Koujo Denka (NL)

Volumen 6

Capitulo 1: ¡Demonios!

Parte 3

 

 

“¡No creerías lo fuerte que son Allen-sensei y Karen- san!” Ellie intervino.

Ambas me miraron directo a los ojos.

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Oh, ya veo.

Simplemente tenían fe en Allen-sama — Una completa fe sin vacilar. Claro que igual yo. Creía en él con todo mi corazón. Y sabía que mi mejor amiga, la hermana de Allen-sama, Karen, era mucho más fuerte de lo que yo era. Aunque no podía quitarme mis sentimientos de vago recelo. Podía creer firmemente que Felicia, quien había estado en el más grave peligro en la Capital Real, estaba a salvo, pero no con Allen-sama. Aun así, no podía dejar que mi intranquilidad se pasara a Tina y—

“¿Stella?”

“¿Stella-Ojou?”

Tina y Ellie dijeron mi nombre y miraron de cerca mi rostro.

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Oh no. Las estoy preocupando.

“Sí, tienes razón.”

Dije, forzándome a sonreír y asentí con calma.

“Allen-sama y   Karen   son   fuertes.   Está   bien;

¡concentrémonos en lo que podemos hacer aquí! Estoy segura que tendrán mucho que aprender de Shelley.”

“¡Sí!” Tina gritó.

“¡Trabajaré duro para asegurarme que todos tengan deliciosa comida y para impresionar a Allen!”

“¡Y-Yo igual!” Ellie asintió.

“¡Daré lo mejor de mí con Tina-Ojou!”

Tenían muchas ganas de ir. Y como su hermana mayor, necesitaba reaccionar.


“En ese caso, creo que también podré a prueba mi mano haciendo flores. No dejaré que se me adelanten.”

Esa tarde, de regreso a mi propio cuarto, el sueño me ganó. Tina y Ellie estaban bien dormidas en mi cama, mano a mano. Habían insistido en quedarse la noche conmigo. Ninguna de nosotras había experimentado una verdadera guerra, así que debían haber estado nerviosas.

Afuera, las nubes escondían la luna y las estrellas, y la noche era oscura. Me senté en una silla cerca de mi ventana, leyendo la segunda libreta que Allen- sama me había enviado con la luz de una pequeña lámpara. Solo hace unos días, mi corazón habría saltado de la dicha con la sola vista y sentir de su escritura. Pero no ahora. Mis lágrimas caían en las páginas, dejando manchas. Esto no sirve. Limpié mis ojos. Había estado en este bucle por un tiempo, incapaz de hacer algún progreso.

La libreta detallaba los nuevos hechizos Pale-Azure Snowflakes y el Eight Icicle Talons; nuevas aplicaciones para la Sword y Shield Azure, las artes secretas que Allen-sama me había regalado; y una fórmula de hechizo mejorada para el Frost-Gleam Hawks, el nuevo hechizo supremo que había creado para mí. Su gentil escritura se leía “Desplegar alas será un desafió, siento decirlo. No puedo comprender cómo Lydia-san lo hace. Pero Tina lo logró recientemente, y me encantaría ver cómo tú luces con ellas, así que daré lo mejor para resolver el misterio.”

¡Allen-sama, Allen-sama! ¡ALLEN-SAMA!

Apreté mis puntos y me agaché, luchando para controlar los sollozos. Tina y Ellie estaban preocupadas, pero creían, casi ciegamente, que estaría bien. Para ellas, Allen-sama era un héroe de historieta. El héroe que siempre triunfa, y el mal siempre cae. Compartía algo de ese sentimiento— Ni por un momento había dudado de los increíbles talentos de Allen-sama. Y aun así… Recordé un poco de lo que me había dicho en el techo de la catedral, viendo la Capital Real en la noche:

“Las personas me llaman el Cerebro de la Dama de la Espada. Es impresionante nombre, pero no soy nada especial. A diferencia del Héroe del imperio o la misma Dama de la Espada, dudo que cumpliré mi deseo de la infancia de volverme un héroe de leyenda.”

¡Allen-sama, por favor, por favor sé fuerte! ¡Madre, por favor protege al hombre que amo!

