Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Volumen 1

Capitulo 42: La Princesa Mia Intenta Unirse A Un Club

 

 

La Academia Saint-Noel fue el hogar de una gran cantidad de clubes. Algunos se centraron en la investigación y la indagación académica. Otros fueron para el mejoramiento de la técnica en espadas o lanza. Incluso hubo clubes dedicados por completo a pasatiempos y hobbies, como el Club de la Fiesta del Té, que era extremadamente popular entre la población femenina de la academia. Fuera de las clases, había una gran variedad de actividades disponibles para satisfacer las fantasías de estos estudiantes acostumbrados a vivir lujosamente.

Dio la casualidad de que uno de estos clubes llamó la atención de Mia.

—¡Ah-hah! Lo encontré— dijo Mia, mientras caminaba hacia el establo. —Hm. Como se esperaba de Saint-Noel. Muy impresionante.

El establo albergaba más de treinta caballos, lo que era suficiente para desplegar un escuadrón completo de la Guardia Imperial en Tearmoon. Mientras la pequeña princesa paseaba mirando curiosamente a los animales, todos los demás estudiantes del club de equitación empezaron a sudar nerviosamente.

Las alumnas rara vez llegaron al establo. El olor único de los caballos era extraño a la isla, y muchas chicas lo encontraron bastante desagradable. Entonces, ¿Qué podría haber llevado a la Princesa del poderoso Imperio Tearmoon a un lugar como este? Suponiendo que, sea lo que sea, no debe ser motivo de risa, nadie en las inmediaciones podría tener el descaro de preguntar.

Nadie excepto un joven.

—Oye, señorita, ¿Qué haces por aquí? ¿Perderse o algo así? — Preguntó, completamente desanimado por la presencia de Mia.

Ella se volvió en su dirección para encontrar que lo reconocía. Era un estudiante de segundo año de la división sénior de la academia, lo que lo hacía cuatro años mayor que ella. Su cuerpo era grueso y musculoso, y tenía un bronceado saludable en su piel.

—Mi Dios… creo que fuiste tú quien estaba paseando a los caballos el día de la fiesta.

—Oh, eres la señorita de ese momento— dijo mientras le daba una palmada en la frente y soltaba una carcajada. Claramente, recordó el momento en que Mia tuvo la desgracia de ser estornudada por un caballo justo antes de la fiesta. El caballo ofensor era uno de los suyos. —Lo siento por eso. Soy el líder del club de equitación. Senior de Segundo año. Me llamo Lin Malong.

—Soy Mia Luna Tearmoon—. Como siempre, tiró de su falda y realizó una reverencia. —¿A juzgar por tu nombre, supongo que eres del Reino de Equestria?

—Dang, debo decir que es un honor que la Princesa Tearmoon sepa mi nombre— dijo Malong con una sonrisa. Entonces, su expresión de repente se volvió seria. —¿Entonces? ¿Cuál es el trato? ¿Aún tienes algunos resentimientos sobre el otro día? No me digas que quieres ese caballo muerto o algo así.

Hubo un tiempo en el pasado cuando una estudiante apareció gritando sobre cómo había tenido una experiencia terrible con uno de los caballos, llegando a exigir que lo mataran. Las quejas enojadas eran una cosa, pero dañar a los caballos estaría fuera de discusión. Miró a Mia. Si ella fue tan lejos…

—¿Hm? ¿Por qué querría el caballo muerto?

—Uh, quiero decir, el arruinó tu vestido, ¿no?

—¿El vestido?

Hubo una pausa. Entonces, Mia se echó a reír como si acabara de escuchar algo absurdo.

—Oh por favor. ¿Por qué querría que mataran a un caballo por un vestido?

Para Mia, era extremadamente obvio cuál era más valioso. Un vestido no podría ayudarla a huir del ejército revolucionario. Un caballo podría.

—Acabo de venir hoy para echar un vistazo al club y ver qué hacen aquí.

Ella quería aprender a montar a caballo, y tenía una razón muy convincente. Antes, cuando el ejército revolucionario la perseguía, había intentado escapar en un carruaje de caballos, solo para descubrir que incluso los caballos más fuertes no podían escapar de los jinetes si tiraban de un carruaje pesado. En consecuencia, no les llevó mucho tiempo capturarla. Si bien no tener una revolución sería lo más ideal, si sucediera, necesitaba poder escapar rápidamente a los reinos vecinos. Para ese fin, ella misma tenía que aprender a montar a caballo. Entre la guillotina y algunos mocos de caballo, con gusto elegiría la última. Mientras el caballo la llevara a un lugar seguro, podía pasar por alto el hecho de que alguna vez la había usado como pañuelo.

Así es. Mia había aprendido a perdonar, y para ella fue un gran paso.

—Echar un vistazo, eh…

Malong se rascó la barbilla. A diferencia de la gente de Equestria, de quien se dice que nació y se crio con caballos, Mia era de Tearmoon. No podía entender por qué la princesa de un imperio tan poderoso estaría interesada en el club de equitación.

Entre la sociedad educada, montar a caballo no se consideraba un pasatiempo noble. La equitación era una habilidad práctica con un propósito muy específico… conducir a la guerra. Era de naturaleza militar. Si bien la capacidad de montar caballos de guerra en combate podría ser valiosa para los chicos, podría decirse que era una habilidad completamente inútil para una chica. De acuerdo, ocasionalmente había una chica rara que expresaba interés en la caza, pero… Una mirada a los brazos de Mia le dijo a Malong que no era una arquera.

—Puedes ver todo lo que quieras, pero ¿Estás pensando en unirte al club?

—Si lo hago, ¿Podré aprender a montar a caballo?

—Bueno, claro… ¿Pero quieres montar a caballo?

—Ciertamente lo quiero.

—…¿Por qué?

—Porque puede llevarme a algún lugar lejos… — Mia miró a lo lejos. —Hasta donde yo quiera llegar.

Idealmente, tan lejos que ningún ejército revolucionario podría llegar a ella. Los caballos eran, en su opinión, su método de escape más práctico.

—En algún lugar lejos, eh…

Las palabras de Mia tocaron un acorde con Malong. Ella habló de una verdad conocida por todos los ecuestres desde la infancia. Los caballos elevaron a sus jinetes, permitiéndoles esforzarse más y más lejos de lo que podían solos. A lomos de un caballo, no había distancia más allá de tu alcance. Eran socios que ofrecían la libertad de, como ella había dicho, ir tan lejos como se quisiera. Era un sentimiento que nunca sería expresado por aquellos que veían los caballos como nada más que instrumentos de guerra o mascotas para mimar.

«No es una simple princesa, eh… Parece que esta señorita aquí es más de lo que parece».

Justo entonces, Mia escuchó una voz.

—¿Princesa Mia? ¿Qué estás haciendo aquí?

Lo que sonaba bastante familiar.

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