Wortenia Senki (NL)

Volumen 17

Epilogo: Una Vez Calmada La Tos

El cristal de la ventana repiqueteaba mientras el viento y la lluvia lo golpeaban. Hoy era uno de los pocos días del año en que un gran aguacero bañaba la tierra.

Las cortinas estaban cerradas, por lo que la habitación estaba en penumbra a pesar de ser pleno día. Normalmente, se encendería una vela o una lámpara, pero al dueño de la habitación no le importaba la penumbra. Al fin y al cabo, la luz no le serviría de mucho, ya que había pasado muchos años tumbado en la cama.

El sonido de una intensa tos llenó la habitación. Sintiendo que le sobrevenía otro ataque, Akimitsu Kuze abrió los ojos. Buscó a tientas junto a su cama, cogió un paño y se lo llevó a los labios. El sabor a óxido inundó su boca.

Los ataques son cada vez más frecuentes, pero aún no puedo permitirme morir.

Ese pensamiento mantuvo el alma de Kuze atada a su carne fatalmente enferma.

Una vez calmada la tos, Kuze se levantó lentamente y tiró el paño que había utilizado para limpiarse la boca a una papelera que había a los pies de la cama. Luego cogió una jarra llena de agua que había en la mesilla de noche, para quitarse el sabor a sangre de la lengua.

Fue entonces cuando habló alguien que no debería haber estado en la sala.

“Veo que hoy no está muy bien de salud, Sr. Kuze”.

En la esquina había un hombre. ¿Cuándo había entrado en la habitación? Había poca luz, así que la visibilidad era escasa, y el dueño de la voz estaba a cinco o seis metros de Kuze. Sin embargo, Kuze no culpó a aquel insolente por su intrusión. En lugar de eso, saludó con calma al hombre sospechoso.

“Supongo que acabo de mostrarte algo desagradable”, dijo Kuze. “Mis disculpas.

Suelo estar en cama, así que rara vez enciendo las lámparas. Las encenderé ahora.

Dame un momento”.

Kuze levantó el cuerpo e hizo ademán de levantarse de la cama, con la intención de encender una lámpara. Llegar a tales extremos no encajaba con un hombre como Kuze, uno de los líderes de la poderosa Organización que se ocultaba en las sombras de este continente. A Kuze no pareció importarle, pero, por suerte, el intruso no era tan cruel como para permitir que un hombre anciano y enfermo se tomara tantas molestias.

“Por favor, quédate ahí. Yo las encenderé”, dijo el hombre. Se dirigió a la estantería de la pared, cogió una botella de aceite y un pedernal, y los utilizó para encender la lámpara de la mesa.

Kuze, que estaba sentado en su cama, se disculpó. “Siento haberle molestado, Señor Sudou.”

Akitake Sudou respondió a las disculpas de Kuze con su habitual sonrisa agradable. Luego cogió la jarra y el vaso de la mesilla de noche.

“Oh, no dejes que eso te moleste. Nuestra relación es de dar y recibir, después de

todo”, dijo Sudou, vertiendo agua en el vaso y presentándoselo a Kuze. “Toma. Bebe. Ibas a tomarte tu medicina, ¿verdad?”.

“Sí, gracias. Entonces, si me disculpa…”

Ante la insistencia de Sudou, Kuze se metió en la boca una cápsula de medicina que había preparado con antelación y se la enjuagó con el agua. Luego respiró hondo y volvió a disculparse con seriedad.

“Mis disculpas por no haber podido saludar adecuadamente”.

Kuze actuaba como si fuera un subordinado que inclina la cabeza ante su superior. A Sudou no pareció parecerle nada raro, porque cogió sin permiso una silla que había junto a la pared y la colocó junto a la cama de Kuze.

“Ahora bien”, dijo Sudou, sentándose en la silla. “¿Puedo preguntarte por qué me has hecho venir? Aunque puedo utilizar las líneas ley para viajar casi instantáneamente dentro y fuera de Rhoadseria, me estoy haciendo viejo, así que no puedo utilizar esa técnica con tanta frecuencia.”

Sudou se golpeó ligeramente los hombros. Kuze respondió con una sonrisa sarcástica.