Recé en silencio fervientemente, apretando la pluma del griffin del océano verde que Allen-sama me había enviado y el listón azul cielo que mi madre me había dejado contra mi pecho. Todo mientras, pensaba en las palabras de mi madre, las cuales Allen-sama me había ayudado a recordar esa noche en el techo de la catedral:

“En noches cuando no puedas dormir, quédate callada y observa la luna y las estrellas. Entonces, los elementos te mostrarán el camino. No hay nada que temer.”

Recé y recé, pero no podía vislumbrar las luces en el cielo nocturno.

***

 

 

Los veranos del norte eran efímeros, incluso en la capital del Imperio Yustiniano, una de las dos grandes potencias en el oeste de nuestro continente. Por eso, ¿qué mejor que pasar esas breves temporadas que en el jardín más íntimo del palacio real? Y como un decrepito emperador cuyo único valor yacía en mantenerse con vida, tal era nuestro deber más importante, reflexionábamos mientras reposábamos en nuestra cama, la cual había sido colocada debajo de un techo de piedra. Nuestra última conversación casi era certera— Una siesta vespertina era el entretenimiento de los ancianos. Por eso—

“¡Su Excelencia Imperial! ¡Su Excelencia Imperial, Imperador Yuri Yustin, ¿dónde puedo encontrarlo?!”

Un ensordecedor rugido refrescó nuestras divagantes mentes de regreso a la realidad.

Mierda. Así que ya se dio cuenta.

“Moss.” Respondimos malhumorados.

“Baja la voz. Estamos disfrutando nuestra siesta vespertina.”

“¡Su Excelencia Imperial, este no es momento para relajarse!”

Replicó el barbaján quien había entrado ruidosamente en nuestro jardín— El Gran Mariscal Moss Saxe, el anciano comandante supremo de nuestra armada. No se lo pensó para levantar su voz contra su emperador.


Como siempre, Moss tenía un buen estado físico— A diferencia de nosotros. Tenía una espléndida figura en su uniforme militar, y la siniestra belleza de la espada encantada Castle Breaker, la cual colgaba de su cintura, permanecía intacta.

El tipo se ganó cabellos grises y arrugas, pero los años no le han pasado factura.

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“Menudo tipo se convirtió en el gran mariscal imperial…” Respondimos.

“¿Qué hay de la frontera norte?”

Nuestro imperio se conecta con tres lados enemigos. Bárbaros se reúnen a lo largo de nuestra frontera norte. A nuestro noreste yace la Republica Lalannoy— Una banda de rebeldes que nos frenaron hace un siglo. Y en el sur, nos fronteriza el Reino Wainwright y su molesto Ducado de Howard. Particularmente estábamos en malos términos con Lalannoy, debido a las circunstancias de su origen, y sus recientes esfuerzos en el desarrollo de tecnología mágica hizo que subestimáramos a la fuerza de la república. Por eso, el volumen de nuestras armadas, y bajo el comando personal del gran mariscal, protegió el noreste… y debe mantenerse así. Aunque décadas han pasado sin mayores conflictos, encontronazos fueron demasiados para ser recordados. Los demonios, quienes tenían la más lejana costa al Océano Imperial del Norte, también eran una seria amenaza, dejando la mayor parte de nuestra armada naval inmóvil. Pero al menos no deseaban la guerra. Los humanos eran menos razonables.

“Los rebeldes de Lalannoyanos están luchando entre sí.”

Moss dijo, contándonos nada que no supiéramos ya.

“Esta ronda de peleas se ve intensa, pero no podemos permitirnos recursos para interferir. Estoy más preocupado con—”

“¿El tema de Wainwright?” Intervenimos.

“Su Excelencia Imperial, no debemos involucrarnos con su desastre. ¡Detengamos a la armada sur de una vez!”

Moss rogó, acercándose ante nuestra presencia. Cada palabra era como lo habíamos predicho. El hombre era perro leal, aunque su palabrería era tan tosca como implacable.

“¿Cuántos años tienes, Moss?” Preguntamos. “¿Otra vez?” Respondió, sorprendido.

“Tu edad. ¿Cuántos años has vivido?” “72 años. ¿Qué con eso?”

“Un polluelo. Tenemos 73 años. Más de cincuenta años han pasado desde que heredamos el imperio de nuestro difunto hermano, y ya tenemos un pie en la tumba. Muchos nos llaman “perros viejos” a nuestras espaldas. Dudamos que vivamos para ver la siguiente primavera.”

Nuestro anciano gran mariscal nos miró con incredulidad.

“Su Excelencia Imperial.” Él dijo fríamente.

