Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Para Ludwig, fue la reunión de toda una vida.

Nacido como el segundo hijo de un comerciante, fue dotado de una inteligencia fácilmente evidente desde la infancia. Con su hermano mayor destinado a hacerse cargo del negocio familiar, dirigió sus aspiraciones a otra parte, resolviendo a muy temprana edad convertirse en un funcionario del gobierno. Sin embargo, una vez que comenzó a estudiar para alcanzar su objetivo, no tardó mucho en darse cuenta de la magnitud de la corrupción que se produjo en el Imperio Tearmoon.

Las razones fueron variadas, pero estaba claro que gran parte de ellas provenían de las casas nobles, de las cuales la familia del emperador era más poderosa. Esta fue quizás la razón por la que Ludwig tenía tanto desdén por los nobles y la realeza, es decir, los de la llamada alta cuna. Entonces, un día, una joven apareció de repente ante él.

Se llamaba Mia Luna Tearmoon, con su hermoso cabello argent que brillaba como si estuviera infundido con rayos de luna y con las circunstancias de su nacimiento la princesa era tan noble como ninguna otra. Era el epítome del tipo de nobleza que siempre había detestado, sin embargo, esta chica , con todo su privilegio y poder, vino a él. Y le pidió que le prestara su fuerza para restaurar el imperio.

Nunca olvidaría el brillo de la inteligencia que había visto en sus ojos. Fue deslumbrante, casi divino… En ese instante, sintió como si estuviera ante la Diosa de la luna, bañada por su luz. Incluso ahora, su corazón latía con alegría cada vez que recordaba la escena. Desde ese día, en un esfuerzo por estar a la altura de la confianza que Mia depositaba en él, aplicó corazón y alma a su trabajo. Cuando se encontró con la resistencia de sus superiores, desestimó sus quejas haciendo alarde del nombre de la Princesa Heredera. Suponiendo que sus acciones seguramente habían llegado a los oídos de Mia, tomó su silencio posterior para decir que estaba actuando de acuerdo con sus deseos. Presumiblemente, ella tenía la intención de que una vez que le informara sobre sus pensamientos sobre el imperio, él tomaría la iniciativa y haría lo que creyera conveniente.

Su postura era clara: señaló el camino y él trazó el curso, era un libro de texto de buen liderazgo; Una vez que se comunicó la visión general, los detalles se deben dejar a los expertos de primera línea y se debe respetar su juicio. Aunque parecía una decisión tan simple, los líderes que lo tomaron correctamente fueron pocos y distantes entre sí, su pobre juicio llevó a la caída de innumerables reinos a lo largo de los siglos.

Y, sin embargo, aquí había una niña, de apenas doce años, que lo consiguió. Ella era quien desafió la tendencia de la historia y tomó la decisión correcta. Ludwig se estremeció cuando una sacudida corrió por su columna vertebral.

—Podría ella… Ella debe… Seguramente, ella es una gran líder otorgada a nosotros por los cielos… — susurró Ludwig mientras miraba al cielo en reverencia.

… No hace falta decir, por supuesto, que casi todo lo que él pensó no era más que un producto de su propia imaginación.

Por si acaso eso no estaba claro para alguien.

—Buenas tardes, Ludwig.

—Pero… si no es la Princesa, bienvenida, alteza— dijo Ludwig, deteniéndose en su trabajo. Justo cuando estaba a punto de ponerse de pie, Mia levantó una mano para detenerlo.

Ella sonrió y dijo:

—Por favor, relájate. Sepa que su trabajo duro es muy apreciado. Gracias, Ludwig.

—De nada, alteza, pero el crédito debería ir a usted. Gracias a ti, mi trabajo ha sido mucho más fácil. Por favor acepta mi gratitud.

Ludwig se inclinó respetuosamente, lo que provocó un asentimiento satisfecho de parte de Mia. Él dejó escapar un suspiro de alivio, tomando su asentimiento como señal de que su comportamiento hasta la fecha no estaba equivocado. Después de todo, estaba en presencia de alguien cuya sabiduría superó con creces la suya; necesitaba mantenerse alerta.

—Muy bien. Ahora, he venido hoy porque me gustaría su consejo sobre un asunto muy particular.

—Mi consejo, dices…

Ludwig se cruzó de brazos y frunció el ceño mientras masticaba las palabras de la Princesa.

«A juzgar por el tono de Su Alteza, no parece que tenga ninguna queja sobre mi trabajo hasta ahora… Pero, de nuevo, nunca puedo estar seguro. Tal vez hay algo que me he perdido.»

Después de todo, pensó, estaba hablando con alguien que bien podría ser la Diosa de la luna con forma humana. Su intelecto ciertamente limitaba con lo divino.

En este punto, después de un período de inflación extrema e incontrolada, la opinión de Ludwig sobre Mia ya había pasado el ámbito de la razón y el buen sentido.

…El pobre hombre.

—En efecto. Aunque podríamos tener nuestra discusión aquí…

Mia bajó el tono y le mostró una sonrisa de dientes.

—En realidad, preferiría que me escoltaras a otro lugar.

—¿Y dónde podría ser eso?

—El distrito de Newmoon…

La mandíbula de Ludwig cayó al suelo cuando escuchó esas palabras.

—¡¿Q-Qué?! ¡¿Deseas… ir a los barrios bajos?! — exclamó Ludwin, su voz se quebró con un poco de asombro.

El Distrito Newmoon eran los barrios marginales más cercanos a las murallas de la ciudad de Lunatear. Era un lugar rechazado incluso por el ciudadano promedio, sin importar si era la nobleza o Dios, nadie quería ir a ese lugar. El mismo Ludwig nunca había puesto un pie en el distrito, y tampoco deseaba hacerlo. Bajo ninguna circunstancia (ninguna en absoluto) la Princesa Heredera del Imperio debería ir allí.

Su arrebato se hizo eco de inmediato por una angustiada Anne, para quien las palabras de Mia fueron un rudo despertar.

—¡Mi Lady Mia! ¡No puedes! ¡Eso va demasiado lejos! — Gritó la doncella que esperaba, que hasta ahora había tenido la impresión de que Mia simplemente estaba aquí para encontrarse con Ludwig. Para una joven doncella como ella, el Distrito Newmoon era el tipo de lugar que quería evitar a toda costa. Sus padres le habían dicho que se mantuviera alejada de allí porque era peligroso, y le había dicho lo mismo a sus hermanos menores.

—Es algo que debe hacerse— dijo Mia, desestimando sus quejas con un movimiento de cabeza. —Quiero que mires con tus propios ojos, Ludwig, y me digas lo que piensas.

La resolución en su voz les impidió decir algo más.