Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Abel Remno sabía que era un perdedor.

Del mismo modo, sabía que Remno era un reino de segunda categoría. No poseía ni la rica historia y tradición de Sunkland ni el puro poder de Tearmoon. Superado incluso por la influencia y la autoridad de Belluga, no logró obtener ningún respeto real por parte de sus vecinos. La única forma en que logró mantenerse entre sus vecinos de primera clase fue fortaleciendo a sus militares. Como resultado, la esgrima se valoraba excepcionalmente en el reino, y sus jóvenes pasaban gran parte de su tiempo perfeccionando su habilidad con la espada y compitiendo entre ellos.

Como realeza, Abel había estado sujeto a un intenso régimen de entrenamiento desde la infancia. Día tras día, practicaba, día tras día, le dijeron que practicara más. Mientras la sangre del rey corriera por sus venas, su objetivo debería ser convertirse en el mejor espadachín del reino. Sin embargo, nunca (ni una sola vez) había vencido a su hermano mayor, el Primer Príncipe. Sin embargo, siguió intentándolo. Se puso a trabajar, soportando interminables sesiones de entrenamiento agotador con la esperanza de algún día vencer a su hermano en la habilidad de espadas.

Pero un día se vio obligado a enfrentar la fría y dura verdad: en este mundo, existía un talento tan sublime (tan inigualable) que ninguna cantidad de trabajo duro podría llegar a alcanzar su altura. Fue el día que viajó al Imperio Sunkland y fue testigo de la esgrima de Sion Sol Sunkland. Fue una vista aterradora. Su habilidad con la espada era tan abrumadora que ni siquiera los caballeros experimentados podían igualarlo. La destreza de su espada desafió la lógica, venció a un oponente tras otro, todos los adultos completamente desarrollados, y todos con un peso y alcance muy superiores.

Mientras observaba, Abel sintió algo vacilar dentro de él. El nivel de maestría en exhibición era incomparable incluso para el hermano que nunca podría vencer. Estaba presenciando un verdadero genio en el trabajo, un verdadero genio que tenía la misma edad que él. Y, cuando descubrió que este chico era el primer príncipe de un reino de primer nivel, algo dentro de él se rompió.

Hubo aquellos, se dio cuenta, que fueron favorecidos por Dios. Fueron elegidos para ser superiores… y él no era uno de ellos. No importa cuánto lo intentara, nunca se pararía hombro con hombro.

«Lo máximo que voy a ser es de segunda clase…» se dijo Abel

Una vez que ese pensamiento se arraigó en su mente, (todo el trabajo duro, la práctica, todo) de repente perdió todo significado. ¿Cuál era el punto? ¿Por qué sufrir las dificultades? ¿Por qué soportar el dolor? No había necesidad. Afortunadamente, fue bendecido con el aspecto de su madre, y aquí en Remno, cuya sociedad se inclinó hacia el machismo, solo tuvo que mostrar un poco de amabilidad para recibir las adoraciones de las mujeres. Sus doncellas, por ejemplo, lo amaban en pedazos. Y así, llegaría a ser conocido como un príncipe de segunda categoría, entregándose a muchas docenas de amantes a lo largo de su vida y, finalmente, dejando su huella en la historia como no más que un playboy sin precedentes.

O debería haberlo hecho, si ella no hubiera aparecido ante él en toda su gloria. Se llamaba Mia Luna Tearmoon, Princesa del poderoso Imperio Tearmoon. Conocido por algunos como una santa de profunda sabiduría, la joven se colocó frente a Abel y, con nada más que unas pocas docenas de palabras, destrozó su futuro de decadencia. Con una voz brillante que transmitió a cada estudiante en el patio, ella lo declaró como su compañero de baile.

—Y es por eso…— continuó, —Príncipe Sion, es con el mayor pesar que debo informarle, no puedo aceptar su generosa invitación al baile.

Abel apenas podía creer lo que oía. El hombre elegido por Dios para ser la realeza de primer nivel en todos los sentidos, Sion Sol Sunkland, le había invitado al baile. Y ella lo rechazó, así como así.

«¡H-Hijo de un vendedor de espadas! ¡Esto es una locura!» grito Abel internamente.

Abel entró en pánico. Esto no podría (no debería) estar sucediendo. No importa cuán generosa sea la opinión que uno tenga de él, no era una pareja adecuada para la Princesa Mia. Esto era obvio para todos, especialmente para él. Entonces, después de que la conmoción se calmó, se apresuró hacia Mia.

—¡Princesa Mia! Sé que me salvaste allí, y estoy profundamente agradecido por eso, pero eso fue suficiente. Por favor, toma al Príncipe Sion como tu compañero para el baile.

—Dios mío, ¿Qué es esto? ¿Deseas avergonzarme delante de mis compañeros rechazándome?

—¡No, en absoluto! Pero, ¿Qué sentido tiene bailar conmigo? Con el debido respeto, Su Alteza, somos una pareja terrible. No soy lo suficientemente bueno para ti.

—Mejora, entonces. Mejora tú mismo para que lo seas.

—¿Huh? P-Pero…

Las palabras le fallaron. Durante unos segundos, simplemente se quedó allí con la boca abierta. Luego…

—Yo… no puedo. Lo siento, Princesa Mia. No tengo el talento— dijo finalmente. Su expresión se hizo dolorida. —No importa cuánto lo intente. Nunca seré tan bueno como el Príncipe Sion. Dudo que tenga una oportunidad incluso contra mi propio hermano… — Emociones reprimidas desde hace mucho tiempo (frustración, desilusión, pena) se derramaron en su voz. Eran los verdaderos sentimientos que mantenía ocultos para todos.

Todos menos él mismo.

¿Cómo pudo él? ¿Quién sino él conocería su propia angustia? ¿La oscura desesperación de intentar, y tratar, y tratar, solo de fallar?

Sin embargo, ante su desánimo, Mia decidió sonreír.

—Príncipe Abel, todo lo que sabes es ahora . No tienes oportunidad contra ellos ahora. ¿Me equivoco?

—… ¿Eh?

—Quizás te sientas indigno de mí hoy, y quizás eso sea cierto. Entonces, ¿Qué pasa mañana? ¿Y si no mañana, pasado mañana? El camino de la mejora está pavimentado día a día, y ¿Quién sabe con certeza a dónde conduce? En el día en que tome su último aliento, ¿Quién puede decir que no se parará por encima del Príncipe Sion? Nadie sabe lo que depara el futuro, Príncipe Abel. No tú, no él, y… ciertamente no yo—. Mia se detuvo un momento. Lentamente, ella cerró los ojos. —Si no puedes confiar en mis palabras, entonces permíteme ofrecerte algo de seguridad. Te elegí como mi compañero de baile. No existe la menor posibilidad de que no puedas triunfar sobre el Príncipe Sion, y mucho menos sobre tu hermano. Yo, Mia Luna Tearmoon, lo garantizo.

Sus palabras, casi proféticas en su certeza, perforaron el corazón de Abel.

«Bueno, eso debería hacerlo para la charla de ánimo. Es mejor que el Príncipe Abel empiece a intensificarlo. Después de todo, sería un problema si algún día necesitaba la ayuda de Remno y ese estúpido hermano se interpuso. Dicho esto… ¡No puedo creer lo bien que se sintió rechazar al Príncipe Sion en público! ¡Eso fue simplemente sublime! ¡Oh, ho, ho!»

Como de costumbre, Su Alteza era tan mezquina como siempre por dentro. Sus acciones, sin embargo, habían arrojado una llave masiva a los dientes del destino. A partir de este día, la vida de Abel Remno comenzó a avanzar por un camino muy diferente.