“Ha estado diciendo eso por más de 50 años— aunque lo llamaron el “Cerdo de Plata” desde el principio.”

“¡Oh, deja que lo disfrutemos! ¡Ese es el problema con los hombres que viven mucho tiempo!” Intervenimos y fuimos por un vaso de agua helada, el cual bebimos.

No podíamos evitar ser chaparros y gordos, no nos gustaba montar a caballo. Nuestro una vez hermoso cabello rubio plateado se había caído. “Perro viejo” era un apropiado mote.

Con una mirada, nos dirigimos a Moss para que bebiera un trago de agua también. Nuestro gran mariscal llenó su vaso y lo bebió sin dudar.

“Moss.” Dijimos. “¿Sí?”

“Deseamos retirarnos y devotar nuestros últimos años a las deliciosas siestas. Movilizar la armada al sur fue idea de Yugene. Se lo preguntó, explotó las neuronas que no tiene, e incluso tomando el consejo de estúpidos de quién sabe dónde antes de pedir el trono. Sería… una lástima que se le salga de las manos. Idiota o no, es nuestro único hijo.”

Habíamos fracasado en concebir niños. Nuestro primer hijo había nacido cuando teníamos más de cincuenta, y ese niño— El Príncipe de la Corona Yugene— provo ser un fracaso. Aunque por tradición, regresando al amanecer de nuestro imperio, sostenía que un Emperador Tustiniano debe liderar el ataque en la guerra, Yugene era un espadachín, arquero, y hechicero mediocre— justo como nosotros habíamos sido. Sus logros académicos también eran deficientes. Sin embargo, él ansiaba poder.

Encontrábamos difícil creer que la sangre del Arquero, una de las leyendas que le había dado un fin a la lucha que había consumido el continente hace cinco siglos, corriera por sus venas. Aunque claro, él era nuestro hijo. Nunca estaría a la par del ingenio de nuestro difunto hermano.

Aunque todas las otras ramas de nuestro linaje claman modestos éxitos. Una vez demos nuestro último respiro… nuestro imperio pronto se fracturaría. En las repercusiones, los Howards y Lalannoyanos se dividirán nuestro territorio.

“Pagaremos un precio debido a sus sentimientos” Moss dijo.

“Pero él escogió la batalla equivocada para luchar. Los Howards no dudarán en hincarnos sus colmillos si nos enemistamos con ellos.”

“Oí que el Lobo del Norte es el único maestro confirmado de su hechizo supremo y arte secreta.” Continuamos.

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“Y su sobresaliente armada es pequeña— unas veinte mil tropas contra nuestra armada del sur con doscientos mil.”

“Quién ha estado llenando su cabeza con tanta mierda como— No, no importa. Los Howards no son para tomarse a la ligera, incluso si sus talentos mágicos han decaído.”

Nuestro gran mariscal presiono, forzándonos a confrontar la dura realidad.

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“Ellos desafían el sentido común. Los más jóvenes en los cuarteles generales del estado mayor están convencidos que son capaces de montar compañas en el mortal invierno.”

Una armada que podía soportar una compaña de invierno es señal de la abrumadoramente exhausta organización logística. Ninguna de nuestras fuerzas, con excepción de los subordinados directos de Moss, se acercaba a su nivel de disciplina. Sin embargo…

“Supongamos que tienes razón.” Dijimos, asintiendo en acuerdo.

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“Nosotros… dudamos que Yugene triunfará. Incluso puede sufrir una histórica derrota.”

“Entonces—” Le lanzamos una mirada a nuestro anciano vasallo antes que podía decir la palabra por qué.

“Su Excelencia Imperial, no querrá decir…”

Le dimos una mirada a nuestro jardín. Las plantas aprovechaban lo máximo del verano, a pesar de su brevedad. ¿Cuándo fue el verano?

“Deberíamos probar que nuestras predicciones son falsas, y los Howards se han hecho más débiles de lo que imaginamos, entonces Yugene ganará su guerra, y todo estará bien.” Explicamos indiferentes.

