alteza viene aquí?”

Su padre frunció el ceño ante la pregunta y se rascó la cabeza. Miró a Tiona, que también se encogió de hombros. No había duda de que los Rudolvons eran una familia de nobles pobres. Su dominio se encontraba en un área remota a lo largo de la frontera, y no había nada aquí que despertara tanto el interés de una princesa que hiciera el viaje aquí personalmente.

“Me imagino que probablemente tenga algo que ver con el reciente incidente en el bosque, pero…” murmuró su padre, claramente desconfiado en su respuesta.

Mientras tanto, su hermana parecía comprender mejor la situación, aunque sus reflexiones también tenían un tono de sorpresa.

“Quiero decir, sé que escribí esa carta… pero no pensé que ella realmente viniera…” Ella sonrió. “Pero supongo que así es ella”.

Oh, tal vez ella venga porque solo quiere ver a su amiga, pensó Cyril mientras observaba la reacción de su hermana.

Cualquiera que sea su razón, tenía que ver con su padre y su hermana. Pensando que la visita tenía poca relevancia para él, se dirigió al jardín — regando las flores allí era parte de su rutina diaria. Si hubiera sido una visita oficial, todos los miembros de la familia habrían necesitado estar presentes para saludarla a su llegada, pero si se tratara de una visita personal por placer, probablemente no tendría que presentarse.

Aún así, no puedo creer que Tiona sea amiga de la princesa Mia. Quiero decir, siempre supe que tenía una gran hermana, pero ella logró hacerse amiga de la realeza. Wow… pensó mientras miraba a través del jardín de flores en flor.

Cuidar las flores no fue una tarea sencilla. No bastaba con regarlos. Cada flor tuvo que ser examinada individualmente. Algunos podrían no estar recibiendo suficientes nutrientes. Otros pueden estar sufriendo de enfermedad. Identificarlos tuvo mucho cuidado. Se concentró, evaluando a fondo la condición de cada flor delicada. En consecuencia, no notó la presencia de otra persona hasta que escuchó una voz a su lado.

“Mi Dios… Qué maravillosas flores son estas”.

Se dio la vuelta sorprendido al descubrir a una joven parada frente a él. Ella era bastante bonita. Su cabello era brillante, había un brillo saludable en su piel y sus ojos almendrados brillaban con inteligencia. No estaba seguro de qué decir, así que se quedó allí parado. A ella no parecía importarle. Ella pasó junto a él casualmente, como si él no la estuviera mirando incómodamente en silencio, aturdida, dobló un poco las rodillas y acarició suavemente los pétalos de una flor.

“¿Estos son… Sweetmoons, creo?”

“Uh, sí, lo son”.

Cyril miró a la chica y se preguntó cómo se suponía que debía dirigirse a ella. El vestido que llevaba no era del tipo elaborado preferido por los nobles. Era más informal, ligero y adecuado para el clima de verano. Sin embargo, no podía estar completamente seguro de su identidad. Si ella fuera una noble, él debería agregar una “mi lady”, pero hacerlo hacia un plebeyo sonaría extraño, si no vergonzosamente grandioso. La respuesta a su pregunta vino de su asistente.

“Mi lady Mia, es casi la hora…”

“¿Hm? De acuerdo entonces”.

Miró desde el asistente a la niña.

“…¿Eh?”

Así conoció Cyril Rudolvon por primera vez a la mujer a quien le juraría su lealtad de por vida.

Después de abandonar el patio y entrar en la mansión Rudolvon, Mia se detuvo por un momento.

¡Si! ¡Lo hice!

Si no hubiera estado en público, habría alzado los brazos triunfalmente. Ella resistió el impulso por razones de propiedad, pero ella bajó la cara para ocultar el hecho de que no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa muy amplia.

Lo cual, si alguien hubiera visto, habría sido un espectáculo bastante espeluznante para la vista.

Rebobinando un poco el reloj…

Ugh… Esto es terriblemente desagradable. Desearía no tener que hacer esto.

Al llegar a la mansión Rudolvon, el estado de ánimo de Mia había tocado fondo. Aunque sabía que la visita era necesaria, no podía disfrutarla. Después de todo, ella estaba mirando el lugar de nacimiento de su archienemigo de una vida anterior, Tiona Rudolvon. Estaba parada frente a la base de operaciones del enemigo, y tuvo que entrar. El solo pensamiento la hacía sentir miserable. Miró fijamente las puertas, tratando de desarrollar la motivación para caminar.

No, no está pasando. Tal vez pasearé un poco y regresaré e intentaré nuevamente cuando me sienta mejor.

Justo cuando estaba a punto de irse, notó por el rabillo del ojo la figura de un niño.