Las líneas ley eran flujos de energía que circulaban por la tierra de Rearth, no muy distintos de los vasos sanguíneos. Sudou podía asimilarse a las líneas ley, lo que le permitía recorrer grandes distancias en un abrir y cerrar de ojos. Ningún taumaturgo verbal normal podría hacer eso.

Ni que decir tiene que se trataba de un arte oculto que no todo el mundo podía invocar. Si un hombre de poca monta intentaba utilizar esta técnica, sólo encontraría un destino: sería arrastrado por las enormes cantidades de energía que fluían a través de las líneas ley, que destrozarían su mente y su cuerpo.

En un mundo en el que sólo se podía viajar a pie o a caballo, el acceso de Sudou a estas líneas ley le proporcionaba una ventaja abrumadora. Por eso pudo trabajar para la Organización y, al mismo tiempo, dirigir una unidad de inteligencia del Imperio de O’ltromea.

Está igual que siempre. Pensé que mi citación urgente le habría molestado, pero parece que su humor no es tan malo… por ahora.

Kuze era uno de los líderes de la Organización y figuraba entre sus tres miembros más destacados. Aun así, era cuidadoso con la forma en que interactuaba con Sudou, que en ese momento miraba a Kuze con una agradable sonrisa.

Akitake Sudou era un hombre poderoso. Era tan excepcional que, aunque se buscara por todo el mundo, sería difícil encontrar un hombre que pudiera igualarle.

Un ascendente: un monstruo que ha traspasado los límites de lo humano.

El cuerpo humano contiene siete chakras. Ser capaz de activar el séptimo chakra -el Chakra Sahasrara, también conocido como el chakra de la corona- permitía a un ser humano elevarse por encima de los límites de su raza. Los que podían hacerlo eran conocidos como trascendentes. Pero Akitake Sudou había alcanzado el nivel incluso superior al de un transcendente, y era un hombre muy voluble.

Kuze sabía por sus muchos años de amistad que bastaba un simple desliz verbal para estropear el humor de Sudou, así que respondió con sinceridad. “Lo siento. Pero es absolutamente necesario que hablemos en persona”.

“Oh, ¿necesitabas hablar conmigo? Muy bien, entonces”, dijo Sudou, aún sonriendo. “Ya que me he tomado la molestia de venir aquí, supongo que responderé a tus preguntas lo mejor que pueda”.

La actitud de Sudou le dijo a Kuze todo lo que necesitaba saber.

Ya ha predicho lo que voy a preguntar. En ese caso…

No eran buenas noticias para Kuze, pero eso no cambiaba lo que tenía que hacer. De cualquier manera, necesitaba escuchar la verdad de los labios de Sudou.

“Entonces permítame preguntarle, Señor Sudou, ¿por qué conspira contra el nieto de Koichiro? Si es posible, me gustaría oír cuáles son tus intenciones para con él”.

Esa era la única pregunta para la que Kuze necesitaba una respuesta.

Convencer a Helena Steiner para que se vuelva contra él, hacer que un francotirador le dispare… ¿Por qué está tan obsesionado con Ryoma Mikoshiba?

Esa duda atenazó el corazón de Kuze como una cadena. La Organización operaba entre bastidores, así que no podía apoyar abiertamente a Ryoma, pero podría haber utilizado al gremio como intermediario para enviar a miembros de la Organización a Rhoadseria como mercenarios y aventureros para ayudarle. O podría haber recurrido a una de las empresas bajo su paraguas para ofrecerle apoyo financiero. Por supuesto, Ryoma había demostrado tener talento suficiente para hacerse más fuerte incluso sin el apoyo de la Organización.

Así que esto plantea la pregunta: ¿qué está haciendo Sudou?

Nadie dentro de la Organización estaba por encima de Kuze. Los únicos que igualaban su autoridad eran los demás ancianos, que le igualaban en rango. Aun así, aunque otro anciano hubiera dado esas órdenes, Kuze tenía influencia suficiente para anularlas.