“Luchar contra un pedazo de tierra del reino en todo este caos se calificaría como una victoria sobre una dinastía invencible. ¿No sería esa una medalla en el pecho de nuestro chico? Además, el reino es nuestro bastión contra los demonios; no podemos permitir que se debiliten severamente. Pero incluso un debilitado Duque Howard aún es un “Dios de la guerra”, entonces que sea así. Ningún idiota podría contener al trono imperial contra una Casa Howard intacta y esos rebeldes Lalonnoyanos. Hemos asignado a nuestra bisnieta más joven y tu nieto a los cuarteles de la armada sur. Que experimenten de primera mano lo bien que les caerá la lucha contra el Lobo del Norte y su armada.”

“¡¿La Princesa Yana y Huss?!” Moss exclamó. Entonces, declaró con fuerza.

“Su Excelencia Imperial, lo que sea que pase, la Casa de Saxe defenderá al Emperador Yuri Yustin.”

No había cambiado nada. En los viejos tiempos, cuando nos habíamos rebelado contra nuestro hermano, había sido nuestro único aliado.

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“Puede ser un baño de sangre.” Le advertimos con cariño.

“Justo como hace cincuenta años. Después de todo… podemos ser forzados a añadir el filicidio y fratricidio, y también matar más de los nuestros— sin mencionar oficiales y hombres. Y terminaremos coronando a la nieta de nuestra cuñada emperatriz. Sin duda nuestras muertes serán más que gustosas.”

“Demasiado tarde para preocuparse por eso.” Moss sonrió e infló su pecho.

“La Princesa Yana es sabia. Podemos estar tranquilos con el futuro en sus manos. Dicho eso, mejor evitar un forcejo con el actual Duque Howard y el “Abismo” Walker.”

“Lunáticos, todos ellos. El mundo es duro con los hombres mediocres como nosotros. Mientras hablamos, nuestros enviamos deben estar conversando con el Lobo del Norte en la capital norte del reino. Oh, eso nos recuerda.”

Recordamos al más loco de ellos, quien nos había dado una inesperada visita hace unos días. Naturalmente, ninguna persona ordinaria podría meterse en el santuario interior de nuestro palacio, ya que todos los guardias eran inútiles cuando se refería a ella.

“El Héroe también se ha ido al norte.”

Por primera vez en esta conversación, nuestro gran mariscal perdió su compostura.

“¿Dice que ella ha tomado cartas en el asunto?” Él demando asombrado.

“¿El asunto es tan serio?”

“Quizás. Compartimos reportes no confirmados con ella, pero fuimos simples mortales que no pueden comprender la mente de una genuina leyenda viviente. Ahora, suficiente de charlas. Nos vamos a dormir.”

Despedimos a Moss con un exagerado ondeo de nuestras manos. Él realizó un perfecto saludo y luego partió. Ese saludo suyo no había cambiado desde que éramos niños, cuando este jardín interior había sido nuestra prisión y se había quedado acompañándonos.

“Pocos conocen el arte de los Ocho Grandes Elementos y las Ocho Herejías.” Dijimos, viendo alrededor de nosotros a los ocho masivos pilares deteriorados.

“¿Es una victoria para que nos autoproclamemos “héroes”? O es…”

Una briza del sur sopló sobre nuestra capital imperial. Incluso en verano el viento era lo suficientemente frío para que nos congeláramos hasta los huesos.

***

 

 





La mañana después que les hubiera transmitido las noticias de Allen-sama a Tina y Ellie, regresé a mi cuarto luego de desayuno para cambiarme de ropa. Papá y yo nos íbamos a reunir con el embajador imperial.

Me miré en el espejo. Usaba mi uniforme de la Royal Academy. Shelley me había ofrecido un traje militar, pero podía intimidar a los imperiales. Esta era la negociación que mi padre conduciría; No necesitaba sobresalir. Antes de ponerme mi boina, enderecé la insignia del ala y espada que me proclamaban como el presidente del consejo estudiantil.

No había noticia de Karen o Felicia. Nos manteníamos apartados de las grandes ciudades del reino, incapaces de comunicarnos por correo griffin o wyvern, magia, o teléfono. Aunque estábamos reuniendo información de los refugiados huyendo de la Capital Real, a quienes acogimos en la ciudad, los detalles se mantenían deficientes. Tampoco había sabido de Anko-san, pero si la conjetura del profesor probaba ser correcta, conoceríamos el destino de la familia real antes que el día se acabara.

Abrí una caja cerca de la mesa. Contenía mi tesoro— la pluma del griffin del océano que Allen me había dado. Lo recogí, lo apreté en mi pecho, y recé. No podía evitar sentirme ansiosa.

¿Qué haría si… si él se lastima?

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