Qué niño tan adorable.

El joven estaba regando flores con una mirada tierna, casi afeminada, que era dulcemente entrañable.

“Espera… ¿Un niño… y flores?”

Cyril Rudolvon había creado una nueva variedad de trigo. El trigo era una planta. Eso significaba que debería estar familiarizado con las plantas. Y… ¡las flores eran plantas!

Las piezas de repente cayeron en su lugar.

Haciendo todo lo posible por no dejar que se conozca su presencia, se coló hacia él lenta y silenciosamente. Ella encorvó la espalda, curvó los dedos y caminó con cuidado por la punta de los dedos de los pies como la Grulla — En realidad, no fue ni grandioso ni sabio. En todo caso, parecía que estaba a punto de irrumpir en la casa de alguien. Sin embargo, su enfoque sigiloso fue exitoso, y después de ponerse furtivamente en posición, habló.

“Mi Dios… Qué maravillosas flores son estas”.

Recordó el momento en que el estratega maestro Anne le había enseñado el Arte del Amor.

“Mira, mi lady, a los hombres les encanta cuando elogias el trabajo que hacen”.

“¡¿De Verdad?! Lo que significa Príncipe Abel… Hm. ¿Qué trabajo hace el príncipe Abel?”

“Sería más fácil si tuviera un pasatiempo o dos, pero probablemente iría con algún tipo de habilidad que tenga. O caballos o espadas, diría yo”.

“Entiendo. Buena idea, Anne. Tu consejo es indispensable como siempre”.

En caso de que alguien lo olvidara, podría ser un recordatorio útil mencionar que la maestra estratega Anne no tenía experiencia en las relaciones, por lo que cualquier cosa razonable que dijera era pura suerte. Solo que… había ganado el premio gordo esa vez.

A los hombres les encanta cuando elogio el trabajo que hacen, lo que significa que este niño Cyril seguramente estará muy feliz de escucharme alabar las flores que él también cultivó.

Mia se agachó junto a las flores…

“Estos son… ¿Sweetmoons, creo?”

…Y hacer algo completamente inescrupuloso. No solo elogió las flores, sino que las identificó por su nombre, demostrando así que estaba bien versada en el tema y que apreciaba mucho su trabajo. ¡Tales tácticas ocultas podrían ofender la sensibilidad de un alma más noble, pero no Mia! ¡Mia era una pragmática e iba a jugar sucio!

Mmhmhm, soy muy buena en esto. Apuesto a que le quité el aliento. ¡Con un poco más de suerte, ese trigo nuevo y mejorado será mío! pensó mientras una sonrisa maliciosa se deslizaba por su rostro.

A instancias de Anne, ella se levantó con una sensación de triunfo y, después de mostrarle al niño la más pequeña de las sonrisas, abandonó el jardín.

“Nos honra recibir su presencia, Su Alteza. Por favor siéntese como en casa. Espero que el largo viaje no haya sido demasiado agotador”.

“De ningún modo. También me complace conocerte, Conde Foráneo Rudolvon”. Mia lo saludó respetuosamente y sonrió cortésmente. Su comportamiento no tenía nada de la arrogancia burlona que tan a menudo se usaba para burlarse del pobre noble.

Hm, esperaba la misma actitud que todas las señoritas de prominentes familias nobles que he conocido antes han mostrado, pero parece que no me está menospreciando.

No podía decir si la princesa era sincera, pero al menos seguía todos los protocolos tradicionales de comportamiento respetuoso. Incluso si fue superficial, el esfuerzo solo fue suficiente para impresionarlo.

Oficialmente Conde Foráneo, Conde Terrallende. Ese era el título que le confirió el Imperio. Convertirse en un conde no era poca cosa, y el título debería haber exigido una buena cantidad de respeto entre los círculos nobles. Sin embargo, fue calificado por el término anterior. La adición de “Terrallende” cambió su significado por completo en su cabeza.

En primer lugar, es necesario señalar que este título no siempre existió. Su nacimiento estuvo profundamente ligado a las políticas expansionistas del Imperio. Desde que se creó el Imperio, había estado expandiendo activamente sus fronteras, empujando su influencia a tierras que aún no habían establecido ningún gobierno monárquico. A veces esto se logró a través de la fuerza militar. Otras veces fue a través de la negociación y la persuasión. Independientemente del método, el objetivo era el mismo: poner más tierras bajo el control del Imperio.