Akitake Sudou estaba por encima de su influencia, sin embargo, Kuze preguntó esto mientras se daba cuenta de que podría estar ganándose la ira de Sudou. También sabía que, dependiendo de lo que dijera Sudou, bien podría estar perdiendo la vida por hacer esa pregunta.

Es todo lo que puedo hacer por el nieto de un amigo jurado…

Fue esta emoción la que impulsó a Kuze a actuar. Sudou, sin embargo, le dedicó a Kuze una sonrisa burlona y le contestó con una respuesta que Kuze jamás habría podido anticipar.

Tras su charla con Sudou, Kuze apagó la lámpara y se hundió de nuevo en su cama, pero incluso con los ojos cerrados y el cuerpo envuelto en las sábanas, la mente de Kuze se negaba a descansar.

“Por un mañana mejor, ¿eh?”

Esta idea se había transmitido ininterrumpidamente en la Organización desde su concepción. Fue un deseo formulado hace siglos, cuando un hombre que había sido convocado a este mundo infernal se unió a sus camaradas y compañeros de otro mundo.

Esa fue la respuesta de Sudou. A primera vista, sus palabras sonaban como un juramento que reafirmaba su lealtad a la Organización. Cualquier miembro de la Organización que desconociera la verdadera naturaleza de Sudou y sus fechorías pasadas se sentiría profundamente impresionado con Sudou por decir eso, pero Kuze sabía quién era Sudou en realidad, y no podía aceptar la respuesta de Sudou al pie de la letra.

Esto incluye también todos los subterfugios que Sudou ha llevado a cabo en Rhoadseria últimamente.

De hecho, Sudou probablemente no mentía, y había hecho esas cosas en nombre de la Organización, pero el hecho de que no pareciera importarle si sus planes tenían éxito o fracasaban lo cambiaba todo considerablemente. Con esa idea, Kuze pudo adivinar las verdaderas intenciones de Sudou.

Ese hombre… Se deleita en el peligro.

Ese pensamiento persistía en la mente de Kuze. La forma en que los ojos de Sudou parecían brillar ocasionalmente con locura hizo que Kuze se congelara de miedo.

Pero, ¿qué puedo hacer para detenerlo?

El propio Kuze era un trascendental, capaz de activar el Chakra Sahasrara. Aún respiraba, a pesar de la debilitante enfermedad, gracias a las enormes cantidades de prana que circulaban por su cuerpo. Pero, ¿qué podía hacer Kuze para detener a Sudou en su estado actual? Podría luchar mientras consumía sus vastas reservas de prana, pero eso sólo duraría unos diez segundos y se acabaría. Diez segundos de combate agotarían su prana, momento en el que Kuze moriría. Pero esta no era la única razón por la que Kuze no podía detener a Sudou.

¿Yo, detenerlo? No. No puedo hacer eso. Sus acciones siempre están destinadas a promover la Organización y sus intereses. Así que…

Kuze respetaba a Akitake Sudou y le era leal, pero sólo porque Sudou era el fundador y el verdadero líder de la Organización. Kuze consideraba que las intrigas y conspiraciones de Sudou eran a veces cuestionables, pero nunca pensaría en oponerse a Sudou. En todo caso, Kuze seguiría respetando a Sudou, al menos hasta el día en que sus acciones supusieran una amenaza para la Organización. No obstante, Kuze se dio cuenta de que aunque se resistiera, no tendría sentido.

Koichiro… Cómo me gustaría poder verte. Para encontrarte y contarte todo.

Hasta que eso suceda, no puedo darme el lujo de morir.

El amigo que Kuze perdió una vez por caprichos del destino había vuelto a este mundo, pero tal y como estaban las cosas ahora, ni siquiera podía hablar con él libremente.

Kuze decidió sumirse de nuevo en el sueño, para soñar con el día en que pudiera confiar su deseo a otro. Sin embargo, Kuze era sólo un hombre, y no tenía forma de saber que aquel día, un ejército de varios miles de hombres, portando un estandarte con el emblema de las escamas, llegaba a la ciudad de Galatia, cerca de la frontera sur de Rhoadseria. No tenía forma de saber que una nueva guerra estaba a punto de comenzar.

-FIN DEL VOLUMEN 17-