Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

El invierno en el Imperio Tearmoon era frío. Las nevadas eran comunes, convirtiendo la chimenea en un elemento preciado de todos los hogares.

—Mmmfff… hace mucho frío…

Era el último día del año, y Anne se dirigía por el pasillo del palacio, sus respiraciones dejaban ligeras bocanadas de blanco en el aire. Afuera, la nieve descendía lentamente sobre el paisaje urbano helado. Muchas, si no la mayoría de las tiendas estaban cerradas, pero el trabajo dentro del castillo no podía permitirse ninguna pausa. Sus compañeras doncellas estaban muy ocupadas atendiendo sus tareas habituales, y las saludó con un rápido saludo al pasar. Finalmente, ella vino a la habitación personal de Mia.

—Disculpa, Mi Lady. ¿Puedo entrar?

—Ah, Anne. Entra, por favor.

Al ver la figura de su doncella en la puerta, Mia dejó su libro y se levantó de su sillón.

—Qué terriblemente fría te ves. Ven aquí y caliéntate.

—Sí, lo agradecería— dijo Anne, mientras caminaba y se bajaba junto al fuego. —Ah, esto se siente encantador. Muchas gracias.

En el pasado, las preocupaciones sobre la propiedad y las normas la habrían hecho rechazar tal oferta, sin embargo, después de que Mia la reprendió, quien consideró que su reserva era incorrecta en sí misma, había aprendido a cumplir con agradecimiento. A cambio, se hizo una promesa solemne a sí misma de que pagaría la buena voluntad de su maestra con lealtad.

Un cómodo silencio descendió sobre la pareja mientras se deleitaban en la cálida aura de la chimenea.

«¿Ha crecido un poco más? Me pregunto…»

Una sonrisa cariñosa apareció en los labios de Anne mientras miraba a la joven princesa. A veces, no podía evitar ver a Mia como otra dulce hermanita.

—Dime, Anne… ¿Tienes un momento? — Preguntó Mia de repente.

Anne frunció el ceño ante la extraña pregunta. Entonces, notó que los ojos de Mia seguían vagando hacia el techo mientras se movía nerviosamente en su asiento. Según su experiencia, sabía que Mia tendía a mostrar este tipo de comportamiento cuando quería pedir algún tipo de favor difícil.

—¿Sí? ¿Qué pasa, Princesa Mia? — Respondió ella en un tono curioso.

—Bueno, ya ves… La próxima primavera, comenzaré a asistir a la escuela.

—Estoy al tanto. ¡Felicidades! Te deseo todo lo mejor en tus estudios.

Entre los niños de la nobleza, la regla era que la escuela comenzó en la primavera del año en que cumplieron trece años. Se matricularían en instituciones especializadas de aprendizaje donde obtendrían el conocimiento y la competencia necesarios para gobernar eficazmente sus respectivos dominios.

Anne ya consideraba a Mia una santa viviente, solo podía imaginar en qué joven magnífica se convertiría su princesa con una educación formal. Aunque Mia aún no se había ido, Anne ya estaba esperando su regreso.

—Gracias Anne. La cosa es… — Mia sonrió brevemente antes de que su expresión se nublara. Ella permaneció callada por un tiempo. Luego, como si finalmente hubiera logrado reunir la resolución necesaria, respiró hondo y miró a Anne. —Me gustaría que vinieras conmigo. Como mi asistente personal.

—… ¿Eh? Anne se puso rígida de sorpresa ante la pregunta. —¿Me quieres…?

Ella tenía buenas razones para estar sorprendida. Las escuelas eran un lugar para la nobleza, donde los futuros Duques, Condes y Barones se reunían y se mezclaban. Allí, los niños nobles desarrollaron las amistades y conexiones que algún día les ayudarían a gobernar. Se esperaba que cualquiera que entrara en estas instituciones sagradas, que producían los mismos líderes del mañana, mostraría su mejor comportamiento. La torpeza no sería tolerada.

Además, la escuela a la que asistiría Mia ni siquiera estaba en el Imperio. Durante varios años, Mia dejaría la comodidad de su castillo y pasaría los días en los dormitorios de su escuela. Durante su tiempo allí, se le permitió traer solo un asistente, y entonces ya no podría contar con la ayuda de ninguna de las otras doncellas veteranas.

—Um, Princesa Mia, estoy… encantada con tu oferta, pero… ¿Estás segura de esto? ¿Sobre mí?

El hecho del asunto era que Anne no era una doncella particularmente capaz. En todo caso, ella estaba más del lado más torpe de las cosas. Aunque era muy consciente de que Mia le daba mucha confianza y (para su profunda gratitud) un cierto grado de afecto genuino, siempre le entristecía saber que nada de eso se derivaba de su habilidad como sirvienta. Como resultado, no pudo evitar sentir que Mia estaría mejor tomando a alguien más capaz y experimentado que ella.

Justo entonces, sintió que algo cálido envolvía sus frías palmas. Mirando hacia abajo, se sorprendió al encontrar las pequeñas manos de Mia envueltas con fuerza alrededor de ellas.

—Um, Mi Lady, no deberías… Mis manos están frías, así que…

—Escúchame, Anne. Dije que “te quiero a ti ”.

—¡Princesa… Mia…!

Anne sintió una ola de emociones calientes en el interior. Mia había creído en ella, ofreciéndole confianza incondicional, amabilidad y amistad. Ella le había dado tanto. Era una deuda que debía pagarse. Conmovida hasta el centro, Anne se arrodilló en ese mismo momento.

—Haré mi mejor esfuerzo, Princesa Mia. Te serviré con todo mi corazón y alma.

«Uf. Bueno, me alegro de haber resuelto eso. Ahora no necesito preocuparme.»

Mia dejó escapar un suspiro de alivio.

Esperándola en la escuela a la que se dirigía estaban sus dos mayores enemigos en su vida anterior. Uno era Tiona Rudolvon, un noble de ultramar que dirigió la revolución contra el Imperio y que luego sería venerada como una santa. Y ayudándola en cada paso del camino estaba Sion Sol Sunkland, príncipe del formidable Reino de Sunkland. Estas dos personas, que estaban directamente relacionadas con su horrible destino en la guillotina, también eran sus compañeros de clase.

«Estar cerca de personas como ellos sin un asistente en el que pueda confiar… ¡El solo pensamiento es suficiente para mantenerme despierto por la noche!»

Contenta sabiendo que había logrado evitar un escenario de pesadilla, Mia dio la bienvenida al Año Nuevo con un corazón considerablemente más ligero que antes.