Al principio, los territorios recientemente reclamados fueron entregados a la nobleza central para administrar. Sin embargo, el gobierno del Imperio pronto descubrió que había mucha reacción por parte de las personas que vivían allí y rápidamente cambió su enfoque. Para reducir la resistencia, otorgaron títulos nobles a los lugareños que anteriormente tenían el poder y les hicieron gobernar sus tierras en nombre del imperio. Esta política resultó sorprendentemente popular, y las anexiones posteriores se llevaron a cabo sin problemas, evitando el caos asociado con el cambio repentino de los gobernantes.

Continuaron empleando este sistema de intercambio de títulos nobles por tierra, pero en un momento, se encontraron con un problema cuando intentaron incorporar al jefe de una serie de tribus. Las tribus ocupaban una gran porción de tierra que también era un punto de choque geográfico crucial, por lo que el Imperio quería desesperadamente ponerlo bajo su control. Las negociaciones fueron manejadas por el Ministerio de Jade de Luna quien, después de tomar en consideración el tamaño y la importancia del área, prometió al jefe principal el título de conde. La oferta resultó atractiva, y las tierras tribales se incorporaron con éxito al Imperio.

Y fue entonces cuando surgió el problema. La decisión fue recibida con una feroz reacción de la nobleza central.

“¿Cómo se convirtió esos patanes de campo en un conde de la noche a la mañana? ¡Esto es indignante!”

Sus vehementes protestas obligaron al Ministerio de Jade de Luna a reconsiderar su postura. Para satisfacer a la nobleza central, tuvieron que dar un título más bajo que el de conde, pero el incumplimiento de una promesa ya hecha supondría un duro golpe para la credibilidad del Imperio. Al final, después de que muchos funcionarios de alto rango pasaron muchas noches sin dormir deliberando, llegaron a un acuerdo. Así nació el título de “Conde Terrallende”.

En conversaciones subsiguientes con el jefe principal, minimizaron la calificación, enfatizando la parte “conde” del título. Mientras tanto, de vuelta a casa, declararon abiertamente que un conde terrallende no era un conde, consolidando así la incómoda posición que ocupaba el nuevo título en la noble jerarquía. El nombre era trágicamente profético, y “terrallende ” pronto se convirtió en marginado. Si bien se suponía que el rango era más alto que el vizconde y más bajo que el conde, sus pares lo trataban con desdén debido a su origen. Tales actitudes discriminatorias resultaron contagiosas. Eventualmente, una cultura de desprecio por los condes terrallende se estableció firmemente, e incluso la nobleza más baja, como los barones, podría burlarse abiertamente de ellos sin temor a la reprobación. Esto creó una profunda grieta entre la nobleza central y la de la tierra, lo que resultó en una situación peligrosa donde las tensiones habían crecido hasta el punto de amenazar con dividir el Imperio.

Sabiendo todo esto, debería quedar claro cuán extraordinaria fue la actitud de Mia. Causó tal impresión en el conde de Rudolvon que inconscientemente enderezó su postura en un gesto de respeto.

“Permítanme expresar mi gratitud por la profunda amabilidad que le han mostrado a mi hija en la academia”.

“¿Amabilidad profunda? ¿De qué hablas? No recuerdo tal cosa”.

“Entiendo… Pero, no obstante, aún te debo mi agradecimiento por el reciente incidente en el Bosque de Sealence. Creo que fue usted quien finalmente convenció al vizconde Berman para que retrocediera. En nombre de mí y de los Lulus…”

“Ah, ahora que lo mencionas, recuerdo algo como eso”, dijo Mia con un aplauso como si el incidente fuera tan leve que se le hubiera olvidado por completo.

El incidente en el bosque es obviamente el propósito de esta visita, y sin embargo… veo que la princesa prefiere jugar sus cartas cerca del pecho.

Nunca en sus sueños más salvajes Rudolvon imaginó que Mia no estaba actuando; ella realmente lo había olvidado.

“De todos modos, pasemos a asuntos más urgentes. He venido hoy para hacerte una oferta”, dijo, su voz infundida con tanto entusiasmo que casi estaba cantando.

“…¿Una oferta, dices?”

Rudolvon dejó escapar un suspiro y miró a la princesa, preparándose mentalmente para escuchar lo que ella tenía que decir.

Sé que está aquí para resolver el incidente reciente de una manera que equilibre los intereses de Berman con los nuestros. En ese caso, no debería hacernos una oferta tan mala…

Sin embargo, sus instintos le dijeron que tampoco iba a ser una oferta directa. Después de todo, estaba tratando con la Gran Sabia del Imperio. Probablemente no iba a darle unos cientos de oro con una carta de disculpa y terminar con eso.

Sea lo que sea que ella proponga, probablemente sea algo que no estoy esperando.

Mia, por su parte, desconocía por completo las expectativas rápidamente infladas que se le imponían, y procedió a hablar con voz calmada y tranquila.